No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

martes, 9 de septiembre de 2014

1714 Cataluña en la España del siglo XVIII de VVAA, y, la Diada de la frustración.


Fruto de las jornadas La nueva España borbónica y los comienzos de la centralización, y ampliados posteriormente, surgen los dieciocho textos de diversos autores que aparecen en este 1714 Cataluña en la España del siglo XVIII (Ed. Cátedra).
Y no puede ser más oportuna su aparición en plena ebullición de la sentimentalidad que se ha generado desde el nacionalismo catalán en torno al tricentenario de la toma de Barcelona por las tropas borbónicas  la noche del 11 de septiembre de 1714 tras el abandono que los austracistas partidarios de Carlos VI en la Guerra de Sucesión harían de la defensa de los territorios que por ellos habían tomado partido. Ciertamente la victoria borbónica venía después de una larga guerra en el marco europeo donde ya antes de ella, en 1697, Barcelona sufrió sitio de los franceses, y durante la Guerra en 1704, 1705 y 1706, por austracistas y borbónicos, lo que aumentaría la carga sentimental de un 1714 convertido el año decisivo en el imaginario nacionalista y una de las vías por las que este se manifiesta anualmente en la Diada del 11 de septiembre, en los últimos años dirigido y espoleado por el entramado institucional que desde la Generalitat controlaba el Gobierno de Artur Mas y las organizaciones satélites al por ellos denominado como “proceso soberanista”. Es por ello que la historia ha sido clave en las celebraciones del tricentenario, algunas patrocinadas y coorganizadas por la Generalitat de Catalunya como España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014) con presentaciones tan interpretativas y parciales de la historia como la que presentaba la solapa del folleto de presentación: “… desde el siglo XVIII hasta nuestros días, las consecuencias que ha tenido para el país la acción política, casi siempre de carácter represivo, del Estado español en relación a Cataluña(…) Los diversos ponentes analizarán las condiciones de opresión nacional que ha sufrido el pueblo catalán a lo largo de estos siglos…”. Si bien en su día la comunidad de historiadores no vinculada al nacionalismo catalán puso el grito en el cielo por la ocurrencia, J. H. Elliot por ejemplo: “No merece la pena hablar. Con ese título (España contra Cataluña) ya sé que no me interesa. Es muy poco histórico y no tiene rigor alguno. Es un disparate.”
En este 1714, Francesc de Carreras, del que podrán encontrar en El Polemista amplia reseña de su reciente Paciencia e independencia (http://elpolemista.blogspot.com.es/2014/04/paciencia-e-independencia-de-francesc.html ), realiza una reflexión al hilo de aquellas jornadas donde algunas ponencias eran “L’apoteosi del’ espoli: segle XXI”; “Contra l’ánima de un poble: la repressió cultural”; “Destruir la llengua, destruir la nació”…para contestar a Josep Fontana, autor de la conferencia inaugural, y que aunque menos “militante” que los demás ponentes dejó claro que el ruido nacionalista puede incluso dejar en evidencia a historiadores del recorrido de Fontana, esta vez muy lejos de Hobsbawm y muy al servicio de las élites nacionalistas. La comparación que realiza Carreras entre las tesis de Fontana y las de Vicens Vives, es muy oportuna, subrayando los tópicos en el discurso del primero que concluyen en una evocadora conciencia catalana preexistente siempre en guardia. Su capítulo, al final del libro, también tendrá como exponentes del carácter del actual nacionalismo catalán y su vocación manipuladora la inauguración del Centro Cultural de El Born como centro de la memoria de los supuestos agravios perpetrados por España, o el informe del siempre pomposo Consell Assessor per a la Transició Nacional (CATN), “La consulta sobre el futuro político de Catalunya” destinado a legitimar el derecho de autodeterminación de Cataluña manipulado una vez más bajo el eufemismo “derecho a decidir”. Por cierto, dado que en este blog se ha tratado en numerosas ocasiones cuestiones relacionadas con el encaje territorial y la historia de Cataluña, siempre con simpatía y afecto, hay numerosas reseñas al respecto, solo dos críticas en su día: la del ex honorable Jordi Pujol, el grotesco Residuals o independents: http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/09/residuals-o-independents-de-jordi-pujol_08.html y la del miembro del citado CATN Germà Bel en indisimulado arribismo y codificando el argumentario de lo que podríamos llamar “masismo”( por Artur Mas), Anatomía de un desencuentro con comentarios desaprobatorios del autor: http://elpolemista.blogspot.com.es/2013/11/anatomia-de-un-desencuentro-o-anatomia.html#comment-form
