El declive de Occidente es el título que los responsables del monográfico Vanguardia Dossier han decidido ponerle a su último número. Y lo resalto porque el tema es tan controvertido y está tan poco claro que puede llevar a engaño porque un cambio de ciclo no necesariamente implica un ordenamiento del poder completamente distinto.
Ian Morris abre la revista explicando como siendo las mismas diferencias genéticas las que el Homo sapiens presenta en todo el planeta y por tanto no hay causa biológica alguna en el porqué del dominio actual de Occidente sobre el mundo, sí hay una causalidad basada en la geografía: “Si bien el mundo se calentó al final de la edad de hielo, en una franja de latitudes afortunadas que se extendía a través de Eurasia desde el Mediterráneo hasta China se desarrolló la agricultura antes que en otras partes del mundo.” Este hecho es fundamental, porque será en esas latitudes afortunadas donde se crearán ciudades, estados e imperios. “Hasta alrededor del año 500 de la era cristiana, el extremo occidental de Eurasia se aferró a su ventaja inicial, pero después de la caída del imperio Romano y de la dinastía Ham, el centro de gravedad se desplazó hacia el este, a China, donde se mantuvo durante más de un milenio.” Morris sostiene que hasta 1700 no se regresó de nuevo hacia el oeste donde los occidentales crearon una economía atlántica que les llevaría a una revolución científica, una Ilustración y una revolución industrial que los haría dominadores del mundo. Sin embargo la geografía está “perdiendo significación” porque a finales del siglo XX la economía global dominada por EEUU varió la valoración de los recursos asiáticos. Japón primero, pero después los “tigres asiáticos” y finalmente India y China pasaron a ocupar lugares muy importantes en la economía mundial. Es por esto por lo que el autor sostiene que de seguir los cambios al ritmo del siglo XX el dominio global del Este mundial llegará en el año 2100, aunque lo sitúa en el 2050 de seguir acelerándose el proceso. Este artículo, aunque muy discutible en alguna de sus premisas resulta de un enorme interés.
También lo tiene el que el historiador Niall Ferguson despliega en torno a la pregunta: “¿Por qué Occidente llegó a dominar no solo China sino el resto del mundo a lo largo de cinco siglos después de que fuera construida la Ciudad Prohibida?” Y ha llegado a la conclusión de que son seis las innovaciones revolucionarias que lo explican:
La competencia, en el seno de cada estado existían múltiples entidades corporativas que competían entre sí.
La revolución científica, desde el XVII todo gran descubrimiento se ha hecho en Occidente.
El gobierno de la ley y el gobierno representativo basado en los derechos de propiedad y su representación.
La medicina moderna prácticamente copada en los últimos siglos por occidentales.
La sociedad de consumo, el aumento a través de la tecnología de la productividad y demanda de productos.
La ética del trabajo, la combinación de labor intensiva y extensiva con el ahorro para así permitir la acumulación de capital.
Sin embargo en los años 50 del siglo XX un creciente grupo de países asiáticos sigue a Japón en su imitación del modelo industrial de Occidente y, aunque la competencia y el gobierno representativo no destacaban en ellos, sí lo hacía la atención prioritaria a la ciencia.
El autor no se atreve a dar un pronóstico a futuro pero sí advierte que China ya no es un aprendiz y que su modelo se resume así: “Consumir más, importar más, invertir más en el extranjero e innovar más”. Como decía antes es un análisis de gran interés pero como el anterior pasa por alto elementos esenciales de la geoestrategia que sin duda serán determinantes en el devenir histórico.
