No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

lunes, 17 de abril de 2017

Prisioneros de la geografía de Tim Marshall, y, una visión determinista en pleno siglo XXI.


Tim Marshall, toda una autoridad en materia de información internacional con más de veinticinco años de experiencia y corresponsalía en todo el mundo hace un ejercicio de determinismo geográfico que si bien es matizado es también arriesgado; el autor lo sabe y pone en aviso al lector.
A través de diez mapas de Rusia, China, EEUU, Europa, África, Oriente Medio, India-Pakistán, Corea-Japón, Latinoamérica y el Ártico, el autor intenta demostrar que el terreno condiciona a la humanidad en todo, en sus guerras, en la política, en el poder, en el desarrollo social y que cada generación deberá seguir encarando las limitaciones físicas del territorio.
Dada la localización de El Polemista me permito comenzar separando la explicación al desarrollo de España que realiza Marshall y que evidencia que Prisioneros de la geografía (Ed. Península) hay que leerlo como una obra conjunta y sacar conclusiones generales, porque en la especificación no resiste una reflexión muy simple: España ha tenido a lo largo de su historia modificaciones geopolíticas que hacen imposible un análisis como este:
“España también sufre, como siempre lo ha hecho, por culpa de su geografía. Sus estrechas planicies costeras acogen terrenos poco aptos para el cultivo, y el acceso a los mercados se ve restringido de forma interna por sus ríos cortos y la Meseta Central –un altiplano rodeado de cadenas montañosas algunas de las cuales lo atraviesan-. Los Pirineos obstaculizan aún más el comercio con Europa Occidental. Por su parte, los mercados que quedan al sur, cruzando el Mediterráneo, pertenecen a países en vías de desarrollo con ingresos limitados. Tras la II Guerra Mundial, el país padeció un abandono generalizado, pues bajo la dictadura franquista quedó políticamente aislado de buena parte de la Europa moderna. Franco murió en 1975 y la nueva España democrática se adhirió a la Unión Europea en 1986. En la década de 1990 empezó a ponerse a la altura del resto de Europa occidental, aunque su inherente debilidad geográfica y financiera sigue paralizándola y ha intensificado los problemas derivados del sobregasto y de un control fiscal descuidado. España fue uno de los países más castigados por la crisis económica de 2008.”
Esta es la debilidad del libro, obviamente la situación de España dependiendo de la etapa histórica le ha hecho ser desde parte de los mayores poderes del mundo en la Antigüedad y en la Edad Media precisamente por su carácter mediterráneo, hasta después imperio inabarcable por su carácter europeo y hoy, esas “dificultades” de sus terrenos para el cultivo la hacen ser el 10,6% de la producción agrícola europea y líder en hortalizas y frutas.
A ello me refería con la advertencia inicial, este libro es una extraordinaria aportación, pero el determinismo geográfico no explica más que una parte de la realidad, no siempre la más importante, el autor también lo advierte “Por descontado que la geografía no dicta el desarrollo de todos los acontecimientos. Las grandes ideas y los grandes líderes forman parte del tira y afloja de la historia. Pero sí que todos ellos deben actuar dentro de los confines de la geografía.”
Volviendo al orden del libro, Tim Marshall sostiene sobre Rusia que desde el Gran principado de Moscú, pasando por Pedro el Grande, Stalin y ahora Putin, todos ellos al margen de sus ideologías o circunstancias concretas han sufrido cómo sus puertos se han seguido helando y la llanura nordeuropea sigue siendo lisa, y que si quitamos las líneas divisorias de los Estados, el mapa al que se enfrentaba Ivan el Terrible es idéntico al que hoy se enfrenta Vladimir Putin.
Muy pocas veces China ha sido expansionista, sus mercaderes llevan navegando siglos sus ríos pero su fuerza naval no había buscado expandirse por las dificultades que ofrecían las enormes vías marítimas del Pacífico, el Atlántico y el océano Índico; China ha sido tradicionalmente una potencia terrestre de gran tamaño y muy poblada.
Algunas de las explicaciones que hacen de este libro una lectura tan recomendable:
“Un ejemplo de la geopolítica del miedo: si China no controlara el Tíbet, cabría la posibilidad que la India intentara hacerlo. De ser así, le concedería el dominio sobre las cumbres de la meseta tibetana y una base desde la que avanzar hacia el núcleo central de China, al tiempo que le permitiría controlar las fuentes tibetanas de tres de los mayores ríos chinos —el río Amarillo, el Yangtsé y el Mekong—, de aquí que al Tíbet se le conozca como “el depósito de agua de China”. Por descontado que China, un país con aproximadamente el mismo nivel de consumo de agua que Estados Unidos pero con una población cinco veces mayor, no lo permitiría.”
