No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

miércoles, 18 de mayo de 2016

Acerca de la conquista árabe de Hispania de Felipe Maíllo Salgado, y, la invención mítica de la historia.


En la reseña anterior de El Polemista se trataba la invención de la identidad nacional a través de un libro como Dioses útiles de José Álvarez Junco (http://elpolemista.blogspot.com.es/2016/04/dioses-utiles-naciones-y-nacionalismos.html ), todo un resumen de su ya extenso e imprescindible trabajo en la cuestión, y aunque este de Felipe Maíllo Salgado no trata la misma cuestión sí se enmarca en un momento de revisión de las identidades y que en el caso de la izquierda española durante el siglo XIX y XX fundamentalmente se centraron en varios mitos que aún perduran: la tolerancia, la pluralidad y la convivencia pacífica de identidades en Al Andalus frente a la intransigencia católica, los ideales de libertad representados por los fueros y personalizada en los Comuneros frente a la imposición monárquica unidos para desmantelar el monopolio de la identidad nacional que pretendían los conservadores y que además explicaban los exilios liberales de aquellos años.
Y traigo todo esto porque Acerca de la conquista árabe en Hispania. Imprecisiones, equívocos y patrañas (Ed. Abada) va en la dirección de desmontar el mito: “La moderna fascinación por la España de las tres culturas y el sueño de la pacífica convivencia medieval –otro malentendido, puesto que el concepto de convivencia puede estar asociado, bien a un clima de relaciones en conflicto- no pasó de una problemática coexistencia.”
El lector se va a encontrar con un sorprendente prólogo que a más de uno le resultará que desmerece del resto del libro y resulta bastante inexplicable en un texto tan técnico y dedicado a un tema concreto como este en uno de sus grandes especialistas:
“Me molesta que a los ciudadanos de la comunidad nacional más antigua de Europa  se los haga víctimas de las deformaciones y los falseamientos del pasado; en el fondo estas prácticas encubren una forma de reacción. Pues no creo que haya algo más reaccionario que propugnar esos regionalismos ahistóricos y xenófobos, tan de moda hoy en España, en esa búsqueda del “hecho diferencial”, hijo de reivindicaciones románticas y míticas…” o sobre los musulmanes en la actualidad: “… buen número de los musulmanes no suelen entender la reciprocidad. Vienen a Europa y pueden entrar en nuestras iglesias sin ningún tipo de restricción, y, venido el caso, se les da dinero de los cristianos para que construyan sus mezquitas aquí; mientras que para un cristiano entrar en una mezquita, en Marruecos sin ir más lejos, resulta imposible, y no digamos procurarle dinero…” también hay reflexiones sobre el yihadismo y termina el prólogo con un refrán un tanto inquietante para todo emigrante: “Al país que fueres, haz lo que vieres.”
De forma crítica y siempre poniéndolas en cuestión por quienes fueron y a quien iban destinadas Maíllo Salgado analiza las fuentes narrativas de la conquista árabe de Hispania, de donde se obtienen conclusiones como los diferentes arreglos y componendas que los magnates o notables hispanos alcanzaron con los invasores y una de las más importantes del libro: “La conquista de la Península, cuando Musà y Tariq fueron obligados a marcharse de ella en 714, quedó incompleta. Aun así, se dio un asentamiento de musulmanes  en unos lugares y otros. En el cuadrante noroeste peninsular hubo, por lo general, una sumisión a distancia (…) dejó de estar controlado por los musulmanes desde más o menos mediados del siglo VIII – si es que, como digo, lo estuvo realmente alguna vez.”
Y es que a través de la toponimia que a veces se debe más a la divulgación de arabismos (tipo aldea, medina, zoco…) prestados por los cristianos que por dominación alguna, el autor refuerza sus tesis y concluye que los musulmanes de Al-Andalus, una vez que éste cuajó como entidad geopolítica diferenciada y reconocida se autolimitaron en sus conquistas, principalmente por su escasez demográfica, las características orográficas del territorio, por lo duro y belicoso del clima y de los habitantes de las regiones de la Meseta Norte y de la orla oceáno-cantábrica: “Ni pudieron conquistar toda la Península, pues siempre escaparía a su dominio un tercio; ni en época posterior, en el momento de su máximo poder, se metieron en tal aventura.”
