No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

miércoles, 19 de febrero de 2025

Tierra Baldía. Un mundo en crisis permanente de Robert D. Kaplan, el vértigo ante un nuevo orden mundial.

Robert D. Kaplan, uno de los analistas geopolíticos más importantes del siglo XX y XXI, es un referente indiscutible por necesario e influyente, su reflexión siempre tiene repercusión y es esperada; en este caso ha sido rápida, quizá por ello hay huecos en el análisis que se echan de menos y que pueden dejar una sensación que alguien podría interpretar como ideológica o simplemente en la que premeditadamente no quiere entrar. Una lectura del nuevo orden desde una mezcla de miedo y melancolía realizado hoy no puede pasar por alto la guerra palestino-israelí, que sólo se menciona en añadidura a Ucrania que se trata como un conflicto menor que podría acabar generando consecuencias por un efecto dominó devastadoras. En realidad este punto, el del mundo en crisis permanente y que da título a la obra es la clave: nos encontramos en un momento extremadamente frágil de transición tecnológica y política, la geografía se contrae en un mundo mucho más pequeño por ello, de forma que hasta el último lugar del planeta se hace estratégico y puede resultar el inicio del desastre.

Un problema a mi juicio esencial en la tesis central de Tierra Baldía y al final de esta reseña me comprenderán. Parece imponernos: “es legítimo desear un mundo mejor pero no se atrevan a tocar el que tienen”. Tengo mis dudas de sin tan pocos meses después de haberlo entregado no cambiaría algunas cosas tal y como va este 2025.

Y vuelvo a la crítica inicial en lo que será una reseña por lo demás elogiosa, como es habitual en Kaplan estamos ante un ensayo ineludible y extraordinario; Waste Land: A World in Permanent Crisis es un libro escrito desde Occidente para Occidente, carece de una visión desde otro ángulo a pesar de ser un análisis mundial, nos otorga a los occidentales una moralidad superior que si bien desde su punto de vista es legítima, no resulta tan útil para proyectar una conclusión estratégica del mundo, y ello hoy no puede obviar visiones fundamentalmente Orientales, en Tierra Baldía regiones del planeta como el sudeste asiático, la India, buena parte de África, ni tan siquiera a nivel urbano (al que se le da especial importancia) apenas aparecen, sencillamente no existen, quizá por la emergencia de la obra. 

Robert D. Kaplan aparece aquí como alguien que si en sus últimas obras mostraba hastío y giro conservador, hoy es un erudito asustado y en cierta forma superado por la realidad, en algún momento, y pronto verán por qué, recuerda a los autores del pesimismo filosófico que lamentaban la caía del “viejo orden” a manos de las pulsiones nietzscheanas del siglo XX.

El final de la República de Weimar (1919-1933): es el punto en el que a modo de simulación nos llevan Rusia y Estados Unidos, China y Estados Unidos, Rusia y China, también las potencias regionales de mayor o menor proyección debido a sus conflictos y a la forma en que la tecnología continúa estrechando la tierra, vuelvo a este aspecto, está presente en todo el texto. Y es la fragilidad de Weimar, de sus diferentes partes, su fractura y sus desastrosas consecuencias el punto en el que estamos y hacia dónde podríamos ir. El cambio climático y las crisis ecológicas, políticas, económicas, el COVID-19… serían partes del mundo de hoy que Kaplan compara con esa fragilidad que en efecto dominó puede desembocar en el desastre.

Kaplan ha evolucionado a lo largo de su trayectoria en el análisis de la esperanza y voluntad democrática hacia la decepción y la defensa de la estabilidad y el orden por encima de toda consideración ideológica. La frase de apertura de Roger Scruton es toda una introducción: “... la esperanza, separada de la fe y sin ser atemperada por los indicios de la historia, es un activo peligroso, que amenaza no solo a quienes la aceptan, sino a todos los que se encuentran en el ámbito de sus ilusiones”. Usos del pesimismo.

“Cuanto más abyecto es el desorden, más extrema suele ser la tiranía que sigue, y esto nos lleva al final de Weimar”.

Fue la falta de orden, de una autoridad concreta y definida (el poder estaba repartido en distintos territorios alemanes como hoy el mundo lo está en Estados y territorios sin una autoridad común) lo que llevó al desastre, y esa caída desordenada y caótica acabó con Alemania en las manos de Hitler.

Necesitamos entender esa realidad como en su día la vio Churchill (esta idea la ha utilizado en sus últimas obras, especialmente en Mentalidad Trágica, también en El Polemista https://elpolemista.blogspot.com/2023/03/la-mentalidad-tragica-de-robert-d.html), apela a él como reaccionario eduardiano que conocía la realidad mundial a través de experiencia (guerras coloniales en África entre otras) y su condición de imperialista y orgulloso británico. Fue él quien comprendió exactamente lo que era y suponía Hitler, por eso lo quiso combatir desde el primer momento. El imperialismo de Churchill era inseparable de su oposición al nazismo visto como una agresión revolucionaria al mundo; ese pragmatismo se basaba en la idea, compartida con Kissinger, “el orden mundial puede no ser totalmente justo o compasivo, pero constituye la mayor legitimidad política posible en el ámbito de los asuntos humanos”.

El Orden debe ir antes de la Libertad, sin el primero no puede haber el segundo, y sin este no habrá Justicia, en la naturaleza humana el orden debe ser la virtud política primera (Kaplan de refiere al concepto de naturaleza humana de Hobbes, es un Conservador clásico, prioriza la estabilidad al suelo de progreso). La falta de orden en Weimar, a pesar de la riqueza cultural y humana que disfrutaba, desembocó en el nazismo.

