Déjenme utilizar la rabiosa actualidad para hacer una reflexión.
Hemos visto en el
caso Rubiales como continuidad del título de Campeonas del Mundo de la Selección
de Fútbol de España en los últimos días un ejemplo de cómo una noticia
sustituye a otra hasta el punto de transformarla; ello a una gran velocidad e
inmediatez, al final la mente nos hace la mala jugada de plantarnos ante
nosotros la desagradable figura del demencial presidente de la RFEF cuando
pensamos en el fútbol femenino español. ¡En tiempo récord! O en su defecto una
de sus víctimas, Jennifer Hermoso. Pero no quiero ir al tema en concreto,
quiero usarlo como ejemplo del análisis que debemos hacernos sobre cuál hubiera
sido nuestra reacción o la de la sociedad en su conjunto si las noticias al
respecto las hubiéramos recibido por otros canales diferentes, entre otras, a
las redes sociales o a la velocidad de los móviles como receptores de titulares
como complemento a otros. El beso de Rubiales a Hermoso en primera instancia
pasó casi desapercibido, en minutos se convirtió en noticia en sí mismo, en
algunos más en juicios y en solo horas opinión y debate. Tanto que la sociedad
pasó de no darle importancia a verlo un gesto de machismo inaceptable y días
después asistir a una reacción propia de las guerras culturales por la cual una
parte de la sociedad veía cómo se ponía en cuestión la relación entre hombres y
mujeres. Más allá de la opinión que nos genere lo sucedido – no entro en ello- en
incuestionable que nuestra reacción hubiera sido diferente si como hace unos
años cada versión o percepción hubiera tardado días o semanas en llegarnos,
tanto en prensa escrita diaria o semanal, o quizá quincenales, revistas
mensuales, incluso panfletos o libros. ¿Sería más acertada por pausada y
sosegada nuestra conclusión?
Estos días aparecía en España Antes de la tormenta (Ed.
Crítica), libro de Gal Beckerman que justamente plantea que la digitalización
nos lleva a una aceleración excesiva que degrada el debate. Nos pone el
ejemplo tras la llegada de la Imprenta a nuestras vidas el abrumador avance en
el cambio social para bien. Esa revolución científica la sitúa como prueba de
progreso de los movimientos sociales cuando se les da el tiempo y el espacio
para gestarse antes de difundirse ampliamente. La velocidad de la difusión es
clave, necesitamos tiempo para pensar la noticia, el análisis o el mensaje.
Asistimos hoy a delirios que comienzan con la denuncia de un abuso y en horas
se transforman en la desaparición de una organización o institución entera
perdiéndose la intención inicial del mensaje. Eso nos demuestra que si la
imprenta difundió y transmitió progreso, el wasap, el tuit, el SMS… lo pueden
corromper o hacer retroceder en tiempo récord. ¡Es la velocidad! Esa es la
conclusión de Gal Beckerman y en su Antes de la tormenta aparecen análisis
de ecosistemas comunicativos de varios siglos que hicieron posibles avances
como el abolicionismo de la esclavitud o el sufragio femenino de forma lenta
pero segura, lo hacían a través de cartas, panfletos, diarios locales… que dejaban
abiertas las reflexiones y debates sociales que nos hicieron avanzar. Como
crítica a la tesis, solo añadir que no todo progreso es “progresista” -creo que
se entiende- porque a veces esos recursos han servido para el retroceso.
¡Más que recomendable su lectura!
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