No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

lunes, 28 de mayo de 2012

Posteconomía de Antonio Baños Boncompain, y el desarrollo humano frente al económico.

Allá por 2009, Antonio Baños lanzaba una pedrada en forma de libro contra “la religión llamada economía, que ha hecho de nuestra civilización una de las más penosas de la historia”. Era La economía no existe, un libro donde se trataba de demostrar la falsedad que se esconde detrás de esa ciencia tan seria a la que llamamos Economía y que según el autor no es más que una burda mentira donde una peligrosa econocracia maquilla, falsea y manipula datos y cifras sin el más mínimo recato.
Pues bien, si aquella obra tan irreverente como divertida era un grito desesperado frente a lo que ya había comenzado pero aun no había alcanzado las proporciones que hoy estamos sufriendo, no se pierdan este Posteconomía (ambos editados por Los libros de el lince), van a comprobar como hay libros capaces de inducir severas depresiones a sus lectores aun manteniendo la sonrisa en la boca. Y el mérito es aun mayor si al espíritu “gamberro” con el que está escrito se le suma la erudición, les aseguro que al argumento no le falta el soporte intelectual de los ejemplos tanto prácticos como ideológicos.
Dividido en tres partes, la primera incidirá en la idea de la inutilidad de la economía para explicar lo que nos está pasando (que por otra parte, según el autor, es cíclico en el capitalismo):
“… seguimos sometidos a la teología econócrata. Un discurso que no creemos, y que nos resulta además incomprensible, pero que nos vemos obligados a obedecer. Es el momento de la posteconomía, cuando la economía ya no es ciencia y se convierte solo en doctrina, cuando los economistas y su brazo armado (financieros y políticos) dictan sus instrucciones sobre la manera de vivir, amar o incluso morir, sin tomarse la molestia de justificar racionalmente esas órdenes. Es el instante en que lo económico se transforma en una dictadura teocrática. Éste es el tiempo de la posteconomía.”
Y es que el capitalismo burgués liberal democrático está mutando en una Nueva Edad Media dominada como la original por la fé, lo subjetivo y simbólico frente a la modernidad que se sustenta en la convicción y la objetividad. Así llegamos a la posteconomía, un sistema basado en el miedo y la deuda que ha abandonado toda intención científica para someter a la mayoría a un nuevo estamento señorial por encima de todo Estado o ley: “Es un poder escolástico, no dialéctico. Es postcientífica y no racionalista. Funciona por exaltación e imitación. No tiene discurso y se explica con símbolos, metáforas y gestos. Recupera la analogía y la semejanza.” .Si el lector de estas líneas es economista que haga un descanso, todavía no ha visto nada.
Y es que si la economía se basaba en el ciclo, la posteconomía lo hace en la crisis donde la deuda nos convierte en vasallos de un nuevo señor feudal.
Y no me resisto a ya que Antonio Baños cita al Paul Krugman (autor que precede en El Polemista a este artículo) a aprovechar la frase del Nobel sobre las investigaciones en macroeconomía de las últimas tres décadas: “En el mejor de los casos, inútiles, y el mejor, decididamente perjudiciales.” (Eso sí, falta saber si Krugman opina lo mismo de su trabajo).
Los economistas inicialmente se guiaron por el materialismo y el racionalismo ilustrado donde rige lo perceptible y lo empírico, pero esos tiempos pasaron y hoy la economía de la complejidad se basa en la causalidad y queda expuesta al cálculo de riesgos donde manda “el circuito de riesgo-y-deuda”. Además esta economía hace de las consecuencias sus causas dependiendo de políticas sociales o tecnológicas pero dejando a un lado toda virtud, y su velocidad e instantaneidad impide toda previsión. La derrota absoluta del pensamiento positivista de August Comte, “saber para prever y prever para proveer” que, si bien posteriormente evolucionó en autores como Smith y Ricardo volcados en conocer los rudimentos del comportamiento económico y después daría paso a escuelas como la neoclásica o el marxismo desarrolladoras de leyes y modelos reguladores y más tarde al keynesianismo creador de la economía del desarrollo fundamentada en el “prever para proveer”. Hoy, la economía no es una disciplina para comprender el mundo, muy al contrario, la comprensión del mismo se realiza a través de la doctrina económica. Cita Baños a Yves Smith: “Los economistas han terminado alcanzando una posición que resulta peligrosa para cualquier democracia. Mediante la utilización que hacen de procedimientos para-científicos, han conseguido una autoridad que a menudo resulta injustificada.” Así la economía es prescriptiva, obligatoria, una imposición totalizadora que marca lo útil y valioso y lo que no lo es: “Como ocurre en cualquier religión, la voz del sacerdote convierte la enunciación en verdad”, dice el autor para argumentar la feudalización a la que nos precipitamos.
La posteconomía es figural, sus recurso explicativo se manifiesta a través de la estadística, el gráfico, el dato en tiempo real absolutamente fugaz, imagen que siguiendo con la metáfora medieval se compara la vidriera o el capitel y que choca con la modernidad discursiva que tendría como recurso transmisor al Libro.
