Hace cuatro años, Manuel Gil y Fco. Javier Jiménez hacían un verdadero ejercicio de “funambulismo editorial” con El nuevo paradigma del sector del libro (Ed. Trama) al diseccionar y analizar cada una de las partes que conviven en el universo editorial español. Ya entonces resultaba su propuesta tan novedosa como arriesgada, de hecho revisando hoy el texto sigue sin dejar indiferente más allá de la cantidad de cosas que han sucedido en el sector desde entonces.
Ahora aparece El paradigma digital de Manuel Gil (reincide) y Joaquín Rodríguez en la misma editorial y sin duda con similar vocación renovadora -y también provocadora- de su antecesor. Y es que si en el primero se advertía sin tapujos de la llegada de un tiempo nuevo para la edición en España que exigía grandes cambios, ahora se plantea de manera igualmente clara que la actual situación de dicha actividad no es tanto un mero cambio como una crisis estructural y sistémica: “La industria del libro en nuestro país adolece de opacidad e incomunicación, de ocultamiento y secretismo, síntomas todos, en general, de las industrias y sectores en retroceso y decadencia.”
Y es que El paradigma digital gira en torno a la idea de que la transformación de la era analógica a la digital no es tanto un mero cambio de formato en el producto libro (de hecho los autores sostienen que ambos formatos, el digital y el papel convivirán pacíficamente cada uno en su espacio), sino que se trata de una transformación tecnológica absoluta que obligará a la reconfiguración total del mundo de la edición.
Ante el reto proponen la creación de nuevas formas de mediación entre autor y lector tomando en cuenta que ya no será el mediador tanto la editorial como Internet. El principio hasta ahora inamovible del editor que edita, el distribuidor que distribuye y el librero que vende ha llegado a su fin, el éxito de la editorial en la nueva era consistirá en su capacidad de influir en la Red y generar comunidades de interés y no tanto por su tamaño o facturación. En este sentido jugarán un papel determinante las redes entendidas como espacios de intercambio y no como mercados. Se puede entender así que el mundo actual de la distribución tiene menos futuro aun que el de las librerías, que tampoco se habrá llevado una alegría con la lectura de este libro:
“De los grandes mercados de masas, las librerías serán barridas en un plazo de tiempo más breve del que pensamos. Su futuro pasa por la especialización en mercados nicho de alta segmentación, y por la asociación con la edición independiente.” Y es que Manuel Gil y Joaquín Rodríguez no caen en la más mínima corrección al afirmar rotundamente que frente a los grandes libreros digitales la librería tradicional no tiene nada que hacer: mejores catálogos, sistemas de búsqueda superiores, capacidad de intercambio de opiniones y comentarios, métodos de envío, ojeo virtual previo del producto…en suma, “El Apocalipsis de las librerías no lo traerá la edición digital, sino su obstinación en vender productos de alta rotación que inevitablemente se desplazan hacia las grandes cadenas, que poseen un poder muy superior para canalizar y distribuir ese tráfico de vertiginosa velocidad y rotación.” “Las librerías que no se agrupen en cadenas y centrales de compras, y se apoyen en la edición independiente, desaparecerán.” Como ven, era mejor transcribir que contar.
Un punto esencial de la obra (aunque no por el espacio que ocupa) está en el tema del precio del libro, y no es un asunto menor puesto que Manuel Gil es un especialista en la cuestión además de un defensor a ultranza de grandes cambios al respecto (no hay más que seguir su blog antinomiaslibro). Respecto al precio del libro digital plantean los autores que debe bajar puesto que el abaratamiento del coste ronda el 30%, pero más interesante aun resulta la posición respecto a la política vigente de precio fijo del libro en España (simplificando, que el mismo libro sea vendido al mismo precio en todo el territorio nacional, en todos los puntos de venta, ya sea una librería, una gran superficie o un quiosco o en cualquier época del año). Dicen Rodríguez y Gil: “En un escenario donde el usuario se verá invadido de contenidos, en muchos casos gratuitos y de enorme calidad, parece evidente que los sistemas de precio fijo carecerán de sentido y de valor, ni para el usuario ni para el punto de venta.”
