Se cumplen tres años de invasión rusa en Ucrania, coindice con el éxtasis internacional de Vladimir Putin que suma a los apoyos que ha sabido granjearse de distintas maneras el de, nada menos, el presidente de los EEUU y su entorno con lo que conlleva, si cabe reafirma el de buena parte de la extrema Derecha europea -que ya tenía- a la que además financiaba. Por eso y más que nunca es necesario recordar al mundo que la Rusia de Putin es un Estado que puede mutar tras su imagen de propaganda, en organización terrorista, mafiosa, y criminal en todas sus formas como parte de su estrategia.
Vladimir Putin es el dirigente ruso o soviético más peligroso desde Stalin, coincide en tiempo, fondo y forma con un momento de riesgo global similar a los peores que se vivieron en el siglo XX. Y está a punto de obtener rédito de su actividad militar -por otra parte ineficaz y fallida- a través de una paz en Ucrania creada para él por los EEUU de Donald Trump que le hará reponerse el esfuerzo de estos años y tomar aire para hacer, si cabe, más real e inminente su amenaza.
Por eso Rusia contra el Mundo. Más de dos décadas de terrorismo de Estado, secuestros, mafia y propaganda de Marc Marginedas (Ed. Península) es un libro tan necesario como oportuno.
Corresponsal de guerra de larga experiencia, enviado de El Periódico fundamentalmente en Rusia pero también en conflictos como el de Siria donde vivió un secuestro entre 2013 y 2014 fundamental para entender este libro y su necesidad de contar la verdad tal y como la ha percibido tras dos décadas de trabajo, Marginedas hace un libro de periodismo clásico, basado en investigación, entrevistas y análisis, visto como está el panorama informativo una forma fiable para comprender los acontecimientos; y además valiente, el capítulo Voces que agradan al Kremlin en España no será del agrado de alguno. Y no me resisto a adelantarme:
En 2018 en nombrado embajador de España en la Federación Rusa por el gobierno de Pedro Sánchez Fernando Valderrama Pareja. La embajada comienza a repetir argumentos y narrativas oficiales rusas incluso desmereciendo las investigaciones de los corresponsales españoles, cuenta el autor, “uno de los periodos de toda mi vida profesional en que más he sentido la presión por parte de una embajada de mi país”.
Pero unos años antes, en 2014, Rusia de anexionaba Crimea; el ministro de Exteriores de entonces, José Manuel García-Margallo (2011-2016) había mantenido una firme posición en favor de impulsar las relaciones con Rusia, incluso en semejante coyuntura. En 2015 devolvía la visita de su homólogo Lavrov a España y en Rusia se mostraba contrario a la imposición de nuevas sanciones a Rusia. Y lo defendió más allá de su responsabilidad, incluso haciendo gestiones “extra” en defensa de los rusos. “No seguía las directrices consensuadas del Ministerio de Exteriores en ciertos temas., constatan también fuentes diplomáticas.”
Sus pronunciamientos públicos han sido totalmente consistentes con su actuación política. En los prolegómenos de la invasión rusa, siempre desestimó la posibilidad de que Rusia acabara atacando a su vecino y defendió después el negociar con Putin minimizando sus acciones cuando no reduciendo sus responsabilidades. Una de las intervenciones que más sorprendieron por desleales en su día en el seno del Gobierno de Rajoy se produjo en pleno Procés catalán, en noviembre de 2017, exactamente un año después de haber sido cesado como ministro. El ministro Dastis, su sucesor, denunció abiertamente las injerencias rusas, pero Margallo lo desmintió, limitó la actuación rusa al ciberespacio descartando cualquier intervención del Kremlin y “conminando a Dastis a coger el teléfono y hablar con Lavrov, o a tomar un avión e ir a Moscú en lugar de criticar y denunciar”.
En Rusia contra el Mundo se citan diferentes casos, algunos conocidos como el de Pedro Baños, ya citado en El Polemista por ejemplo en reseña de su La encrucijada Mundial (no sólo), un caso grotesco que va mucho más allá de la simpatía por Putin, o también en un plano profesional el de Pablo Iglesias y la puesta al servicio de la propaganda rusa de su Canal Red con Inna Afinogenova. En 2014, medios progubernamentales rusos presentaban a Pablo Iglesias como “político prorruso que estaba sacudiendo los cimientos de la política en España”. Ciertamente este se reserva hablar bien de Rusia, prefiere atacar a todo aquello que puede molestarle a Putin.
Pero este libro empieza en 1999 con Vladimir Putin recién nombrado primer ministro ruso; y tres años después de la derrota que Rusia había sufrido a manos de la república de Chechenia tras una guerra de 18 meses que había forzado la retirada rusa y la independencia de facto de los chechenos. Dos atentados causan el terror en Moscú, se acusa inequívocamente a la insurgencia caucásica de ellos, oportunamente antes de las elecciones legislativas y presidenciales que supondrán el relevo de Boris Yeltsin y la llegada de Putin a la presidencia de Rusia. Las voces que acusan abiertamente al presidente ruso de la autoría de estos atentados son numerosas, Marginedas destaca a David Satter, el que fuera corresponsal en Moscú de Financial Times.
