El 23 de febrero de 1981 el ejército español era un colectivo extraordinariamente disciplinado y jerárquico como no podía ser de otra forma después de una larga dictadura que aunque acabada ya, mantenía en el Ejército una estructura y un personal muy similar al de la época anterior. Este es el elemento que explicaría a juicio de Gabriel Cardona en su libro Las torres del honor (Destino) el fracaso de la intentona golpista de aquel día. Pero vamos por partes. En los últimos años del franquismo comienzan a fraguarse tensiones y conflictos en el seno de la institución militar, especialmente por las feroces rivalidades entre sectores del régimen, y más concretamente entre los tecnócratas del Opus Dei y los ultras del falangismo y aledaños. Es en ese clima donde comienza a fraguarse un “mal humor” militar que no hace más que incrementarse a medida que los cambios políticos van sucediéndose, entre otras cosas porque se trataba de un grupo que había sido formado en el adoctrinamiento y no en el conocimiento, que tenía graves problemas para aceptar el mando no militar y que además estaba decepcionado y deprimido por los escasos medios con los que contaba. Para acrecentar las tensiones la etapa viene acompañada de elementos multiplicadores como un terrorismo cada vez más activo, la legalización de partidos políticos contra los que esos mismos militares habían realizado una guerra civil o la irrupción con fuerza de los nacionalismos periféricos. Es en este ambiente donde personajes que reúnen todas las esencias del franquismo deciden dar un paso adelante.
Cardona sostiene que en el 23F confluyen tres intentonas diferentes que convergen en una. Un primer golpe liderado por Luis Muñoz, que llama de “los coroneles”, elementos muy ideologizados con apoyo de grupos como Fuerza Nueva o Falange y a los que las circunstancias les impidió intervenir activamente, un segundo liderado por Antonio Tejero y algunos capitanes de la Guardia Civil del que se aprovechó Milans del Bosch, Ibáñez Inglés, Mas Oliver y Pardo Zancada para el tercero y definitivo en manos de un Alfonso Armada que una vez perdidas las esperanzas de dirigir un gobierno de salvación nacional tras la dimisión de Suárez hizo creer a los demás que contaba con el apoyo del Rey para acabar con el régimen parlamentario. Sin embargo es la propia naturaleza franquista de aquel ejército y su capacidad de obediencia y disciplina casi ciega lo que lleva al fracaso de la intentona, porque los mismos militares que ideológicamente podían apoyar el Golpe eran incapaces de desobedecer las órdenes del superior de todos ellos que era Juan Carlos I. Esta es la tesis central de Las torres del honor, una obra que a diferencia de las anteriores del recientísimamente fallecido historiador y miembro de la Unión Militar Democrática (aunque abandonará el ejército asqueado después del 23F) aborda la historia militar española en clave de primera persona. En efecto, el libro puede servir perfectamente como unas memorias que abarcan el periodo militar del prolífico autor, y esto es una ventaja, porque además de hacer su lectura muy fluida y en algunos momentos apasionante hasta el punto de leerse “del tirón”, le permite a Cardona introducir anécdotas y episodios basados en conversaciones privadas cuando no simplemente cotilleos que aportan notablemente a la narración. Por la obra desfila el ejército franquista y sus ramificaciones, con historias como la llegada al control del PSOE en Suresnes del joven Felipe González con la ayuda del CESED (servicios de inteligencia de Franco) con el fin de arrebatar el dominio de la izquierda al PCE, la creación de Alianza Popular por militares moderados del franquismo, la connivencia de Fraga desde sus responsabilidades como ministro en las acciones y asesinatos de grupúsculos fascistas, el conocimiento y ocultamiento al gobierno español por parte de los EEUU del Golpe, la afortunadamente frustrada Operación Cervantes donde el 27 de octubre de 1982 se derribaría al Rey de manera cruenta con numerosos asesinatos de políticos y militares, o un sin fin de situaciones que a parte de refrescar la memoria del lector (o simplemente informarlo) le hará disfrutar de un extraño viaje en el tiempo donde es inevitable preguntarse si aquella etapa tan cercana en el tiempo y tan lejana en la realidad que llamamos Transición fue tan impecable e incuestionable como tantos pretenden hacen ver. El aspecto negativo del libro es su evidente carácter de “ajuste de cuentas” que en ocasiones cae en la parcialidad más propia de la memoria personal que de la historia pura y dura.
