No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

lunes, 30 de marzo de 2020

Cómo perder un país de Ece Temelkuran, y, de la democracia a la autocracia.



Desde el confinamiento en Madrid por el coronavirus y asistiendo no sin cierto pesimismo a la descomunal crisis que incluye episodios de pura y dura mezquindad por parte de los países del norte de Europa con los del sur poco menos que culpándoles de la pandemia y negando futura e imprescindible ayuda para remontar tras tocar fondo. Y es que la idea de Europa como entidad unida de intereses comunes ha desaparecido por completo y si el Norte lleva a cabo su plan de imponer al Sur un rescate duro -“los hombres de negro”- la Unión Europea no sobrevivirá porque el euroescepticismo será imparable e ideológicamente transversal. Pero lo trágico es que si el Norte cumple con su obligación y deja a un lado su desprecio rozante al racismo (en el caso holandés sencillamente inaceptable) para con el Sur hay otro riesgo importante: que la extrema derecha en los países del Norte en pleno crecimiento pueda acabar forzando la ruptura de la UE. Y todo ello en un contexto de verdadero deterioro democrático y de asistir a liderazgos que se sitúan mucho más coherentes en la autocracia que en la democracia.

No puede ser en estos días más oportuna la lectura de Cómo perder un país de Ece Temelkuran (Ed. Anagrama), escritora y columnista política turca de gran prestigio y claramente enfrentada con el “régimen” de Recep Tayyip Erdogan, donde parte este libro.

Partiendo del caso turco pero analizando casos como la Venezuela de Maduro, la Hungría de Orban, los Estados Unidos de Donald Trump, el Reino Unido del Brexit o más genérico la Europa del auge de la ultraderecha, ola que también empapa España con el caso grotesco de Vox aunque (yo) no dejaría de incluir a Podemos. Como perder un país es un excelente manual de identificación del populismo, fundamentalmente el de derechas, entendiendo el movimiento más allá del partido:

“Los movimientos políticos son promesas de transición de la realidad a la potencialidad, a diferencia de los partidos políticos, que deben operar en el marco de la realidad, siguiendo las reglas del juego pero manteniéndose inmóviles. Esa es la razón por la que en muchos lugares, desde Turquía hasta Estados Unidos, incluidos los países más desarrollados con sus instituciones democráticas aparentemente fuertes, como Francia, Reino Unido y Alemania, hemos visto agruparse a la gente en torno a implacables y audaces líderes populistas para avanzar juntos y atacar esa realidad que ellos llaman el sistema; para atacar las propias reglas del juego por juzgarlas disfuncionales y corruptas. Un movimiento del pueblo real es el nuevo zeitgeist, la promesa de restaurar la dignidad humana drenando el pantano del agua estancada en la que se ha convertido la política. En otras palabras, las invisibles, las masas, durante tanto tiempo consideradas indiferentes a la política y a los asuntos mundiales, están retirando globalmente su consentimiento implícito al sistema representativo actual, y el sonido que producen es como el de un trozo de hielo desprendiéndose de la Antártida. El trabajo de cambiar el curso global de los acontecimientos constituye, obviamente, una tarea demasiado ardua para el frágil yo, de ahí que el nosotros esté volviendo al mundo de la política y de la ética. Y ese retorno constituye el núcleo del fenómeno global que hoy presenciamos. El nosotros anhela distanciarse de la tierra firme del lenguaje político, desmantelarlo y construir un nuevo lenguaje para el pueblo real. Si uno quiere saber quién es el pueblo real, debe hacerse la pregunta: ¿qué es el nosotros?; o bien, ¿por qué yo ya no quiero ser yo sino nosotros?”