Concluye Francesc de Carreras que la manipulación de la historia de Cataluña que realiza el nacionalismo presentaría como rasgos esenciales, el originalismo, el origen de Cataluña estaría en el imperio carolingio y no en romanos o visigodos como los españoles, el victimismo, de un lado víctima aunque de otro se resiste siempre a serlo, el diferencialismo, frente a la Cataluña burguesa, industrial posteriormente, pactista y democrática más tarde y de lengua propia, la España a la que gustan llamar Castilla primero feudal, agrícola, absolutista despótica, y de lengua castellana.
Pero además de Carreras, este 1714 Cataluña en la España del siglo XVIII que lo cierra tras él Andrea Donofrio y su repaso a lo publicado sobre Cataluña en los últimos cuatro años donde no han faltado publicaciones “marcadamente españolistas, que pecan de arrogancia y superficialidad” además de los que desde la manipulación y “la falacia del planteamiento, la superficialidad a la hora de enfrentarse al tema económico –empezando por los costes de la independencia- y la agresividad verbal de una parte del discurso catalanista, libros por cierto que en muchas ocasiones han contado con financiación pública, subvenciones, ayudas, promoción… y es que, añado yo, el entramado de CATN, Wilson, ANC… y demás “aparataje soberanista” también ha sido una fuente de gasto público que ha lucrado a más de uno.
1717 está dividido en tres partes para abarcar todos los ángulos de la cuestión: la primera, dedicada a La guerra de sucesión y la centralización borbónica, cuenta con una amplia aportación a cargo de Luis Ribot, David García Hernán, Rosa Mª Alabrús Iglesias, Mª Victoria López-Cordón Cortezo, Enrique Orduña Rebollo, Francisco Andújar Castillo y Ricardo García Cárcel y su visión poliédrica de la Guerra de Sucesión, la pionera respecto a las varias guerras sucesorias que se produjeron en la Europa del siglo XVII, “pero sobre todo fue la primera guerra mundial y la primera guerra civil que afectó a todos los españoles” y “donde los territorios de la monarquía española fueron valor de uso y cambio para las potencias internacionales.” Una guerra con condición de guerra nacional interterritorial española que enfrenta a la mayor parte de la Corona de Aragón con la mayor parte de la Corona de Castilla, pero ni toda Castilla era borbónica, ni todo Aragón austracista. Cervera, Berga, Manlleu, Ripoll, Centelles… fueron siempre borbónicas además de las constantes fluctuaciones de otros territorios, como Granada, Murcia, Santander o La Coruña tuvieron notables focos austracistas, lo que constata la pluralidad de ambos bandos.
Y también fue una guerra mediática que supuso el despegue de la opinión pública en toda Europa, como tampoco se debe desdeñar el papel de guerra religiosa donde los borbónicos sostuvieron con vehemencia que los austracistas compartían causa con herejes, mientras estos se proclamaban defensores de la tradición  y rigurosa ortodoxia frente a Francia, cuestión importante porque también supuso la división del clero y de las órdenes religiosas. Por último García Cárcel incide en el enorme desgaste que produjo grandes pérdidas humanas y materiales en toda Europa, y en España especialmente políticos y económicos. ¿La Nueva Planta representa el triunfo de la modernidad frente al lastre de una tradición inviable en 1700 que hacía ingobernable el sistema o por el contrario supuso la imposibilidad de culminar el desarrollo evolutivo de algunos territorios como Cataluña? La respuesta del autor es plural y abierta, también lo es en las cuestiones económicas, culturales y lingüísticas.
La segunda parte de 1714 Cataluña en la España del siglo XVIII lleva por título La monarquía borbónica y la España ilustrada, cuestión que tratan Antonio Morales Moya, Joaquín Álvarez Barrientos, Manuel Peña Díaz, y permítanme que destaque el estudio sobre el ejército y la administración del siglo XVIII español que realiza Blanco Baldés y de donde podemos extraer que el ejército borbónico era un ejército real y que dado el papel que estaba llamado a ocupar tras el establecimiento de una nueva dinastía, era también un ejército estamental, lo que hacía que los militares, además de tener privilegios y exenciones, gozaban de una jurisdicción independiente, lo que hay que situar en el Antiguo Régimen basado en la idea central de privilegio y de la discriminación social institucionalizada como elemento definidor de la propia sociedad. Fueros, desafueros, capitanías generales, gobernadores militares, autoridades civiles…, quiero llegar en este contexto de permanente riesgo de conflicto donde la última palabra la tenía o el poder civil o el ejército a una interesante conclusión aplicable por sus efectos un siglo después:
“Se iniciaba así una dinámica histórica que en el nuevo siglo no haría otra cosa que incrementarse, hasta llegar a convertirse en uno de los grandes problemas de nuestro Estado liberal”.
Igualmente, en esta segunda parte del libro, un inciso en la política económica y social de los Borbones en el siglo XVIII que trata Gabriel Tortella, sin duda uno de los momentos más brillantes de este 1714:
“El despotismo ilustrado intentó adaptar el absolutismo a la nueva situación creada en Europa –y en el mundo- tras la Revolución inglesa del siglo XVII. Se trataba de prevenir el desarrollo del parlamentarismo y la puesta en cuestión de la monarquía absoluta por medio de reformas que mejoraran el nivel de vida popular y la libertad de las clases más altas. El ensayo a la larga fracasó con el estallido en 1789 de la primera gran revolución mundial, cuya primera chispa fue la francesa. España no fue ninguna excepción: las reformas de Carlos III y de sus predecesores, bienintencionadas y en gran parte acertadas, resultaron insuficientes para detener el vendaval que se desató allende los Pirineos justo a la muerte del monarca.” Este es el contexto, y el fracaso del programa ilustrado español en la reforma de la Hacienda, una lástima para el autor porque había acertado Felipe V en la aplicación de medidas para el conjunto del Reino de Aragón, especialmente el Catastro de Cataluña, no así en Castilla, donde se mantuvo un sistema fiscal petrificado e insuficiente dependiente de las remesas americanas. Las guerras internacionales, al multiplicar los gastos e interrumpir esas remesas, provocaron la crisis financiera y la caída del antiguo régimen español. Aun así: “no fueron las ideas lo que falló: fueron las realizaciones. El Antiguo Régimen  no podía reformarse a sí mismo con la profundidad necesaria. Su fracaso en toda Europa lo demuestra.” Perdón por la extensión de la cita pero he creído necesaria la contextualización del periodo.
La tercera y última parte del libro, además de las ya citadas aportaciones de Francesc de Carreras y Andrea Donofrio, presenta el durísimo alegato de Enric Ucelay-Da Cal  contra el nacionalismo como mentira mágica, hueca y vacía, a Demetrio Castro y los primeros borbones, Juan Francisco Fuentes Aragonés, y a Clemente Polo analizando las consecuencias de la independencia sobre la economía catalana: “… la causa principal de su éxito [de Cataluña] durante los últimos tres siglos radica en haber contado con un mercado inicialmente diez veces mayor que el suyo donde pudo colocar sus manufacturas y productos industriales a partir de 1714, así como poder intensificar progresivamente el comercio con las colonias americanas hasta la abolición de la centralización del tráfico en 1765 y 1778. Fue gracias al mercado español, protegido por aranceles, como Cataluña se convirtió en la segunda mitad del siglo XIX en la fábrica de España y la región más industrializada y próspera.”
La independencia catalana supondría, según Clemente Polo, no solo la obvia salida de la UE y la Eurozona con sus consecuencias sobre exportaciones, flujos turísticos, sistema financiero o movimientos de capital, es que la caída de exportaciones al resto de España caerían un 50% con el efecto consiguiente sobre la producción, el valor añadido, el empleo y la recaudación en Cataluña.
Tampoco son ciertas las tesis del inflado déficit fiscal catalán y el supuesto “maná” del dividendo fiscal de la independencia, como las dificultades de disolver una sociedad mantenida durante los últimos 300 años, el reparto equitativo de los activos de Estado en Cataluña (infraestructuras), pasivos acumulados (deuda pública), fracciones de elementos como las pensiones, la salida masiva de capitales y bienes de españoles en esa supuesta Cataluña independiente… y en suma, toda una enmienda a la totalidad al mensaje milagrero e irresponsable que solo con suposiciones y anuncio de grandes ventajas descalifican como catastrofista a todo aquel que incide en la evidencia: la independencia de Cataluña, inviable en lo democrático, lo es también en lo económico si esta quiere mantener niveles de vida equiparables a los actuales.

