No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

jueves, 18 de enero de 2024

España, una democracia a la baja (aunque resiste), por Jorge Navarro Cañada.

El deterioro que ha sufrido la democracia española en la última década y media es palpable; si a populismos a Derecha e Izquierda que la deslegitimaban en forma de movimientos con intención de superarla como el 15M, el Procés catalán o la aparición de la mal llamada “nueva política” de la mano de partidos “flash” como Podemos, C’s o Vox, destinados a superar a la “viejos” partidos y que aparecían  dotados de una dialéctica populista de discurso fácil y general, de hiperliderazgos y programas irrealizables de gusto para todos, se le ha sumado el contagio que domina la totalidad del discurso político en España y que simple y llanamente cae en la deslegitimación y negación de la democracia misma.

Sin pudor el actual líder la Derecha española en el Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en competición con la extrema Derecha de Vox afirma: "para devolver a las Cortes Generales el protagonismo de la vida política parlamentaria y una vez que hemos visto que el Gobierno ha entregado el Congreso de los Diputados a las minorías, y que se ha convertido en un foro de inestabilidad y chantaje, vamos a asumir la responsabilidad de realizar tres plenos al mes en el Senado para devolver a las Cortes Generales el protagonismo de la vida política parlamentaria en nuestro país". Pero esta asombrosa deslegitimación del Parlamento Español viene con la ocurrencia de prohibición de partidos políticos amagando con el registro en el Congreso una propuesta de reforma del Código Penal para tipificar los delitos de "deslealtad institucional" proponiendo la "disolución" de las organizaciones y "personas jurídicas", incluidos partidos políticos, que impulsen referéndums de autodeterminación…

Pero es que no se acaba ahí, además de haber impedido su obligación constitucional de renovación del CGPJ descalifica el Poder Judicial negando al Tribunal Constitucional (por no controlarlo): "El Tribunal Supremo está siendo corregido y suplantado por el Tribunal Constitucional" o “No sabemos si el Gobierno va a indultar a terroristas de ETA condenados por delitos de sangre”.

Sirva como muestra del nivel, (y Feijóo no es lo más radical del PP donde hay personajes inclasificables), ello sazonado con los disparates ya estructurales de un partido como Vox que ya en su programa fundacional se declara incompatible con el actual ordenamiento constitucional (prohibición de CCAA, censura y control de la libertad de expresión…) o con sus líderes amenazando de muerte a rivales políticos, ocupando la calle violentamente o agrediendo a representantes de otros partidos). Paradójicamente esta extrema Derecha se ha convertido en el garante de la victoria electoral del bloque que apoya a Pedro Sánchez y por el que gobierna.

Y la Izquierda, dirigida por un presidente del gobierno que presume de gobernar con maneras propias de un sistema Presidencialista, no de uno Parlamentario como el español, que sin reparo sitúa al país al borde del ordenamiento legal aprobando -con el fin de su propio nombramiento- leyes casi constituyentes como la Amnistía que requerirían consensos más generales. A ello se suma una indisimulada utilización de la lógica negociación parlamentaria como un mercadeo sin ni tan siquiera el reparo competencial, como el que hemos visto en la cesión a Junts de supuestas competencias en Migración cuando ni tan siquiera gobierna la Generalitat para la que serían. Todo ello sin pasar por alto que el receptor de esta anomalía es un partido abiertamente xenófobo como el que dirige Carles Puigdemont desde su refugio en Waterloo todavía fugado de la Justicia española.

Y no se admitirán quejas o críticas, en ambos casos, el de la Derecha o la Izquierda, (aquí tratada a trazo largo por no extenderse) el desacuerdo sitúa inmediatamente a quien lo proclama en el marco ideológico del contrario.

Sin rubor el argumentario pro Pedro Sánchez proclama que políticas como las citadas, incluidas cesiones de naturaleza xenófoba, son necesarias para poder llevar a cabo políticas sociales y es un precio necesario.

Por su parte la Derecha coloca a cualquiera que se sume a la deslegitimación del Gobierno elegido democráticamente en la anti-España y comparado con espantajos históricos como ETA o el “comunismo” renombrado como mantra con eslóganes reservados a deficientes democráticos como “me gusta la fruta” o “que te vote Txapote”.

Y así el español de a pie no necesariamente politizado se debe conformar con posicionarse en lo que menos rechazo le produzca o aceptar una dinámica delirante que no pasa a mayores simplemente porque la Democracia española todavía muestra y mantiene un “musculo” institucional a prueba de la peor clase política desde su llegada en 1978 y el prestigio y reconocimiento español que la sitúa entre las mejores del mundo.

Este artículo podría alargarse sin fin, pero no es necesario.

En el Polemista todos estos aspectos, ya desde 2011 antes de la aparición de todos estos fenómenos y en la actualidad con profundidad y detalle http://elpolemista.blogspot.com/2023/12/indice-completo-de-el-polemista.html

Foto del diputado González Pons en sede parlamentaria como ejemplo del clima político de España en 2023.



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