La conclusión más instructiva que se puede obtener de este magnífico El precio de la culpa (E. Duomo) es que todos los países se enfrentan a su pasado pero ninguno lo hace de la misma manera, lo cual se debe no solo a las cuestiones históricas propiamente dichas, si no también a las culturales, que en el caso de Alemania y Japón son de mucha importancia.
El historiador y escritor holandés Ian Buruma escribió originariamente este libro en 1994, aunque la excelente edición española incluye un prólogo redactado en los momentos posteriores al reciente terremoto que ha asolado este mismo año a Japón, y el dato es importante porque en él refleja como se ha reforzado la visión que los japoneses tienen de su participación en la II Guerra Mundial carente de culpa, tanto en lo referente al salvaje comportamiento del imperialismo nipón en Manchuria, Nankín, Manila, Birmania… en los años previos al conflicto como en la propia contienda que la justifican como una respuesta de defensa antioccidental.
“Los nacionalistas de derechas suelen mencionar la ausencia de un Holocausto japonés como prueba de que los japoneses no tienen por qué avergonzarse de su guerra. En su opinión, fue una guerra como cualquier otra; una guerra brutal, sí, como todas las combatidas por las grandes naciones a lo largo de la historia. De hecho, como la guerra del Pacífico enfrentó a Japón con los imperialistas occidentales, fue una guerra justificada (e incluso noble) de liberación de Asia.” (De esta cita matizar que por ausencia de Holocausto se entiende la inexistencia de un proyecto planificado de exterminio de colectivos concretos).
Buruma responsabiliza de ello a las políticas que se aplicaron posteriormente a la derrota japonesa. Según él, MacArthur instauró un régimen político en el país basado en una democracia dirigida casi en exclusiva por el Partido Demócrata Liberal que cumpliera servilmente con los intereses norteamericanos, mantuvo al Emperador en su puesto al igual que a las élites políticas anteriores y aunque se produjeron algunos juicios por crímenes de guerra, estos tenían un carácter puramente militar y los realizaron los ocupantes estadounidenses y no tribunales japoneses. Es por ello que Japón todavía no ha logrado un consenso respecto a la asunción de culpas, y mientras la parte más conservadora de la sociedad nipona defiende el papel realizado en el pasado, la izquierda japonesa sí realiza una fuerte autocrítica y se posiciona históricamente en lugares más próximos a la culpa.
Muy diferente es la forma en que Alemania ha interiorizado su actuación durante el periodo nacionalsocialista.
Aunque este El precio de la culpa tiene mucho de periodismo y se acerca al detalle de manera a veces apasionante de forma que diferencia el proceso de asimilación alemana en la extinta RDA de la evolución del fenómeno en la occidental RFA, podríamos sintetizarlo de la siguiente manera:
“Las frecuentes admoniciones de Alemania Occidental para procesar el pasado y hacer el trabajo de duelo (Traeuerarbeit) forman parte del acto de purificación.”
En efecto, Alemania ha hecho un proceso de interiorización de la culpa brutal, donde a día de hoy sigue intentando evitar cualquier referencia que pudiera relacionar ninguna circunstancia de la Alemania de hoy con su pasado.
Las diferencias con el caso japonés son enormes: Los germanos sí construyeron una democracia desde la destrucción absoluta del régimen anterior sin mencionar que acontecimientos como el Holocausto sirvieron para sumergirlos en una mezcla de amnesia que por un lado era justificada con el famoso “no sabíamos nada” y por otro trataba de olvidar que con su voto y su acción política habían creado uno de los regímenes más brutales y genocidas de la historia. Resulta muy interesante la relación filosófica-religiosa que encuentra el autor:
“Hay algo religioso en el hecho de estar betroffen, algo cercano al pietismo, que tiene una larga y rica tradición en Alemania.” Incluyo esta cita porque el autor utiliza el término betroffen (consternado, avergonzado, atónito…) para denominar el sentimiento de culpa y lo cercano a la ética protestante que se encuentra el esfuerzo de negación y angustia que los germanos han hecho de su pasado nazi.
Alemania hoy continúa pidiendo perdón pero a diferencia de Japón su mejoría en ese sentido no se ha interrumpido en ningún momento. Ian Buruma lo contextualiza:
“La guerra nunca fue tema de broma para los alemanes, ni debería serlo. Pero el hecho de que la comedia titulada Mein Führer, dirigida por un realizador judío suizo, fuera un éxito en 2008 también fue probablemente un hecho saludable. Reírse del propio país seguramente es preferible a la autoflagelación. En la medida en que los capítulos más oscuros de la historia se pueden superar, los alemanes, en general, los habían superado.”
Están de enhorabuena los lectores interesados en la II Guerra Mundial y sus consecuencias con este libro. En él encontrarán muchos elementos de la posguerra y posteriores que servirán para entender mucho mejor la realidad de dos pueblos que una vez derrotados viven procesos muy diferentes. Aquí aparecen desde los museos, educación, símbolos… o cualquier otro elemento necesario para comprender el fenómeno.
Además, aunque carece de bibliografía final y el apartado de notas está reservado a lo imprescindible, esta edición incluye un índice alfabético siempre de agradecer en este tipo de libro.
La forma en la que los pueblos se enfrentan al pasado es siempre particular. Sin embargo la utilización que las élites políticas en muchas ocasiones hacen de ello puede no serlo tanto. Los españoles también revisamos nuestra historia y muchas veces en forma de olvido mal intencionado y otras de revanchismo paralizador de la necesaria superación y aceptación del pasado. Los fantasmas que atormentan a los pueblos son parte de su historia y convivir con ellos es una necesidad para la cohesión de los mismos.
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SYLVIA NAVARRO HA COMENTADO:
ResponderEliminarNunca he reflexionado en la diferencia de actitud tomada por Japón y Alemania en la II Guerra Mundial. Y sería interesante de analizar porqué, en cuanto a Alemania, su posición moral tomada tras la I Guerra Mundial, en que se creó una conciencia nacional victimista con relación a los vencedores, difieren tanto de aquella tomada tras la II Guerra Mundial en que asume su culpabilidad. Creo que si hubiera un factor religioso-filosófico-cultural, como afirma Ian Buruma, quizás debería haber un punto común en ambas visiones morales tomadas por Alemania tras la I y II Guerra Mundial
También en EL POLEMISTA:
ResponderEliminarLa guerra desde 1900, editado por Jeremy Black, y la Guerra como motor de cambio:
http://elpolemista.blogspot.com/2011/11/la-guerra-desde-1900-editado-por-jeremy.html
También en EL POLEMISTA:
ResponderEliminarEl gentil monstruo de Bruselas de Hans Magnus Enzensberger, y la deriva europea: http://www.elpolemista.blogspot.com/2012/02/el-gentil-monstruo-de-bruselas-de-hans.html