No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

domingo, 18 de diciembre de 2011

EN EL POLEMISTA HASTA 2012.




A favor de los toros de Jesús Mosterín, y la tauromaquia.


La nación inventada de Arsenio e Ignacio Escolar, y los mitos nacionales.


Las torres del honor de Gabriel Cardona, y el papel del Rey en el 23F.


La Santa Ignorancia de Olivier Roy y las revueltas en el mundo árabe.


La España de los otros españoles de Carles Bonet y el encaje de Cataluña en España.


El Planeta de los estúpidos de Juan López de Uralde, y el ecologismo que viene.


¡Indignaos! de Stéphane Hessel y los últimos coletazos del siglo XX.


Belgistán de Jacobo de Regoyos, y el nacionalismo que viene.


2011, La Revuelta árabe en Vanguardia Dossier(nº39) y el estado de la cuestión.


El espejismo nuclear de Marcel Coderch y Núria Almiron y, ¿Nuclear? No sé, gracias.


Yo maté a Sherezade de Joumana Haddad, Las tradiciones que no amaban a las mujeres de Mª. Teresa Gómez-Limón.- La Mujer en mundo árabe y el feminismo que viene.


Catalunya, España. Encuentros y desencuentros de José Enrique Ruiz-Domènec, y la desafección creciente.


Europa contra Europa de Julián Casanova y la amenaza totalitaria.


La mort de Bèlgica de Marc Gafarot, y en busca de Cataluñistán


Toros sí de Salvador Boix, y la defensa de la tauromaquia


La república islámica de España de Pilar Rahola, Nómada de Ayaan Iris Ali, y el Islam en Occidente.


De cómo la CIA eliminó a Carrero Blanco y nos metió en Irak de Anna Grau, El amigo americano de Charles Powell, y el papel de EEUU en el franquismo y la Transición española.


La belleza y el dolor de la batalla de Peter Englund, y el universo sentimental de la historia.


Palabras como puños dirigida por Fernando del Rey, y la visión objetiva de la Segunda República.


Entender la guerra en el siglo XXI de F. Aznar Fernández-Montesinos, El Club de Lectura de los Oficiales Novatos de Patrick Hennessey, y la guerra que viene.


Comer animales de J. Safran, Los productos naturales ¡Vaya timo! De J.M Mulet, Lo que hay que tragar de G. Duch, y, ¿Pensamos lo que comemos?


¡Comprometeos! De Stéphane Hessel y los movimientos de Indignados.


China, poder y fragilidad en Vanguardia Dossier (nº40), y las dudas sobre su futuro.


La historia desde mi balcón de Tomás Alcoverro, y el testimonio directo de los acontecimientos.


Noves glòries a Espanya de Vicent Flor, y, ¿es anticatalana la identidad valenciana?


Los fascismos españoles de Joan Maria Thomàs, El ocaso de la verdad coordinado por Antonio C. Moreno Cantano, y la particular historia del fascismo español.


11-S, El mundo diez años después en Vanguardia Dossier (nº41), y ¿en qué hemos cambiado?


Despilfarro de Tristram Stuart, Manual para una economía sostenible de Roberto Bermejo, Agua de Julian Caldecott, y la búsqueda de un planeta sostenible.


Residuals o independents? de Jordi Pujol, y la desafección calculada.


Manifiesto de economistas aterrados (VVAA), Las voces del 15M (VVAA), y el otoño indignado.



Raíces profundas editada M.Jesús Fuente y R.Morán, La trampa del velo de Ángeles Ramírez, La lujuria en la iconografía románica de Jesús Herrero Marcos, y la historia de la violencia de género.


El precio de la culpa de Ian Buruma, y las otras memorias históricas.


La próxima década de George Friedman y el futuro inmediato del mundo.



La guerra desde 1900, editado por Jeremy Black, y la Guerra como motor de cambio.


Juan Pablo II y Benedicto XVI de Juan José Tamaño, y el rumbo de la Iglesia católica.


La revolución del Tea Party de Kate Zernike, y el auge de los populismos.



Alimentos bajo sospecha de Gustavo Duch y las alternativas al modelo alimentario.

http://elpolemista.blogspot.com/2011/12/alimentos-bajo-sospecha-de-gustavo-duch.html

jueves, 8 de diciembre de 2011

Alimentos bajo sospecha de Gustavo Duch y las alternativas al modelo alimentario.