La segunda parte de Posteconomía profundiza en la idea de la Nueva Edad Media donde las élites han creado nuevas esferas de poder y legitimidades al margen de las leyes comunes como se hiciera en la etapa feudal. Y no le falta detalle, porque el lector asiste a una exposición donde se denuncia una cultura hecha a retazos y revisiones del pasado, un pesimismo generalizado milenarista, la “castillificación” del hogar y la privatización de la seguridad, el control señorial de las materias primas ahora enfundadas en armaduras llamadas fondos de inversión, el abandono de las clases medias y altas de las calles y plazas para sustituirlas por el club y la urbanización de lujo.
¡Sorprendente la reivindicación de Baños de la vieja escolástica tomista contraria al cobro del interés en la deuda por ser esta “cobro del tiempo” y este ser propiedad de Dios y no de los hombres!
Así los ciudadanos tendrán que ir aceptando que por encima de los poderes estatales y parlamentarios hay un poder tecnocrático superior que destaca eficiencia y control sobre la función productiva.
Nos encontramos según el autor en manos de la plutocracia “por la que los riquísimos se vuelven cada vez más ricos, y en el contexto de una economía finanzoadicta, devienen también en los más poderosos.” Se crean mitos justificadores de la inhibición ética como el de la profesionalidad, donde el individuo en función de ella actúa de eslabón social y la eficacia elimina toda libertad de elección.
Siguiendo en la metáfora medieval, el emprendedor representa a la baja nobleza. Bajo la única sanción moral del éxito su espíritu de conquista le pone bajo la protección de una aura social bendecida por el crecimiento frente a al viejo funcionario que tan solo sirve o mantiene. Y en la misma línea, el empleador se dota de una distinción moral respecto al empleado, donde el primero a través de su virtud visionaria y emprendedora logra la razón.
“La nueva sociedad señorial, no requiere consumidores, sino deudores, y estos, cuanta menos movilidad jurídica y social tengan, mucho mejor.” Pero peor aun, también la posteconomía invade el ecosistema personal imponiendo una combinación de darwinismo social y maltusianismo donde el más débil, el que no pueda mantener una forma de vida sana se verá abocado a ecosistemas pobres donde prime la contaminación, el desánimo y el autoodio.
La verdadera mística de todo esta filosofía es el pensamiento positivo, una constante que gira en torno a la desgracia como oportunidad, verdadera vía para lograr el voto de pobreza que unido al de obediencia crea un solo cuerpo: la producción en estado puro. Para ello, la falsa educación, un simulacro de formación técnica que no amenazará a la élite y que formará en el absurdo y en el infantilismo social frente al conocimiento sólido capaz de poner en cuestión al sistema. Formar individuos para por ejemplo una nueva cultura organizacional donde se dota a la empresa de una personalidad humana, que transmite valores y que hace a sus empleados olvidar su personalidad humana en favor de la corporativa. Y su publicidad ya no trabaja sobre el poder de elección, sino sobre la necesidad de adhesión que genera algo tan aberrante como el fanático de marca, verdadera expresión suprema del memo posteconómico: “El cliente/evangelizador que dedica su tiempo para trabajar por la marca.”
Y en esta locura, hemos inventado el concepto marca-país, una aberración donde la soberanía ya no reside en sus naturales sino en la marca unánime e inmutable que deja fuera a toda minoría diferenciada. Un entramado que supone todo un castigo a la disidencia vital, que productiviza absolutamente todo, incluido el ocio, la intimidad o la obediencia laboral intelectual, y es que como dice la tercera y última parte del libro, “el proceso revolucionario neofeudal actúa en todos los frentes posibles: creación de un lenguaje  y un imaginario, toma del poder y modificaciones legislativas.”
En fin, todo un triunfo de Friedich Hayek y de los que los neokeynesianos llaman austeriacos (mezcla de escuela austriaca y maniacos de la austeridad).
La propuesta de Antonio Baños se basa en la exaltación del no, lo que él llama las cuatro D: Desertar, Desobedecer, Disolver y Descansar. El crear un espacio ajeno a la lógica del valor y la propiedad:
“Si dejamos que avance la posteconomía y la nueva sociedad feudal, nuestras conciencias se adaptarán a la servidumbre e irán olvidando lo que era la libertad. No es la lucha por los servicios públicos o los puestos de trabajo. Esta vez la pelea es por mantener en nuestros espíritus la integridad de nuestra autonomía como individuos y de nuestra dignidad como comunidad.”
Difícil no copiar la cita de Chateaubriand con la que cierra el autor este Posteconomía:
“Se vive, con corazón pleno, un mundo vacío; y, sin haber agotado nada, nos sentimos decepcionados de todo.”
Y de la edición dos comentarios. Uno positivo, para la cubierta (portada, la pueden ver al final de la reseña) de Miguel Brieva, no puede ser más ilustrativa. Y otro negativo, a pesar de que el libro no tiene pretensión académica alguna es una verdadera lástima que no disponga de índice alfabético ni bibliografía, la erudición de la obra lo merecía.

