Los
sucesos acaecidos estos días tras el
asalto bolsonarista a las sedes de los tres poderes del Estado en Brasil dejan evidencias,
pero también dudas, las próximas semanas quizá aporten más elementos para su
comprensión, pero a primera reacción hago alguna reflexión de urgencia.
Los trumpistas actúan con la creencia en la viabilidad del golpe, creen como Trump que un movimiento “natural” de esa magnitud forzará una revisión electoral y judicial del resultado del mismo que pudiera mantener al golpista en la Casa Blanca que en ese momento todavía ocupa. Caso contrario en Brasil, Lula ya es investido y el golpista brasileño se encuentra oportunamente fuera del país.
Otra diferencia, la policía y la Seguridad del Estado en el caso norteamericano es sorprendida ante la incredulidad de lo que estaba pasando, en Brasil aun siendo previsible el asalto no actúa, deja hacer, incluso pareciera con agrado sabedora que no pasaría de ser un golpe condenado al fracaso, pero aun así permiten la destrucción física de las sedes atacadas. No es baladí que en el de Washington se encontraran en el interior del Capitolio altísimas autoridades el Estado como congresistas o Nancy Pelosi y que hubiera víctimas mortales.
Más importante: el asalto de Donald Trump afecta a su persona con la intención de un beneficio, pero su fracaso como así ha sido -al menos de momento- no tiene consecuencias negativas para él ni beneficia a Joe Biden que será investido con normalidad siguiendo el guion previsto legalmente. Sin embargo, el golpe de Bolsonaro no beneficia a este en absoluto, le perjudica y desacredita si cabe más de lo que ya estaba y más grave para él: refuerza la figura de Lula da Silva que sale muy reforzado y logra adhesiones que hasta entonces no tenía.
Hace pensar todo ello que, si bien Donald Trump calcula su acción, Bolsonaro no lo hace y su golpe condenado al fracaso en cualquier caso se explica por la desesperación ante las cinco causas pendientes en el Tribunal Supremo, la mayoría de ellas en manos del juez Alexandre de Moraes, juez al que ha intentado antes destruir.
Es complejo, Lula sale claramente reforzado y legitimado, tanto en el interior de Brasil como en la Sociedad Internacional, especialmente en la región latinoamericana, pero la polarización brasileña no cesa, tampoco lo hace en EEUU, pero las posibilidades de llegar a otra candidatura electoral de Donald Trump son mucho mayores que las que tiene el golpista Bolsonaro de continuar en la batalla política, y si desde luego las posibilidades de intervenciones militares en Brasil eran casi nulas, ahora son imposibles por el altísimo coste y ninguna posibilidad de éxito que tendría para quien las intentara.
Ahora bien, siempre queda la pregunta: ¿si Donald Trump siguiera en la Casa Blanca hubiera sido todo igual? ¿Será el modelo de deslegitimación del resultado electoral la nueva fórmula recurrente en los procesos electorales de América?
La
extraordinaria viñeta de Tomás Serrano en El Español sirva de ilustración.
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