Joseph Samuel Nye, Jr. tiene una visión más práctica de la cuestión, no en vano cumplió en su día como vicesecretario de defensa de EEUU más allá del impresionante bagaje como académico y especialista en relaciones internacionales que presenta. Su tesis es fácilmente resumible por él mismo: “Estados Unidos no se encuentra en un declive absoluto, y en términos relativos, existe la razonable probabilidad de que es posible que siga siendo un país más poderoso que cualquier Estado concreto por sí solo considerado en las próximas décadas. Al propio tiempo, EEUU habrá de hacer frente a un aumento de instrumentos de poder de muchos otros países –tanto de estados como de actores de la escena internacional que no son estados- . Hará frente a un número creciente de cuestiones en las que obtener nuestros resultados preferidos requerirá tanto ejercer el poder con otros como sobre otros.”
Sigue analizando los procesos actuales que vive el país norteamericano Walter Laqueur para concluir que el Tea Party, aun siendo un movimiento que se basa en una lectura integrista de la Constitución y un gobierno de mínimos que nunca llegará por su radicalidad a formar un movimiento de masas, sí es parte de la corriente de carácter mundial que conecta con los indignados contra el sistema. Laqueur tiene una visión más o menos comprensiva con estos movimientos populistas de derechas y de izquierdas (también trata al Occupy Wall Street) que desde luego no comparto, la generalización del sentimiento de descontento sin matices como explicación a estos fenómenos no es más que una posición comprensiva hacia el populismo como solución.
Un sociólogo de la talla de Michel Wieviorka siempre es de agradecer en sus análisis. En su línea más o menos habitual de dura crítica a los sistemas políticos europeos denuncia que si bien la crisis ha sacado a la luz un aberrante sistema de créditos en bancos e instituciones hay una serie de problemas anteriores que empezaron a perfilarse hace varias décadas; se trata del agotamiento de una dinámica dominada por el neoliberalismo y el rechazo de la regulación y la reglamentación de todos los sectores. Advierte además de cómo la crisis exacerba tensiones asociadas a las identidades, especialmente las religiosas y nacionalistas y concluye: “Al tiempo que la crisis crea un clima de aliento a quienes desean la vuelta al proteccionismo, el fin de los estados nación, el repliegue sobre ellos mismos o, en términos más nuevos, una desglobalización, ofrece una ocasión para pedir en un mismo impulso una apertura mundial y más regulación en materia económica, financiera, pero también jurídica.” Artículo este de gran interés aunque personalmente veo difícil encaje en el contexto internacional los conceptos de apertura y regulación tal y como los plantea Wieviorka.
Al borde es el título del artículo de Robert Skidelsky. En él, este gran economista plantea abiertamente la “quiebra del paradigma dominante de la escuela de Chicago” (esto no sé si al neoliberalismo dominante le hará mucha gracia) y vuelve a situar en primer plano el debate de los años treinta entre Hayek y Keynes. El autor plantea que adaptando la visión del primero a nuestros días, la crisis sería consecuencia de haber financiado la “mala inversión” con crédito y no mediante ahorro. La caída sería pues la liquidación de las inversiones poco seguras. Al contrario, Keynes sostendría que la insuficiente inversión es la causa del desastre y el endeudamiento es una consecuencia de ello, no la causa. El autor no toma partido, pero en las diferencias descritas subyace el debate entre austeridad y estímulo. Skidelsky expone con claridad como una política económica basada tan solo en los recortes impide el crecimiento, la única vía de prosperidad económica, pero los escenarios son diferentes según países y si bien para China la base de su crecimiento está en el bajo consumo y la alta exportación -este último punto lo comparte con Alemania a la que el autor considera responsable del fracaso de la euro zona -, en el caso americano el ajuste requiere romper con la economía basada en el crédito. En resumen, que mientras EEUU deberá consumir menos y exportar más, China y Alemania deberán exportar menos y consumir más. Este economista es moderadamente optimista y espera que se imponga la sensatez para evitar la retirada desordenada y amarga de la globalización que pudiera despertar los fantasmas políticos y económicos de los años treinta con las consecuencias conocidas por todos.
