“Si no puedes convencerlos, confúndelos”. Harry S. Truman.
Definir
como fake news, bulo, manipulación… en la información -muchas veces premeditadamente
disfrazando a la opinión- ha dejado de ser frecuente para ser una parte
esencial de la oferta mediática. Para ello hay multitud de formas, incluso
medios dedicados a ello en buena parte, y seamos honestos, también contando con
un público, muchas veces perfectamente consciente de ello. Y ya no cabe limitar
este fenómeno a las redes sociales, su salto a las televisiones, radios, prensa…
supera con mucho la línea editorial para disputarse su finalidad entre lo
político o social y lo financiero o empresarial.
En el post anterior, La era del idiota; con un teléfono móvil se puede dominar el mundo https://elpolemista.blogspot.com/2025/11/la-era-del-idiota-con-un-telefono-movil.html exponía la desgracia que supone la pauperización del conocimiento científico y la cualificación técnica en favor de un saber “digital” que teléfono en mano accede a una cantidad de información que le hace poseer la totalidad del saber humano en competición con los primeros. De ahí el que irónicamente proclamara la era del idiota por el tipo de individuo que se genera.
Pero
antes de todo esto y de las redes sociales ya se estaba produciendo un
deterioro en la información y como consecuencia de ello, fenómenos como la
polarización política tenían abiertas la puertas a pauperizar y simplificar los
mensajes políticos, económicos, sociales… hasta el punto de convertir al espectador,
lector, oyente en un mero receptor de argumentarios sin la menor exigencia de
veracidad. Entonces fenómenos mediáticos como las tertulias políticas se hacían
con espacios que sustituían a los métodos tradicionales en la formación de la
opinión. Llegaba la era del tertuliano, un personaje dotado de súper
conocimientos, incluso capaz de improvisarlos en directo, que a cualquier hora
o medio transmitía su interpretación de todo lo que pudiera pasar, y que para
no hacerse aburrido, tenía que darle teatralización y pose a lo opinable. La
situación puede llegar al delirio en personajes que en un mismo día y durante
casi toda la semana recorren varios platós con el mismo mensaje de propaganda y
argumentario, muchas veces cambiando ¡hasta de ideología en muchos casos en
función del logo que acompañe su nombre! si van de la mano de un patrocinador u
otro como fichajes que son de estos. Su presencia en los medios son parte de un
mercado, también político, la degradación del fenómeno ha llegado al punto de
negociarse con un partido político un número de puestos en un programa diario,
o que los partidos políticos paguen con tertulias a sus miembros (normalmente
cuando están de salida o son degradados).
No es menos cierto, auténticas nulidades del periodismo en lo profesional y lo
ético han logrado proclamarse verdaderas figuras y ser alabados y aplaudidos
como tales.
El
resultado está a la vista: una sucesión de egos y medianías interpretando
argumentarios al servicio de espectadores que hacen su selección de opinador en
función de sus simpatías o sus odios, todo un entretenimiento con supuesta
sustancia informativa que multiplica la polarización de una forma no tan rápida
y fulminante como las redes sociales, pero probablemente y todavía más
influyente (en esto puede tener su importancia la edad media de la población).
Traigo
dos libros muy diferentes, el primero una propuesta curiosa por ser de corto
alcance mediático, un ensayo autoeditado: Tertulianos, de Esther Romero
y Juanma Romero (Ed. ExLibric).
Tres
rostros de la tertulia, el de la radio, que prioriza el contenido a falta de
imagen, es más técnico pero más aburrido aunque la relación con el oyente es
más íntima, el de la televisión, obsesionado por la imagen y la popularidad
donde son frecuentes los egos disparatados que priorizan su autopromoción y
desprecian a quien opina diferente. Para ello a menudo se recurre a tácticas de
choque y espectáculo en favor de la audiencia en detrimento del contenido, suelen
ser personajes con un concepto de sí mismos equivocadamente elevado. No dejan
en mucho mejor lugar a las tertulias en eventos en vivo donde se adoptan
posiciones polarizadores y controvertidas para interactuar con el público en un
escenario que en ocasiones les acogen como estrellas celebrando y jaleando las
ocurrencias y estridencias.
Esther
Romero y Juanma Romero, ambos periodistas, le atribuyen a Luis del Olmo la
puesta en escena de este modelo de comunicación, lo que explica que “algunos son
tertulianos desde hace más de treinta años y no saben hacer otra cosa”.
Ciertamente esto además de ingresos dota de una buena red de contactos y
oportunidades, pero para ello requieren adaptabilidad, versatilidad,
reconocimiento y sobre todo: lograr influencia en el debate público. Son “las
víboras del micrófono”.
El
libro, escrito con ironía y cierta gracia, también con repetición y a veces
innecesaria extensión (siendo un texto corto de 128 páginas) da consejos e
instrucciones al aspirante.