Reincide Gustavo Duch en la denuncia de nuestro sistema alimentario y nos propone sustituirlo por la soberanía alimenticia : “una agricultura que garantiza la salud para la  población consumidora, una economía que sabe evitar el hambre en el Sur y la obesidad en el Norte, una tecnología sujeta voluntariamente a las leyes del medio ambiente y, además, un menú en nuestras mesas que sería la señal de que hemos recobrado la seguridad y el sabor de nuestros alimentos, y que devolvería la vida al medio rural”.
La editorial Libros del lince ya había editado el año pasado Lo que hay que tragar (comentado también en El Polemista) del mismo autor y similar temática y ahora con este Alimentos bajo sospecha realiza un análisis más breve pero igualmente esclarecedor. Se trata de un panfleto que no llega al centenar de páginas y que a través de sus ocho capítulos y apéndices repasa todos los aspectos del proceso de producción y consumo alimenticio que el autor define sin medias tintas:
“Así es la alimentación del siglo XXI. Un rarísimo sistema contranatura que está en manos de muy pocas multinacionales, que ganan dinero a base de arruinar la pequeña agricultura tradicional, de ensuciar y contaminar el planeta y, como vemos a menudo, susto tras susto, de poner en jaque la salud de la población consumidora. Vacas locas, dioxinas, gripes, E. coli…Todas estas enfermedades siguen el mismo patrón; patologías graves cuyo origen es bien conocido: la codicia.”
Gustavo Duch denuncia que producimos alimentos desde el más absoluto mercantilismo, alimentos baratos que o bien son de baja calidad como las verduras y frutas de invernadero, de dudosa calidad como los transgénicos o los que directamente contienen dioxinas u otros productos sencillamente dañinos. Así, la globalización alimenticia lejos de traernos diversificación ha llevado a la homogenización de las dietas ricas en azúcares y grasas. El autor repasa las consecuencias de este sistema como en el caso de la agricultura industrial que además de ser la responsable de la desaparición de numerosas fincas y unidades agrarias también es la culpable de la pobreza en el medio rural, la competencia en los países del Sur y de muchos desastres naturales.
No podía faltar en este libro el ataque a los transgénicos como la denuncia concreta a como los occidentales no aplican las mismas técnicas de producción en sus países que en los del Sur por lo perniciosas y peligrosas que son.
La defensa de la pequeña ganadería local frente a la industrial que “buscando el abaratamiento de la producción, deslocalizar es sinónimo de rebajar los controles y umbrales de seguimiento” o los enormes efectos contaminantes en forma de implicaciones energéticas o emisión de gases de efecto invernadero también aparecen en este Alimentos bajo sospecha como un esclarecedor ejemplo de la “política actual sometida al poder económico”: Consumir gambas cultivadas en Ecuador, procesadas en Marruecos y empaquetadas en Ámsterdam. Inquietante, ¿no?
Interesante también es la reflexión en torno al brote de E. coli (la famosa crisis de los pepinos que afectó en la primavera de 2011 al norte de Europa) o con la Gripe A, porque Duch apunta directamente a las multinacionales que controlan el sistema alimentario y a sus lazos con las autoridades sanitarias europeas que permiten a estas campar a sus anchas saltándose elementos fundamentales de nuestra seguridad alimentaria.
El sistema alimentario global imperante se basaría en dos mecanismos perversos: de un lado se intensifica tanto la producción que a penas requiere mano de obra condenando a millones de personas a perder su medio de vida, y por otra parte la búsqueda de beneficios es tan ávida que agota los recursos y las posibilidades de las poblaciones rurales del Sur. De ahí que concluya el autor que “cuanto más se produce, más hambre y más desigualdad se genera.” Paradójicamente con el aumento de producción de alimentos también aumenta el hambre.
Alimentos bajo sospecha además de su atrevida propuesta tiene otro aliciente, su prólogo: y es que no todos los libros cuentan con un prologuista como Andrés Rábago, El Roto, sin duda uno de los viñetistas más mordaces y geniales de nuestro país.

En fin, este panfleto no aportará demasiado a quien disfrutara de Lo que hay que tragar pero se me antoja una lectura necesaria para quien quiera acercarse a algo tan necesario como el conocimiento de nuestro proceso de producción alimentaria. Gustavo Duch lo hace desde una posición de radical denuncia y compromiso ecologista. A veces cae en el fundamentalismo y en mi caso me resulta difícil subscribir algunas de sus afirmaciones sobre la perversidad de la totalidad del sistema o cuestiones más concretas como la de los transgénicos, pero no tengo la menor duda de que la lectura de libros como este contribuyen no solo al conocimiento de muchas de nuestras realidades más determinantes en nuestras vidas como que suponen una apuesta por un mundo más justo y sostenible.