Hoy China se encuentra en una etapa muy diferente, tiene sus fronteras aseguradas, se ha sacudido muchas de sus limitaciones físicas y se desplaza por todo el mundo rebosando confianza. Pero tiene limitaciones graves, como son las posibilidades de conflicto con Japón o EEUU y su dependencia del exterior: si no la compra el mundo no fabrica, y el hacinamiento urbano puede provocar consecuencias incalculables si hubiera una crisis.
El autor apunta a la mayoría de los análisis escritos en la última década que dan por sentado que a mediados del siglo XXI China superará a Estados Unidos y lo destronará como primera potencia mundial, pero no los subscribe. Los chinos van camino de igualar a los norteamericanos en términos económicos, lo que les garantiza mucha influencia y un sitio en la cúpula. Sin embargo, desde un punto de vista militar y estratégico, muestran un retraso de varias décadas. Y es que desde hace 30 años se predice el declive americano, pero además de explicaciones Marshall tira de humor citando a Otto von Bismarck: “Dios cuida especialmente a los borrachos, a los niños y a Estados Unidos.”
Europa, al contrario que EEUU, donde una lengua y una cultura dominantes presionaron de forma rápida y violenta en dirección oeste hasta generar un país enorme, creció de forma orgánica a lo largo de milenios y permanece dividida en regiones geográficas y lingüísticas.
“El norte se industrializó primero y experimentó un mayor éxito económico. Dado que el núcleo central de Europa occidental lo conforman muchos de los países del norte, sus vínculos comerciales fueron más sencillos de mantener y los vecinos prósperos pudieron comerciar los unos con otros (por el contrario, los españoles debían cruzar los Pirineos para comerciar, o bien fijarse en mercados tan limitados como los de Portugal y el norte de África) (…) Circulan teorías indemostrables que apuntan a que el dominio del catolicismo en el sur provocó su retraso, mientras que la ética protestante del trabajo llevó a los países del norte a alcanzar mayores logros.”
Me permito en este punto de la ética protestante y ajeno a este Prisioneros de la geografía apuntar al trabajo de  Davide Cantoni (The economic effects of the protestant reformation: testing the Weber hypothesis in the German lands, 10/11/2009) frente a La Ética protestante de Weber : “No encuentro un efecto positivo del protestantismo sobre el crecimiento económico a larguísimo plazo (1300-1900); de hecho, el comportamiento de las ciudades y regiones católicas y protestantes son indistinguibles (…) ausencia de diferencia alguna (…)no hay un modelo de crecimiento diferenciado entre las distintas ciudades reformadas (…) las ciudades, con su variada población de artesanos, comerciantes y estudiantes, podían ser tan cosmopolitas y abiertas a las nuevas prácticas económicas tanto en áreas católicas como protestantes”.
No se pierdan al respecto el artículo de Xavier Vidal Folch Dijsselbloem: tu religión no te exculpa en El País ( http://economia.elpais.com/economia/2017/04/05/actualidad/1491409709_216495.html ).
El autor no es en absoluto ajeno a problemas como el envejecimiento de la población europea u otros, obviamente tras el Brexit y lo que pueda suceder en diversos países en los próximos meses sería más pesimista.
África vio nacer al Homo sapiéns hace unos 200.000 años, y se ha visto bendecida y maldecida por sus recursos a partes iguales. Ha contado con riquezas naturales en abundancia, pero maldecida por el prolongado saqueo foráneo. En épocas más recientes, los Estados-nación han podido reclamar parte de estas riquezas y los países extranjeros se dedican hoy a invertir en vez de a robar pero la gente corriente rara vez se beneficia de ello.
Yendo a ejemplos concretos, Tim Marshall explica bien cómo hoy es más probable un conflicto entre Egipto y Etiopía por el Nilo que uno entre Egipto e Israel a pesar de que este ya se ha dado cinco veces en el siglo XX. O esta otra:
“Otro líquido que provoca agrias disputas es el petróleo. Nigeria es el mayor productor de petróleo del África subsahariana y todo este petróleo de excelente calidad se encuentra en el sur. Los nigerianos del norte se quejan de que los beneficios derivados de este petróleo no se reparten de forma equitativa por las diferentes regiones del país. Esto exacerba a su vez las tensiones religiosas y étnicas entre los nigerianos del delta y aquellos que viven al noreste.”
Oriente Medio es tratado con la lógica incertidumbre, situaciones como el futuro de los kurdos, los grupos islamistas, o las guerras en curso certifican que Sykes-Picot se está rompiendo, y hace una afirmación que antes de la disputa por el gas y la guerra siria podía tener su lógica, pero hoy es dudosa, porque siendo cierto que los americanos quieren rebajar su peso político y militar en la región, ello podría ser difícil.