“Después de haber vivido una quinta parte de mi vida en Rusia (…) este país al que considero mi patria de adopción, creo que ha llegado el momento de explicar todo lo que he visto (…) todo lo que pueda demostrar con pruebas y ante un juez, si llega el caso.”
El soborno y la compra de voluntades unidas al abuso del poder son moneda común para los rusos, abarca desde el respeto a las normas de tráfico hasta la información, pero quien la lleva al extremo de manera sistemática es el Kremlin; y fuera del país, el autor cuenta con nombres y apellidos experiencias al respecto, también en España, aunque casos como el búlgaro en el que centra el autor explican cómo se forja la opinión pública en favor de causas como las guerras siria, ucrania o contra los supuestos enemigos rusos. Como el resto de Rusia contra el mundo el relato es pormenorizado.
Las dos guerras chechenas, 160.000 civiles muertos, el 10% de la población. 200.000 en Siria, el 91% a manos de Bashar al-Ásad y sus aliados, fundamentalmente Rusia, y en mucha menor medida en Ucrania dada la existencia de líneas convencionales de frente en Ucrania. Y en todos los casos el crimen de guerra permanente como forma premeditada de causar el mayor número de bajas como método bélico. Guerras que se justifican bajo la idea de recuperar para Rusia el imperio perdido tras la caída de la URSS.
“Sólo en el Reino Unido existen más de una decena de casos irresolutos de fallecimientos de ciudadanos rusos en los que sospecha que ha podido mediar un envenenamiento. Los limitados recursos de la policía británica para investigar todas y cada una de las muertes dudosas han contribuido a extender un inquietante sentimiento de impunidad entre los perpetradores de estos crímenes, tal y como viene a admitir un antiguo funcionario del Ministerio de Exteriores británico.” Si el caso de envenenamiento se da en territorio ruso pasa a ser el crimen perfecto, Navalni es el ejemplo más claro de lo que es el método favorito del Kremlin para eliminar a quien le estorba.
La Rusia de Putin es un país peligroso si de mafia se trata, pero viene de lejos y ha crecido hasta el punto de ser un Estado vinculado a organizaciones criminales trasnacionales, bien lo sabe Viktor Orban y el clan mafioso Solntsevo. En España en 2008 comenzaba la mayor operación policial hasta la fecha realizada en ningún país occidental, era el caso Troika.
El terrorismo de Estado es otra de las prácticas habituales del Kremlin; y puede ser tan siniestro como el testimonio que al respecto del atentado con rehenes del teatro Dubrovka de Moscú (132 cautivos muertos) daba un combatiente checheno participante del asalto y amnistiado después: era un colaborador del régimen de Putin; se lo contaba a Anna Politkóvskaya, periodista luego asesinada.
Convertir la insurgencia en un monstruo asesino había sido un patrón en Chechenia como lo fue en Siria donde hicieron que el ISIS se hiciera por completo con la revolución que reclamaba libertades y derechos humanos frente a Al-Ásád y sus aliados. Desgraciadamente este libro está terminado antes de la caída del régimen sirio.
En este punto Mark Marginedas cuenta su secuestro coincidente en Rusia con la entrega de pasaportes a yihadistas para que viajaran a Siria, también cuando dirigentes rusos, grupos paramilitares de su órbita o sus propios servicios secretos recurren al secuestro para acabar con los testigos molestos.
“La formación de un frente antiterrorista mundial con Moscú de socio destacado no es más que una ilusión (…) El actual liderazgo ruso no solo considera al fenómeno del terrorismo islámico como un elemento instrumental en su pugna ante quienes identifica como sus verdaderos antagonistas en el mundo (…) También contempla las acciones terroristas indiscriminadas en Occidente y las subsiguientes olas de solidaridad y repulsa como una actividad para avanzar su agenda y saldar cuentas propias con exiliados políticos…”
“Existe el consenso entre la comunidad internacional de que Rusia es, hoy en día, un Estado terrorista, que lleva a cabo acciones merecedoras de tal nombre y que protege y auspicia grupos violentos.”
Rusia contra el mundo. Más de dos décadas de terrorismo de Estado, secuestros, mafia y propaganda (Ed. Península) cuenta con listado de entrevistas que se convierte en una documentación valiosa y aclaratoria al respecto.
Esta reseña se hace una vez iniciadas las negociaciones para la paz en Ucrania; el pesimismo dado como se han iniciado y la actitud indecente de Donald Trump al respecto es inevitable, incluso para un cierre en falso de la guerra y su continuidad por medios militares o híbridos.
Rusia y especialmente Ucrania ha sido tratado en numerosas ocasiones en El Polemista, tanto en reseña de libros como en artículos míos incluido el texto de una conferencia realizada tras la anexión de Crimea, los encontrarán en el ÍNDICE COMPLETO DE EL POLEMISTA http://elpolemista.blogspot.com/2023/12/indice-completo-de-el-polemista.html
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