Temas relacionados en EL POLEMISTA:

Comer animales de J. Safran, Los productos naturales ¡Vaya timo! De J.M Mulet, Lo que hay que tragar de G. Duch, y, ¿Pensamos lo que comemos?


Despilfarro de Tristram Stuart, Manual para una economía sostenible de Roberto Bermejo, Agua de Julian Caldecott, y la búsqueda de un planeta sostenible.

http://elpolemista.blogspot.com/2011/09/despilfarro-de-tristram-stuart-manual.html

El Planeta de los estúpidos de Juan López de Uralde, y el ecologismo que viene.









jueves, 1 de diciembre de 2011

La Catalunya Soviètica de Ramon Breu y la fascinación revolucionaria de 1917.

Realmente pertinente recordar el efecto fascinador que provocó en la clase trabajadora y en parte de los intelectuales europeos la Revolución Soviética y sus consecuencias. El historiador Ramon Breu lo hace brillantemente en este La Catalunya soviètica. El somni que venia de Moscou (Ed. Ara Llibres).
Y es que fue el diario Solidaridad Obrera quien primero saludó el nuevo tiempo: "Los principios salvadores de la revolución rusa triunfarán. (…)Nosotros, como anarquistas y como proletarios, invitamos al pueblo español a que se dignifique y libere en una acción viril como la de nuestros hermanos los proletarios rusos".
El autor explica este dato tan sorprendente por la simpatía que lo rudo provocaba en los anarquistas que tenían en Tolstoi y Gorki un referente ideológico y que además habían compartido desde el inicio de la I Guerra Mundial la idea de Lenin del boicot a “una guerra entre imperios”. Y tanto fue el entusiasmo que un político catalán de la talla de Layret pensó en unificar los movimientos anarcosindicalistas de la CNT con los republicanos de izquierda y así creará el Partit Republicà Català que en 1919 se va a adherir a la Internacional Comunista. El asesinato de Layret por parte de los pistoleros de la Patronal dio al traste con el proyecto.
Muy diferente sería la reacción del PSOE. Los socialistas habían mantenido al inicio de la IGM una posición pacifista pero a medida que el conflicto avanzó pasaron a una clara aliadofilia. De ahí que la ruptura soviética con sus aliados fuera considerada por los socialistas como una traición al bando que para ellos defendía los valores de la libertad y el progreso.
La reacción del gobierno de Romanones y de la prensa de entonces fue de preocupación, tenían la imagen de una Europa en peligro de contagio de la bestia comunista. Los nervios iniciales llegaron incluso a provocar una campaña de deportaciones y confinamientos de pobres extranjeros que acabarían convirtiéndose en cabeza de turco de las clases dirigentes ahora asustadas.
Apasionantes los movimientos posteriores como el viaje del dirigente anarquista Ángel Pestaña a Moscú donde se entrevistará con el mismísimo Lenin. De él obtendrá una buena impresión aunque no tanto de lo que vio en aquel congreso de la III Internacional. Días después de su vuelta la crítica hacia los métodos bolcheviques y la intervención del Estado Soviético en la vida de sus ciudadanos serían más duras aunque mantenía la fascinación por la “gesta” revolucionaria y por los avances sociales que durante los setenta días de su estancia en Rusia había visto.
También Francesc Macià acudiría a la URSS con su secretario Josep Carner-Ribalta en 1925, y sacará buenas impresiones, especialmente porque la magnitud del proceso revolucionario lo aplicaría  a su concepción de la independencia catalana. Llegó incluso a reunirse con Zinoviev del que arrancó un supuesto apoyo a la causa independentista catalana.
Y Carles Pi i Sunyer también iría en 1931 como parte de una delegación española con fines comerciales. Muy impresionado por los planes industriales soviéticos, fue crítico con las deficiencias democráticas auque definiera en términos muy elogiosos a Stalin y al mito de la familia soviética donde “el tiempo corre agradablemente”.
Otros viajeros como J.Terrasa, Rovira i Virgili y curiosamente Josep Pla también harán su periplo ruso. Quedará plasmado el de este último en su Rússia. En los años veinte el genio catalán encontrará los mismos elementos fascinadores que muchos intelectuales sintieron al respecto: La idea de renovación, la construcción de cero de una sociedad, y la sensación de eficacia frente a las sociedades europeas decadentes y depresivas. Curiosamente Josep Pla poco más de una década después entraría en Barcelona con las tropas franquistas.
Ramon Breu trata de manera exhaustiva la penetración soviética en la cultura española de los años veinte y siguientes, sin duda la parte más importante del libro. Una vez suavizada la censura de los primeros años de la dictadura de Primo de Rivera comenzarán a aparecer reportajes, crónicas y multitud de informaciones en presa y revistas. Alguna como Nueva Cultura fue decisiva en ello. Más tarde el panorama estará más claro:
“… es pot dir que en els primers anys de la Segona República, és el moment en què el comunisme se situa entre la legalitat i la ilegalitat, i en què de mica en mica es fa present de manera més evident arreu del territori. Seran els intel·lectuals, el món de la cultura, com passa a bona part d’Europa, la punta de llança de l’adhesió i l’entusiasme del país soviètic, per far roig d’orient.
Amb la dinàmica del frontpopulisme, amb la influència creixent  de la intelligentsia i amb l’esclat de la Guerra Civil, el sovietisme penetrarà ja de manera inqüestionable en l’horitzó cultural i ideològic de bona part del país.”
Traducido:
“… se puede decir que los primeros años de la Segunda República, es el momento en que el comunismo se sitúa entre la legalidad y la ilegalidad, y en que poco a poco se hace presente de manera más evidente en todo el territorio. Serán los intelectuales, el mundo de la cultura, como pasa en buena parte de Europa, la punta de lanza de la adhesión y el entusiasmo por el país soviético, como faro rojo de oriente.
Con la dinámica frentepopulista, con la influencia creciente de la intelligentsia y con el estallido de la Guerra Civil, el sovietismo penetrará ya de manera incuestionable en el horizonte cultural e ideológico de buena parte del país.”

