No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

miércoles, 29 de octubre de 2025

La era de Hitler de Alec Ryrie, y, ¿hacia un paradigma miserable? ¿Era bueno el que ahora “acaba”?

Desgraciadamente es pronto para saber hacia que interpretación de lo correcto y lo contrario vamos, pero la idea de dejar paso a la convicción plena de la Democracia y Libertad como bien político máximo es sencillamente aterradora y me niego a aceptarla. Aun así les invito a reflexionar sobre ella.

La era de Hitler y cómo sobrevivir a ella de Alec Ryrie (Ed. Gatopardo) no puede ser más oportuno en un tiempo que más allá de los aniversarios todo lo referente al nazismo, incluida su reivindicación directa o a través de la equidistancia o su banalización llegan incluso desde el poder de la primera potencia mundial y hasta hace sólo unos meses símbolo y soporte máximo de la Democracia Liberal.

Alec Ryrie, historiador especializado en el cristianismo protestante y la religión en el Reino Unido y EEUU va mucho más allá de este ámbito para reflexionar sobre una nueva realidad inquietante: el consenso moral sobre el nazismo ha dejado de unirnos ¿y ahora qué?

“La era de Hitler, la era en que la fascinación y el horror ante el nazismo se apoderaron de nuestra imaginación moral, está tocando a su fin. La mayoría hemos vivido gran parte de nuestra vida en una era de consenso generalizado y estable en cuanto a los valores básicos que compartimos, pero, de un tiempo a esta parte, cunde la impresión de que en los años venideros la estabilidad y el consenso serán un bien escaso.” Así Hitler, el genocidio, el fascismo… ya no son la referencia del mal aceptada más que mayoritariamente.

Los vencedores de la II Guerra Mundial hablaron de valores judeocristianos universales (la credibilidad de la civilización cristiana se había desmoronado acogiéndose a las visiones nacionalistas de la guerra total y necesitaba una respuesta, una lucha por valores que pudieran ser para toda la humanidad) que defender y aplicar en todo el mundo independientemente de raza, credo, cultura localización… fundamentalmente las libertades democráticas ("libertad de expresión y de culto, y libertad de la miseria y el miedo”), en ese marco se crearon la ONU, la Declaración Universal de Derechos Humanos…y demás respuestas a las atrocidades de la guerra a manos del nazismo y el fascismo.

Hitler se convertía en un símbolo, la expresión máxima de la maldad, su misantropía, su degradación racial y ansia de dominación se convirtieron en el contrapunto moral a los derechos humanos universales. Hitler era el genocidio, la dictadura, el antisemitismo… todo lo que el mundo libre rechaza y el poder británico y estadounidense demostraron que la verdad y la bondad -la democracia y los derechos humanos- inevitablemente ganarán al final. (Este libro está escrito en un contexto claramente Atlántico y anglosajón).

Ryrie por la "era de Hitler" no se refiere a las décadas de 1930 y 1940, trata del período de "posguerra" de las décadas de 1950 y 60 hasta el presente.

Hace un siglo, la figura moral más potente de la sociedad occidental era Jesucristo. Ahora es Adolf Hitler, ya no es una cruz o un crucifijo, sino que la esvástica es el talismán del mal, mucho más poderoso que cualquier otro símbolo cultural o religioso. Se cambia el paradigma religioso por uno secular. El antinazismo se convertía políticamente en doctrina oficial, en política nacional como internacional, culturalmente la idea de sociedad abierta se imponía sobre la de sociedad de la imposición.

“El convencimiento de que Hitler es el paradigma del mal es incapaz de soportar la carga que nuestra época le impone, y en estos momentos se está resquebrajando.”

Ryrie reflexiona sobre si Hitler puede soportar el peso que nuestra sociedad ha puesto sobre él. Tenemos claro qué es lo malo, pero, ¿ello implica un elemento de tanta fuerza y peso en positivo para lo que viene?

