No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

domingo, 17 de abril de 2011

Europa contra Europa de Julián Casanova y la amenaza totalitaria.

Julián Casanova por fin se ha decidido a salir de nuestras “fronteras históricas” para escribir sobre lo sucedido en la primera mitad del XX en Europa. Y lo hace en este Europa contra Europa (Ed. Crítica) a medio camino entre la narración histórica y el ensayo con buen resultado. Lo hace con siete capítulos y acompañado del acierto editorial de incluir una útil cronología y una extraordinaria bibliografía comentada.
El método de análisis que el autor utiliza es similar al que ha empleado anteriormente para explicar la guerra civil española y la República (excelente el tomo octavo de la Historia de España dirigida por Joseph Fontana y Ramón Villares del mismo autor y la misma editorial) basado en la idea de que varias contiendas diferentes aparte de la militar convergen para provocar un conflicto de una enorme virulencia. El propio autor lo describía: “En la guerra civil española cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización, dirimidas en un marco internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y del fascismo” Y esta misma base explicativa sirve para Europa contra Europa. La Primera Guerra Mundial aparece en él como el elemento que finaliza definitivamente todo un periodo histórico y sus políticas dominantes llevándose por delante los imperios alemán, austrohúngaro, ruso, y que generó ocho millones de muertos. Posteriormente a ella el triunfo de ideologías veneradoras de la violencia como medio para la protesta social frente a las democracias burguesas a las que acabarían destruyendo. En 1920 veintiséis de las veintiocho naciones europeas tenían sistemas más o menos democráticos. A finales de 1940 solo quedaban seis. La crisis de estos veinte años costaría más de ochenta millones de muertos y marcaría el siglo XX europeo. La descripción que se realiza de cada acontecimiento en el libro no es el objetivo del mismo, por lo que lo hace sin entrar en demasiados detalles y titulando cada capítulo con un auténtico ejercicio de síntesis. Por ejemplo al destinado a tratar la Revolución bolchevique lo denomina La venganza de los siervos o al de la Guerra civil española Una guerra internacional en suelo español. Y es que en efecto Julián Casanova intenta explicar el marco general y las circunstancias en los que se desarrollan los hechos más que estos mismos.
Si hay que buscar protagonistas de Europa contra Europa hay que hacerlo en los sentimiento colectivos y el ambiente social que se respiraba en el Continente más que en los actores históricos que hilvanan el relato que sin duda son Stalin, Hitler y Mussolini. El último capítulo. Tiempo de odios es buena prueba de ello.

Este es el libro escrito por un demócrata que como él mismo dice para cerrarlo“lo saco a la luz en un momento en el que la memoria se impone a la amnesia y nos obliga a repensar aquella historia de Europa contra Europa”. Y es que Julián Casanova es uno de los mejores especialistas en la guerra civil española y por ello domina el periodo como para tomar muy en cuenta sus conclusiones, pero además es un historiador que ha llevado la Historia al ámbito más cercano del conjunto de la sociedad sin rebajarla lo más mínimo. Al hilo de esta obra publicaba un artículo en El País el pasado 13 de abril titulado Repúblicas (http://www.elpais.com/articulo/opinion/Republicas/elpepuopi/20110413elpepiopi_12/Tes) que terminaba así: “Cada vez parece más difícil resolver la acritud de la discusión política y la ignorancia sobre esa historia. Es sintomático cómo la memoria de la Guerra Civil y la desmemoria y propaganda contra la República han impedido un debate sobre temas que, empezando por la relación entre el Estado y la sociedad, claramente conectan aquel pasado con nuestro presente y que deberían resultar familiares e importantes para nuestra actual democracia. Pero nuestros políticos no quieren ni les interesa ese tipo de retos. Y la enseñanza de la historia se ha quedado también al margen de esa necesaria empresa de construcción de una sociedad civil más democrática y mejor formada.”

Poco más hay que añadir, la semana pasada comentaba en estas líneas otro libro necesario como es Catalunya, España de José Enrique Ruiz Doménech (http://elpolemista.blogspot.com/2011/04/catalunya-espana-encuentros-y.html) y es un motivo de optimismo ver que a pesar de las circunstancias actuales la producción historiográfica española no está en crisis.

domingo, 10 de abril de 2011

Catalunya, España. Encuentros y desencuentros de José Enrique Ruiz-Domènec, y la desafección creciente.