En aquellos años se da una notable diferencia entre el socialismo español y el catalán. Este último defenderá su vocación federal, iberista y revolucionaria que sigue una vía paralela a la española, pero independiente. Se trataba de lograr la revolución en España, pero si esta fracasaba se buscaría crear la República Socialista Catalana federada a la Unión Soviética (algo similar a lo que haría décadas después la Cuba castrista). En aquellos debates participaría gente como Nin, Maurín, Campalans. Muy notable aunque breve la profundización que Ramon Breu realiza en el pensamiento de Andreu Nin de aquellos años aunque aun mejor es el trato que da al cine soviético y su importancia, nada extraño siendo como es el autor un especialista en la cuestión:

“A Catalunya, durant els anys trenta el cinema soviètic serà admirat en cercles universitaris i intelectuals. Però en esclatar la guerra es convertirà en un espectacle de masses per l’implacable realisme de les seves imatges, per la utilització magistral del muntatge i, sobretot, representarà una nova estètica, perquè incorporarà el drama coral de les multituds.”
Traducido:
“En Cataluña, durante los años treinta, el cine soviético será admirado en círculos universitarios e intelectuales. Pero al estallar la guerra se convertirá en un espectáculo de masas por el implacable realismo de sus imágenes, por la utilización magistral del montaje y, sobre todo, representará una nueva estética, porque incorporará el drama coral de las multitudes.”

Tampoco pasa desapercibido en la obra el papel de intelectuales como Carner-Ribalta o Joaquim Maurin en la difusión de la literatura soviética como la necesidad en plena guerra de utilizar el teatro como instrumento de agitación ideológica. En ese contexto se entiende que en aquel momento se impondrá un teatro de urgencia, pobre y combativo, donde la tradición decimonónica satírica será sustituida por una práctica teatral soviética de fuerte contenido crítico, movilizador y antifascista.
La parte política del sovietismo en Catalunya es trascendental. A principios de los años treinta el panorama del marxismo catalán es desolador por lo enfrentado y atomizado que se presenta. La unificación sería larga y costosa hasta que en 1935 y 1936 cristalizara el PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya), partido que sería sin lugar a dudas un instrumento del sovietismo canalizador de las directrices de Moscú y que trabajaría ampliamente en la difusión del ideario estalinista.
El papel que numerosos catalanes y demás españoles tuvieron en el ejército soviético una vez acabada la Guerra Civil también aparece reflejado en La Catalunya Soviètica. Historias como la del aviador Francesc Pararols u otros como Sebastià Piera y su calvario durante la II Guerra Mundial aparecen bien reflejados en estas páginas como el penúltimo capítulo de una parte de la sociedad catalana en su apasionada apuesta por el mito soviético.
El autor cierra el libro reflexionando sobre lo que fue la Unión Soviética y la necesidad de retomar la idea internacionalista de trabajadores que le dio vida. Se lamenta de cómo China o Cuba son perversiones de la idea original y de cómo se ha perdido el fervor y la libertad creativa que imperó en los primeros años de la revolución bolchevique. Sin duda también Ramon Breu siente la fascinación que describe en su libro por parte de muchos intelectuales de la época.

