No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

viernes, 15 de enero de 2016

Tierra negra de Timothy Snyder, y el Holocausto en el mundo de Hitler.


Adolf Hitler: “La naturaleza no conoce fronteras políticas: sitúa formas de vida sobre el globo terrestre y las libera para que jueguen por hacerse con el poder.” Conclusión de Timothy Snider: “Dado que la política era naturaleza, y la naturaleza es lucha, el pensamiento político era imposible”.
El desarrollo de esta aplicación de la selección de especies darwinista llevada al extremo es magistralmente explicada en Tierra negra lo que garantiza que se convierta en un libro de referencia al respecto.
Y es que Hitler concebía una división de la especie humana en razas, pero su odio a los judíos proviene justamente de no ser para él una de ellas; mientras las razas obedecen a la naturaleza y compiten por el alimento y la tierra, los judíos obedecían a la extraña lógica de la “no naturaleza” aspirando a dominar el mundo inventando ideas generales  como la reciprocidad política que alejan a las razas de la lucha natural. Según Hitler, los seres humanos son animales y cualquier ejercicio de deliberación ética era en sí mismo un signo de corrupción judía. La ética como error, solo la fidelidad a la raza es moral y la masacre dota a la raza de armonía interna y unidad con la naturaleza.
“Toda actitud no racista era judía, según Hitler, y toda idea universal un mecanismo de dominio judío.  Tanto el capitalismo como el comunismo eran judíos. Su supuesto abrazo de la lucha no era más que una mera tapadera para el deseo judío de dominar el mundo. Toda idea abstracta de Estado también era judía (…) Si los Estados no eran impresionantes logros humanos, sino frágiles barreras que debían ser superadas por la naturaleza, se deducía que la ley era más bien particular que general, un artefacto de superioridad racial más que una vía de igualdad (…) La idea de un Estado que se atuviese a normas legales externas era una farsa maquinada para suprimir a los fuertes”.
Para Hitler las ideas no tenían orígenes históricos ni vínculos con la sucesión de acontecimientos, son mera creación de los judíos. Aunque él se viera marcado por las circunstancias que pudo vivir, su lectura también apunta a la derrota alemana en la I Guerra Mundial como demostración de algo corrupto, lo judío, estaba en toda la estructura del mundo: “los alemanes siempre vencerían si los judíos no se inmiscuían. Pero puesto que los judíos dominaban todo el planeta y habían penetrado con sus ideas las mentes de los alemanes, la lucha por el poder debía tomar dos formas. Una guerra de mera conquista, por muy abrumadoramente victoriosa que fuese, jamás bastaría. Además de matar de hambre a las razas inferiores y hacerse con sus tierras, de forma simultánea los alemanes tenían que derrotar a los judíos, cuyo poder global y universalismo insidioso socavarían cualquier próspera campaña racial.” En su condición de fuertes someter a los débiles, y en su calidad de débiles liberar a todas las razas de los judíos: estaba aunando las dos grandes fuerzas de la política mundial de su tiempo: colonialismo y anticolonialismo.
La eliminación tenía que ser integral, la caída del hombre tenía solución y el planeta tenía cura. Según el propio Hitler: “Un pueblo liberado de judíos retorna al orden natural de forma espontánea”.
Hitler elabora opiniones sobre la vida y el orden natural totales y circulares, da respuestas a la política como si fuera naturaleza, y viceversa, la razón y la argumentación se sustituye por conjuros, la idea totalizadora de la vida como lucha le permitía interpretarlo absolutamente todo. Y con la abolición del pensamiento político, con él desaparece igualmente el científico que deja de ser un proceso de hipótesis y experimentación para convertirse en una revelación consumada de la lucha racial a la que el hombre debía someterse. El papel del científico pues es ponerse a ese servicio, fabricar armamento, desarrollar las comunicaciones, mejorar la higiene… pero con un límite, su concepto de naturaleza. Los judíos, por el contrario para Hitler, fomentaban descubrimientos humanos destinados a la solidaridad humana, a salvar la especie, a cambiar la naturaleza, la ciencia universal así como la política universal no serían una promesa humana sino una amenaza judía: el Holocausto estaba servido, en su ecología el planeta había sido saqueado por la presencia de los judíos corruptores de la naturaleza y la solución pasaba por someterlos a una naturaleza purificada en la que no pudieran destruir más; primero pensó en Madagascar y Siberia, pero son lugares que no controlaría Alemania, no así gran parte de Europa que se transformaba en un “antijardín, un paisaje con trincheras”.