Me gustaría saber cómo hubiera quedado este Prisioneros de la geografía escrito hoy, pero si es cierto que toda retirada norteamericana de Oriente Medio será ocupada por otras potencias, especialmente China en materia de inversión y ello, en un contexto como el actual, es todo un interrogante.
“India y Pakistán están de acuerdo en una cosa: ninguna quiere a la otra cerca. Esto resulta en cierto modo problemático cuando se comparte una frontera de unos tres mil kilómetros de longitud. De forma equitativa, ambas van sobradas de hostilidad y de armas nucleares, por lo que el modo en que gestionan esta relación tan indeseada es una cuestión de vida o muerte para decenas de millones de personas (…) La relación entre India y Pakistán jamás será amistosa, pero si no fuera porque comparten la espina clavada de Cachemira, podría llegar a ser cordial. (…) El conflicto de Cachemira es en parte una cuestión de orgullo nacional, pero también una cuestión estratégica. Su control absoluto otorgaría a India una ventana a Asia Central y una frontera con Afganistán. Al mismo tiempo, privaría a Pakistán de una frontera con China y, en consecuencia, rebajaría la utilidad de las relaciones entre China y Pakistán.”
Los pakistaníes proclaman su alianza con China para que no cesen las enormes ayudas financieras que fluyen de Washington a Pakistán.
Otro asunto esencial es cómo India intenta bloquear el ascenso chino; para ello ha reforzado sus vínculos con Birmania, Filipinas y Tailandia, especialmente con Vietnam y Japón porque la clave es el mar de la China Meridional y EEUU es su aliado en ello; India no puede competir con la flota china, y una de sus grandes preocupaciones es el puerto amigo del que los chinos disponen en la pakistaní Gwadar.
De nuevo China es una preocupación, mayor para Japón y Corea, EEUU no se va a mover de ellas y mantienen una relación triangular.
Pero Corea del Sur es hoy al igual que Japón un país influyente en la escena internacional, aun así ambos dependen de los recursos energéticos foráneos, de modo que vigilan de cerca las rutas marítimas del conjunto de la región. Japón lleva mucho tiempo haciendo equilibrios, invirtiendo capital diplomático en estrechar lazos con Rusia y China con recelo de Pionyang
Mientras EEUU una vez logró arrebatar las tierras a sus originarios propietarios y las vendía o entregaba a pequeños terratenientes, en Latinoamérica se impuso la cultura del poderoso terrateniente y el siervo generando profundas desigualdades.
“México está destinado a vivir bajo la sombra de Estados Unidos y en las relaciones bilaterales está llamado a desempeñar un papel sumiso. Carece de una fuerza naval que le permita asegurar el golfo de México y salir al Atlántico, de modo que depende de la estadounidense para que sus rutas marítimas permanezcan abiertas y a salvo. Empresas privadas de ambos países han abierto fábricas al sur de la frontera para reducir costes laborales y de transporte, pero las condiciones de vida de la región son muy hostiles y esta seguirá siendo una zona de amortiguación que muchos de los pobres de Latinoamérica atravesarán con la idea de entrar, legal o ilegalmente, en la Tierra Prometida del norte.”
¿Y si China decide prescindir de la voluntad norteamericana respecto al Canal de Panamá y construir el “suyo” en Nicaragua?
Aquí se tratan asuntos como la incompresible pérdida de status argentino cuando un siglo atrás era uno de los diez países más ricos del mundo.
Termina este edificante Prisioneros de la geografía de Tim Marshall con el Ártico, el deshielo cambia la geografía y todos los intereses inherentes a ella, aquí hay un conflicto entre Estados Árticos y las grandes compañías energéticas, también entre el respeto al medio ambiente y el cambio climático, una prueba más de la debilidad del determinismo geográfico, porque cuando ello ocurra, serán decisiones humanas tomadas en circunstancias cambiantes las que resolverán en un sentido o en otro.
Lo hace en la conclusión, pero el espacio ya es parte de nuestra geopolítica y Tim Marshall no lo pasa por alto:
“Estados Unidos y China están volcadas en el desarrollo de tecnología láser, que puede ser empleada como un arma, y ambas buscan asegurarse un sistema de misiles capaz de operar en el espacio y de neutralizar la versión de la competencia. Muchas de las naciones avanzadas desde un punto de vista tecnológico se están preparando por si llega el momento de combatir en el espacio.”

Una vez mostradas las debilidades de las tesis de Prisioneros de la geografía hay que reconocerlo como una lectura obligada para cualquier interesado en la geopolítica, Tim Marshall impone un mapa mental que resulta determinante para obtener una visión global y comprender en parte la realidad en la que la humanidad vive.


La edición de Península es impecable en un libro que aporta la necesaria bibliografía, nada extensa pero suficiente y el imprescindible índice analítico que le permite ser posteriormente a su lectura un libro de consulta.