La fragilidad de la democracia y la necesidad de preservar un bien que en sólo semanas o meses puede verse seriamente afectada. Lo estamos viendo en EEUU y no cabe la equidistancia. Si en la actual deriva autoritaria todos contribuyen, el giro a posiciones abiertamente antidemocráticas de la Derecha parece imparable. Donald Trump no solo es un caso determinante para ilustrarlo, es que apadrina y apoya de múltiples formas, incluida la intromisión y el chantaje en otras democracias para imponer un proceso como el que está llevando a cabo en la primera democracia del mundo. Y si esta, que objetivamente cuenta con los mayores y mejores cortafuegos para evitar el incendio autoritario se está quemando, es fácil imaginar el esfuerzo que debemos hacer los ciudadanos en nuestras respectivas sociedades para impedir que suceda lo mismo.
Son varias las obras que están apareciendo con voluntad pedagógica y de advertencia. La novedad de En la mente nazi de Laurence Rees (Ed. Crítica) a parte del enfoque histórico y adaptación a la actualidad está en la lectura desde la neuropsicología y la psicología social del comportamiento (asistencia del profesor Robert Sapolski), pero de forma totalmente integrada en un texto ameno para todos los públicos.
Un
momento político en el que la democracia no funciona y se lleva a cabo a golpe de
decreto por imposibilidad de formar gobiernos parlamentariamente capaces,
colapso electoral, agravamiento de problemas prioritarios y sensación de
inutilidad de la democracia, aparición de nuevos medios y formas de
comunicación perfectos para el miedo y el discurso del odio, hastío y cansancio
de la ciudadanía combinada con su ingenuidad e ignorancia…
La
situación de Alemania según el nazismo tenía responsables en una conspiración
contra ella con diversos actores, pero la I Guerra Mundial era el punto de
partida desde dónde poder argumentarlo e ilústralo, hasta el punto que sin él
no sería posible explicarse el nacionalsocialismo ni a Adolf Hitler.
Tanto
desde el punto de vista colectivo de los alemanes y el sentimiento de unión y
reafirmación colectiva: “Aunque en los años recientes diversos expertos han
sometido a revisión y han contextualizado el entusiasmo con que los alemanes
acogieron la guerra en el verano de 1914, pervive el hecho de que, con el
estallido de las hostilidades, aquel mes de agosto, muchas personas notaron un
sentimiento de unificación”.
Como
en la vivencia personal de los propios nazis, decía el propio Hitler: “Cuando tomé el
camino del frente, en 1914, lo hice con sentimientos de puro idealismo. Luego
vi caer en torno de mí a los hombres por miles. Con ello aprendí que la vida es
una lucha cruel cuyo único objeto es la preservación de la especie. Cualquier
individuo puede desaparecer siempre que haya otros hombres que ocupen su lugar”.
Y
pronto los alemanes comprobaron que pasada la euforia inicial iban a llegar los
muertos, las restricciones, las carencias… y la derrota. Con sus culpables, interiores:
Hindenburg aprovechó para distanciarse afirmando que durante la guerra había
procurado la cooperación alegre u obligada de los partidos políticos del país,
pero que se había topado con “flaquezas e incapacidad”. Y ajenos (se retorció
la realidad para que lo fueran): identificados comúnmente por todos los nazis, los judíos.
En
este clima, personajes de la inteligencia -como el propagandista y figura máxima
al respecto- de Joseph Goebbels camparon a sus anchas para difundir las teorías
de la conspiración que fueron decisivas para la llegada del Partido nazi al
poder. Y estas, tanto entonces como ahora, en Alemania como en cualquier sitio,
una vez que son creídas con fuerza, resulta muy difícil modificarlas, cuando se
da crédito a las confabulaciones varias es más fácil dar crédito a otras o a interesarse por ellas. Hoy los estos viviendo con delirios que van desde “el gran
reemplazo” a las vacunas malvadas, pasando por los inmigrantes que comen
mascotas al complot de la Agenda 2030, la siembra de nubes para alterar el
clima… o concretas en momentos adecuados como el que hemos vivido días atrás
tras el asesinato de Charlie Kirk. En ese sentido desde antes de su primera
legislatura Donald Trump sería un ejemplo máximo.
"Según
el profesor Robert Sapolsky, experto en neurociencia, «el “Ellos y Nosotros”»
es algo que tenemos «programado por medio de la amígdala y nunca nos libraremos
de ello». Señala que «se trata de una tendencia neurobiológica mucho más
antigua que los humanos. Por lo tanto, lo más pesimista que puedo decir es que
resulta prácticamente inevitable que el humano medio esté programado de modo
que, con gran rapidez, sienta un impulso poderoso de crear una dicotomía de
Ellos o Nosotros, con la tendencia a pensar que “ellos” no son una gente que
destaque por ser la mejor. Dicho esto, resulta increíblemente fácil manipular a
la gente al respecto de qué cuenta como “ellos” y qué como “nosotros”. Alemania
y Hitler son básicamente una lección sobre el enorme poder de la
pseudoespeciación». La «pseudoespeciación» consiste en decidir que alguien
pertenece a un tipo de «ellos» que es casi una especie distinta de «nosotros».
