No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

jueves, 30 de junio de 2016

Arabia Saudí ante sus desafíos en Vanguardia Dossier (nº 61), y, ¿un proyecto de cambio imposible?


Vuelve una vez más Vanguardia Dossier a El Polemista, y es que es cierto que la elección de los temas lo han convertido en un monográfico importante en la profundización de la actualidad. Temas relacionados con el Islam, el yihadismo y la religión en general se han tratado en muchas ocasiones en El Polemista (http://elpolemista.blogspot.com.es/2015/12/indice-completo-de-el-polemista-hasta.html)
Y es que Arabia Saudí, tras la caída de los ingresos de petróleo (15,7% de las reservas del planeta y primer exportador del mundo) se ha encontrado con sus problemas más graves que, además de la dependencia del crudo, pasan por la corrupción, la represión, una población extremadamente joven desempleada y subsidiada, sin capacidad de recaudación fiscal y en plena revisión del sistema además de una posición geopolítica nada envidiable ahora que EEUU ya reconoce el papel de potencia regional de Irán, su mayor competidor y también su gran amenaza.
Paul Aarts augura agitación social, y aunque apunta que no ha habido movimientos de rebeldía comparables o inspirados en las mal llamadas (añado yo) “primaveras árabes” (En El Polemista el VD dedicado al tema en su día http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/03/2011-la-revuelta-arabe-en-vanguardia.html)  y el país no ha experimentado el fenómeno de la acción colectiva moderna, las reivindicaciones de la minoría chií en la Provincia Oriental, el continuo e imparable incremento del consumo interno de petróleo (el doble per cápita de EEUU) incompatible con las posibilidades económicas del país a medio plazo, y el extraordinario crecimiento de las redes sociales y su repercusión en cuestiones como la discriminación de la mujer, son algunos de los problemas más graves con los que se puede encontrar el régimen saudí, aun así Paul Aarts ve muy poco probable una implosión total aunque no descarta nada: “La caída de la casa de Saud no es desde luego una conclusión evidente, pero sin duda se dan hoy los ingredientes para una gran agitación social.”
W. Lippman analiza a los miembro de la casa de los Saud ampliamente aceptados como legítimos gobernantes por los saudíes, principalmente por su asociación con los ulemas, los líderes religiosos pero advierte: “Una abierta escisión entre la docena de príncipes de mayor raigambre, todos ellos hijos o nietos del fundador de la dinastía moderna, podría dividir al país y minar la legitimidad de la familia.”
Hoy, Salman bin Abdulaziz al Saud preside la actual estructura de poder, la comparte con su hijo Mohamed Bin Nayef y su sobrino Mohamed Bin Salman que con tan solo treinta años preside el Consejo de Asuntos Económicos y de Desarrollo desde el que anunció la puesta en marcha de un plan colosal para diversificación de la economía del país. Los tres citados son descendientes directos de Ibn Saud, el primer reinado de la familia entre 1932 y 1953. Le seguiría su segundo hijo Saud (1953-1964), Faisal (1964-1975), Jaled (1975-1982), Fahd (1982-2005), Abdalah (2005-2015) y actualmente Salman.
El peso y la influencia de los fundamentalistas es el texto de un especialista en la cuestión como Andrew Hammond , y es importante porque en el corazón de la política del Estado saudí se encuentra la relación entre la cúpula wahabí y los Saud; y antes también, dicha relación es el rasgo definitorio de lo que los historiadores definen como los tres estados saudíes (1744-1818, 1824-1891, y 1902 hasta hoy); salvo en Irán, el stablishment wahabí tiene más influencia que ninguna otra clase comparable en Oriente Medio y su poder se ha extendido a la calle a través de la educación, de los medios de comunicación, la judicatura y la fuerza coercitiva. Y no olvidemos que las fuentes constitucionales del Estado son el Corán y la sunna del Profeta.
“Las fetuas de condena por las revueltas de la primavera árabe (2011) y la que autoriza la presencia de militares americanos en suelo saudí (1990) son dos ejemplos clásicos del apoyo de los ulemas a la casa real (…) El Estado se mantiene firme en su tradicional pacto con el wahabismo mientras que un segmento considerable de la población, sin ninguna posibilidad de participación en la gobernanza del país, evoluciona en una dirección diferente. Los planes económicos proponen una relajación de las restricciones que tienden a mantener la segregación de géneros. Sin embargo, esa cuestión se sitúa en el corazón del sentir wahabí de un orden moral de la sociedad.”
“Las mujeres de las épocas iniciales del Islam tuvieron en ocasiones más libertades que las actuales en Arabia Saudí; la esposa de Mahoma era una mujer de negocios y sus coetáneas compartían tareas con los hombres.”, apunta Caroline Montagu.
La complejidad religiosa más allá del wahabismo la trata David Commins: “Los chiíes son considerados infieles idólatras por el discurso wahabí, y pocos de ellos trabajan en empresas del sector público o lo hacen en puestos de bajo nivel de organismos del gobierno.” Además de los chiíes en sus diferentes ramas los sufíes también sufren privaciones y discriminación. Otro grupo es el de los musulmanes liberales emanados de los cambios culturales que en la segunda mitad del siglo XX llegaron con la industria petrolera y se basan en la herencia de la modernidad islámica aparecida en El Cairo, Beirut y Estambul a finales siglo XIX reivindicando que la razón y la justicia son principios fundamentales del Islam. El autor cree que los cambios actuales pueden suponer una mayor libertad política que podrán mejorar la situación de las minorías musulmanas en Arabia Saudí.
