No hay tonto que acepte la inteligencia que queda al margen de su dominio digital. Y lo que no se ve no se cree, por tanto, sólo es aceptable lo que aparece donde se da la razón a quien lo busca como respuesta a la duda. En realidad, es un círculo vicioso pero que además de funcionar descarta a todo lo que queda fuera de él. Así no hay ni ciencia, ni razonamiento, ni ilustración o tecnicismo que valga, lo que nos lleva a la Conspiración de todo lo que lo proyecta: ¡así nos hacemos conspiranoicos!
Y
si todos mienten, especialmente las élites poderosas, aquel que tiene una
explicación alternativa es superior como portador de la verdad y además es
original y alternativo. ¿Qué idiota no quiere serlo?
La
nueva Derecha ve en el wokismo esa conspiración, una amalgama de prejuicios y
creencias asimiladas empíricamente que hacen de barrera contra la “verdad” que
se esconde en la incertidumbre: no todo racismo, machismo, patriarcado, desigualdad,
capitalismo, xenofobia, prejuicio en general… sería rechazable por definición
ni calificable como tal, sino que estaría justificado en honor a la realidad.
Para ejercer este ejercicio de respuesta es necesaria la Libertad “negativa”,
la mínima regulación que deje hacer al individuo al margen de la norma
regulada, la legalidad. La libre actuación del más fuerte es un derecho adquirido
por el mérito, la productividad, el éxito, la riqueza…
Los
liberales y la Izquierda denuncian la irrupción del malismo, todo exceso está
justificado por aquellos que pretenden rebelarse contra el tecnicismo, la
ciencia, la convivencia en sociedad reglada y organizada. Frente a ello, se
reivindica la Libertad “positiva”, la colectiva codificada que asegura al
ciudadano como elemento libre e igual actuar protegido y regulado por la Ley.
No
hace mucho, defender y argumentar las posiciones de la Derecha "alternativa" que ahora
resurge en forma de extrema Derecha o vapuleo de todo lo que suena a wokismo -ahora
ya va tomando forma represiva con el nuevo fantasma: el antifa- era difícil,
incluso vergonzoso, la llegada al poder a través de Donald Trump de estas
posiciones las han hacho legítimas, incluso necesarias.
Así
ya es fácil encontrar en las mesas de novedades de las librerías textos
abiertamente conspiranoicos de toda temática compitiendo en igualdad con otros
de naturaleza científica e ilustrada, pero donde estas teorías campan a sus
anchas es en la redes sociales donde el idiota se informa, documenta, opina, pondera,
condena, amenaza y agrede a todo aquel que responda al mal positivista o
racional, el enemigo de todo conspiranoico y de la nueva estupidez digitalizada.
Definitivamente, son malos tiempos para los valores ilustrados, el humanismo y la cultura en general, es el tiempo del idiota armado con de su teléfono móvil.
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