Si hay algo que el lector de este Noche y niebla en el París ocupado (Ed. Fórcola) va a agradecer
especialmente es la recreación del ambiente que se respiraba en los años de la
ocupación alemana; espías, traficantes, huidos, perseguidos… se cruzan una y
otra vez en un relato que tiene como protagonistas fundamentales a cuatro
individuos muy diferentes pero que se desenvuelven en todo momento entre la
dudosa legalidad y el delito flagrante como parece inevitable en una sociedad
capaz de inspirar un título como Nacht und Nebel (Noche y niebla), en realidad
el nombre del decreto que firmara Wilhelm Keitel, jefe del Estado Mayor del
ejército alemán, por el cual se dotaba de cobertura legal a la desaparición
total de los enemigos del Reich sin procedimiento ni paradero establecido.
En el mismo París en el que conviven los cabarets y las
diversiones con la tortura, el terror y el asesinato, aparecen gentes como
Pedro Urraca Rendueles, el siniestro agregado de policía en la Embajada de
España que tendrá importante participación en la detención de republicanos
españoles una vez la Francia de Petain colabora en su persecución. Aquí le
vamos a ver en esa función, por citar un ejemplo este personaje fue el
responsable de las detenciones de los posteriormente asesinados Lluis Companys
o Julián Zugazagoitia entre otros muchos, pero también sus trapicheos
delictivos de toda índole, como es el caso del uso de las informaciones de perseguidos
de toda condición como fue el caso de la escultora judía Jacqueline Bardin:“La artista era uno más de los huidos que habían dejado vacíos sus domicilios parisinos, para mayor alegría de quienes los saqueaban o se alojaban en ellos gracias a la información privilegiada y la influencia de sus contactos. Era un proceso de arianización particular, amparado en las buenas relaciones de Pedro Urraca con las nuevas autoridades.”
Otro de los cuatro protagonistas principales de ensayo será el mucho más que periodista, falsificador, traficante y espía César González Ruano, otro tipo repugnante que comentará después de participar del saqueo de la citada vivienda que estaba decorada “muy a la judía”. Insisto en que una de las claves de este libro está en la magnífica descripción del entorno en el que se mueven sus personajes y de su contexto histórico, sin duda fruto de un impresionante trabajo de documentación.
Una figura tan fascinante e indecente como el aludido González Ruano es citado aquí en sus memorias (Mi medio siglo): “Era un infortunado sistema de la Gestapo en Francia meter a su servicio a un detritus social de franceses o italianos y extranjeros reclutados en el hampa. Había como policías improvisados, confidentes y colaboradores activos, un verdadero ejército de macarras, delincuentes profesionales, chulos y boxeadores en ocaso, renegados y traidores del campo de las izquierdas y aventureros que en la Gestapo tenían su verdadera patente corsaria llena de esvásticas y águilas protectoras.” El personaje hablaba con conocimiento de causa, no cabe duda.
Dos judíos, igualmente delincuentes y saqueadores de los suyos, Albert Modiano, (padre del genial novelista Patrick Modiano) y André Gabison completan el reparto principal de la obra porque también participaban de este París siniestro y sórdido en las mismas actividades:
“Parece que Albert Modiano, un judío que cabía considerar de origen extranjero, llevó a cabo algún trabajo para los servicios alemanes cambiando de identidad, y domicilio para evitar ser identificado con alguno de los que estaban obligados a inscribirse en un censo, y desde mayo de 1942, a llevar estrella amarilla. Incluso parece que además de trabajar para André Gabison también lo hizo para Rudy de Mérode, uno de los más señalados colaboradores de los alemanes.”
Y a ellos unidos todo un elenco de secundarios del hampa parisina, y aunque hablamos de un ensayo, les aseguro que la trama podría ser representada porque una de las virtudes de este libro se encuentra en su narrativa, que aunque muchas veces puede resultar arriesgada en la descripción histórica supone de una gran ayuda para contextualizar y visualizar los hechos.
Por ejemplo:
“Fuera de las zonas de la sombra había otro mundo, el de los bulevares vacíos y las calles solitarias recorridas por el miedo a las redadas, y a los controles de las Feldgendarmarie, con su siniestra chapa plateada al cuello brillando sobre el impermeable. Era el mundo del hambre, la oscuridad y el frio, el de las noticias de las ejecuciones de rehenes, el de las emisiones de Radio Londres apenas entreoídas en el silencio de la noche, el de los bombardeos en la banlieue industrial, el del sonido de un automóvil, siempre un Citroën negro, habitual presagio de malas noticias, el de la soledad del refugiado sin papeles, encerrado en un piso como Victoria Kent, quien estuvo cuatro años sin salir viendo pasar la Ocupación desde una ventana casi sin luz, velada por visillos.” (Me permito recordar que Victoria Kent fue la directora general de prisiones del gobierno de Alcalá Zamora y un indiscutible avance humanitario y social en la España republicana). Pido disculpas por la extensión de la cita pero lo merece, les aseguro que un libro como este es muy difícil reseñarlo sin abusar de su texto.
No obstante un historiador como Fernando Castillo advierte respecto a que todo aquello que sucedía en París, en España lo había conocido el Madrid sitiado de la República, en barrios como el de Salamanca o similares, donde el mismo tipo de personajes y situaciones se había dado demostrando que las circunstancias muchas veces mandan sobre la localización. Así, gánsteres disfrazados de revolucionarios robaban, saqueaban o asesinaban sin el más mínimo pudor en el Madrid revolucionario en el verano del 36. La capital de España también tiene un lugar destacado en este libro durante y después de nuestra Guerra Civil, de hecho las referencias a nuestro país son constantes y ayudan a hacer un análisis del periodo desde un punto de vista diferente, y no solo desde el geográfico o político, también desde el literario porque las referencias y apelaciones son constantes.
Pero el signo de la Guerra Mundial cambiaría, París sería liberado y el régimen de Franco se sintió amenazado. Un personaje como Urraca sería destinado a Bruselas antes de volver a Madrid y pasar al olvido, porque en el París liberado donde los refugiados españoles pasaban a ser mucho más activos y por tanto peligrosos, alguien como él no podía continuar. Otros protagonistas como Gabison se instalaban en nuestro país –España sería destino importante para multitud de nazis y petainistas aunque se vivieron episodios de persecución y captura de algunos de ellos-, González Ruano entraría en un periodo de autodestrucción por una temporada aunque terminaría gozando de cierto reconocimiento:
“Al igual que hizo González Ruano a su vuelta de Sitges, a mediados de los cincuenta Gabison emprendió una nueva etapa de su vida, aunque en realidad apenas se iba a alejar de sus actividades y de sus relaciones habituales, es decir de los negocios y de la gente rara, en este caso del especial ambiente madrileño en el que se integraban personajes de reputación y moral intachable a los que los asuntos que daban dinero les interesaban, aunque no fuesen los más recomendables. Y es que durante el franquismo se daban estas cosas.”
Albert Modiano sortearía los ajustes de cuentas de la Ocupación como podría y sería su hijo, a pesar de una tortuosa relación quien le rescataría del anonimato a través de la literatura.
En fin, una historia muy particular, que como decía antes es muy difícil resumir porque el contexto tiene mucho más valor que los protagonistas aunque sean inseparables el uno de los otros.
Noche y niebla en el París ocupado combina a la perfección el relato con la historia y no habrá lector interesado en el periodo que no disfrute de su lectura. Y la edición ayuda, como es habitual en la editorial Fórcola está cuidado hasta el último detalle, lo que incluye su índice general y onomástico, su bibliografía y fuentes.
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