La edición, discreta, da cobertura a un libro de un enorme interés por su amplitud temática y las enormes posibilidades para el lector que podrá trazar una línea argumental en casi todos los campos para hilvanar a Cataluña en España desde 1714 hasta nuestros días. En tiempo de ruido, toda reflexión es necesaria, este 1714 Cataluña en la España del siglo XVIII ocupará un lugar destacado en la bibliografía a conservar del mal llamado “proceso soberanista” que comenzaba cuando Artur Mas, en 2012 y sostenido en el Govern de la Generalitat por el Partido Popular, entraba en La Moncloa pidiendo el ya olvidado “pacte fiscal”, y salía pidiendo la “independència”.

Escribo estas líneas a pocas horas de la celebración de la Diada del tricentenario, sin duda la más intensa vivida en los últimos años, y la tercera desde que en 2012 esta celebración se convirtiera en la exaltación del movimiento controlado y dirigido por la Generalitat de Artur Mas y su entramado al que sin duda también se han adherido sectores populares no influidos por el clima de totalismo nacionalista que ha imperado en la Cataluña reciente; desde el control absoluto de los medios de comunicación a la invasión absoluta del espacio público, la clasificación de catalanes entre nacionalistas y “españolistas” y el intento de marginación de los segundos, la imposición de un discurso que engloba todos los aspectos, desde el político al histórico, pasando por todos los ámbitos culturales o del día a día. Para ello ha sido necesaria la inversión masiva en organizaciones movilizadoras o simplemente capaces de dotar de justificación al régimen, como el citado Consell Assessor per a la Transició Nacional (CATN), Col·lectiu Wilson… o casos más graves como la ANC, verdadera organización “paracivil” destinada a dar cobertura fuera del sistema democrático a organizaciones o partidos que por otra parte se amparan en el régimen constitucional para operar en ambas esferas.
En fin, he titulado esta reseña como la Diada de la frustración porque si bien el aparato nacionalista mantiene todos los elementos movilizadores necesarios el principal que le dota de poder para ello, el institucional, está a punto de desaparecer como instrumento de canalización de todo lo que hoy podemos definir como herencia del “pujolismo”, el periodo histórico que durante décadas ha conformado el régimen donde todo esto ha sido posible y del que ha formado parte la práctica totalidad del espectro político catalán, incluida la participación de la trama de corrupción institucional mayor y de más gravedad de la historia democrática española donde el latrocinio generalizado y cuando menos tolerado desde dentro y fuera de Cataluña ha sido, y sigue siendo, la seña de identidad de aquello a lo que he llamado el pujolismo y de lo que Artur Mas no es más que su última y ya decadente secuela que se encamina a un proceso similar al que en su día vivió el fracasado Plan Ibarretxe del nacionalismo vasco.
No obstante, y asistiendo a la descomposición del moribundo “proceso soberanista”, es necesario, más que nunca, poner en relieve la falacia que se esconde en la asimilación del catalanismo y el nacionalismo catalán, y mucho más entre cualquiera de sus ideologías mayoritarias o no con la misma Cataluña, que sin duda además de la diada de la frustración va a vivir la de su división, y la de la calamidad de verse mermada en su influencia para lo que parece serán tiempos nuevos.
Y esperemos, que los rincones más oscuros del nacionalismo periférico en España, no hayan sido capaces de despertar al nacionalismo español siempre tentado de la uniformidad y la imposición de modelos únicos.