Kaplan hace un inciso importante: la libertad individual lleva consigo cierto desorden incómodo, especialmente en una democracia de masas como la de Estados Unidos. Pero incide citando a Samuel Huntington: lo que hace grande a Estados Unidos no eran tanto sus ideales como sus instituciones, incluyendo la separación de poderes entre el ejecutivo, legislativo y judicial, y las autoridades federales, estatales y locales. La presidencia de Donald Trump de 2017 a 2021 puso a prueba esas instituciones, que se mantuvieron firmes a pesar de todo. Toda una advertencia que seguro cuando la hacía todavía no se imaginaba lo que venía.

Hoy, en su cambio radical y abandono de sus tradiciones y normas políticas, Estados Unidos está llamando al desastre social y político.

Volvemos a Churchill, Kaplan le aplaude con su defensa de las familias reales de Europa central, a pesar de haber estado implicadas en la I Guerra Mundial, pero garantizaban el viejo orden. Y lo lleva al día de hoy:

Recuerde siempre que las monarquías decorativas que existen en Gran Bretaña, España y el norte de Europa, especialmente en Escandinavia, siguen desempeñando un papel vital en estabilidad de la política de esos países.  “«La institución monárquica, despojada de su poder absoluto», escribe el teólogo estadounidense del siglo XX Reinhold Niebuhr, posee virtudes que surgen de «la voluntad y unidad continua de una nación en contraste con la voluntad momentánea incorporada en gobiernos específicos».” Aceptamos esas monarquías sólo porque su presencia es segura. Gran parte del mundo no tiene tanta suerte. La razón de que el siglo XX y los inicios del siglo XXI hayan sido tan sangrientos radica en que la fuerza estabilizadora de la monarquía en Europa central, Rusia, Oriente Próximo y Oriente Medio, así como en otros lugares, en términos históricos, desapareció de repente. 

La revolución rusa sería comparable con la caída de Weimar, aquí aparece Aleksandr Solzhenitsyn como uno de los hombres más destacados del siglo XX.

Antes de la Primera Guerra Mundial, el orden en sí, que había durado más o menos un siglo desde el final de las guerras napoleónicas, estaba totalmente asimilado y nadie pensaba en términos trágicos; y así llegaron el nazismo y el comunismo. Y eran tiempos como estos de integración global.

El orden, no importa cuán complejo sea el organismo social, se basa en algún tipo de cadena de mando, o de muchas cadenas de mando. La jerarquía lo es todo, especialmente en Rusia, que era un organismo inmenso y geográficamente ilimitado al que le faltaba una clase media auténtica. 

“Como escribió Kissinger en Un mundo restaurado, «el problema más básico de la política (...) no es el control de la maldad sino la limitación de la rectitud»” La superioridad moral explica las peores tiranías, las que destruyen a los oponentes por ilegítimos. 

Hoy la tecnología nos abruma con su tendencia a desestabilizarse por eslóganes simplistas de las redes sociales y juegos financieros frágiles; sus interacciones son muy estrechas, van hacia un Weimar geopolítico.

“Vladímir Putin ha sido el líder ruso más peligroso desde Stalin; Xi Jinping es tan implacable e ideológico como Mao Zedong; Donald Trump, cuya carrera política puede estar en tiempo pasado, es incluso más presuntuoso y superficial que Von Papen. Cada tirano es único, como lo es cada héroe.”

Si la tecnología libera, sus monstruos abundan, la clave está en la proximidad (hoy se puede recorrer el mundo a tal velocidad que el mundo se contrae), tampoco para las enfermedades, los elementos desestabilizadores tóxicos que nos amenazarán y nos abrumarán. Insiste Kaplan mucho en el concepto de “vivimos abrumados”.

Tierra Baldía quizá pierde interés en el análisis más genérico de la actualidad, puede resultar más obvio aunque visto como están pasando las cosas quizá sea la parte de este libro que va a sufrir más el paso del tiempo a una velocidad hasta hace muy poco impensable en los ensayos de análisis,

El declive de las grandes potencias en Afganistán, Irak, Ucrania son un síntoma, pero el de China presenta peligros añadidos, "gigantesco complejo militar de alta gama", el liderazgo de Xi Jinping convive con la pérdida de población y de fuerza laboral con la consecuente reducción del crecimiento económico. Su amenaza para Taiwán, Japón y Corea del Sur ha aumentado, inevitablemente lo será con Estados Unidos. Ello en medio de la lucha bipolar entre las potencias de Rusia, China, Corea del Norte e Irán y las potencias marítimas de los Estados Unidos, Europa, Ucrania, Israel y las potencias árabes sunitas conservadoras, desde el Golfo hasta el Mar Rojo y el Mediterráneo.

Kaplan hace una exaltación del intelectual conservador “que avisa”, a veces parece llamar a la negación de la acción más allá de la conformidad con el orden, puede ser paralizante.

La tercera parte del libro trata sobre la urbanización, las ciudades, aunque improvisa porque nunca ha padecido cierto occidentalismo que reduce, por ejemplo a la ciudad africana plagada de gigantescos barrios marginales y acumulación de basura como si ello no ocurriera en alguna urbe americana.

El declive de la civilización y la tiranía del rebaño, el individuo insensible que sale de ellas… queda un sabor amargo.

Lo dicho, un libro esencial, no se lo pierdan. Tierra Baldía (Ed. RBA), en España aparecerá el 5 de marzo.

En el ÍNDICE DE EL POLEMISTA encontrarán reseñas y artículos míos tratando muchos de estos temas, http://elpolemista.blogspot.com/2023/12/indice-completo-de-el-polemista.html

 



No hay comentarios:

Publicar un comentario