Y es que ese es el primer paso, la creación del movimiento antes de situar la lógica en la percepción muchas veces indignada, hacer un metalenguaje al servicio del movimiento (lenguaje político infantilizado que recibe el altavoz de las redes sociales y los medios de comunicación), imponer la posverdad (la realidad es como la sentimos y percibimos, no como realmente es), la deslegitimación de los mecanismos democráticos, políticos y judiciales desvirtuando el Estado de Derecho y la división de poderes creando un ciudadano a medida de la “causa”-“el pueblo real”- haciendo que acabe “riéndose” y banalizando el horror para así dejar el país a medida del autócrata disfrazado de líder del pueblo, un salvador que no pasa de puro y duro populismo de arenga. Aunque cuidado, no es el único culpable, “todos esos ciudadanos y ciudadanas normales que aceptan que la hipocresía y la incoherencia son técnicas del líder empleadas por el bien de su gente”. Imprescindible el contexto, “Estos discursos son absolutamente inútiles porque omiten el motor del incremento de injusticia en el mundo generado por un sistema insostenible: el neoliberalismo, que es el origen de estos movimientos populistas de extrema derecha y neofascistas. El neoliberalismo y sus instituciones financieras han vaciado de sentido y justicia social a las democracias representativas, dejándolas reducidas a una sucesión de ceremonias institucionales. El vacío ético del neoliberalismo, su negación del hecho de que la naturaleza humana necesita sentido y busca desesperadamente razones para vivir, crea un terreno abonado para la invención de causas. El neofascismo le ha dado esa causa que le faltaba al neoliberalismo”. A estas alturas ya ven que estamos ante un libro que tendrá repercusión y que en absoluto requiere posicionarse con la autora para comprender el mensaje esencial de todo demócrata.

Siete pasos son necesarios para ello, nos expone Ece Temelkuran, para perder un país para la democracia sintetizados en el párrafo anterior.

1- Crea un movimiento.

Lo ideal, en las poblaciones pequeñas de percepciones provincianas de la vida y del mundo donde crear un victimismo de fácil calado. El triunfo de la ignorancia politizada fácilmente manejable, percepciones que se juzgan demasiado arcaicas para que las entiendan los cosmopolitas.

2 y 3 - Atenta contra el lenguaje, Elimina la vergüenza y eleva la posverdad.

Temelkuran recomienda repasar los discursos de Hugo Chávez aunque es aplicable a casi todos estos casos, se trata de eliminar la vergüenza suplantándola por la posverdad donde no cabe lógica alguna ni conocimiento contrastado, cualquier argumento que se defienda es absorbido por el “pueblo real” (repito porque el concepto es importante), recomienda también leer a Donald Trump en Twitter.

4 y 5 - Desmantela los mecanismos judiciales y Diseña tu propio ciudadano.

Y es que cuidado, esto no llega a través del golpe militar, lo hace por aclamación popular. Y es que el uso democrático no lo puede parar, cuando llega al poder se establece una política del miedo que une para crear al ciudadano que ha dejado de serlo para ser pueblo. La autora aquí cita como uno de los pasos previos la misoginia citando el caso turco “Empiezan por las mujeres, por los débiles, luego continúan con el resto”.

6 y 7- Deja que se rían ante el horror y Construye tu propio país.

Banalizar, crear que ese “pueblo real” se tome con humor el disparate y lo acepte como parte de la comunicación, pero puede alcanzar cotas siniestras que el ciudadano que se aferra a la democracia puede observar como un completo delirio y que reduce lo esencial en la convivencia democrática al absurdo.

“Hoy quien produce el sucio y repugnante material cómico que desacredita a los oprimidos no es el gobernante, sino la ciudadanía, actuando según su supuesto libre albedrío”.

Y así queda conformado mi país como elemento superior donde la democracia liberal se diluye en el populismo más atroz y autócratas en la realidad como de los escombros del siglo XX Vladímir Putin, Donald Trump, Marine Le Pen, Salvini, Boris Jonhson o Nigel Farage, Abascal, Pablo Iglesias, Erdogan, Maduro, Bolsonaro… como modelos de liderazgo.

