No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

lunes, 23 de enero de 2017

La guerra alemana, una nación en armas (1939-1945) de Nicholas Stargardt, y, la sentimentalidad como motor bélico.


Nicholas Stargardt en este La guerra alemana (Ed. Galaxia Gutenberg) presenta todo un ejemplo de la exploración de las dimensiones subjetivas de la historia social desarrollando mediante el uso de imágenes macro de las opiniones existentes de todo tipo de personajes en la Alemania en guerra un cuadro muy revelador, las colecciones de cartas han sido un elemento esencial para ello.
¿Cómo es posible que siendo enormemente impopular la guerra en 1939 los alemanes aguantaron en ella seis años?
“La Segunda Guerra Mundial fue, más que ninguna otra, una guerra alemana”. Y es que este libro narra como el pueblo alemán la experimentó y la apoyó, por ello me centraré en la tesis central, sin perder de vista que hoy los alemanes siguen manteniendo las dos narrativas que paralelamente han llegado hasta nuestros días, la del pueblo alemán como verdugo y la de los alemanes como víctimas. Pero una de las aportaciones de este libro es demostrar que ya en 1943 los alemanes hablaban abiertamente en público sobre las masacres de los judíos,  relacionándolas con los bombardeos aliados sobre civiles y documenta numerosas cartas y comunicaciones que lo demuestran.
“La visión de la guerra de los judíos alemanes estuvo inevitablemente marcada por el Holocausto. Pero otros alemanes percibían el asunto desde el lugar opuesto: la guerra era su principal preocupación, y en torno a ella desarrollaron su visión del genocidio. Eran diferentes perspectivas  de los mismos sucesos, condicionadas por profundas desigualdades de poder y de capacidad de elección y reflejadas en esperanzas y temores profundamente distintos.”
La percepción de la guerra no fue la misma dependiendo del periodo: y si las ideas similares a las de Hitler que antes habían sido propaganda esencial durante la I Guerra Mundial que reducían la historia alemana desde 1918 a la metáfora maniquea (todo o nada, ser o no ser, o lo uno o lo otro…) cayeron en desuso en la década de 1930 e incluso al comienzo de la II GM, aunque era una creencia, también entre los no nazis, que la “salvación nacional” pasaba por el arrepentimiento por la derrota de 1918 y al llegar al poder los nazis decidieron anteponer una revolución de los sentimientos a iniciar una ingeniería social a gran escala.
Por poner un ejemplo, antes del conflicto, el 94% de los alemanes pertenecían al mismo tiempo a una iglesia cristiana y a una organización del Partido Nazi, las iglesias eran las instituciones ciudadanas independientes más importantes de Alemania y ello explica el gran número de sacerdotes y pastores enviados a los campos de concentración en los años 30.
Cuando estalló el conflicto en 1939, mientras que británicos o franceses tenían claro que Hitler con su ataque a Polonia hacía una guerra de conquista sin que mediase provocación alguna, para la mayoría de los alemanes, aunque no querían una guerra, era evidente que sucedía en favor de la defensa nacional contra las maquinaciones de los Aliados y lo que para ellos era una agresión polaca.
 Fue en la segunda mitad de la guerra cuando la población alemana se mostró más receptiva a esta manera tan extremista de pensar y ello fue avivado por la sensación de crisis en el verano de 1943 cuando es generalizado el miedo entre los alemanes a no poder escapar de las consecuencias de una guerra racial que ellos habían iniciado. Para ello además de despojarse de sus expectativas sobre la guerra tuvieron que dejar sus tradicionales inhibiciones morales y superar sus nociones preexistentes de moral y vergüenza. “Los alemanes no necesitaban ser nazis para luchar por Hitler, pero descubrirían que era imposible permanecer ajenos a la crueldad de la guerra y la mentalidad apocalíptica que ella creó.”
Es esa capacidad que tiene la crisis en tiempo de guerra la que permite entender la radicalización de los valores sociales y es esencial para comprender la relación entre el régimen nazi y la sociedad alemana. Tras la tormenta de fuego de Hamburgo y la derrota en Rusia caló el derrotismo en ella y cada vez estuvo más alejada de lo que representaba el nazismo que intensificaba el terror. Pero no fue el terror solamente lo que les hizo seguir adelante, también fue el hecho de que los alemanes contemplaban su derrota en términos existenciales, y por eso no podían rechazar ni el nazismo ni la propia guerra. Y así cuanto más evidente era la derrota se tornaba en más defensiva para ellos, y en lugar de colapsar cuanto peor iba más efecto catalizador y de transformación radical, Stalingrado y Hamburgo provocaron, en efecto, una catastrófica caída de la popularidad del régimen, pero no causaron ningún cuestionamiento del compromiso patriótico. La guerra así, por impopular y dolorosa que resultara, siguió siendo legítima, más incluso que el propio nazismo, se endurecieron conductas sociales superando el derrotismo, y Nicholas Stargardt pone el énfasis en esos elementos de la respuesta alemana a la guerra, más complejos, dinámicos y perturbadores, aquellos por los cuales lo que unía a padres e hijos no era sólo la experiencia común , era un sentimiento de responsabilidad intergeneracional en el que los hijos debían lograr aquello que los padres no habían conseguido y romper el ciclo repetitivo que condenaba a cada generación a luchar en Rusia.
“Mientras que los pensadores de izquierdas y liberales veían la historia en términos lineales y progresivos, muchos conservadores creían que era circular y repetitiva, como el ciclo de la vida (…) A los niños alemanes se les había enseñado durante generaciones en la escuela que Francia era el «enemigo hereditario», aunque en el sentido emocional y visceral era Rusia quien más importaba (…)Desde los veteranos del frente del Este de 1914-1917 hasta los jóvenes soldados recién salidos de la escuela y los adolescentes que aún vivían en casa, las familias identificaban la guerra no con el régimen nazi, sino con sus propias responsabilidades familiares entre generaciones. Ésa era la base más firme de su patriotismo.”

Ha pasado mucho tiempo sin que la experiencia subjetiva de la historia ocupe un lugar central en su análisis; es arriesgado, pero también es necesario para comprenderla, este libro es por ello excepcional.
Por este La guerra alemana pasan muchos personajes y sus vivencias, estamos ante un libro que pasará a ser esencial en el estudio de la materia, y en la edición española la riqueza de notas, bibliografía, índices, mapas… lo hace aún más atractivo.

En El Polemista encontraran numerosas reseñas sobre libros relacionados con el tema, http://elpolemista.blogspot.com.es/2016/12/indice-de-el-polemista-hasta-2017.html , no puedo evitar señalar especialmente Tierra negra de Timothy Snyder, http://elpolemista.blogspot.com.es/2016/01/tierra-negra-de-timothy-snyder-y-el.html , un tratamiento imprescindible del Holocausto que en mi reseña comienza así:
-Adolf Hitler: “La naturaleza no conoce fronteras políticas: sitúa formas de vida sobre el globo terrestre y las libera para que jueguen por hacerse con el poder.”

-Timothy Snider (autor): “Dado que la política era naturaleza, y la naturaleza es lucha, el pensamiento político era imposible”.