RESEÑAS RELACIONADAS POR TEMA EN EL POLEMISTA:

Paciencia e Independencia de Francesc de Carreras, y, “avui paciencia, demà independencia”.
http://elpolemista.blogspot.com.es/2014/04/paciencia-e-independencia-de-francesc.html

Anatomía de un desencuentro o Anatomia d’un desengany de Germà Bel, y los números de Artur Mas.
http://elpolemista.blogspot.com.es/2013/11/anatomia-de-un-desencuentro-o-anatomia.html

Residuals o independents? de Jordi Pujol, y la desafección calculada.
http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/09/residuals-o-independents-de-jordi-pujol_08.html

Catalunya, España. Encuentros y desencuentros de José Enrique Ruiz-Domènec, y la desafección creciente.
http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/04/catalunya-espana-encuentros-y.html

La España de los otros españoles de Carles Bonet y el encaje de Cataluña en España.
http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/02/la-espana-de-los-otros-espanoles-de.html

Cataluña ante España de Albert Balcells, y la necesidad de diálogo entre Cataluña y el resto de España.
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España, capital París de Germá Bel y el debate autonómico
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La Catalunya Soviètica de Ramon Breu y la fascinación revolucionaria de 1917.
http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/12/la-catalunya-sovietica-de-ramon-breu-y_1054.html

Burgesos imperfectes de Jordi Gràcia, y, la defensa de la disidencia intelectual.
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Breve historia de los nacionalismos europeos de Javier López Facal, y, “los nacionalismos son como el olor corporal; uno no percibe el propio, sino solo el ajeno”.
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El nacionalismo ¡vaya timo! de Roberto Augusto, y la trampa nacionalista.
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La mort de Bèlgica de Marc Gafarot, y en busca de Cataluñistán
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Belgistán de Jacobo de Regoyos, y el nacionalismo que viene.
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Noves glòries a Espanya de Vicent Flor, y, ¿es anticatalana la identidad valenciana?
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Historia mínima de España de Juan Pablo Fusi, y la historia como proceso.
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Historia mínima del País Vasco de Jon Juaristi, una respuesta intelectual al mito nacionalista.
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La nación inventada de Arsenio e Ignacio Escolar, y los mitos nacionales.
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Allí donde ETA asesinó de Willy Uribe, y la búsqueda de la libertad cotidiana en Euskadi.
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Los fascismos españoles de Joan Maria Thomàs, El ocaso de la verdad coordinado por Antonio C. Moreno Cantano, y la particular historia del fascismo español.
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lunes, 1 de septiembre de 2014

La cocina de La Moncloa de Julio González de Buitrago, y, en torno a los gustos presidenciales.


