No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

jueves, 16 de febrero de 2023

La aparente derrota rusa y sus lecciones en primera instancia, por Jorge Navarro Cañada.

 

Cuando comenzó hace un año la invasión de Ucrania que ha derivado en guerra asistíamos a un conflicto llamado a ser apertura del siglo XXI respecto a lo bélico. Aprendimos conceptos como el de “guerra mosaico” en el que primaba la calidad de la boca de fuego, su capacidad de transporte y agilidad por encima de lo cuantitativo. Así, era vital la localización del enemigo y en estas circunstancias la vía satélite a gran escala y a menor los drones y radares pasaban a ser determinantes. Ha pasado un año y esa fase del conflicto solo duró unos meses, inmediatamente hemos asistido a una guerra industrial que asombraba a aquellos que gratuitamente afirmaban que esta sería la última guerra convencional de la historia. Fueron todas las potencias del mundo las que no dudaron en prever que la propaganda electrónica y el engaño con ciberataques resultaría determinante, rápido y fulminante. Y sin embargo un año después nos encontramos con una guerra de trincheras mucho más parecida a la I y II Guerras Mundiales que a la ciberguerra. Incluso tenemos datos para aseverar que los avances nimios rusos se realizan más a través de comandos suicidas de mercenarios de Wagner que por el ejército regular ruso que ha evidenciado que se puede perder una guerra en tiempo récord por error de cálculo y absoluta incapacidad logística, estratégica, ni tan siquiera informativa.

Faltan unos días para el aniversario ya ya podemos hablar sin riesgo a error de la estrepitosa derrota de Vladimir Putin, pase lo que pase hoy Rusia es un paria internacional, su poder militar es ya irrisorio en términos reales si se compara con el de la super potencia que se suponía, su peso en la Sociedad Internacional pierde toda relevancia no habiendo sido apoyado por las potencias que le eran imprescindibles por su peso, China o India, la neutralidad de emergentes como Brasil o Sudáfrica (a su vez devaluadas), y poco entusiasmo de aliados como Irán que han visto como su posición pierde gravemente como consecuencia de la nueva realidad incluida su influencia sobre países del “patio trasero” de Rusia ahora que se separan del poder ruso. Especialmente grave el caso de Azerbaiyán hoy mucho más cerca de Israel que de los Ayatolas. Volviendo al caso indio y chino la relación se hace dramática para un Putin que ve como se reduce a ser suministrador de combustible barato y comprador de medios tecnológicos, ya ni tan siquiera suministrador de armamento.

Hay una cuestión en la que el autócrata ruso sí mantiene un poder soterrado que sin duda es una baza que intentará aprovechar y que supone un riesgo real de expansión del conflicto: su capacidad para crear inestabilidad en sus países vecinos a través de problemáticas de minorías o más grave, el anuncio de Moldavia de intento de Golpe de Estado provocado por los rusos podría generar una subida en la tensión en la región de gran envergadura si Rusia tuviera la tentación de extender su poder militar a dicho país.

Y bien, llegamos al 24 de febrero y Vladimir Putin tiene que presentar algo ante el pueblo ruso (ya no es ciudadanía, no queda nada en Rusia de realidad democrática). Y más allá de un bombardeo masivo y una exhibición del poco fuego que le queda podría movilizar a los 300.000 reservistas que esperan órdenes, probablemente una vez ya imposible la invasión o control total de Ucrania priorizando el corte de suministros de armamento del oeste y sur de Ucrania al Este (Donetsk y Lugansk) en conflicto. Ello necesariamente tendría que hacerse en una operación transversal de Bielorrusia hasta Moldavia, solo con ello y la consiguiente debilidad ucraniana podría sentarse en una mesa de negociación con mayores opciones. Poco más puede hacer, pero obviamente si una operación de esa envergadura fracasa la guerra habrá terminado para Rusia salvo que se conforme con un conflicto enquistado y sin final en un Ucrania ya completamente desrusificada, absolutamente consciente de su identidad y con enemigo exterior, el ruso, que dé sentido y relato a la creación del Estado-Nación: la total y absoluta derrota de Vladimir Putin que abre un periodo de muy difícil predicción en Rusia, quizá a peor, no olvidemos que para la población de aquel país Vladimir Putin significa la resurrección y venganza de lo que consideran dos décadas de decadencia y humillación. Ese sentimiento no solo no tiene por qué remitir, puede perfectamente ir a más. También puede ser que el criminal ruso continúe, pero ello implica una lógica de poder realmente de complicada puesta en práctica y mantenimiento. En esas también veremos en qué quedan los difíciles equilibrios entre jerarcas, mercenarios y otros “señores de la guerra” con el poder del Estado.

Y no lo olvidemos, la apertura de un periodo nuevo en el que Occidente tiene que asumir un nuevo orden militar que le obliga a dotarse de más y mejor material, sobre todo de su cadena de fabricación, logística y transporte del mismo, y de una modernización de la Guerra que de momento ha resultado pura ciencia ficción. Y ello conlleva inversión y gasto de complicada explicación a opiniones públicas no acostumbradas ni mentalizadas para ello.

 La cuestión de Ucrania se ha tratado varias veces y en profundidad en El Polemista desde 2014 en el que tuve la oportunidad de trabajar en lo que ya era un anuncio de lo que venía, pueden consultar varias entradas al respecto en el INDICE COMPLETO DE EL POLEMISTA http://elpolemista.blogspot.com/2022/12/indice-de-el-polemista-hasta-2023.html



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