Catalunya, España. Encuentros y desencuentros (Ed. Vanguardia) es un libro excelente. En él, su autor, José Enrique Ruiz-Domènec realiza un ejercicio al que ya nos tiene acostumbrados: La historia bien escrita por encima del tecnicismo pero desbordante de erudición y siempre primando los hechos que marcan la memoria colectiva por encima de las esencias míticas llamadas a dominar sobre los acontecimientos. Lo hizo en su imprescindible España, una nueva historia (Ed.Gredos) donde los elementos identitarios de los españoles estaban recogidos en su literatura, su música, su imaginario… para así uniéndolos conformar una de las mejores obras de historia española de los últimos años. Volvió a repetir en Europa, las claves de su historia (Ed. RBA), en donde con las mismas artes sacaba conclusiones tan originales como que el arranque de Europa se fechaba en la helada del Rin del 406 y de cómo la consiguiente avalancha de pueblos del norte desbordando a las tropas imperiales provocaría el cóctel de pueblos que hoy forman la identidad europea.
Pues bien, en Catalunya, España, divide el relato en tres apartados fundamentales, los sentimientos, la política y la historia. Y a través de ellos, enfocando de manera distinta los elementos simbólicos que forman la identidad catalana desde las fechas clave a la lengua, pasando por el arte o la religión, desgranando las decisiones políticas o las motivaciones de las mismas para concluir en los hechos puramente históricos consigue crear un cuadro de una capacidad explicativa sorprendente.
Ya en la introducción aporta elementos fundamentales:  
“La distinción entre autonomía plena y derecho a la autodeterminación es bastante familiar a varias generaciones de políticos educados en el catalanismo, que han insistido que España es simplemente el Estado.
La Mancomunitat convirtió esa idea en acción, modificando el marco de las diputaciones en un marco nacional; transformó el litigio con los gobiernos de Madrid en pretexto para salvar a Catalunya de la absorción cultural promovida por la restauración borbónica, aunque en ningún momento quiso dar el paso hacia la independencia. Su éxito demuestra un hecho poco valorado hoy: el catalanismo ha sido una fuerza de regeneración de España y una apuesta por la prudencia”.
Ruiz-Domènec considera la figura de Fernando VII como determinante y tras su muerte el comienzo de una etapa histórica que marcará de un lado a una Cataluña que crecerá en el sentimiento de pertenencia que sostiene la lengua y la tierra como vínculo o la nostalgia por el pasado idealizado por el romanticismo que concluye en la idea de una nación dañada, frente a una España que reconstruye sus valores nacionales bajo el imaginario de la nación indomable. Más adelante la cultura liberal no acabará de encontrar el papel de Cataluña en la España unida y en construcción y oscilará entre la ignorancia por parte de los liberales en el periodo isabelino a los cambios de todo tipo que se estaban produciendo en el ámbito catalán cuando no el absoluto desprecio por las reclamaciones regionalistas por parte de los conservadores ajustándose a la alianza entre monarquía e iglesia. Tampoco la regeneración borbónica comprenderá la hegemonía industrial y mercantil catalana y Madrid responderá con un jacobinismo radical reafirmador de su capitalidad (más que recomendable España, capital París de Germà Bel (Ed Destino) comentado en este blog: http://elpolemista.blogspot.com/2011/01/espana-capital-paris-de-germa-bel-y-el.html . Una vez más la figura de Cambó, advirtiendo a la camarilla de Alfonso XIII de los anteriores desencuentros e intentando el entendimiento del nacionalismo catalán con la monarquía borbónica y el consiguiente fracaso. El desencanto de los militares, el fracaso y fin de la Restauración con la dictaduras anteriores a la República, la unión en esta entre republicanos y nacionalistas que darán paso a la realidad constitucional de Cataluña plasmada en el estatuto de autonomía terminarán de nuevo abruptamente en la Guerra Civil. La Barcelona de finales de los cuarenta en adelante será un laboratorio social plural, con la despolitización generalizada y la renovación cultural como forma de oposición a los ideales de la España, una, grande y libre. Los años cincuenta y posteriores, punto de partida de un renacimiento que intentaba sacar al país de su postración ante los primeros signos de esperanza en el cambio y la revolución silenciosa que supondría el paso de la idea nacionalista a la izquierda laica del PSC o a la tradición católica de CIU. La fusión de la lucha obrera con el nacionalismo se plantea enmendar la injusticia inserta en el sistema legal del país procedente del franquismo provocará una auténtica reforma de la cultura que resultará decisiva en el mandato de Tarradellas. Por cierto, en este punto no quiero dejar de mencionar el excelente libro Tarradellas, testigo de España de Jesús Conte (Ed. Destino) donde se puede llegar a comprender la magnitud del personaje. Y así, los gobiernos de Pujol y su propuesta de diferencial catalán en las raíces carolingias de Cataluña de las que careció España, la tradición pactista, el federalismo de Pascual Maragall y el gobierno de Montilla donde se detiene el libro.
Importante también el apartado dedicado a Cataluña como tierra de inmigración desde que en el siglo IX fuera repoblada por hispani, gente del sur de la península ibérica hasta hoy y su más que decisiva influencia en todo el devenir catalán.
En fin, Catalunya, España es un libro que llega en el momento más oportuno, cuando el desconocimiento y la incomprensión hacia la realidad catalana provoca la permanente sensación de distancia y enfrentamiento que siempre es respondida desde allí con desafección y desafío.
Estos días asistimos a la asombrosa participación de los principales responsables de instituciones catalanas en iniciativas llamadas a socavar la legitimidad de las mismas como si el mero gesto de “gamberrada” institucional diera rédito electoral en la Generalitat o a como medios y partidos políticos nacionales que en otras circunstancias hubieran puesto el “grito en el cielo” ahora miran hacia otro lado por la probable necesidad futura de alianzas electorales.
No se hacen bien las cosas si el objetivo es la permanencia plácida y tranquila en el Estado común y este libro va en la dirección de aportar una extraordinaria página para comprender el alma catalana (a pesar de estar escrita por un granadino) en días donde la sensación de ruptura no hace más que ensancharse.
Ya se trató en su día en El Polemista la relación histórica entre Cataluña y España en otro libro destinado a buscar encuentros (aunque en este caso mucho más partidista que el que aquí nos ocupa) como es La España de los otros españoles de Carles Bonet (Ed Planeta) http://elpolemista.blogspot.com/2011/02/la-espana-de-los-otros-espanoles-de.html .