Rara vez un libro escrito por quien ha ostentado un “cargo” culinario de poder tiene un carácter tan humilde y carente de toda pompa como este La cocina de la Moncloa (Ed. Espasa). Y es que en efecto, combinando las vivencias propias, y las que se producían a su alrededor, y enriqueciéndolas con un recetario basado en ellas, Julio González de Buitrago va desgranando un cuadro donde entre historias y anécdotas el lector va a sacar alguna información sobre el carácter y las relaciones personales, políticas y familiares de los habitantes del edificio presidencial durante treinta y dos años.
El cocinero comienza narrando sus orígenes humildes y manchegos y lo ilustra con la receta de arrope de calabaza, en toda una declaración de intenciones cuando en este libro aparecen unas setenta recetas, y no se crean, la sencillez y el buen gusto de las mismas también pueden sorprender.
Pero sin duda el aspecto que más interés suscitará de este libro es el de las costumbres alimenticias de las diferentes familias presidenciales:
Los Suárez ya estaban instalados en La Moncloa en 1979 cuando Julio González de Buitrago comienza su trabajo de cocinero en ella. Los califica como muy afectuosos, Amparo Illana, la esposa de Adolfo Suárez, aparece como cariñosa con el personal y atenta a la alimentación, escasa, del Presidente. Las comidas, las normales en cualquier familia de entonces, patatas con carne o con bacalao, lentejas, cocido madrileño, salvo Amparo que era más dada al pescado y al marisco. Una anécdota de aquel periodo de frecuentes visitas del Rey Juan Carlos:
“Su Majestad el Rey quería comer un par de huevos fritos con patatas y vino peleón (…) Regresé a la cocina espantado, porque ¿saben cuál era mi preocupación? No tenía ni idea de si en nuestras bodegas encontraría el dichoso vino peleón”.
Si el recuerdo de los Suárez es afectuoso, no lo es menos el de los Calvo Sotelo y sus ocho hijos. Pilar, la esposa de Leopoldo Calvo Sotelo, se ocupó personalmente de la cocina, de las compras y del jardín. Manteniendo en todo momento la total complicidad con el cocinero. El steak tartar, los arenques alemanes, las pastas y el osobuco aparecen aquí como las preferencias de la familia presidencial, e insisto, el lector podrá disfrutar de estas recetas, y es que este La cocina de la Moncloa, pasa de la cocina más familiar a los menús más protocolarios sin ningún problema.
En 1982 Francia apoyaba el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea y la visita oficial del François Mitterrand se convertía en todo un acontecimiento:
“En aquella ocasión el menú se compuso de ajoblanco con uvas moscatel, merluza en salsa verde con almejas de carril y langostinos, rosbif de solomillo castellano y queso de Burgos con jalea de membrillo. Lo que recuerdo con toda claridad es que el Presidente de República francesa quedó impresionado por el ajoblanco. Tanto es así, que tuve que escribir la receta a toda prisa en el primer papel que encontré para que se la llevara guardada en el bolsillo, como uno de los recuerdos más preciados de su estancia en España”.
Los cambios con la llegada de Felipe González y su familia no solo afectaron al propio edificio que necesitaba reformas; se trataba de un matrimonio mucho más joven, progresista y de origen trabajador, y Carmen Romero una mujer “dinámica y moderna  que pretendía salir a trabajar todos los días”, no pedía nada en especial y daba “poca guerra” para comer. Y para sorpresa del personal, sería el propio Presidente el que se haría cargo de algunas cuestiones domésticas y se dejaría ver con frecuencia en los fogones compartiendo tapa de jamón y vino con los cocineros mientras el cocinaba. Comía abundantemente en sus tres comidas, prefería en los aperitivos el jamón y el lomo, vino de Rioja, y sus platos favoritos serían el rabo de toro estofado y el marmitako de bonito.
Antes de su afición conocida por los bonsái, cultivó un pequeño huerto en La Moncloa que recogía él mismo.
La adaptación de la famosa “bodeguilla” en sala de reuniones personales tiene su espacio en este capítulo, pero sin duda la visita de Helmut Kohl en 1984 deja la anécdota más curiosa en la cena a dos en la citada bodeguilla:
“Tomaron abundantes aperitivos, angulas, que le encantaban al alemán, almejas y cocochas. Después, paletillas de cordero y de postre, leche frita(…) la primera vez que Kohl cenó en La Moncloa, el Presidente se enteró de que, al salir, el coche oficial lo había llevado a Casa Labra a comer un cocido. González aseguró que aquello nunca volvería a pasar.”
Pero no es la única, la visita de la Reina de Inglaterra deja una extravagancia como esta:
“Algunos de los agentes de seguridad de la reina inglesa nos contaron que sus perros corgis comían solomillo de ternera y pechuga de pollo cocinados por un chef y servidos por un camarero real. Pero los canes no osaban tocar las viandas hasta que la propia Reina añadía la salsa a la comida. Entonces, ella, y solo ella, daba la orden para que empezaran a comer”.