En fin, nada más saludable y refrescante que enfrentarse a una enmienda a la totalidad de los propios valores. Este libro en mi caso lo ha sido, y aunque parte de la debilidad de que Antonio Baños hace previa la tesis a su explicación y para ello retuerce los argumentos a su antojo no exentos de demagogia y medias verdades, Posteconomía es una delicia que aúna irreverencia con conocimiento y no tengo la más mínima duda que se convertirá en un texto de referencia en la actual bibliografía antisistema. Y aunque se enmarca en la inevitable y frecuente -en tiempos de crisis- crítica al paradigma neoclásico de la economía en favor de los mercados, lo hace de forma original y divertida.

  

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¡Acabad ya con esta crisis! de Paul Krugman, y, una propuesta para ello:




Europa al borde el abismo de Economistas Aterrados, Más allá del Crash de Santiago Niño-Becerra, y la crisis insondable:

http://elpolemista.blogspot.com.es/2012_03_01_archive.html



Despilfarro de Tristram Stuart, Manual para una economía sostenible de Roberto Bermejo, Agua de Julian Caldecott, y la búsqueda de un planeta sostenible:









miércoles, 16 de mayo de 2012

¡Acabad ya con esta crisis! de Paul Krugman, y, una propuesta para ello.

Hace unos días todo un Premio Nobel como Krugman sacudía a los sufridos nervios de los europeos con sus vaticinios de colapso del sistema monetario y financiero de la zona Euro. Lo hacía como advertencia de lo que puede llegar a pasar si las políticas de austeridad neoliberales no eran sustituidas por otras basadas en el gasto público. De ahí que las críticas y los elogios se suceden hacia un economista que sin duda habla desde presupuestos que no excluyen la ideología, pero que en ningún caso están carentes de sentido. Lejos de “matar al mensajero” no solo la lectura de ¡Acabad ya con esta crisis! (Ed. Crítica) es recomendable, es que además es pedagógica.
Recurriendo a un compañero de poskeynesianismo (él niega pertenecer a dicho grupo de economistas) como Hyman Minsky, Krugman defiende la utilidad de la deuda como “manera en la que quienes ahora mismo no pueden dar buen uso a su dinero pueden poner ese dinero a trabajar, a cambio de un precio, al servicio de los que sí pueden darle buen uso.” Y no, la deuda no empobrece al conjunto de la sociedad, muy al contrario la deuda de una persona es el activo de otra. Sin embargo poseer una deuda elevada en relación a tus ingresos (nivel alto de apalancamiento) te hace vulnerable en caso de dificultades. Y el problema llega cuando son demasiados los actores económicos que se encuentran apalancados porque generan una situación donde “los deudores no pueden gastar y los acreedores no quieren gastar”. Es el caso de Europa, donde varios gobiernos solo pueden conseguir dinero prestado a tasas de interés de locura -¿nos suena a los españoles la prima de riesgo?- y solo han conseguido los préstamos del Banco Central Europeo a cambio a aplicar “salvajes programas de austeridad” sin que los países acreedores y el BCE lo compensen con incrementos del gasto, si no que muy al contrario, también aplican programas de austeridad aunque ya no tan brutales como los que exigen a los deudores. Y si bien este comportamiento se está dando en los gobiernos europeos, el autor advierte que también se da en el sector privado del Viejo Continente pero también en EEUU. En suma:
“Nuestros ingresos son bajos precisamente porque estamos gastando demasiado poco; y recortar aun más el gasto solo servirá para deprimir todavía más nuestros futuros ingresos. Tenemos, en efecto, un problema de exceso de deuda; pero esa deuda no es dinero que debamos a algún extraño, sino dinero que nos debemos unos a otros, lo cual supone una diferencia enorme. Y en cuanto a recortar los costes: recortarlos, ¿en comparación con quien? Porque si todo el mundo intenta reducir sus costes, solo conseguiremos empeorar la situación.”
Paul Krugman repasa el desarrollo de la banca para explicar la diferencia entre la banca convencional, (la física, la que tiene ventanilla para ingresar o retirar dinero) y la banca en la sombra, (la de mercados secundarios) que sirve para lo mismo que la primera pero no está sometida a las normativas y leyes que controlan a la convencional y que en treinta años ha pasado de ser una parte menor del sistema bancario a superar en la actualidad con claridad a la regulada. Así se llegó a un sistema cada vez menos regulado donde los riesgos y la deuda se dispararon y se sentaban las bases de la crisis. Y sobre ese relato una alternativa, lo que el autor llama el dogma de la derecha, la gran mentira: “El crecimiento de la deuda se debió a que entre ciertas gentes de ánimo benefactor y las empresas del gobierno obligaron a los bancos a conceder préstamos hipotecarios a compradores de las minorías, y subvencionaron hipotecas dudosas.”