Más allá del placer y el interés que suscita un libro como este no deja de sorprenderme como el cansancio y la decepción en las sociedades democráticas acaban siempre en un intento de superación de las mismas por vías utópicas. El socialismo es una de ellas, y en tiempos como estos donde los populismos de derechas y de izquierdas comienzan a ser verdaderamente pujantes no puedo dejar de temer que determinadas actitudes ante la sociedad vuelvan a imponer regímenes totalitarios como lo fue el soviético. Al fin y al cabo, todos ellos comparten la negación del individuo para someterlo a la masa, y más allá de las primeras etapas de la vida donde puede primar la fascinación por lo revolucionario, no dejo de preguntarme como tantos individuos (especialmente los intelectuales), se dejaron arrastrar a ello.  Libros como este contribuyen a entenderlo por muy en desacuerdo que se esté con sus conclusiones.




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jueves, 24 de noviembre de 2011

El Comandante de Jürg Amann, y el holocausto sin patologías.

Si quiere saber como nace, crece, se reproduce y muere un nazi no se pierdan este El Comandante (Ed Tempus). No es el tipo de libro que normalmente aparece en El Polemista, pero su calidad y su fidelidad a la historia lo merecía.
Su autor, Jürg Amann, ha cogido las notas que Rudolf Höss, comandante de Auschwitz, escribiera en la prisión de Cracovia al final de la II Guerra Mundial y justo antes de ser ejecutado para convertirlas en una “autobiografía”. En ellas ha respetado todos los detalles, utilizado las mismas frases de Höss sin añadir nada. El resultado es un impresionante cuadro de la vida del individuo que permite entender mucho mejor el aspecto humano de algo tan atroz e indecente como lo fue el nazismo.
Höss relata el clima en el cual se crió y que sin duda recordará al lector la extraordinaria película La cinta blanca dirigida por Michael Haneke, sin duda uno de los grandes reflejos de la educación alemana antes de la I Guerra Mundial. Dice El Comandante:
“Mi padre rezaba con pasión para que el Cielo me otorgara su bendición y un día me convirtiera en un cura tocado por la gracia de Dios (…).Ya de pequeño me inculcaron una firme conciencia del deber. En mi casa paterna se daba mucho valor a que cada uno realizara su cometido de forma puntual y concienzuda. Cada miembro de la familia tenía una serie de obligaciones muy bien definidas. Mi padre velaba con gran celo para que yo cumpliera escrupulosamente con cada una de sus órdenes y deseos.”
El proceso de abandono de la fe religiosa y la dureza de la I Guerra Mundial donde Höss se curte como un durísimo militar queda perfectamente reflejado, incluido el periodo de cárcel posterior que sufrió por el asesinato de otro militar al que consideraba un traidor: “Como con toda probabilidad ningún tribunal lo hubiera condenado, lo ejecutamos nosotros mismos amparándonos en una ley no escrita que nos habíamos dado, obligados por las necesidades del momento. Es posible que tan solo quienes hayan vivido en persona esas circunstancias o sean capaces de imaginarse a sí mismos en esos tiempos tan convulsos puedan comprenderlo.” 
Al salir de la cárcel se casará y tendrá hijos para más tarde volver a la vida militar y conocer a Himmler en 1934 quien le invitará a incorporarse a la tropa de guardia de las  SS en el campo de concentración de Dachau, en aquellos años anteriores a la guerra pero donde ya describe la dureza y la crueldad del trato a los internos.
La segunda mitad del libro es sin duda la más estremecedora:
“Cuando surgió la necesidad de organizar Auschwitz, no les costó demasiado encontrar al hombre adecuado. Pronto me nombraron comandante del nuevo campo de cuarentena de Auschwitz. Estaba muy lejos, en Polonia. Allí el incómodo Höss podría desplegar por completo su espíritu de trabajo”. Y de veras lo hizo, no cabe duda.