Otro historiador que aparece en este número de Vanguardia Dossier es el estadounidense Marc Levinson: el contrato social firmado después de la II Guerra Mundial basado en el Estado de bienestar y la economía social ha caducado, por lo que es necesario redactar uno nuevo que se ajuste a la velocidad de los cambios tecnológicos, la intensa competencia, la elevada movilidad de los trabajadores y la disminución de la población.
Preocupado por el desarrollo tecnológico se muestra Ian Brinkley, que sostiene que en la innovación se encuentra el camino de la recuperación aunque también se pregunta si Occidente está preparado para exportar servicios basados en la tecnología del conocimiento y dejar de depender de las importaciones de productos elaborados.
Dos artículos más: Minxin Pei es el autor de El capitalismo de Estado y la democracia de mercado en China. Tan interesante como inquietante: en los años 60 y 70 países como Taiwán, Corea del Sur y Singapur aplican este sistema que supone una mezcla de represión, intervención del gobierno y crecimiento centrado en la inversión y las exportaciones. China se suma a este grupo en la década de los 90 con evidentes resultados. Sin embargo si bien el modelo impulsado por la inversión ofrece un crecimiento económico más rápido, no se puede sostener ya que genera costos sociales, medioambientales y desequilibrios macroeconómicos insostenibles. Y curiosamente en China ese rápido crecimiento ha alimentado, no reducido, las tensiones sociales y políticas. El autor sostiene que estancado Occidente, China tendrá que encontrar demanda para sus productos en el propio país, y este crecimiento espectacular del consumo implica una revolución económica a base de creación de redes y sistemas de seguridad social, privatizaciones, aumento de salarios, cambios en el sistema financiero… que si bien asegurarán el crecimiento chino en las próximas décadas, pero significará también el final del capitalismo de Estado autocrático, toda una tragedia para el Partido Comunista. En este artículo se echa de menos una consideración sobre las consecuencias de una inestabilidad política en un país con las desigualdades y complejidades de todo tipo como China y si estas no podrían suponer un estancamiento cuando no un retroceso en su crecimiento.
A parte de las secciones habituales de la revista de libros, viajes, cine… y de los más que interesantes gráficos que a lo largo de sus páginas se suceden, destaca el último de sus artículos a manos de uno de los mejores y más originales historiadores españoles: José Enrique Ruiz-Domènec. La comparación, breve aunque detallada de las similitudes entre el actual periodo histórico y el de la última etapa del imperio romano no tiene desperdicio e incluye desde los acontecimientos históricos propiamente dichos (Adrianópolis sería la primera agresión real al interior del imperio como lo ha sido nuestro 11 de septiembre neoyorquino), hasta las políticas económicas (el besante sería lo que hoy es el dólar y solidus aureus nuestro euro), como aquellos persas sasánidas que gozaban de un prodigioso crecimiento económico sería un fenómeno similar al que hoy vivimos con China. En ambos casos, termina el autor, la producción avanza por encima del consumo. “Ambos colosos tienen los pies de barro”.
Indiscutiblemente Vanguardia Dossier es uno de los mejores monográficos de la prensa española y este número lo demuestra fielmente.
TEMAS RELACIONADOS TRATADOS EN EL POLEMISTA:
2011, La Revuelta árabe en Vanguardia Dossier(nº39) y el estado de la cuestión.
China, poder y fragilidad en Vanguardia Dossier (nº40), y las dudas sobre su futuro.
11-S, El mundo diez años después en Vanguardia Dossier (nº41), y ¿en qué hemos cambiado?
La próxima década de George Friedman y el futuro inmediato del mundo.
La revolución del Tea Party de Kate Zernike, y el auge de los populismos.
Catalunya, España. Encuentros y desencuentros de José Enrique Ruiz-Domènec, y la desafección creciente.
EN EL POLEMISTA HASTA 2012. (ÍNDICE COMPLETO 2011)
http://elpolemista.blogspot.com/2011/12/en-el-polemista-hasta-2012.html
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