Por fin llega la segunda vuelta de las elecciones argentinas y desde fuera el espectáculo es un absoluto delirio, pero es necesario ponerse en la piel de un país agotado y decepcionado con todo lo que ha conocido para pensárselo antes de juzgar la decisión que puedan tomar. Ese es el punto de partida que entiendo necesario desde el exterior.
Ciertamente no hace falta ser un experto
en ninguna ciencia social para atisbar la catástrofe que supone un personaje
imposible como Javier Milei al frente de un país que ya sabe que está a puertas
de una quiebra en toda regla y duda en si agarrarse a un peronismo transformado
-si cabe más que nunca- en un partido de Estado que puede gestionar los
desastres que tanto ha contribuido a generar o a un auténtico “psicópata”
social que asegura salvar a los pobres de sí mismos con una motosierra sobre
sus cabezas. De otra forma no se explica que un candidato que basa lo esencial
de su programa en algo empíricamente imposible como es la dolarización de
Argentina pueda sentir un completo desprecio por su votante hasta llegar a
humillarlo con sus excentricidades y hacer inevitable su voto. Pero tampoco nos
engañemos, la opción de Sergio Massa consiste en que la ciudadanía acepte su
destino de “perdedor” y se deje seguir siendo un espectador del desastre. Que
me perdonen mis queridos argentinos, pero que nadie los juzgue en la comodidad
de la distancia sin preguntarse qué haría uno en su lugar. Y es que a estas
alturas no creo que ninguno tenga ninguna duda a que su obsesión material máxima,
el Dólar, la moneda en la que calcula absolutamente todas las variables
materiales de su vida al margen de Peso, no puede ser la moneda de Argentina:
sencillamente no hay dólares suficientes para ello como primera premisa salvo
que se acepte el valor cero del país por la vía de la expropiación de facto, la
volatilización así de un mínimo del 10% del PIB
y hacer literalmente a las clases más desfavorecidas dependientes de la
caridad. Y todo ello sin Banco Central y con una vuelta atrás que condenaría al
país a posición de Estado fallido si cabe más endeudado, esos dólares que
no hay en Argentina tienen que llegar vía préstamo, lo que supone -hay
experiencias al respecto- privatizar las empresas públicas y obtener para los
pagos a través de la confiscación de depósitos. Pero, ¿y si consigue Milei
llegar a este trauma? Las consecuencias a día de hoy son imprevisibles porque
estas no se pueden definir sin un contexto internacional que ahora es
igualmente incierto. ¿Buscaría Argentina el abrazo de la decadente China como
parte indignada del Sur Global y vuelta atrás pero todavía más débil?
La propuesta de Sergio Massa es más
práctica: mostrar experiencia en la gestión negativa, ser un mal menor
especialmente para quienes necesitan más del Estado y seguir acumulando más
inflación y deuda estirando lo que pueda las reservas del BCRA manteniendo la
actividad productiva a cualquier precio. Esto a la espera de un milagro Exterior
por el cual la posición de Argentina sea esencial, por ejemplo en la Unión
Europea de cara a conflictos como Ucrania y otros conflictos que estarían por
venir o por lo menos la previsión de ellos. El sector agropecuario es clave
en ello. En esto también Milei tiene puestas sus esperanzas, de hecho calcula
que la dolarización reducirá la inflación a causa de la competencia en
los mercados internacionales ya que -de nuevo espera- que no haya restricciones
para las importaciones. Milei además tiene un plan B, la economía
bimonetaria en la que el Peso fuera desapareciendo paulatinamente.
Una vez más fantasmas como el FMI
amenazan, quizá para recortes brutales y políticas económicas liberales.
Porque de una forma u otra va a llegar, esa es una losa que los argentinos
saben que van a sufrir pase lo que pase. Se calcula que el dólar
oficial bajo la administración de Massa no baje de los 600 pesos (el
dólar blue -mercado negro- en 1500 pesos). Una previsión catastrófica pero
prevista, la revolución Milei es sencillamente incalculable. En resumen, eso es
lo mejor que puede ofrecer una Argentina que lleva años con una inflación del
140% interanual y un 40% de la población bajo el umbral de pobreza.
Otros cambios que pueden resultar
importantes de forma inevitable como los vinculados a las batallas
culturales sencillamente resultan delirantes, pero curiosamente el
agotamiento de los argentinos hace que queden en un segundo plano, como la
personalidad de un tipo sin más bagaje que una especie de iluminación y
propuesta psicótica de la que presume y presenta como provocación abierta,
incluso en símbolos como el insulto al papa Francisco o su anuncio de
conversión al judaísmo. Insisto, todo esto ya da igual, no merece la pena si
pararse en ello.
En materia de política Exterior
sintetiza en una frase: "Mi alineamiento con Trump y Bolsonaro es casi
natural”. Para él su segura alianza con EEUU e Israel como base de su política
Exterior, no detalla nada más allá de la simpleza y la presunción de ceguera
de su votante.
Ni que decir que si Javier Milei pierde la
que ya es SU elección en positivo o negativo, recurrirá hasta donde
pueda a la violencia y al no reconocimiento del resultado electoral,
ciertamente en un país donde el control social del peronismo es absoluto podría
quedarse en anécdota y Milei preguntarse como hubiera sido todo si sus
inspiradores, Bolsonaro y Trump ocuparan sus respectivas presidencias.
Lo que se juega Argentina es continuar
como Estado fracasado o pasar a Estado fallido, nada menos, con
el coste que ello implica, aunque la polarización que les ha llevado aquí y que
parece una constante en todo el mundo en aquel país se presenta si cabe como un
riesgo mayor.
Índice completo de El Polemista: http://elpolemista.blogspot.com/2022/12/indice-de-el-polemista-hasta-2023.html
Foto Tomás Cuesta/Getty Images.
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