Las comparaciones con la Gran Depresión a lo largo del libro son constantes, lo que hace que la sencillez con la que está escrito no requiera nivel previo ninguno de conocimiento económico y cumpla magníficamente con su voluntad pedagógica para comprender la génesis de la situación que estamos sufriendo. Pero también apunta hacia la anterior revolución ultraliberal de los años ochenta para justificar males de hoy como la brutal desigualdad que ha disparado las diferencias entre los más ricos y las clases medias además de la desregulaciones bancarias, fundamentalmente por la escandalosa reducción de los tipos impositivos máximos. Y esa desigualdad es para Krugman una causa más de la actual depresión, porque el dinero compra influencia y las políticas neoliberales aunque han hundido nuestras economías han resultado muy beneficiosas para las élites económicas que crearon un clima político en el que era imposible percibir las señales de alarma y actuar en respuesta a ellas.
Uno de los fenómenos más asombrosos de estos últimos años es la ferocidad con la que se ha atacado toda idea o concepto que pudiera oler a John Maynard Keynes. Hace pocos años cuando alguien se definía como keynesiano parecía una liberal moderado, ahora simplemente se juega arder en la hoguera reservada a la disidencia más peligrosa, Krugman lo trata advirtiendo que en contra de lo que normalmente se cree esta hostilidad no viene de Paul Samuelson sino que este no hizo más que seguir a Lorie Tarshis.
También recibe Obama del Premio Nobel: por cobarde y no atreverse a llevar las políticas en las que realmente creía y quedarse corto. Si bien a la Ley de Reconstrucción y Recuperación le reconoce ser el mayor programa de creación de empleo de la historia estadounidense le achaca ser parte de una política basada en entregar dinero barato a los bancos para impedir su hundimiento pero a costa de crear una crisis de crédito posterior. El miedo al déficit y a la inflación motiva la exposición de muy interesantes gráficos para demostrar la falacia que se encierra detrás de esos temores, porque Krugman defiende la combinación de fuertes estímulos fiscales con políticas de apoyo tanto de la Reserva Federal como de las entidades similares de otros países. En suma, el déficit y la deuda no pueden seguir siendo un tabú y hay que asumir la necesidad de utilizarlos como instrumentos de política económica.
Con el título de Eurodämmerun, el crepúsculo del euro, el economista pasa a tratar la pesadilla europea y lo que considera un error fatídico: “Las élites europeas estaban tan embelesadas con la idea de crear un poderoso símbolo de unidad que exageraron los beneficios de una moneda única e hicieron caso omiso de las advertencias al respecto…” Y es que el Euro empezó bien, de hecho hizo que los inversores se sintieran seguros, lo que supuso un fuerte descenso en el coste de dinero prestado para los países más débiles de la eurozona, lo que provocó enormes explosiones inmobiliarias y sus consiguientes burbujas. Esa afluencia de capital también generó un aumento de salarios en estos países y se disparó el coste unitario de la mano de obra en comparación con Alemania. La industria del sur de Europa dejó de ser competitiva y así los déficits comerciales de estas naciones se dispararon. Y si bien la crisis financiera en Estados Unidos fue el desencadenante del derrumbe europeo este se hubiera producido de todas maneras. ¡Y llegamos al Gran engaño europeo!: “la creencia de que la crisis europea se debe ante todo a la irresponsabilidad fiscal. Los países incurren en déficits presupuestarios excesivos  -nos dice el cuento- y se endeudan en exceso: por lo que ahora, lo importante es establecer unas normas que impidan que la historia se vuelva a repetir.” Y según esta tesis tan merkeliana, España tiene que ajustar los costes por medio de la deflación, o sea, una devaluación interna, más claro, bajar masivamente los salarios entre otras cosas. Cuando Krugman escribía su libro sin duda no se había aprobado la actual Reforma Laboral del Gobierno Rajoy. Si lo hubiera hecho, el Nobel pondría el ejemplo de como se hace una devaluación interna encubierta.
En ¡Acabad ya con esta crisis! se hace una llamada a salvar el Euro, aunque me temo que ya sea demasiado tarde, entre otras cosas se describe el caos bancario que tendría para cualquiera de los países europeos una salida de la moneda única, y al escribir estas líneas el proceso está en marcha como si fuera un guión, de momento en Grecia.
¿Y por qué no lo solucionan? ¡Por que nos gobiernan los Austeríacos, una peligrosa mezcla de austeridad y fanatismo en el seguimiento de la escuela austriaca económica! La tenaz insistencia de estos maniacos de la austeridad “en convertir la crisis económica en una obra moral, un cuento en el que la depresión es una consecuencia necesaria de los pecados precedentes, que no se debe aliviar.”