“Daría igual que Trump o Erdogan fueran derrocados mañana, o que Nigel Farage nunca se hubiera convertido en un líder de opinión. Los millones de personas enardecidas por su mensaje seguirían estando ahí, y seguirían dispuestas a actuar bajo las órdenes de un personaje similar. Y desafortunadamente, como pudimos experimentar en Turquía de una manera especialmente destructiva, aunque estés decidido a mantenerte apartado del mundo de la política, los lacayos te encontrarán, incluso en tu propio espacio personal, armados con su propio conjunto de valores y listos para lanzarse a la caza de cualquiera que no se parezca a ellos. Es mejor reconocer – más pronto que tarde– que no se trata meramente de algo impuesto a las sociedades por unos líderes a menudo absurdos o limitado a una serie de operaciones digitales encubiertas del Kremlin: surge también de las bases”.

Estos días de confinamiento uno se pregunta cómo saldremos en términos democráticos de esta. Y sí, no dudo que habrá un repunte del tecnicismo que afecta claramente contra el populismo, pero, y los perdedores de esta crisis. Se refugiarán en esta miseria populista que reduce, repito, al Ciudadano en Pueblo robándole así una conquista de siglos, mucha sangre y desolación.

No dejen de leer este libro.




lunes, 23 de marzo de 2020

Desinformación, coronavirus y China, por Jorge Navarro Cañada.



La desinformación es uno de los grandes peligros en una crisis como esta, pero no nos engañemos: los bulos y mentiras, muchas de ellas con finalidad de desequilibrio, son mucho menos dañinas que el que la mentira global venga de medios de comunicación importantes o de instituciones; quizá la peor de ellas y que puede tener graves consecuencias de futuro es la que pone a China como el modelo de solución y por ejemplo no a Corea. El primer problema es que de las cifras que da el Gobierno chino ni una sola es creíble. Segundo, la represión brutal dejando a miles de personas hacinadas sin la menor legalidad que les pudiera amparar no es un método aplicable en democracia aunque con un enorme descaro China se erige en solución y se permite abroncar a las democracias como Italia por ser “blandos”.

Los hechos son tozudos: el gobierno de Xi Jimping actuó tarde, incluso teniendo probablemente la información del origen del virus la ocultó y no tomó medidas hasta que no tuvo la certeza del avance imparable del virus. Respecto al origen ni tan siquiera ha tomado medidas para frenar definitivamente el tráfico y consumo de especies salvajes sin el menor control. Ahora, con el coronavirus “controlado” en China se han embarcado en una carrera salvaje de propaganda dentro y fuera del país que culminará con el mayor de los secretos: la vacuna contra el virus que por cierto, los países Occidentales trabajan en ello con transparencia en los métodos y con una finalidad sanitaria, no política.

Respecto a la política interior China sigue reprimiendo a periodistas, intelectuales o cualquier crítico con la gestión que quiera contar lo sucedido y niega rotundamente información sobre las consecuencias de lo sucedido incluido las que van a tener en la inminente recesión global.

Respecto a las democracias europeas hay motivos para la preocupación, y es fundamentalmente lo que motiva esta reflexión. Si ya habíamos asistido a un peligroso giro liberal en personajes como Donald Trump, Salvini o Boris Johnson que da pistas sobre la inquietante tendencia de la democracia liberal a principios de autocracia (fenómeno no solo occidental, personajes como Jair Bolsonaro, Nicolas Maduro, Rodrigo Duterte o Vladimir Putin, son algunos ejemplos), nos acercamos a un escenario de pérdida de prestigio de la democracia liberal en favor de posiciones autoritarias que ejemplifica China. Y la campaña publicitaria de las autoridades chinas después de la crisis irá destinada a la inversión nada inocente en países como España o Italia, como se ha hecho estos años atrás en países del Este de Europa, Balcanes o Grecia o en sectores estratégicos en toda Europa (algún ejemplo son el puerto del Pireo en Grecia o terminales en los de Valencia y Bilbao, hasta compañías de robótica como la alemana Kuka, pasando por activos inmobiliarios en la City londinense, equipos de fútbol italianos, pesticidas suizos, automotrices suecas o proyectos turísticos franceses…).