Muy revelador a continuación Toby Matthiesen al explicar que la estigmatización de los chiíes cumple una importante función en el nacionalismo religioso; en momentos de crisis se hace uso de la amenaza chií para agrupar a la población en torno a la familia real. Y advierte respecto a los ataques del ISIS que reciben los chiíes: “ han empezado a organizar grupos vecinales de protección para proteger las mezquitas y las husainiyas de posibles ataques del Estado Islámico. Esos grupos han frustrado varios ataques  que obligaban a varios suicidas con explosivos a provocar su estallido, salvando así incontables vidas. Y aunque estos grupos defienden actualmente a las comunidades chiíes de ataques de terroristas yihadistas pueden, dado el caso, formar parte de un movimiento de resistencia más amplio.”
El fundamentalismo islámico aumenta en el país, Mansor Moaddel apunta, desde un punto de vista de la sociología de la religión, a la persistencia de la espiritualidad monolítica como la causa.
La complejidad saudí no es solo religiosa, si el país cuenta con 30.700.000 habitantes, el 32,7% de la población es extranjera; indios, pakistaníes e indonesios son las comunidades más numerosas, aunque entre los árabes destacan los egipcios, sirios, yemeníes y sudaneses.
Entre 2015 y 2016 ha habido más de seis ataques terroristas en tierra saudí, todos ellos reivindicados por el ISIS con destino a la minoría chií de la Provincia Oriental: “Mientras esta nueva oleada de terrorismo sectario permanezca confinado a áreas chiíes dentro de Arabia Saudí y no se desborde al plano general de la sociedad y las instituciones, parece que el régimen saudí podrá seguir conviviendo con este grado de conflicto de baja intensidad, tal como sólo se percibe entre la minoría chií. Por supuesto que tales ataques socavan la credibilidad del régimen y su capacidad de proteger a sus propias minorías, pero puede que el régimen se avenga a aceptar esta realidad mientras se considere a salvo. Ello nos lleva a pensar de Arabia Saudí y terrorismo como enemigos renuentes.” Concluye Madawi al Rasheed.
J.F Seznec profundiza en la necesidad de modernizar y diversificar una economía tan dependiente del petróleo, cambios que se están dando forzadamente por la caída del precio de los hidrocarburos, y de hecho las nuevas reformas anunciadas incluyen novedades tan importantes como la creación de un impuesto sobre el valor añadido o la minimización de muchos subsidios destinados a convertir un Estado rentista en uno moderno, o lo que es lo mismo, que el Estado dependa de los ciudadanos y no al revés.
De los seis miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, los saudíes son los más poderosos, de hecho para evitar el desequilibrio de su hegemonía, el CCG se presenta como una entidad que aspira a proteger a sus miembros de las amenazas de los conflictos regionales; pero lo cierto es que países como Bahréin depende por completo del apoyo saudí, con los Emiratos Árabes Unidos son estrechas, con Qatar van mejorando y con Kuwait y Omán son distantes como apunta Kristian Coates.
Irán y los conflictos regionales de Siria y Yemen los trata Rodger Shanahan que muy interesante apunta hacia más elementos geopolíticos que sectarios como diferencia con lo que sucediera después de la revolución jomeinista de 1979.
“En los dos escenarios en que los países despliegan su guerra por poderes, Yemen y Siria, los resultados servirán poco para modificar el statu quo. En Yemen, Irán no ha sido nunca más que un aliado silencioso del movimiento huti sin ninguna esperanza realista de influencia verdadera, y el resultado del conflicto yemení no supondrá nada para cambiar esto. La importancia estratégica de Siria para Irán, en cambio, ha sido evidente en la sangre y el dinero invertidos en el país, y es improbable que cualquier consecuencia política en el área sea opuesta a los intereses de Teherán.”
Más pesimista es Rami G.Khouri que ve verdaderas amenazas internas y externas para el Estado saudí que apunta a la política exterior regional del reino como prioridad en lugar de confiar en los EEUU para esta tarea y cree que la confrontación Riad-Teherán mantendrá durante los próximos años la inestabilidad en la región, lo cual se complementa con los mínimos en la relación de EEUU y los saudíes que marca K.Weisbrode, “Arabia Saudí no solo compra armas y otros productos a Estados Unidos, sino que goza de la garantía de que el petróleo transitará libremente a través del Golfo Pérsico.” La relación es tibia pero estable.
Como es habitual este Vanguardia Dossier añade las secciones de libros, viajes, literatura y los gráficos y añadidos que lo hacen tan agradable además de interesante.

Parece poco probable que un plan tan ambicioso como el que se ha anunciado desde Arabia Saudí se pueda llevar a cabo, pero cambios y reformas habrá porque en ello va la supervivencia del reino saudí tal y como lo conocemos; desde que EEUU priorizó geopolíticamente al Pacífico frente a Oriente Medio la región juega sus propios juegos  y potencias regionales como Turquía y Rusia entran en ellos con fuerza.
La región es un polvorín pero su efecto sobre el resto del mundo es ahora mucho menor, y ahí está la diferencia con el tiempo anterior y la incertidumbre para el futuro.