Respecto al impacto sobre los derechos de autor y la propiedad intelectual la cuestión se hace espinosa cuando la reflexión gira en torno a la compensación justa que los autores deben recibir de la venta de un producto que se ha abaratado tanto en sus costes. Los autores apuestan claramente hacia arriba, en los máximos que la edición anglosajona estaría ahora pagando, en torno al 25% en el reparto de ganancias entre editor y autor.
De la piratería también podemos encontrar una perla que no sé como sentará a nuestro nuevo Ministro de Cultura: "El temor del editor no debe ser la piratería, sino la invisibilidad. De hecho, si te copian, estás haciendo algo bien."
De la piratería también podemos encontrar una perla que no sé como sentará a nuestro nuevo Ministro de Cultura: "El temor del editor no debe ser la piratería, sino la invisibilidad. De hecho, si te copian, estás haciendo algo bien."
Y no quiero pasar por alto la llamada que este libro hace a la sostenibilidad medioambiental de la industria editorial, las artes gráficas y la impresión, la distribución y la comercialización del libro: “Los editores nos abastecemos de tintas y papel, que convertimos en objetos que se reproducen industrialmente y se distribuyen mediante energías fósiles, yendo y viniendo sin sentido ni control de la imprenta al punto de venta y de allí al almacén.” Y el tema no es menor porque la industria papelera de la que se abastecen es la cuarta más contaminante entre todas las industrias y resulta esperanzador ver como en textos profesionales como este se llama la atención al respecto y además se incorporan, como es el caso, toda una gama de eco-herramientas para la edición verde.
En fin, al plantearme esta entrada de El Polemista pensé en añadir el delicioso Mario Muchnik, oficio editor (Ed. Aleph). Finalmente no lo he hecho por motivos de espacio y por que a pesar de versar sobre la edición, ambos plantean visiones casi antagónicas. Este lo dejaré para otra ocasión, pero no me resisto a citar sus soluciones como una llamada al idealismo editorial (extractos sacados de su conversación con Robert Laffont):
“Uno: ningún editor tiene en sus manos la posibilidad de pararle el carro a los grandes grupos editoriales, cada vez más grandes, cada vez más burros…
Dos: la literatura, y esto es un hecho, no una opinión, interesa a cada vez menos gente.
Tres: para dar de alta al buen libro, hoy en cuidados intensivos, hay que liberarlo de la economía…
Cuatro: la única vía de salida para el buen libro es que todos los agentes que intervienen en mantenerlo vivo trabajen sin afán de lucro, tanto el autor cuando lo escribe, como el editor cuando lo edita, el impresor cuando lo imprime, el distribuidor cuando lo entrega a los libreros y el librero cuando lo vende…
Un idealista apocalíptico, ¿verdad? Sigo siéndote sincero. Ya ni siento ganas de contar cómo va mi editorial. Va mal. Pero ya ves, aun sin ganas sigo siendo un editor.”
Definitivamente El paradigma digital se presenta como un libro necesario aunque solo sea como reflexión de la actualidad y del futuro del libro. Pudiera parecer esta obra un ejercicio de realismo pero no siempre lo es, abundan las buenas intenciones y una fe desmedida en el futuro, como si el progreso fuera algo imparable, pero lo que es seguro es que Manuel Gil y Joaquín Rodríguez van a molestar al establishment del mundo editorial y a ofrecer una alternativa diferente al sector de la edición que vive los últimos días de un tiempo pasado. Precisamente la temporalidad es el punto débil de este libro, la volatilidad y la velocidad de todo lo que acontece a la edición hacen de El Paradigma digital una lectura aquí y ahora.
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