El
presidente de los EEUU en horario estelar aparece para hablar a los
norteamericanos; es el momento de una institución que se legitima en momentos
como este, iré con ello más adelante.
Contextualiza: la amenaza Exterior es real, el yihadismo y Rusia “representan amenazas diferentes, pero comparten algo: desean aniquilar por completo a democracias vecinas". Hay solemnidad, “estamos en un punto de inflexión para varias décadas”. EEUU es la “nación esencial”, debe enfrentarse al reto y en este momento decisivo el mensaje presidencial reclama su emergencia, incluso para intervenir en una cuestión interna ante el momento de desconcierto, los Republicanos continúan sin un líder en la Cámara de Representantes donde tienen mayoría. Pide inversión para asumir los retos de Defensa, "es una inversión inteligente que pagará dividendos para la seguridad estadounidense durante generaciones".
La
actualidad supera la inmediatez y lanza un mensaje que la supera: "La
historia nos ha enseñado que, cuando los terroristas no pagan un precio por su
terror, cuando los dictadores no pagan el precio por su agresión, causan más
caos, muerte y destrucción (…) Por difícil que sea, no podemos renunciar a la
paz. No podemos renunciar a una solución de dos estados. Israel y los
palestinos merecen por igual vivir en seguridad, dignidad y paz".
Podríamos
seguir analizando el mensaje de Joe Biden, pero quiero llegar más lejos: la
propia esencia imperial de EEUU por tamaño e influencia hace de la política
Exterior su prioridad, pero también lo que da sentido a la institución
presidencial. De hecho está creada para ello. Las competencias en política
interior no le corresponden como autoridad, pero el país se crea y organiza en
función de una amenaza Exterior y bélica, ello hace que por encima de cualquier
rivalidad política Interior, diversidad territorial conflicto social o racial…
la figura presidencial logra una función consensuada y “superior”, de ahí que
sin enemigo exterior pierde su lógica. En realidad Joe Biden hubiera preferido un
mensaje más propio de la Guerra Fría donde el enemigo fuera superior, quizá una
alianza “controlable” de Rusia, Irán y sobre todo China, pero la actualidad,
mucho más visible y evidente marcaba la emergencia.
El
Presidente es perfectamente consciente de esa función estrecha y esencial hace
que su posición si no es predominante se traduzca en conflicto interno y
polarización, la amenaza Exterior la atenúa y unifica voluntades y adhesiones.
Se
acaba la Globalización, en esta las relaciones internacionales y sus
extensiones en forma de comunicaciones, migraciones, finanzas supranacionales…
y su contexto, cambio climático, tecnología… la figura que supera el ámbito
nacional de la gran potencia para regular y dominar la internacional pierde o
mitiga su sentido perdiendo así su poder de unificación en torno a él; la
amenaza Exterior es necesaria en ese contexto, repito, porque el sistema
norteamericano es una federación que nace bajo la amenaza exterior como
elemento existencial dado que lo hace en un marco de independencia. Es este un
problema fundacional de EEUU que no se planteaba desde el final de la II Guerra
Mundial en el que ha cumplido un papel de potencia dominante capaz de imponer
un orden mundial. Muchas voces renuncian a esta función y reclaman que la
defensa de la democracia no se haga como garantía de fuerza de esta (que cumple
Estados Unidos), pero ello debilita la posición presidencial. Joe Biden
comparece ante los norteamericanos en esas facetas, la de cargo electo a un año
de las elecciones, la de líder nacional que supera las divisiones y
enfrentamientos internos (volvemos a la división Republicana incapaz de normar
a la tercera autoridad del país) y como líder de la paz mundial. De ahí que la
comparecencia solemne desde el despacho oval tenga tanta trascendencia. Frente
al partidismo polarizador que divide, la autoridad presidencial que unifica.
El
momento de cambio histórico, en final de la Globalización supone un verdadero
tsunami a nivel tanto internacional como interno en EEUU que abre una nueva
etapa histórica. Respecto al momento actual todavía EEUU se presenta como
garante del orden democrático, pero justamente el momento que vivimos es el
final de esa lógica a poco menos de un año de una pugna electoral en la
potencia determinante al respecto.
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