domingo, 3 de abril de 2011

Yo maté a Sherezade de Joumana Haddad, Las tradiciones que no amaban a las mujeres de Mª. Teresa Gómez-Limón.- La Mujer en mundo árabe y el feminismo que viene.

Traigo esta semana dos libros que aunque vienen al caso por tratar el papel de la mujer en sociedades donde existe una preeminencia absoluta del varón, no comparten en absoluto la misma filosofía.
El primero, Yo maté a Sherezade (Ed. Debate), es un auténtico “puñetazo en la mesa” de su autora la cristiana libanesa Joumana Haddad. En él, expone la situación de la mujer árabe independientemente de su religión sin el más mínimo tapujo. Nos habla de sexo, libros, feminidad, fé… desde una defensa feroz del individualismo frente a una sociedad a la que define en estos términos y que bien podría sintetizar una gran parte del mensaje del libro: “La mentalidad árabe está en crisis, y por eso quiere que todo el mundo esté en crisis también. Quiere cerciorarse de que no se planteará ninguna pregunta que pudiera trastornar el statu quo. La mentalidad árabe no puede hacer frente a las preguntas porque las preguntas pueden perjudicar y alterar la calma turbia de la ciénaga”.
Joumana Haddad recela de todo lo que forma colectividades en el mundo árabe, lo considera cerrado y enconsertado, completamente incapaz de dejar espacio al desarrollo personal en ningún campo vital y se proclama como “avanzadilla” de los cambios necesarios en su entorno. Para ello utiliza el asesinato simbólico de Sherezade, la protagonista de Las mil y una noches, un personaje al que acusa de ser una auténtica conspiración contra la mujer árabe por enseñarla a hacer concesiones y negociar en sus derechos fundamentales. Frente a ella, defiende el mito mesopotámico de Lilith, la primera pareja de Adán (antes de Eva) que abandonó el Edén para vivir con su amante, como mujer inconformista y amante de la libertad.
Este libro tiene también un mensaje para el mundo occidental al que considera igualmente lleno de prejuicios solo capaz de ver colectividades donde hay individuos.
En resumen, (si es que es posible resumir un libro que  tiene tanto de manifiesto personal), Yo maté a Sherezade es un canto a la libertad donde no sale nadie ileso, desde las mujeres con velo a las occidentales que posan desnudas como “trozos de carne”, de los cristianos árabes a los musulmanes, de las feministas salidas del 68 que transformó al hombre en un enemigo de la mujer, al machismo que impide el desarrollo de la feminidad en total libertad e independencia.
Y por cierto, no quiero dejar de mencionar la caligrafía que da portada al libro y que ha sido obtenida de la palabra al-hurriya (libertad), es realmente hermosa.