La dificultad de atender al Presidente de Israel, Jaim Herzog, que a pesar de la visita relámpago que realizó a Madrid provocó incluso la incomodidad de tener que realizar la comida supervisada al detalle por el hijo de un rabino de Madrid y la cocinera de la casa judía es otra de las historias que cuenta Julio González de Buitrago, que también guarda un muy entrañable recuerdo de la familia González al completo.
Ya empezó mal la entrada de los Aznar en La Moncloa, que obligaron a todo el personal a formar en el hall del palacio con el administrador como maestro de ceremonias presentando uno a uno con nombre y ocupación, en una práctica inédita hasta entonces.
De inmediato Ana Botella dejó claro que las comidas debían ser variadas, su preferencia por los arroces y el churrasco y que había una regla sagrada: el Presidente tomaría todos los días helado de café de la marca Häagen-Dazs para lo que inmediatamente salió el coche de incidencias camino de El Corte Inglés para proveerse de él. Así, ocurriría la anécdota más delirante y muy definitoria de la mentalidad de José María Aznar, su protagonista, esta sucedió en las Fincas de Patrimonio Nacional de Jaén cuando accidentalmente se quedaron sin helado:
“Al conductor se le encargó la misión de encontrar el dichoso postre, costara lo que costara, pero por desgracia, después de recorrer Jaén y sus alrededores, no dio con un solo establecimiento que lo tuviera. Se vendían de otros sabores, pero no de café. Estresado y abatido, regresó el chofer con las manos vacías y, cuando se le comunicó al presidente la noticia, dijo: “¡Joder, vaya desastre!” Les aseguro que el tema se convirtió en tema de estado, de tal manera que, en alguna ocasión, el helado llegó a enviarse desde Madrid por avión para evitar sobresaltos.”
Aznar también era feliz con los huevos fritos con chistorra, aunque nunca tomaba patatas fritas, entre sus guarniciones favoritas estaban las berenjenas, los pimientos de Padrón, y era aficionado igualmente a los fideos chinos con corona de gambas muy picante, era muy aficionado a este sabor.
Ana Botella, la esposa de José María Aznar y actualmente designada como alcaldesa de Madrid por Alberto Ruiz Gallardón también generó algún problema: su lentitud en la decisión en los menús generaba estragos a la hora de comprar a las doce de la mañana y tener la comida lista a las dos, además de como cuenta Julio González de Buitrago en este La cocina de la Moncloa, no hubo ni un solo día en el que se sintiera satisfecha con la comida. Desconfiada con todos y de todos, su ignorancia culinaria también generó algunos problemas, las tortillas las exigía en términos contradictorios “crujientes pero poco hechas” y sus protestas eran habituales.
Uno de los momentos estelares del periodo lo protagonizó Vladimir Putin con Aznar:
“…durante el almuerzo quedó demostrado que entre los dos había surgido la química y escucharon con claridad y repetidamente las risas y carcajadas del presidente español” Con vinos de Rioja y Bierzo, comieron Guisantes tiernos con huevos escalfados  y tacos de bacalao fritos, Carré de ternera de Ávila asada en su jugo y tarta de ciruelas pasas con natillas.
José María Aznar jamás llegó a bajar a la cocina en los ocho años de mandato, y sin duda el cocinero de quien mejor recuerdo conserva de aquella familia es de Ana Aznar Botella.
En 2004 llega José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa. Su esposa, Sonsoles Espinosa no quería en su dieta diaria ni natas, ni dulces, ni fritos. Los 365 días del año verduras y ensalada, además de absoluta preferencia del pescado sobre la carne. Ello valía para toda la familia, Zapatero cuidaba mucho su alimentación y sus hijas estaban a dieta permanente. Julio González de Buitrago cree en este sentido que el Presidente se sometía a su esposa, aunque teniendo ocasión y no estando ella presente era capaz de pedir un rabo de toro. No tomaba vino, ocasionalmente cerveza Coronita y el resto agua y de manera permanente almendras fritas, a cualquier hora. Parece ser que aunque no le interesaba la cocina, él y su mujer se mostraban muy cercanos al personal de La Moncloa. Eran de actos, copas e invitados los menos posibles.
En febrero de 2011, en plena crisis, llega a Madrid Ángela Merkel:
“Entre los invitados, además de los miembros de los gabinetes ministeriales, habría altos directivos de empresas españolas, dirigentes sindicales y patronales, y responsables de las confederaciones de cajas de ahorros (…) Los cuatrocientos periodistas acreditados comenzaban a recoger sus bártulos, mientras comentaban la anécdota del día: por un fallo en el ceremonial, nadie había estado presente en el aeropuerto de Barajas para recibir a Merkel y a su séquito. Se había adelantado sobre el horario previsto y se vio obligada a esperar a los anfitriones.”
Julio González de Buitrago tenía ya la fecha de su jubilación, pero por petición expresa del presidente Zapatero esperó al final del mandato de este.
Algunas indicaciones sobre copas, vinos, vacaciones… para cerrar este La cocina de La Moncloa, un libro del que se puede extraer muchas más conclusiones, políticas, históricas y culinarias de lo que parece, y que sin duda gustará a la práctica totalidad de sus lectores además de las sesenta recetas que recogen momentos muy concretos en la vida de su autor, de lo vivido en La Moncloa y de sus habitantes.