El episodio de Covadonga, si existió o cualquiera que fuera su fecha, significó una rebelión contra tributos y arbitrariedades pactadas antes, las campañas militares con éxito de los primeros reyes astures fueron posibles y fructíferas gracias a las luchas entre árabes y bereberes a partir de 741; y la expansión auténtica se daría cuando la ocupación se producía en un sentido económico y demográfico, eso sí, siguiendo esquemas de la época visigoda simplificados por la fuerza de las circunstancias, ya Pelayo y los habitantes del reino astur eran visigodos. Asturias no fue así una sociedad indígena venida a más y tampoco necesitó el empuje mozárabe para tener una ideología de Estado y un programa de reconquista, hubo un trasvase decisivo de gentes meseteñas hacia esa área desde el siglo VIII. Ello no impidió que la cuenca del Duero durante mucho tiempo fuera una zona de correrías entre unos y otros.
El Sistema Central en aquella situación se convirtió en la verdadera frontera entre dos dominios, al sur Al-Andalus y al norte la tierra de cristianos y lo constatan cronistas y geógrafos de la época como una cadena de montañas; es una falsedad cartográfica pues representar la Península Ibérica en un color salvo el enclave asturiano, al menos el Sistema Central se ajustaría mejor a la línea fronteriza.
Este Acerca de la conquista árabe de Hispania al no ceñirse a cronología ni orden alguno dando grandes saltos y al mismo tiempo siendo un libro muy técnico para un público con conocimientos en el tema aunque por otra parte está escrito de forma amena y directa , puede desconcertar en algunos momentos porque en cualquier sitio aparecen datos y conclusiones de interés, y el estudio de la forma de vivir los bereberes de los que en muchos casos pone en duda su arabización es de un gran interés, especialmente cuando se refiere a los que habitaban en la Meseta Norte, y tras analizar también la antroponimia llega a la conclusión que los que hubiera serían pocos y rápidamente se cristianizaron y asimilaron.
Felipe Maíllo Salgado sentencia: “las características fisionómicas diferenciadoras de los magrebíes  con respecto a españoles y portugueses saltan a la vista (en general más oscuros que las gentes de la Península Ibérica, por la fuerte mezcla negroide desde antiguo, los griegos así lo vieron, por eso los denominaron con el término mavros, “negros”, de ahí el latino maurus y el español moro(…) Por tanto, el lugar común de la influencia racial mora sobre las gentes de la Península  se revela una patraña manifiesta, sobre todo en Andalucía.”
Y el desencuentro entre cristianos y musulmanes tiene su lógica, todas las ciencias en el mundo medieval estaban estrechamente vinculadas al medio étnico, lo que para el autor se traduce en la imposibilidad de encontrar bases comunes de diálogo lo que no impide que las élites pudieran intercambiar avances tecnológicos o ideas sofisticadas; en ese interés por la ciencia y la literatura la participación de judíos fue notabilísima, llegan en torno al 75% de las traducciones científicas. Pero el aprovechamiento técnico en ningún caso implica reconocimiento a valores morales o religiosos y el intercambio cultural no implica convivencia ni tolerancia.
¿Y de dónde viene este culto al mito de las tres culturas?:
“La cosa viene de lejos: en la Baja Edad Media el moro anulado políticamente en la casi totalidad de la Península y en el aspecto militar reducido al enclave de Granada, ya no significaba un peligro demasiado serio para los reinos cristianos, y empezó a verse mucho de lo arabo-islámico con otros ojos. La nobleza y después el pueblo gustó vestirse con ciertas prendas moras. En los romances fronterizos el moro se convierte en caballero de pro. Poco a poco, en los siglos XVII y XVIII, se le añade un componente extravagante que los románticos no harán más que acrecentar.”

La edición de Abada excelente, incluye notable bibliografía y anexo de mapas muy útil.


Acerca de la conquista árabe en Hispania. Imprecisiones, equívocos y patrañas de Felipe Maíllo Salgado se va a convertir en un referente en el tema, pero no descarto que también un libro sin el menor complejo pueda servir como argumentario de una islamofobia, o morofobia (“elemento muy consolidado en la psique nacional”) como diría el autor, no es lo mismo pero hoy todo es posible, que es un peligro real de nuestro tiempo y que un prólogo tan innecesario como inoportuno puede llevar al lector a no tomarse este libro como una excelente aunque caótica recolección de reflexiones con un gran valor.