Cardona deja de manera clara y contundente la no participación del Rey en el Golpe y la absoluta lealtad de este al orden constitucional. En este sentido la afirmación recuerda al excelente El Rey y otros militares de Javier Fernández López (Trotta, 1998) donde ya quedó patente la idea de que si Juan Carlos I hubiera ordenado (o simplemente no se hubiera opuesto) el seguimiento de la intentona la totalidad de las capitanías generales hubieran obedecido sin dudarlo.
Pero no quiero pasar por alto la aparición de la diversa bibliografía que al calor del treinta aniversario de aquel suceso asalta las librerías, y más concretamente la de 23F, El Rey y su secreto de Jesús Palacios (Ed. Libroslibres), donde el mismo autor de 23F: El golpe del CESID (Planeta, 2001) da la vuelta a sus argumentos anteriores para responsabilizar al Rey principalmente y a la casi totalidad de los partidos políticos de entonces en la intentona. Esta se habría ido al traste al negarse Tejero a aceptar un gobierno formado por todos ellos. En este sentido es curioso ver como personajes que aparecen en la obra de Cardona siendo miembros de la trama civil del 23F como Luis María Anson (no perderse este artículo http://www.elcultural.es/version_papel/OPINION/28478/El_23-F_de_Jesus_Palacios) toman parte de la extraña campaña que determinados sectores del conservadurismo español han iniciado contra el monarca español y en el caso concreto del citado periodista amenazando con contar el 30% que falta por saber. Estaría bien. Quizá los tiempos de mendigar protagonismos en la Corona hayan pasado a mejor vida y lo que hoy “se lleve” sea parecer el eterno “enterado”. Es destacable que hasta este nuevo episodio del revisionismo histórico tan pujante, que avanzando en el tiempo ha pasado la Guerra Civil para llegar a la Transición, los partidarios de aquel asalto a la democracia española defendían que no había sido tal, que tan solo se trataba de un intento de “cambio de rumbo” sustentado por gentes de todo el espectro político de la época incluido el Rey. En ese sentido, hay editadas obras de interés como 23F: La pieza que falta del golpista Ricardo Pardo Zancada (Ed. Plaza & Janés) o Apuntes de un condenado por el 23F de Jose Ignacio San Martín (Ed. Espasa), otras que por su falta de calidad no merece la pena nombrar o las declaraciones de los propios encausados en los posteriores juicios en los que fueron condenados los golpistas. Así que como vemos no hay nada original en la reedición del argumentario ni en quienes lo sustentan, tan solo una tardía nostalgia de lo que pudo ser.
Es curioso, aquella época y la vigente Constitución es un periodo extraordinario y positivo cuando se habla de Memoria histórica o responsabilidades del franquismo pero deficiente y de necesaria revisión cuando se habla de comunidades autónomas o monarquía. Desgraciadamente este fenómeno también se da en sentido inverso, pareciera como si los españoles necesitáramos arrojarnos nuestra historia los unos a los otros en vez de desentrañarla y estudiarla con el fin de no repetir vergonzantes episodios que dejaron boquiabiertos al mundo. Como ejemplo, el periódico sueco que ante la foto de Tejero en el Congreso usó el titular: “Un torero asalta el Congreso español”.
Es prácticamente imposible no preguntarse cómo sería la actualidad si hubiera tenido éxito el gope.
ResponderEliminarEra un crío cuando ocurrió y mis recuerdos se centran en jugar en el parque en "Todos al suelo que viene Tejero!". Menos jocoso fue el epidodio para mi padre, que se pasó la noche en vela escuchando noticias y preguntándose si había tomado la decisión correcta al volver a España y encontrarse esto después de 6 meses.
La situación hizo al Rey salir reforzado para la sociedad, y a la fecha la imagen que muestra la portada del libro le ha "avalado" desde entonces. Veo lejos una situación similar donde su sucesor tenga un papel tan determinante, y por suerte o por desgracia, puede que la necesite...
TAMBIÉN EN EL POLEMISTA:
ResponderEliminarLos fascismos españoles de Joan Maria Thomàs, El ocaso de la verdad coordinado por Antonio C. Moreno Cantano, y la particular historia del fascismo español.
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Palabras como puños dirigida por Fernando del Rey, y la visión objetiva de la Segunda República.
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Europa contra Europa de Julián Casanova y la amenaza totalitaria.
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