Así comunicaba la embajada china en España: "En la noche del 17 de marzo de 2020, el presidente chino, Xi Jinping, mantuvo una conversación telefónica con el primer ministro español Pedro Sánchez Pérez-Castejón con cita previa (…) "Después de la epidemia ambas partes deben intensificar los intercambios y la cooperación en una amplia gama de áreas”. Sorprendentemente el Gobierno de España no ha publicado nada al respecto ni ha dado detalles de esa conversación entre Pedro Sánchez y Xi Jinping.

Obviamente toda cooperación humanitaria y sanitaria se agradece y es bien recibida, claro está, pero en zonas del planeta como África ha venido seguida de otras que podríamos llamar con mucha cautela “neocolonización”.


Ilustración de El Roto en El País (23/03/2020).

El Roto


lunes, 16 de marzo de 2020

Consideraciones previas y desordenadas de la crisis del coronavirus sobre sus consecuencias políticas en las democracias occidentales por Jorge Navarro Cañada.



Muy complejo puede ser el panorama que saldrá de toda esta incertidumbre que genera la crisis del coronavirus, pero de manera absolutamente preliminar podemos sacar algunas conclusiones en algunos casos muy preocupantes que si bien en el caso asiático no es cuantificable por ser antagónicos los casos de éxito manifiesto como el coreano con el más que discutible del chino hoy sujeto a la pura y dura propaganda para reescribir su historia, algo se puede apuntar en el caso Occidental.

- Prestigio del autoritarismo y la autocracia.

A pesar de la desastrosa gestión de la crisis del virus en China que ha socavado gravemente la imagen exterior tanto de Xi Jimping como de la propia China, igualmente por la negación en origen de la realidad como su manipulación posterior, absoluta falta de transparencia, represión interior y total impermeabilidad de la realidad a pesar de la enorme inversión en publicidad para trasmitir una completa reescritura de lo sucedido, está calando un prestigio del espíritu totalitario de la gestión pública por eficaz, sea cierta o no. El caso de la Rusia autocrática y opaca de Vladimir Putin puede ser, no tan extremo, pero un ejemplo de ello: retroceso democrático. ¿Estamos ante una crisis democrática donde sistemas incompatibles con ella generan admiración, aplauso y los liderazgos autocráticos y cesaristas son valorados frente a los representativos?

¿Vendrá después de esto una mayor presencia económica de China en una intervención sobre un posible escenario de debilidad empresarial y estatal europea extrema?

- Proteccionismo.

Es previsible un movimiento retroactivo respecto a la Globalización, en ese sentido un crecimiento incontrolado de las deudas nacionales y el gasto puede generar movimientos contradictorios como puede ser la mayor expansión china con las políticas nacionales, probablemente debilitamiento de las organizaciones internacionales, especialmente si Donald Trump consiguiera la reelección que, por cierto, en estas circunstancias podría estar dificultándose. Hay que esperar efectos del coronavirus en Europa, pero una incidencia grave tendrá importantes repercusiones sobre la libertad de movimientos, no digamos ya en el caso del Reino Unido que podría sumar una catástrofe sanitaria de gravísimas consecuencias económicas con el Brexit.

-Tecnicismo frente a populismo.

La “tecnificación” de la sociedad por medio de la presencia sanitaria en todos los ámbitos de la vida debilita el discurso populista basado en un discurso vago a la ciudadanía sin organización estable, incompatible con la necesidad de un ordenamiento ante la crisis, caracterizado por el  anti-elitismo, anti-intelectualismo y anti-tecnicismo. En el caso español puede verse claro en la pérdida de sentido de nacionalismos periféricos como el Procés o en partidos “flash” como Podemos o Vox, por poner algún ejemplo. En Europa hay ejemplos similares, pero es cierto que las consecuencias económicas y sociales posteriores podrían llevar a escenarios hoy imprevisibles.

Puede que estemos ante la crisis, cuando menos social en todos sus aspectos, los demás como el económico hoy es incalculable, más grave desde la II Guerra Mundial, desde luego medidas de excepción generalizadas -y van a mucho más- no las habían conocido desde entonces las sociedades occidentales. Y sin duda, ningún análisis hoy puede pasar de toma de pulso al momento.