“Los
tipos de tertulianos que dominan estas conversaciones son diversos. Está el
provocador, que busca generar polémica a cualquier costo; el experto
autoproclamado, que a menudo comparte información errónea; y el inexperto, que
aporta ruido. Cada uno contribuye a crear un entorno donde la profundidad y el
análisis son la excepción más que la norma. Lo cierto es que las tertulias
mediáticas han evolucionado hacia un circo donde el chisme reina y la verdad
tropieza, dejando a la audiencia atrapada en un ciclo de desinformación y entretenimiento
frívolo”. Lo peor es que la audiencia parece aceptar esta manipulación y polarizarse
con ella.
En
Tertulianos se explica cómo estos deben mirar al moderador o al resto de
intervinientes en sus intervenciones, nunca a la cámara ya que transmite
falsedad o que está debatiendo con el espectador. Con esta base y sus variantes
hacen unas recomendaciones, como de los motivos que le llevan a uno a dedicarse
a ello.
Diferencias
entre tertulianos y tertulianas: ellos son más directos y confrontativos,
interrumpen más pero se dejan interrumpir menos, sus gestos son más
autoritarios y dominantes, usan un tono más grave y puntualizan y acaparan más
la palabra. Las tertulias exclusivamente masculinas se caracterizan por el
enfoque competitivo, jerárquico y de empatía limitada.
En
el caso de las compuestas sólo por mujeres “favorecen el ambiente colaborativo
y empático, orientado hacia el apoyo emocional y la creación de redes
significativas, promoviendo la escucha activa y el empoderamiento”.
La
primera parte del libro termina con un enfoque sobre el futuro de la
Inteligencia Emocional en las tertulias diría que forzado, la segunda es una serie
de preguntas que contestan los tertulianos sobre su trabajo. Esta no indica ni
a quién se ha hecho en ningún aspecto, ni personal ni numérico, es un trabajo
de campo que queda a expensas de la reflexión del lector sobre ella sin ningún
aporte. Y es una pena, como el resto del libro podría ser una oportunidad perdida
de ir más allá.
Las
artimañas ¡vaya timo! De cómo hacer creer que es verdad lo que no es cierto de Albert
Corominas. Completamente diferente y de un carácter marcadamente científico
como no podía ser de otra forma en la colección ¡Vaya timo! de la editorial
Laetoli. Estos libros que ya superan la treintena forman una colección dirigida
por Javier Armentia y se edita en colaboración de la Sociedad para el avance
del Pensamiento Crítico, podrán encontrar en El Polemista algunos de ellos.
Corominas,
catedrático emérito de la Universidad Politécnica de Catalunya nos define
aquello de lo que nos previene: “llamo artimañas (o en ocasiones, argucias), a los
procedimientos creados para intentar que pase por verdadero o bueno lo que es
falso o malo, sea por medio de una falacia o de un bulo”. Estas se encuentran
en algunos medios de comunicación, redes sociales, entidades creadas ex profeso
y dotadas de la financiación consiguiente, en voceros, francotiradores,
oportunistas y almas crédulas carentes de capacidad crítica, ansiosas de
protagonismo y, a veces, incapaces de ver quién saca provecho de sus
aportaciones”.
Artimañas
se apoya en las dudas metódicas de Mario Bunge para discernirlas, preguntas del
tipo ¿qué significa?, ¿quién y cómo lo dice y se prueba?, ¿Cómo funciona y a quién
beneficia?, ¿es cuantificable?...
A
través de numerosos ejemplos y citas recorre las premisas falsas, las incongruencias,
las medias verdades, cuestiona la falsa autoridad de quien afirma, el
oscurecimiento por medio de la complicación o la simplificación, las
generalizaciones, reiteración, omisión, aderezo o falsas noticias en
profundidad.
Se
trata de un ensayo del que es difícil hacer reseña pero no por su dificultad,
sino por su necesidad de comprensión a través de su ejemplos y explicaciones, es
de una gran erudición, concluye sin embargo:
“Lo más importante, lo estrictamente necesario para evitar que nos tomen el
pelo (…) es la actitud que adoptemos ante las propuestas y las noticias: conocimientos,
rigor, escepticismo, pensamiento crítico, y duda cartesiana son los antídotos
insustituibles contra el engaño”.
Un
ensayo notable, quizá otro título hubiera sido más aclarador sobre su contenido
o al menos más atractivo.
Este es un tiempo para la desconfianza, en mi caso además para el pesimismo, no tanto por los “malvados” que nos engañan sino por la alianza de estos con los engañados en un momento de la historia anti ilustrado donde el saber técnico queda asociado a una élite que no se conforma con un conocimiento de consumo y bajo precio al alcance de un clic.
Encontrarán
numerosos artículos y reseñas de temas relacionados en ÍNDICE DE EL
POLEMISTA http://elpolemista.blogspot.com/2023/12/indice-completo-de-el-polemista.html

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