Las vicisitudes del campo de concentración son espantosas incluidos casos de canibalismo, y el personaje define así a sus internos: “Ya no eran personas, se habían convertido en animales. Lo único que les preocupaba era conseguir alimento”, aunque durante toda la “confesión” Höss sostiene que su papel era el de cumplir con el trabajo encomendado independientemente de su opinión contraria hacia la crueldad de aquellos centros. Los exterminios de polacos, rusos y gitanos anteceden a la brutal descripción del holocausto judío. Respecto a la orden que recibe en el verano de 1941 del extermino masivo la define así: “Se trataba de una orden insólita, monstruosa, pero los argumentos en los que se sustentaba hicieron que el proceso de aniquilación me pareciera correcto.” Los experimentos para saber los métodos y que gas debían utilizar se realizaron con presos rusos. Del proceso da todo detalle, a lo largo de todo el relato el protagonista no deja de defender su profesionalidad.
También habla de las cifras de muertos en Auschwitz que tanto debate han suscitado y de la más utilizada, dos millones y medio como una fantasía: “Las posibilidades de exterminio tenían sus límites, también en Auschwitz”. ¡Menos mal!
Más terrible si cabe es la descripción del trabajo de los comandos especiales, presos judíos que realizaban trabajos como el engaño y tranquilización de los suyos que iban a entrar en las cámaras de gas o la posterior extracción de dientes de oro y corte de pelo de los cadáveres. “Sabían sin lugar a dudas que al término de cada operación les esperaba el mismo destino que a los miles de miembros de su propia raza que contribuyeron a exterminar. Su eterna predisposición a colaborar nunca dejó de sorprenderme. Y no me refiero tan solo a que nunca revelaran a las víctimas lo que les esperaba, sino que también colaboraban mientras estas se desnudaban e incluso se empleaban con violencia si alguien se resistía. Se llevaban a los inquietos y sujetaban a los que iban a fusilar (…). Los miembros del comando especial llevaban a cabo esas tareas con total indiferencia, como si de algo cotidiano se tratara. ¿De dónde sacaban las energías para realizar día y noche ese trabajo atroz?”. El cinismo de las reflexiones de Höss, casi siempre están destinadas a “compartir” culpas.
De la vida del comandante entre tanto horror no cabe duda: “… en Auschwitz mi familia vivió confortablemente. Mi mujer y mis hijos tuvieron siempre todo lo que deseaban. Mis hijos, en particular, llevaban una existencia libre y desahogada y mi mujer vivía en un paraíso floral. Los presos se procuraban por todos los medios complacer y agasajar a mi mujer y a mis hijos.”
El capítulo final de este libro es el legado ideológico de un hombre de la repugnancia de Rudolf Höss. No hay atisbo de arrepentimiento en lo hecho, tan sólo lamento por el mal resultado para sus intereses:
“Sigo siendo nacionalsocialista. No es tan fácil renunciar a una ideología a la que uno se ha entregado durante casi veinticinco años, con la que está unido en cuerpo y alma, por mucho que la materialización de esa idea, el Estado nacionalsocialista y sus líderes hayan actuado de forma incorrecta, criminal, por mucho que esos errores y esos actos hayan destruido  ese mundo y hayan condenado a todo el pueblo alemán a décadas de una miseria infinita. No soy capaz de ello”.
O peor aun:
“Hoy comprendo que la aniquilación de los judíos fue un error, un error total. Ese exterminio masivo ha provocado precisamente que Alemania se granjeara el odio del mundo entero. Además, el genocidio no ha hecho ningún servicio al antisemitismo; al contrario, el judaísmo está hoy mucho más cerca de su objetivo final.”

Excelente libro que debería ser incorporado a todos los planes de estudio, nada más esclarecedor y pedagógico que recordar para prevenir lo miserable que puede llegar a ser el humano.
De las notas de Rudolf Höss podemos concluir que no padece ninguna patología psiquiátrica o al menos no actúa inducido por ella. También sabemos que aunque no tiene estudios superiores como gran parte de sus jefes sí que se le percibe una inteligencia superior a la de la media. Conocemos igualmente que es un hombre capaz de sentir afectividad hacia animales y personas como en el caso de su familia, así que no es un psicópata, se trata de un hombre completamente “normal”. Eso debería hacernos reflexionar sobre el alcance en el comportamiento humano del fanatismo ideológico y de cómo personas perfectamente capaces de convivir en paz con sus congéneres se convierten en sus depredadores.
Toda una lección.


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La guerra desde 1900, editado por Jeremy Black, y la Guerra como motor de cambio.




jueves, 17 de noviembre de 2011

La guerra desde 1900, editado por Jeremy Black, y la Guerra como motor de cambio.