En fin, ¡Acabad ya con esta crisis! no aportará excesivamente a quien siga  regularmente a Paul Krugman, pero este libro además de ser un texto ameno para todos los públicos, -el lector documentado disfrutará de los constantes ajustes de cuentas entre economistas y quien no tenga grandes conocimientos de economía no tendrá ningún problema en seguir el relato por la capacidad pedagógica de su autor- es un verdadero grito de rebeldía contra mensajes puramente ideológicos que han calado en las opiniones públicas y que han sumido a nuestras sociedades en la más absoluta apatía y aburrimiento mientras ven perderse avances que han costado décadas lograr. Además la edición de Critica cuenta con un índice alfabético en una obra llamada a ser uno de los textos más representativos de estos años cuando lo veamos con cierta perspectiva histórica.

El mensaje de Krugman deja algunas cuestiones por resolver, la más clara la de explicar como se expande el gasto si los inversores niegan el crédito, y si bien es cierto que la deriva inflacionista plantea problemas, tengo claro que no mayores que los que la austeridad como dogma está creando. Y la cuestión es esa, si la obsesión ideológica de lo que el Nobel llama austeríacos puede, ocultándose en la emergencia antidéficit acabar impunemente con derechos adquiridos incluidos los más básicos como son los sistemas sanitarios o educativos.
Otro premio Nobel de economía como Joseph E. Stiglitz advertía el 13 de mayo de 2012 en un artículo publicado en el diario El País titulado Después de la austeridad:
“La ignorancia voluntaria de las lecciones del pasado por los líderes europeos es criminal”(…)Las consecuencias de la fiebre europea por la austeridad serán de largo plazo y probablemente graves. Si el euro sobrevive, lo hará al precio de alto desempleo y enorme sufrimiento, particularmente en los países en crisis. Y la propia crisis casi seguramente se extenderá. Las medidas antiincendios no funcionarán si simultáneamente se tira combustible sobre las llamas, una tarea con la que Europa parece comprometida. No hay ejemplos de grandes economías —y Europa es la mayor en el mundo— que se hayan recuperado con austeridad.”

martes, 8 de mayo de 2012

Bruce Springsteen en España de Jordi Bianciotto y Mar Cortés, y la visión española de Springsteen.

