La guerra desde 1900 (Ed Akal) reúne a catorce historiadores militares para desgranar los aspectos evolutivos de la Guerra a los largo del siglo pasado en un libro que a pesar de la profundidad con la que trata el tema se hace especialmente asequible por la generosidad en ilustraciones, cuadros, cronologías… lo que a buen seguro hará las delicias de los interesados tanto en la historia como en la polemología (ciencia que estudia la guerra).
Abre Lawrence Sondhaus analizando el preludio de la I Guerra Mundial, conflictos enraizados en el siglo XIX. La Guerra anglo bóer, la Ruso japonesa y la de Crimea son especial objeto de análisis para concluir que la gran novedad de estos conflictos fue que habían dejado claro que un esfuerzo bélico moderno y exitoso exigía el respaldo interno en cada país pero con la premisa de que cuando una población apoya una guerra lo hace no aceptando nada que no sea la victoria.
La I Guerra Mundial es abordada por Michael Neiberg, autor que ya ha tratado con éxito el tema en otras ocasiones (La Gran Guerra, Ed. Paidos, 2006). Los principales militares de Francia y Alemania tenían muy presente la Guerra franco prusiana (1870-1871), la Comuna de París y el fuerte impacto de la invasión del propio país, de forma que habían concluido que o los ejércitos inician la guerra de manera agresiva o se corre el riesgo de ceder al enemigo una iniciativa potencialmente decisiva. Y es después del exhaustivo análisis de armas, batallas, frentes… cuando Neiberg sentencia que este conflicto supuso una de las grandes revoluciones en temas militares de la historia, pero “como ocurre con tanta frecuencia en la historia bélica, fueron los perdedores y no los ganadores, los que extrajeron mayor inspiración de los cambios. En los años por venir, la Unión Soviética y Alemania liderarían el arte de la guerra.”
John Ferris trata la inestable paz de 1919 a 1930. Las guerras de sucesión de los imperios derrotados, las luchas de las potencias vencedoras por mantener sus posiciones, esfuerzos bélicos como el de China (en guerra desde 1917 a 1948) o enfrentamientos decisivos para el futuro como las consecuencias que hubiera tenido una victoria rusa sobre Polonia en 1920 extendiendo la revolución a Europa o si Inglaterra y Turquía hubieran entrado en guerra en 1922, concluyen que los conflictos entre 1919 y 1923 afectaron casi en la misma medida que la I Guerra Mundial.
La década de 1930 supuso un anuncio de lo que estaba por venir. Las guerras italianas en Etiopía, la Guerra Civil Española, el frenético rearme alemán impulsado con los recursos checos y austriacos, la agresividad japonesa y soviética son algunas de las cuestiones de la que quizá sea la parte más débil del libro por la complejidad de algunos de los conflictos que trata y la dificultad para enmarcarlos simplemente en un contexto militar.
La II Guerra Mundial en Europa corre a cargo de Dennis Showalter, (con acierto la obra divide el conflicto en diferentes enfoques y autores), como el conflicto Asia –Pacífico recae en Allan R. Millet, y donde el autor sostiene que la determinación japonesa de convertirse en una nación moderna e industrial, su resentimiento hacia Gran Bretaña y EEUU por limitar sus conquistas en la IGM, y la confianza en que Alemania paralizaría a las potencias occidentales, hace que Japón se lance una guerra de conquista en China.
Muy diferente, por englobar todo el siglo XX, es el capítulo en el que Michael Epkenhans realiza una visión alemana del asunto. En el siglo pasado el poder del mar se hizo más crucial que nunca a través de la idea de que la política internacional era la lucha por definir quien tenía qué, cuándo y cómo. La profesionalización de las marinas, la creación de academias navales, los programas de construcción en grandes astilleros y el desarrollo armamentístico en general hicieron que muchos Estados dispusieran de flotas de guerra con los acorazados como columna vertebral de las mismas y la consiguiente carrera naval que además de la anglo germana antes de la IGM ya había llegado al Imperio Austrohúngaro, Italia, Turquía, Grecia e incluso a Brasil frente a Argentina. El desarrollo del submarino, la llegada de los grandes acorazados y el fabuloso desarrollo de la guerra en el mar no impedirían que una vez terminada la IIGM e iniciada la Guerra Fría el concepto de marina de guerra cambiara drásticamente para ser armas de disuasión con gran protagonismo del submarino nuclear. De hecho el autor atribuye a la carrera cuantitativa y cualitativa frente a la OTAN una de las causas del hundimiento soviético. Al concluir este periodo las habilidades navales se centrarán en bloqueos a países hostiles (Serbia en los años noventa) o suministro y potencia de fuego en zonas donde por razones políticas no podían operar aviones o ejércitos. Y llegando a nuestros días Epkenhans advierte que hoy el 90% de los productos se transportan por mar y que es ahí donde radica la extraordinaria inversión China e India en poder naval. La conclusión es la necesidad de invertir más en operaciones navales para poder afrontar un futuro que ve peligroso en ese contexto.