La guerra desde 1900 (Ed Akal) reúne a catorce historiadores militares para desgranar los aspectos evolutivos de la Guerra a los largo del siglo pasado en un libro que a pesar de la profundidad con la que trata el tema se hace especialmente asequible por la generosidad en ilustraciones, cuadros, cronologías… lo que a buen seguro hará las delicias de los interesados tanto en la historia como en la polemología (ciencia que estudia la guerra).
Abre Lawrence Sondhaus analizando el preludio de la I Guerra Mundial, conflictos enraizados en el siglo XIX. La Guerra anglo bóer, la Ruso japonesa y la de Crimea son especial objeto de análisis para concluir que la gran novedad de estos conflictos fue que  habían dejado claro que un esfuerzo bélico moderno y exitoso exigía el respaldo interno en cada país pero con la premisa de que cuando una población apoya una guerra lo hace no aceptando nada que no sea la victoria.
La I Guerra Mundial es abordada por Michael Neiberg, autor que ya ha tratado con éxito el tema en otras ocasiones (La Gran Guerra, Ed. Paidos, 2006). Los principales militares de Francia y Alemania tenían muy presente la Guerra franco prusiana (1870-1871), la Comuna de París y el fuerte impacto de la invasión del propio país, de forma que habían concluido que o los ejércitos inician la guerra de manera agresiva o se corre el riesgo de ceder al enemigo una iniciativa potencialmente decisiva. Y es después del exhaustivo análisis de armas, batallas, frentes… cuando Neiberg sentencia que este conflicto supuso una de las grandes revoluciones en temas militares de la historia, pero “como ocurre con tanta frecuencia en la historia bélica, fueron los perdedores y no los ganadores, los que extrajeron mayor inspiración de los cambios. En los años por venir, la Unión Soviética y Alemania liderarían el arte de la guerra.”
John Ferris trata la inestable paz de 1919 a 1930. Las guerras de sucesión de los imperios derrotados, las luchas de las potencias vencedoras por mantener sus posiciones, esfuerzos bélicos como el de China (en guerra desde 1917 a 1948) o enfrentamientos decisivos para el futuro como las consecuencias que hubiera tenido una victoria rusa sobre Polonia en 1920 extendiendo la revolución a Europa o si Inglaterra y Turquía hubieran entrado en guerra en 1922, concluyen que los conflictos entre 1919 y 1923 afectaron casi en la misma medida que la I Guerra Mundial.
La década de 1930 supuso un anuncio de lo que estaba por venir. Las guerras italianas en Etiopía, la Guerra Civil Española, el frenético rearme alemán impulsado con los recursos checos y austriacos, la agresividad japonesa y soviética son algunas de las cuestiones de la que quizá sea la parte más débil del libro por la complejidad de algunos de los conflictos que trata y la dificultad para enmarcarlos simplemente en un contexto militar.
La II Guerra Mundial en Europa corre a cargo de Dennis Showalter, (con acierto la obra divide el conflicto en diferentes enfoques y autores), como el conflicto Asia –Pacífico recae en Allan R. Millet, y donde el autor sostiene que la determinación japonesa de convertirse en una nación moderna e industrial, su resentimiento hacia Gran Bretaña y EEUU por limitar sus conquistas en la IGM, y la confianza en que Alemania paralizaría a las potencias occidentales, hace que Japón se lance una guerra de conquista en China.
Muy diferente, por englobar todo el siglo XX, es el capítulo en el que Michael Epkenhans realiza una visión alemana del asunto. En el siglo pasado el poder del mar se hizo más crucial que nunca a través de la idea de que la política internacional era la lucha por definir quien tenía qué, cuándo y cómo. La profesionalización de las marinas, la creación de academias navales, los programas de construcción en grandes astilleros y el desarrollo armamentístico en general hicieron que muchos Estados dispusieran de flotas de guerra con los acorazados como columna vertebral de las mismas y la consiguiente carrera naval que además de la anglo germana antes de la IGM ya había llegado al Imperio Austrohúngaro, Italia, Turquía, Grecia e incluso a Brasil frente a Argentina. El desarrollo del submarino, la llegada de los grandes acorazados y el fabuloso desarrollo de la guerra en el mar no impedirían que una vez terminada la IIGM e iniciada la Guerra Fría el concepto de marina de guerra cambiara drásticamente para ser armas de disuasión con gran protagonismo del submarino nuclear. De hecho el autor atribuye a la carrera cuantitativa y cualitativa frente a la OTAN una de las causas del hundimiento soviético. Al concluir este periodo las habilidades navales se centrarán en bloqueos a países hostiles (Serbia en los años noventa) o suministro y potencia de fuego en zonas donde por razones políticas no podían operar aviones o ejércitos. Y llegando a nuestros días Epkenhans advierte que hoy el 90% de los productos se transportan por mar y que es ahí donde radica la extraordinaria inversión China e India en poder naval. La conclusión es la necesidad de invertir más en operaciones navales para poder afrontar un futuro que ve peligroso en ese contexto.