A medida que avancemos en esta historia, encontraremos muchos ejemplos sobre la
centralidad de esta dicotomía en el nazismo. De hecho, no sería exagerado
afirmar que el Ellos/Nosotros era el núcleo mismo de su ideología. Hitler, sin
haber estudiado neurociencia o psicología, intuyó el poder de este enfoque.» En
este sentido una de las aportaciones fundamentales de Hitler está en “lograr”
que los judíos “fueran” una raza y no una religión. Este error hoy sigue siendo
habitual. El objetivo era conseguir que el grupo en su conjunto fuera culpable
en masa y no pudieran ser juzgados o clasificados individualmente. Se eliminó
en efecto la posibilidad de que las personas con ascendencia judía escaparan a
la condena, ni siquiera si se declaraban dispuestas a renunciar a su religión o
demostraban que no habían violado ninguna ley. El mero hecho de que se los
categorizara como judíos era suficiente para condenarlos.
Pero ojo, el odio a los judíos no fue la
razón principal por la que los alemanes se acercaron al movimiento nazi, una
gran cantidad de afiliados se unió al partido en los años veinte y treinta del
siglo XX lo hicieron confiados en que Hitler lograría crear una comunidad
nacional (Volksgemeinschaft) con principios básicos: cristianismo positivo,
pangermanismo, antisemitismo, odio hacia Versalles y búsqueda de la citada
Volksgemeinschaft y su visión del Ellos y Nosotros.
En
este sentido juzguen ustedes mismos si hay un ejercicio similar o no en el
señalamiento que los diversos grupos de extrema Derecha hacen a través de la islamofobia,
la identificación del inmigrante como enemigo, el “Antifa” como terrorista,
MAGA como búsqueda de la comunidad nacional…
Es
esencial entender que los discursos de Hitler eran las ilusiones de esta alma
masiva; empezaban con un hondo pesimismo y concluían con una redención gozosa,
un final triunfante: “ a menudo uno puede refutar sus discursos mediante la
razón, pero se ajustan a la lógica mucho más poderosa del subconsciente, que
ninguna refutación puede tocar. Hitler ha puesto voz al terror sin voz de la
masa moderna”. El liderazgo hitleriano no gira tanto en torno al “gran Yo” como
en el “gran Nosotros”.
Sin
duda el liderazgo heroico de Hitler es determinante en todo el devenir
nacionalsocialista. Llegó a ello tras presentarse como un combatiente de la I
Guerra Mundial y haber salido airoso del juicio en 1924 tras el fracaso del
Putsch.
“Hacia
la misma época en la que Goebbels descubrió su amor por Hitler y el nazismo,
Heinrich Himmler también decidió, con veintitrés años, entregarse con devoción
a la causa. Como hemos visto, Himmler había participado en el intento de golpe
de Estado, pero no como nazi, sino con la Reichskriegsflagge de Röhm. Hasta
1924 no pasó al activismo nazi y el fervor por Adolf Hitler. «Es verdaderamente
un gran hombre, y por encima de todo, un hombre genuino y puro — escribió a
principios de 1924, en su diario de lecturas—. Sus discursos son ejemplos
maravillosos de lo germánico y lo ario».”
Como
sucede hoy, los jóvenes son los más tentados a esta forma de entender el mundo
y la fascinación que estos movimientos generan. Podemos hablar abiertamente
como hace Laurence Rees, de corromper a la juventud.
En
La mente nazi el profesor Robert Sapolsky explica como el córtex frontal
— la parte del cerebro encargada de regular los impulsos emocionales y de
analizar los problemas— no termina de formarse hasta aproximadamente los
veinticinco años. Como resultado hasta entonces no entendemos cuáles son las
hipocresías, excepciones, diferencias… de nuestra cultura, la diferencia entre
aquellas leyes que uno debe seguir y las que no. Aunque las facultades críticas
de la juventud no se desarrollan por entero hasta mediada la veintena, las
partes del cerebro que ansían las novedades y la emoción ya se han formado.
Esto puede llevar a que se busquen las emociones más salvajes. Durante este
período decisivo de los primeros años de la década de 1930, la gente que se
sintió más «tentada» a sumarse al Partido Nazi, eran los jóvenes que estaban en
la veintena. La naturaleza pseudodarwinista del partido, obviamente, atraía en
especial a los más jóvenes y sanos; lo mismo ocurría con el concepto de corregir
los agravios de una guerra en la que casi ninguno había podido participar por
motivos de edad, pero que había arrojado una sombra sobre su infancia. Llegados
a 1938, algo más de siete millones de niños alemanes de edades comprendidas
entre los diez y los dieciocho años (sobre un total de nueve millones)
participaban en alguna organización juvenil nazi.
