No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

lunes, 26 de febrero de 2018

Prehistoria y génesis de los nacionalismos vasco y catalán, por Jorge Navarro Cañada.



Hace unos días Antonio Elorza en El País (https://elpais.com/elpais/2018/02/20/opinion/1519149170_807276.html) recomendaba la relectura de “Nacionalismo y política lingüística: el caso de Cataluña” de Thomas Jeffrey Miley (2006); básicamente aquel libro demostraba con criterios científicos que el resurgimiento del nacionalismo catalán y con él la imposición de la lengua catalana era parte de un entramado de las élites catalanas y sus intereses económicos y de clase para a través de políticas promovidas de arriba abajo destruir la diversidad etnolingüística de Cataluña.
Coincidía ello con una pequeña charla que tuve la suerte de dar que titulé con cierta ironía, “Prehistoria del nacionalismo periférico, los casos vasco y catalán” y que sintetizo a continuación:
Desde la Edad Media, mientras el catalán se convirtió en una lengua literaria propia de las clases altas, el euskera no salió de los campesinos y el bajo clero y hasta hace muy poco apenas se hablaba, ha tenido que sufrir un proceso de absoluta reorganización artificial y de imposición en la sociedad para “recuperarla”. Y no es casual que las clases altas vascas a diferencia de las catalanas, no sólo no han estado enfrentadas a España sino que muy al contrario han sido siempre especialmente “colaboradoras”.
Es uno de los motivos por los cuales las clases trabajadoras en Cataluña han sido hostiles al nacionalismo catalán históricamente porque este no tiene otra seña identitaria que la lengua y su origen es el que es.
Pero ello tiene su extensión en acontecimientos históricos esenciales para la comprensión de lo que después sería el nacionalismo periférico; un ejemplo son las revueltas del siglo XVII catalanas y vasca contra la monarquía hispánica. Si en la Guerra dels Segadors de 1640 fueron las clases altas quienes apoyaron y sostuvieron el conflicto incluida la delirante financiación de un ejército francés de 3.000 hombres para conquistar el Rosellón, que ya nunca volvería a ser catalán, ni por tanto español. No es casual que el nacionalismo catalán jamás incluya en su relato histórico el episodio.
Caso muy distinto fue el Motín de la Sal de 1632 en el País Vasco, mientras las clases altas accedían gustosas a la contribución que se les reclamaba por encima del privilegio vasco en la exención del pago de impuestos, fueron las clases humildes las que se rebelaron convirtiéndolo en un conflicto de clase.
Precisamente será más tarde que la argumentación histórico-separatista del nacionalismo catalán pone 1714 como el momento clave absolutamente simbólico en el que Cataluña habría perdido sus privilegios
Y si bien se puede atribuir a Sabino Arana la materialización del nacionalismo vasco cuando el País Vasco es una de las regiones más ricas de España y centro del capitalismo español, fue la pequeña burguesía y el campesinado descontenta con las transformaciones que había traído el capitalismo quienes se sumaron a la nueva ideología.
Y así mientras el nacionalismo vasco será independentista por encima de una concepción de beneficio en términos económicos, el nacionalismo catalán será de inicio federalista, reclamará mayor autonomismo, pero no independentista, sencillamente porque respondía a los intereses de la alta burguesía catalana. No obstante, es la diferencia de desarrollo económico de territorios con el resto del Estado clave para entender el fenómeno de los nacionalismos periféricos.
También la evolución de ambos nacionalismos será radicalmente diferente tras la Guerra Civil como es sabido, mientras el catalán seguirá ocupando espacios de beneficio respecto al Estado, el vasco optará por la confrontación que tuvo su máxima expresión en la banda terrorista ETA. Aunque curiosamente el sentimiento nacionalista entre la población vasca será muy inferior al que gozaba el catalán en Cataluña, será la evolución política de la década de los setenta del siglo pasado lo que en 1980 ya eran equiparables.
Y es que podemos explicar ambos nacionalismos a partir de las diferencias entre el desarrollo capitalista en el País Vasco fundada en bienes de capital, y en Cataluña en bienes de consumo. Así mientras el nacionalismo vasco llamaba a formas de organización precapitalista e identificaciones muy primarias, los catalanes reclamaban desarrollo capitalista. No obstante, y es extensible a otros nacionalismos periféricos, el desarrollo del capitalismo y su especialización económica en un territorio y su interdependencia con el Estado, son decisivos a la hora de perfilarse.
Ello lo mostró magistralmente Juan Díez Medrano en su Naciones divididas (CIS, 1999).
No quiero pasar por alto a pesar de no ser el objeto de este breve texto un fenómeno como el Procés y la forma en la que a partir de técnicas propias del tiempo que vivimos en la política y en la comunicación en general, ha logrado dividir en dos a la sociedad catalana. Pero se trata sin lugar a dudas de un proceso político que se impone de “arriba abajo”, se planifica desde las élites con intereses concretos y logran que el fenómeno arraigue en la ciudadanía.
Quien mejor lo ha explicado es el propio artífice, Artur Mas, que reconocía el engaño “En política muchas veces un argumento se infla. ¿Esto es engaño? Puede llegar a serlo”
El Polemista comenzaba su andadura como blog con España, capital París de Germá Bel (Destino, 2010) http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/01/espana-capital-paris-de-germa-bel-y-el.html ,todo un ejemplo de cómo el montaje nacionalista ha ido mutando y cambiando desde entonces. Germà Bel, que era ex diputado socialista y que estaba entonces muy alejado del independentismo es todo un ejemplo de cómo aproximándose de manera nada desinteresada y generando serias dudas acabaría siendo, en pocos años y con una argumentación muy burda, un incondicional del Procés y parte de él, primero por escrito con su delirante Anatomía de un desencuentro o Anatomia d’un desengany http://elpolemista.blogspot.com.es/2013/11/anatomia-de-un-desencuentro-o-anatomia.html y después como diputado que votaría la Declaración Unilateral de Independencia que el nacionalismo hoy define como “simbólica y engaño”.
En El Polemista se puede a través de los libros sobre la cuestión, muchos comentados por sus autores, seguir cómo ha evolucionado la cuestión. Sobre el nacionalismo en general y catalán y vasco en particular, encontrarán decenas de ellos.