No lo tiene claro, en primer lugar porque se niega a usar un ejemplo del mal para establecer nuestra brújula moral. Significa que ahora sabemos lo que odiamos, pero no sabemos lo que amamos. Vaciamos las bondades (derechos humanos, libertad…) por cuanto que son espacios indefinidos en los que los individuos y las comunidades pueden encontrar lo que aman y perseguirlo. Hay un sentido de lo Malo, pero no queda claro el de lo Bueno. Así “mi verdad” es “mi bien”, pero no hay bienes en los que ponernos de acuerdo.

En segundo lugar, Ryrie sugiere que las guerras, (tampoco la IIGM), no son una guerra entre el bien y el mal y no terminan o no debieran en una rendición incondicional. La guerra es confusa, gris, concluye insatisfactoriamente a través de la diplomacia y la negociación, muchas veces en tratados, intercambios, negocios y muchas veces en impunidad. ¿Debería cualquier guerra, por justa que sea, ser central para la moral de una sociedad? El mundo nazi como referente no es suficiente para profundizar en la geopolítica, es necesario un consenso en positivo, no sólo en negativo. Y termina con una ironía fundamental, incluso una contradicción, en el corazón de la ética antinazi occidental: es particular, no universal.

La particularidad de los valores occidentales en la era de Hitler revela que la creencia en los derechos humanos universales es solo eso: una creencia, una fe.  Ryrie lo llama "la nueva fe de una era secular". Cuestionarla "es casi cometer una especie de blasfemia". Pero nuestra afirmación de los Derechos Humanos es una desafiante afirmación existencial de valores... “sin ningún fundamento firme" porque los derechos no son evidentes por sí mismos, (la humanidad hasta ahora no los había tenido). Desde una perspectiva cristiana, algo así como los derechos humanos se puede preservar basándolos en una doctrina de la Creación, desde la perspectiva política de la posguerra, los derechos humanos estaban destinados a reemplazarla.

Ojo, aunque Alec Ryrie manifieste que los derechos humanos universales son evidentes en sí mismos y no particulares (salvo el que un grupo de naciones en respuesta a una guerra) tiene claro que merece la pena conservarlos como logro moral, pero no son y nunca podrían ser adecuados por sí solos. Respecto a los acontecimientos actuales, ¿la derrota nazi es un modelo para responder al cambio climático o la pandemia?

"En lugar de un evento singular el nazismo ahora aparece simplemente como un ejemplo extremo de una larga y continua historia de persecución racial y genocidio, una historia que ha cruzado muchos continentes y siglos y aún continúa, y que, tal vez, no tiene perspectivas de llegar a su fin". El consenso antinazi nunca estuvo destinado a durar y por tanto su final no sería algo malo; importa es lo que venga después.

Ryrie, seguramente en un final que desmerece el libro, llama a Derecha e Izquierda a forjar una nueva síntesis entre el programa de posguerra y las antiguas tradiciones religiosas y morales. En este sentido, la era de Hitler está en el principio de su final y no está claro qué ocupará su lugar. En este punto la equidistancia y quizá fingida neutralidad el lector puede entenderlo como una cobardía intelectual.

A los cristianos les sugiere humildad, arrepentimiento e incluso silencio como contrición por nuestras historias de pecado, exclusión y violencia. Juzga que la reciente reafirmación muscular del cristianismo público sobre la derecha es hueca y contraproducente, citando la disminución de la fe como la consecuencia inevitable.

La era de Hitler y cómo sobrevivir a ella de Alec Ryrie es un libro excelente en cuanto a reflexión sorprendente por original como necesaria por replantear este tiempo a pesar de sus debilidades (los ejemplos culturales como Tolkien y El Señor de los Anillos (entre otros) muy presentes por ejemplo no acaban de estar justificados aunque le sirven para establecer mitos aceptados por todos, incluidos extremos, algo ahora imposible).

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