La guerra en el aire es el noveno capítulo del libro que escribe John Buckley. Desde que en el enfrentamiento entre Italia y Turquía en Libia (1911-1912) se utilizara por primera vez la aviación en combate hasta el papel determinante que fueron tomando los aviones pasaron algunos años. Al principio de la II GM los bombardeos estratégicos no serán determinantes, pero al final de esta contienda serán capaces de destruir grandes ciudades enteras. La Guerra Fría provocará en esta modalidad bélica los mismos resultados que en la naval llegando incluso a la carrera espacial. Hoy, el concepto de intervención quirúrgica no encaja demasiado bien en la teoría moderna de la guerra.
Francois Cochet trata el desmoronamiento de los imperios coloniales y cómo la actividad militar en estos conflictos variaba enormemente de la guerra convencional: “La vida cotidiana de los soldados implicados consistía a menudo en registrar áreas, casas y a personas. Se producían operaciones policiales, emboscadas y escaramuzas, cuando por ejemplo, se abrían nuevos caminos. Pero en todos estos episodios revolucionarios era difícil identificar al enemigo, que podía camuflarse con el resto de la población. En cualquier caso, la escala de estos conflictos variaba enormemente y sólo en el caso del Imperio francés se podía hablar de guerra en la auténtica acepción de la palabra, sobre todo en Indochina.” Kenia, Malasia, Palestina, Indochina, Angola, Argelia… son tratadas en este apartado.
William Maley trata La Guerra Fría analizando casi todos los conflictos que rodearon la tensión entre los bloques soviético y Occidental y que acabaron con el primero. Corea, Vietnam, Afganistán, Hungría, Chile… son algunos de ellos antes de que Ahron Bregman trate las disputas de Oriente Medio en el periodo que abarca desde 1945 a 1993. El conflicto árabe-israelí y la guerra Irán-Irak son abordados en profundidad en un análisis al que le faltan numerosos matices ajenos a la visión meramente militar pero indiscutiblemente ligados a ella.
Los dos últimos apartados de esta obra llegan a nuestros días. Michael Rose lo hace analizando lo que George Bush llamara en su día la “guerra global contra el terror”, un periodo que ha seguido al de la Guerra Fría y que a pesar de disponer de armas mucho más mortíferas supuso durante los noventa una disminución de un tercio en el número de bajas civiles y un descenso del 30% en el número de conflictos. Los Balcanes, Ruanda, Somalia, Congo y las guerras del Golfo son algunas de las contiendas tratadas para concluir: “El fracaso de la comunidad internacional a la hora de resolver eficazmente esas guerras civiles determinó que los dirigentes occidentales decidieran que esos errores no volverían a producirse. Una óptica intervencionista, respaldada por la fuerza militar, se convirtió en la estrategia preferida en política exterior. Junto con la declaración por parte de EEUU de la guerra global contra el terror en septiembre de 2001, este enfoque garantizó que la primera década del siglo XXI no fuese más pacífica que su predecesora.”
Cierra el libro el editor de la obra y prolífico autor Jeremy Black tocando algunos conflictos potenciales de la actualidad y exponiendo algunas circunstancias particulares de nuestros días: “Se produce un contraste entre guerra y capacidad militar, dado que algunas de las potencias principales y de segundo rango no participan en la guerra (China, Japón, Brasil) o lo hacen con una fracción de sus fuerzas (India en Cachemira).”
En suma, La guerra desde 1900 es un libro con vocación enciclopédica en su formato pero al mismo tiempo expone la historia bélica del último siglo con enorme solvencia sin descuidar en ningún caso la amenidad didáctica. Sin duda su magnífica edición ayuda a ello.
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