El segundo libro que quiero comentar, Las tradiciones que no aman a las mujeres (Ed. Akal) es completamente diferente, incluso desde un punto de vista filosófico diría opuesto. A pesar de también reivindicar la individualidad por encima de la pertenencia al grupo se trata de un ataque claro y directo contra todo relativismo y más aun al multiculturalismo al que juzga como “políticas de identidad basadas en las diferencias culturales que han convertido a la cultura en una nueva forma de opresión”. Pero vamos por partes:
Este texto de Mª.Teresa Gómez-Limón con la colaboración de Isabel González (ambas diputadas del Partido Popular, la primera en la Asamblea de Madrid y la segunda en el Congreso) utiliza los casos personales de distintas mujeres para sumergirnos en diferentes tradiciones y usos contrarios a la dignidad femenina y por tanto a los derechos humanos. Casos de mutilación genital, lapidaciones, asesinatos, abortos selectivos, violaciones y agresiones por motivo de sexo en conflictos armados, la fístula obstétrica como consecuencia del uso de la mujer como mero elemento reproductor… aparecen claramente reflejados y posteriormente analizados en profundidad por las páginas del libro centrándose principalmente en el Islam y la India. En ambos casos y desde un punto de vista antropológico desgrana un argumento basado en lo intrínsico de la discriminación que la Mujer sufre en estas tradiciones. Frases como “la constatación de que no existe un Islam moderado, de que el fundamentalismo más atroz es lo que predomina en el Islam, es el hecho de que mujeres que han hecho críticas, que han puesto en cuestión alguno de los preceptos del Islam que violan los derechos humanos, que han tenido la valentía de levantar la voz, han sido amenazadas de muerte” o “en la India, las mujeres sufren un ciclo completo de opresión, en nombre de la religión y las costumbres, que va desde el nacimiento hasta la muerte”, dan  idea del mensaje que intenta transmitir la autora.
No obstante, y a pesar del evidente interés de la parte científica del libro me ha parecido importante el capítulo final en el que ya su título es una verdadera declaración de intenciones: Multiculturalismo frente a universalidad: Los defensores del relativismo cultural promueven la igual legitimidad de las diferentes visiones de la realidad, y frente a ello la autora defiende que no todas las creencias y valores son éticamente aceptables. Contrapone la mentalidad colectivista hegeliana causante del “espíritu de pueblo” a los valores igualitarios y universales de la Ilustración, y es en los primeros en los que sitúa a los multiculturalistas defensores de una identidad cultural inmovilista que está por encima de los individuos que constituyen el grupo. Critica con vehemencia a la asociación que determinados grupos políticos progresistas hacen del multiculturalismo con la tolerancia frente a la universalidad de los derechos humanos para sentenciar que el feminismo es incompatible con estas tendencias por cuanto la defensa de la mujer se debe hacer en tanto que individuos humanos, no colectivos.
En fin, Las tradiciones que no amaban a las mujeres es una buena muestra de las posiciones más conservadoras respecto a las formas de convivencia en nuestras sociedades y una demostración de que la defensa de la mujer ya no es patrimonio de ninguna ideología concreta, aunque también es un libro escrito desde la clara intención de justificar un posicionamiento ideológico utilizando los hechos y no al revés. Hasta ahora, antropólogos como Levi-Strauss habían recibido poca contestación, quizá esto pueda estar cambiando aunque de momento parece imposible avanzar en el conocimiento de otros pueblos sin la aceptación de la diferencia del otro, y al fin y al cabo ese es el inmenso legado de relativistas como el antropólogo francés. Cuando la autora denuncia el relativismo cultural se suma a una cruzada que en los últimos años y desde grupos muy conservadores se ha realizado contra las políticas de tolerancia con “la diferencia” en nuestras sociedades o fuera de ellas, olvidando que estas a veces no son más que la expresión de un principio de no intervención en cuestiones donde no aceptaríamos que nos intervinieran. Abstenerse de intervenir no necesariamente es tolerar ni mucho menos subscribir.
Termino diciendo que el importe íntegro de los derechos de las autoras se ha destinado a los proyectos de desarrollo que lideran las mujeres protagonistas de la obra.

Ambos libros son buenos exponentes del cambio del pensamiento que el siglo XXI aventura: Frente a las identidades nacionales que dejó el XIX y las sociales del XX emergen las individuales, y el feminismo posterior al sesenta y ocho no se está librando de la crisis de las ideologías que ya se ha tratado en este blog (ver http://elpolemista.blogspot.com/2011/03/indignaros-de-stephane-hessel-y-los.html ).