Jordi Bianciotto y Mar Cortés en este Bruce Springsteen en España (Cuarentena Ediciones) realizan una investigación en toda regla para plasmar exhaustivamente la presencia a cualquier nivel del músico en nuestro país. En 264 páginas, prólogo de Manuel Huerga y trece apartados correspondientes a las distintas etapas históricas del fenómeno los autores no se dejan detalle, anécdota, tratamiento en prensa, concierto… en fin, un libro que cualquier amante de Bruce Springsteen en España lo va a disfrutar de manera muy especial.
En una España todavía dominada por el franquismo y donde el rock ejercía un papel de expresión contractual juvenil los primeros discos de B.S ni llegarían a publicarse. Sería después del efecto causado por su tercer disco, Born To Run (1975) cuando aparecerían en nuestro país. Solo tenía 26 años Constantino Romero cuando una estancia con su novia americana en California le dio la oportunidad de ser uno de los primeros españoles que veían al artista en vivo: “Cuando, tras una actuación de Edgar Winter, salieron Bruce Springsteen y la E. Street Band, con Clarence Clemons y toda aquella gente, me quedé tieso.” Y tanto, porque según llegó a España publicó en Diario Femenino la primera crónica hecha en España sobre el ídolo.
No sería hasta años después cuando Barcelona pudo disfrutar de un concierto de Bruce, aunque para entonces la prensa especializada ya le había dado la importancia merecida, de hecho en febrero de 1981 ya se habían vendido 25.000 copias de The River y aquel 21 de abril “iba a convertirse en una de las noches más recordadas de la historia de la música popular en Barcelona”. José María Sanz (Loquillo) cantaría dos décadas después: “Ojalá que vivas tiempos interesantes que borren los perdidos junto a mí, quiero que la fuerza te acompañe, quiero que sonrías como aquel 21 de abril, quiero que tu vida sea, ojalá que sea como aquel 21 de abril.”
No tendrían suerte los españoles para poder disfrutar de la gira correspondiente a Born in the USA aunque lo hicieron peregrinando a Montpellier, y eso que sin duda se produjo la gran eclosión de popularidad de Springsteen en España, pero el gran público se desquitaría en la Tunel of Love Express Tour de 1988. Un éxito rotundo a todos los niveles y que además consolidó el salto de escala en la concepción del espectáculo musical en España.
Este es un libro de fans para fans, así que nadie espere encontrar imparcialidad en él aunque sí honestidad, recoge posiciones críticas, incluso cuando rozan una profunda ignorancia llena de prejuicios como en el caso de Quimi Portet de El Último de la Fila haciendo alusión al concierto de pago más multitudinario de su grupo y con mayor repercusión para ellos, el que se celebró en Barcelona en 1988 dentro del Humans Rights Now! (Gira organizada por Amnistía Internacional en conmemoración del 40 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). 90.000 espectadores para ocho horas de actuaciones con gente de la talla de Peter Gabriel, Sting, Tracy Chapman…, y respecto a la actuación de Bruce:
“Tengo una prevención contra todo lo que es muy americano. Me molesta la glorificación de lo americano, del mundo libre. Estas cosas tan locales del país vencedor que todo el mundo considera súper atómico no me entusiasman. (…)Cuando oigo un saxo me entra una hilaridad incontrolable porque lo relaciono con los payasos.” ¡Qué pena! Simplemente impresentable.
Después de tratar con cierto desencanto la gira Human Touch & Lucky Town Tour (1992-1993) que no comparto, historias sorprendentes como esta:
“En Gijón se armó un notable alboroto cuando dos centenares de fans ocuparon la pista del aeropuerto para saludar a Bruce. Un momento delicado, con peligro para la seguridad general. El alcalde de Gijón, Vicente Álvarez Areces, saludó a la estrella a pie de pista y le entregó unos regalos, entre ellos el libro “Elogio del horizonte” sobre la obra de Eduardo Chillida. Springsteen se alojó en Oviedo, en el hotel La Reconquista, donde se concentraron nutridos grupos de fans que le agasajaron y llegaron a tirarle del pelo.”
Y anécdotas graciosas en la Solo Acoustic Tour de 1996: “Bruce practicó por la tarde una versión de Across the Border con un párrafo en castellano, pero a la hora de la verdad no se decidió. “Vi tanta letra que me dije: no puedo hacerlo” le confesó a Glòria Marcè.”
El resto de visitas de Springsteen se tratan con profundidad, toda clase de memorabilia, historias divertidas y no tanto, recortes de prensa, por supuesto set list de conciertos y todo tipo de información al respecto, incluidas entrevistas a Little Steven en 2008, (primera gira sin Federici), que preguntado por si recuerda el mítico Barcelona 1981 responde: “No el recital en sí, pero sí que tengo presente que fue la primera vez que vi la obra de Gaudí, que para mí es el mejor arquitecto del mundo.”
En fin, en un blog de libros como El Polemista se hace difícil la descripción de una obra tan documentada como este Bruce Springsteen en España, donde no falta nada que a modo documental pueda ser necesario para comprender la magnitud del fenómeno tal y como se ha vivido en nuestro país. Por ella pasan entre otros escritores como Jordi Sierra i Fabra, periodistas como Diego Manrique, Ignacio Juliá, los promotores Neo Sala y Gay Mercader, y fotografías, muchísimas de diferentes autores que harán las delicias de todos los que debemos algunos de los momentos más intensos de nuestras vidas. Solo lamentar la edición, es  mejorable, especialmente en lo que refiere a la ausencia del imprescindible índice onomástico para estos casos.

La última gira de Bruce en España fue la Working On A Dream Tour en 2009. Esta semana Springsteen volverá con la E-Street Band más mermada que nunca tras la ausencia de Clarence Clemons – segundo miembro de la Banda desaparecido-  en su actual Wrecking Ball Tour. Será intensa y mágica, otra vez y para siempre aunque nostálgica.


También en EL POLEMISTA: Outlaw Pete de Bruce Springsteen y Frank Caruso, y, la música ilustrada: http://elpolemista.blogspot.com.es/2014/12/outlaw-pete-de-bruce-springsteen-y.html