Para Hitler los norteamericanos eran admirables por cuanto habían sometido a los indígenas que anteriormente ocupaban el territorio e impuesto su civilización, la eliminación de los judíos soviéticos podía reproducir la “hazaña”, de ahí el mito judeobolchevique que unía lo local con lo planetario, el imperio racial alemán que traería políticas de erradicación judía.
No olvidemos que Tierra negra es un libro de historia magistral y que al mismo tiempo que hace aportaciones novedosas y originales sobre la cosmovisión hitleriana, y de hecho será lo que perdure de él, hace una excelente narración de la historia:
“El ataque alemán de la Unión Soviética significaba la destrucción de un aparato estatal, el nuevo aparato soviético, justo después de que los soviéticos hubiesen destruido otro conjunto de aparatos estatales, los de los Estados que habían sido independientes durante las décadas de 1920 y 1930. Una doble invasión de grandes potencias ya era lo bastante dramática de por sí, aunque no inaudita.
Una doble destrucción del Estado de este tipo sí era algo completamente nuevo.”
Y los alemanes aprendieron a explotar la experiencia de la ocupación soviética para alcanzar sus metas aún más radicales sacando partido de la política del mal mayor: “En la zona de la doble oscuridad, donde confluyeron la creatividad nazi y la precisión soviética, se encontraba el agujero negro.”
Y ahí donde el Estado había sido destruido comenzó el Holocausto en forma de campañas de ejecución masiva de judíos, en Polonia en cámaras de gas de deportaciones de guetos, o en los países bálticos y en la URSS ocupada en forma de balas y fosas. Es realmente impactante el relato y me alargaré en la cita:
“A veces los polacos de las zonas rurales denunciaban a los judíos ante la policía polaca en vez de ante los alemanes. Esto podía parecer menos terrible que hablar directamente con los asesinos extranjeros, aunque en el momento en que un policía polaco tenía conocimiento de ello, se convertía en el encargado directo de encontrar y entregar (o matar) a los judíos en cuestión (…) A veces eran los propios policías polacos quienes fusilaban a los judíos por motivos tan triviales como las molestias que ocasionaba desplazarse en coche de caballos hasta la gendarmería alemana más próxima. A veces entregaban a los judíos a los alemanes y entonces estos les ordenaban que los fusilasen ellos mismos (…) En estas condiciones, con la violencia privatizada y la población campesina movilizada, fueron muy pocos los judíos que sobrevivieron en las zonas rurales polacas”, casi siempre después de una denuncia, añade.
No fue así ni igual en otros Estados que no habían sido destruidos (conservaban ciudadanía, burocracia, política exterior…), desde los directamente nazis, Eslovaquia o Croacia (creados artificialmente para destruir otros Estados), los aliados por propia voluntad, Rumanía, Bulgaria, Italia y Hungría, o los ocupados por la fuerza, Francia, Países Bajos o Grecia: la historia de sus judíos confirma la conexión entre la soberanía y la supervivencia, la probabilidad de muerte dependía de la vigencia de las instituciones que garantizaban la soberanía del Estado y de la continuidad de la ciudadanía anterior a la guerra.
Por supuesto en la totalidad de los casos hubo excepciones, también Tierra negra de Timothy Snyder trata esa cuestión en quienes la condición de prójimo se pensaba como un carácter recíproco y tomaron las normas éticas y morales que tenían antes de la guerra al pie de la letra, toda una lección para quienes vivimos en tiempos de paz.
El autor termina advirtiendo de la posibilidad de futuros desastres comparables, África le preocupa en un dudoso planteamiento, pero me quedo con una frase:
“Compartimos el planeta de Hitler y varias de sus preocupaciones; hemos cambiado menos de lo que creemos; nos gusta nuestro espacio vital, fantaseamos con la destrucción de gobiernos, denigramos la ciencia, soñamos con una catástrofe. Si pensamos que somos víctimas de alguna conspiración planetaria, nos acercamos poco a poco a Hitler. Si creemos que el Holocausto fue el resultado de las características inherentes de los judíos, los alemanes, los polacos, los lituanos, los ucranianos o cualquier otro grupo, nos movemos en el mundo de Hitler”.


La edición de Galaxia Gutemberg no carece de ningún elemento para que un libro excepcional como este Tierra negra de Timothy Snyder sea un referente al respecto y repito, su tesis sobre la cosmovisión hitleriana es de extraordinaria importancia.