Lamentar la edición de Espasa, este libro merecía mejor y mayor prólogo, y algo más que un simple índice general y otro de recetas, una auténtica lástima.

Diferentes libros sobre cocina, gastronomía o alimentación se han tratado en El Polemista desde diferentes prismas y temáticas:

200 años de cocina de Isabel González Turmo, y, la gastronomía desde la antropología:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2013/09/200-anos-de-cocina-de-isabel-gonzalez.html

Lo que nos enseñan los sabios gastrónomos de Ismael Díaz Yubero, Recetas para un mundo mejor de Grandes Chefs, y, erudición y solidaridad con buen gusto:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2014/01/lo-que-nos-ensenan-los-sabios.html

Alimentos bajo sospecha de Gustavo Duch y las alternativas al modelo alimentario y No vamos a tragar de Gustavo Duch:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/12/alimentos-bajo-sospecha-de-gustavo-duch.HTML
http://elpolemista.blogspot.com.es/2014/06/no-vamos-tragar-de-gustavo-duch-el.html

Despilfarro de Tristram Stuart:http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/09/despilfarro-de-tristram-stuart-manual.HTML

Comer animales de J. Safran, Los productos naturales ¡Vaya timo! De J.M Mulet, Lo que hay que tragar de G. Duch, y, ¿Pensamos lo que comemos?:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/06/comer-animales-de-j-safran-los.HTML

ÍNDICE COMPLETO DE EL POLEMISTA HASTA SEPTIEMBRE DE 2014:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2014/07/indice-completo-de-el-polemista-hasta.html