La guerra en el aire es el noveno capítulo del libro que escribe John Buckley. Desde que en el enfrentamiento entre Italia y Turquía en Libia (1911-1912) se utilizara por primera vez la aviación en combate hasta el papel determinante que fueron tomando los aviones pasaron algunos años. Al principio de la II GM los bombardeos estratégicos no serán determinantes, pero al final de esta contienda serán capaces de destruir grandes ciudades enteras. La Guerra Fría provocará en esta modalidad bélica los mismos resultados que en la naval llegando incluso a la carrera espacial. Hoy, el concepto de intervención quirúrgica no encaja demasiado bien en la teoría moderna de la guerra.
Francois Cochet trata el desmoronamiento de los imperios coloniales y cómo la actividad militar en estos conflictos variaba enormemente de la guerra convencional: “La vida cotidiana de los soldados implicados consistía a menudo en registrar áreas, casas y a personas. Se producían operaciones policiales, emboscadas y escaramuzas, cuando por ejemplo, se abrían nuevos caminos. Pero en todos estos episodios revolucionarios era difícil identificar al enemigo, que podía camuflarse con el resto de la población. En cualquier caso, la escala de estos conflictos variaba enormemente y sólo en el caso del Imperio francés se podía hablar de guerra en la auténtica acepción de la palabra, sobre todo en Indochina.” Kenia, Malasia, Palestina, Indochina, Angola, Argelia… son tratadas en este apartado.
William Maley trata La Guerra Fría analizando casi todos los conflictos que rodearon la tensión entre los bloques soviético y Occidental y que acabaron con el primero. Corea, Vietnam, Afganistán, Hungría, Chile… son algunos de ellos antes de que Ahron Bregman trate las disputas de Oriente Medio en el periodo que abarca desde 1945 a 1993. El conflicto árabe-israelí y la guerra Irán-Irak son abordados en profundidad en un análisis al que le faltan numerosos matices ajenos a la visión meramente militar pero indiscutiblemente ligados a ella.
Los dos últimos apartados de esta obra llegan a nuestros días. Michael Rose lo hace analizando lo que George Bush llamara en su día la “guerra global contra el terror”, un periodo que ha seguido al de la Guerra Fría y que a pesar de disponer de armas mucho más mortíferas supuso durante los noventa una disminución de un tercio en el número de bajas civiles y un descenso del 30% en el número de conflictos. Los Balcanes, Ruanda, Somalia, Congo y las guerras del Golfo son algunas de las contiendas tratadas para concluir: “El fracaso de la comunidad internacional a la hora de resolver eficazmente esas guerras civiles  determinó que los dirigentes occidentales decidieran que esos errores no volverían a producirse. Una óptica intervencionista, respaldada por la fuerza militar, se convirtió en la estrategia preferida en política exterior. Junto con la declaración por parte de EEUU de la guerra global contra el terror en septiembre de 2001, este enfoque garantizó que la primera década del siglo XXI no fuese más pacífica que su predecesora.”
Cierra el libro el editor de la obra y prolífico autor Jeremy Black tocando algunos conflictos potenciales de la actualidad y exponiendo algunas circunstancias particulares de nuestros días: “Se produce un contraste entre guerra y capacidad militar, dado que algunas de las potencias principales y de segundo rango no participan en la guerra (China, Japón, Brasil) o lo hacen con una fracción de sus fuerzas (India en Cachemira).”

En suma, La guerra desde 1900 es un libro con vocación enciclopédica en su formato pero al mismo tiempo expone la historia bélica del último siglo con enorme solvencia sin descuidar en ningún caso la amenidad didáctica. Sin duda su magnífica edición ayuda a ello.


También en EL POLEMISTA:

Entender la guerra en el siglo XXI de F. Aznar Fernández-Montesinos, El Club de Lectura de los Oficiales Novatos de Patrick Hennessey, y la guerra que viene.



Europa contra Europa de Julián Casanova y la amenaza totalitaria.


El precio de la culpa de Ian Buruma, y las otras memorias históricas.


La belleza y el dolor de la batalla de Peter Englund, y el universo sentimental de la historia.