El espejismo nuclear fue editado por Los libros del lince en 2008, pero desgraciadamente los acontecimientos acaecidos estas últimas semanas en Japón lo han devuelto a las mesas de novedades de muchas librerías. Y el motivo no es menor, porque este libro a pesar de estar escrito tres años antes del terremoto nipón contiene frases como estas:
“Todas ellas (las centrales nucleares) están ubicadas cerca del mar o en la orilla de un río, de donde extraen el agua que necesitan para su refrigeración; esto las hace especialmente sensibles a tsunamis, terremotos o problemas hídricos como la sequía o el recalentamiento del agua”.
O esta otra referida al uso de la energía nuclear por Japón: “El terremoto que ha paralizado durante un año la mayor instalación nuclear del mundo en Kashiwazaki-Kariwa puede suponer una seria advertencia para un país en el que los seísmos son muy frecuentes”.
El motivo de traer estos textos aquí no es otro que destacar que autores y activistas que en su día fueron tratados como “apocalípticos y conspiranoicos”, no lo eran tanto. Y El espejismo nuclear va en esta línea, porque desde criterios científicos y contables pero al mismo tiempo sencillos y didácticos nos desarrolla la historia y motivaciones de tales usos energéticos incluidos sus detalles de tipo ecológico, social o económico tanto a escala global como nacional. El libro, desde una filosofía “típicamente” ecologista no falta de sus habituales prejuicios justifica su nombre atribuyendo a la energía nuclear el carácter de espejismo solo justificable bajo la premisa de que podemos seguir creciendo y consumiendo como en el pasado alejando así la posibilidad de un cambio cultural imprescindible para realizar una transición no traumática hacia un futuro realmente sostenible. Son cinco apartados donde se niegan presupuestos hasta ahora indiscutibles por los “pro nucleares” que van desde los costes a la seguridad, pasando por la proliferación y desde luego sobradamente explicadas “las claves” de las posiciones opuestas a esta energía como son los residuos, las radiaciones…
La cuestión económica parece especialmente interesante, porque la conclusión de Marcel Coderch y Núria Almiron es que la energía nuclear no es viable sin el sostén económico del Estado, lo que deja la paradoja de tener un sector eléctrico privatizado, pero que requiere que lo Público garantice y proteja sus negocios nucleares. No digamos ya su seguridad, claro.
Mucho más discutible y quizá la parte más débil de la obra es la conclusión voluntarista (común a la gran parte del mundo ecologista, ver en este mismo blog la entrada dedicada a El Planeta de los estúpidos de Juan López de Uralde (http://elpolemista.blogspot.com/2011/02/el-planeta-de-los-estupidos-de-juan.html) por la cual las soluciones pasan por lo deseable y no por lo posible. Y es aquí donde había algunas preguntas pertinentes desde el más puro realismo: Suponiendo que los países occidentales entráramos “en razón” (la de los autores) y dejáramos de construir centrales nucleares cerrando progresivamente las actuales y asumiendo las consecuencias de ello (cosa hoy por hoy poco creíble en lugares como Francia que produce el 80% de su electricidad con reactores nucleares) , ¿qué posibilidad tenemos de paralizar los planes energéticos de potencias como China o India con opiniones públicas no solo proclives a estos recursos energéticos si no que además en caso de no estarlo tampoco podrían paralizarlos?. La Globalización para bien o para mal hace imposible abarcar este asunto desde criterios ideológicos, nos sitúa en un marco donde la geoestrategia juega un papel mucho más importante que las ideas. El consumo de electricidad de las potencias emergentes se multiplica anualmente y parece imposible encontrar una solución a estas necesidades que no pase por las tecnologías y sus capacidades generativas disponibles ahora.
Desde un punto de vista de defensa del medio, ¿Cómo abordar la cuestión del programa nuclear iraní y de otros países de Oriente Medio?
El debate nuclear no solo es necesario si no que además es el momento de hacerlo en contra de lo que sus partidarios defienden. Sin embargo está cundiendo un clima de “optimismo antinuclear” ante la cuestión que lamentablemente está abocado a la decepción una vez que pasen los efectos psicológicos de la tragedia nipona que por cierto, visto el secretismo que acompaña a este tipo de suceso podría pasar mucho tiempo antes de que la opinión pública mundial y japonesa tuviera datos completos de sus causas y consecuencias.
El espejismo nuclear se escribió y editó en un momento en el que plasmar realidades como las que contiene era poco menos un atentado contra el sentido común. Una sola catástrofe natural (y algún fallo humano en la gestión de la central de Fukushima que deja muchas dudas sobre quien y como debe asumir la seguridad de estas instalaciones) han abierto la puerta de la evidencia a muchas de las cuestiones que en él se plantean, por lo que la soberbia y el secretismo con el que diversos grupos afines a la actividad nuclear han actuado hasta la fecha tiene que dejar paso a la autocrítica y al diálogo. Otro motivo para el pesimismo en lo que se refiere a nuestro país donde la ideologización del asunto y su absurda asociación de la izquierda con lo antinuclear y la derecha con lo pro, me hace temerme que las soluciones que se adopten van a depender del momento político o de las directrices europeas mucho más que las voluntades populares (que por cierto, en cada país de la Unión Europea varían enormemente los porcentajes de opinión sobre el asunto, siendo España una de las naciones donde más división hay al respecto frente a Alemania claramente en contra, o Francia, claramente a favor).
De ahí que a pesar de lo divulgativo de este libro y otros que comparten su posición o la contraria sigo respondiendo a la pregunta de: ¿Nuclear? No sé, gracias.
Nuclear ¿si, no? ¿qué tiene que ver esto con la izquierda o la derecha? En general, y en todas las cuestiones medioambientales y energéticas el ser humano tiene una sensación de "neutralidad" en la que cree que poco tiene que aportar o de nada sirve lo que aporta por lo poco que contribuye un voto o su aportación. De ahí esa dispersión de la división entre las posturas a favor/en contra en países como Alemania, Francia o España, ya maduritos en cuestiones energéticas y con niveles de vida y consumos de energía que requerirían media docena de planetas "Tierra" si toda la población mundial tuviese los mismos hábitos que los ciudadanos de estos países.
ResponderEliminarPor eso nuclear ¿no se?, yo tampoco se, no somos conscientes del peligro porque tenemos pocos datos de los riesgos. De las ventajas, tampoco lo somos porque no tenemos duda de que va a salir electricidad de los enchufes de nuestros hogares pase lo que pase y si tenemos dinero para pagarla.... no será nuestro problema.
Un saludo desde una tarde lluviosa de domingo
PEPE
EL POLEMISTA: El planeta de los estúpidos de López de Uralde: http://elpolemista.blogspot.com/2011/02/el-planeta-de-los-estupidos-de-juan.html
ResponderEliminarTambién en El Polemista:
ResponderEliminarDespilfarro de Tristram Stuart, Manual para una economía sostenible de Roberto Bermejo, Agua de Julian Caldecott, y la búsqueda de un planeta sostenible: http://elpolemista.blogspot.com/2011/09/despilfarro-de-tristram-stuart-manual.html
También en EL POLEMISTA:
ResponderEliminarEl arte de vivir ecológico de Wilhem Schmid, de la conciencia planetaria a la ecología inteligente:
http://elpolemista.blogspot.com/2012/03/el-arte-de-vivir-ecologico-de-wilhem.html
También en EL POLEMISTA:
ResponderEliminarLa energía después de Fukushima de Cristina Narbona y Jordi Ortega, y, el debate que no se puede posponer:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2012/06/la-energia-despues-de-fukushima-de.html