Hoy, sin duda, son los más jóvenes, especialmente varones, quienes más y mejor forman las bases y los grupos de votantes de la extrema Derecha,
En
los peores momentos de la depresión económica de los años veinte los nazis
habían sabido ganarse a buena parte de los más perjudicados por ella, le
faltaba ganarse y actuar en connivencia con la élite. Y estas creyeron
que era útil para librarse de la Izquierda, fundamentalmente de los
socialdemócratas como así fue. Franz von Papen tras el nombramiento de Hitler podía
vanagloriarse de “lo hemos contratado”. En la conferencia de Lausana de 1932,
la delegación alemana había logrado defender con éxito su propuesta de acabar
con el pago de las reparaciones impuestas por el Tratado de Versalles. Se
suponía que ya no hacían falta, pero ya era tarde. ¿Vamos a ver algo parecido con Donald
Trump?
Otra
de las 12 advertencias para nuestros días de la experiencia nazi es el ataque
a los derechos humanos.
Tras
el incendio “trampa” del el Reichstag berlinés (pronto se identificó falsamente
al comunista Marinus van der Lubbe), Hitler, Göring y Goebbels llegaron a la
conclusión de que había contado con el apoyo de una vasta conjuración de los
comunistas. El día después del incendio, Hindenburg aceptó firmar un decreto
que Hitler solicitó, denominado Para la protección del pueblo y el Estado
en el que se eliminaron los derechos humanos básicos de los que el pueblo
alemán había gozado durante los años de Weimar. La libertad de expresión, la
libertad de prensa, el derecho de reunión, el derecho a la privacidad del
correo y de las conversaciones por teléfono: todo se canceló. Esta normativa,
que se fue renovando durante todo el período de gobierno de Hitler, fue la base
legal sobre la que se levantó buena parte del terror con que los nazis acosaron
a sus enemigos interiores.
De
nuevo es fácil buscar similitudes a día de hoy y como se están restringiendo
libertades incluso antes de que las impongan grupos de talante autoritario y dejando
claro que los tiempos de libertad y democracia que hemos vivido están en claro
peligro.
Explotar
la fe.
Adolf Hitler en 1927: “Tened claro que nosotros también ponemos la fe en primer
lugar, y no el conocimiento. Hay que creer en una causa. Solo la fe crea
Estados. Qué motiva a la gente a marcharse a combatir por una idea religiosa?
No el conocimiento, sino la fe ciega”. ¿Qué significa esto en alguien sin
creencias religiosas?: la fe en él y en su Alemania. Había dejado escrito: “La
receptividad de las grandes masas es muy limitada y su inteligencia es escasa,
pero su poder de perdonar es inmenso”. Para evitarlo se debía repetir una y
otra vez la consigna directa y clara, no olvidemos que los alemanes partían de
la idea de Alemania como una nación víctima. Así es fácil atizar el miedo.
El
concepto ultra de “volver a hacer grande otra vez” es exactamente eso;
victimización y fe.
Y
por esta vía era posible dar valor a los enemigos transmitiendo a la
carta cualquier idea sobre ellos, eliminar la resistencia haciendo creíble y
viable cualquier cosa. Laurence Rees explica cómo incluso la eliminación de
enfermos y discapacitados se hacía con la retórica aceptada del “vidas indignas
de ser vividas” o que los implicados creyeran que estaban matando casi por
compasión”. Imaginen en este mundo la facilidad con la que podía difundir o intensificar
el racismo.
El autor cita al
profesor Zygmunt Bauman, filósofo y sociólogo polaco: “El rasgo más desgarrador
parece ser la facilidad con la que la mayoría de las personas se meten en un
papel que precisa de crueldad, o al menos de ceguera moral, en cuanto ese papel
se halla debidamente fortificado o legitimado por una autoridad superior”. Estaban
matando a distancia.
“Todo
es frágil; con frecuencia, mucho más frágil de lo que creemos. Ese es el
mensaje central que yo extraigo de mi trabajo. Una y otra vez me he encontrado
con personas asombradas por la rapidez con la que su mundo cambió (…) Todas
estas personas, y otras muchas, me han ensenado cuán frágiles son nuestras
vidas y las instituciones que nos rodean. Resulta especialmente inquietante
cuando se combina con la constatación de que, aunque por suerte el NSDAP dejó
de existir, los valores esenciales del nazismo — el odio, la búsqueda de chivos
expiatorios, el antisemitismo, el racismo y el nacionalismo violento— siguen
muy presentes entre nosotros.”
Las 12 advertencias: • Difundir teorías conspiranoicas • Usar el «Ellos y Nosotros» • Liderar como un héroe • Corromper a la juventud • Actuar en connivencia con la élite • Atacar los derechos humanos • Explotar la fe • Dar valor a los enemigos • Eliminar la resistencia • Intensificar el racismo • Matar a distancia • Atizar el miedo
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