Los que hemos seguido estos últimos años el pensamiento de José Ignacio Wert a través de los distintos medios de comunicación en los que diariamente ha participado nos hemos llevado una enorme sorpresa al ver la transformación asombrosa del personaje. Del conservadurismo de corte orteguiano y europeo siempre vinculado a la moderación que el actual Ministro de Educación, Cultura y Deporte había exhibido anteriormente al ultraliberalismo neoconservador del que hoy hace gala hay un gran camino ideológico recorrido aunque se ha hecho en tan solo dos meses. Y quizá este Los españoles ante el cambio que edita la Fundación Faes (vinculada al Partido Popular) pueda ser una buena forma de aproximarse a ello ya que el editor advierte que el texto tiene unos meses de vida y es anterior al nombramiento del autor.
El libro más o menos responde al formato panfleto tan de moda. A través de cinco apartados y poco más del centenar de páginas, Wert nos da su visión de la España que se avecina apoyándose en datos estadísticos:
El autor lamenta en la cuestión referida Identidad, nación, Autonomías que si bien “el orgullo de ser español convive armoniosamente con un orgullo de parecida intensidad por sentirse miembro de una Comunidad Autónoma (…), esa armonía en la vivencia de un sentido múltiple de pertenencia registra una acusada fractura en algunas Comunidades en las que no parece fácil la integración armoniosa de esos sentimientos de identidad múltiple. Esas Comunidades son, acusadamente, Cataluña y el País Vasco y, algo más tenuemente Navarra.” Tras un repaso más que discutible del devenir histórico de estas pulsiones nacionalistas, Wert pone ejemplos de actualidad como las consultas soberanistas catalanas donde no duda en calificarlas de mascarada o de “tonto útil” al PSC, pero en un ejercicio de reconocimiento de su nueva posición hace la siguiente confesión: “La vieja referencia orteguiana de la “conllevancia” como estrategia a aplicar en las relaciones con Cataluña (y habría que añadir en la perspectiva actual al País Vasco) se está poniendo muy difícil.” No parece que en las relaciones que el Gobierno del Ministro Wert tiene con los nacionalistas catalanes de CIU tanto en España como en Cataluña quede patente esa sensación. En fin, la solución que propone para revertir esa “relación cada vez más bilateral y ventajista con el Estado” es clara:
“Es preciso podar la fronda político-administrativa que se ha ido creando en las Comunidades Autónomas, con estructuras de mini-Estados que no es posible ni útil mantener.”
La crisis del Estado de Bienestar también tiene su análisis. Explicándolo desde la “matriz católica” de España Wert afirma con rotundidad que los valores acerca del asistencialismo en nuestro país son los más estatalistas de las economías desarrolladas y que esta posición lejos de disminuir se ha incrementado en los últimos años. Advirtiendo de los costes en opinión pública que cuestan las reformas reclama un nuevo contrato social que redefina la solidaridad intergeneracional sobre bases posibilistas y realistas más allá de lo ideológico o voluntarista.
Respecto a los valores personales y sociales también hay una espectacular mutación en el pensamiento público del autor. Para él, el debilitamiento lógico en todo proceso modernizador de las instituciones tradicionales (familia, escuela e iglesia) en España ha sido de tal velocidad que “el desconcierto axiológico en que en buena medida ha dejado instalada a la sociedad.” Y va más lejos para explicar la pérdida de valores de los españoles: “Probablemente un factor muy importante es la acelerada pérdida de centralidad de la Iglesia Católica, y muy especialmente en lo que se refiere a su papel de prescripción moral.” A partir de aquí y tras presentar diferentes datos de opinión en nuestro país se radicaliza aun más al compararnos con las demás sociedades occidentales: “en ninguna como en España tiene lugar un cambio tan intenso en el sentido de la apertura a admitir todo género de comportamientos moralmente controvertibles.” Wert termina poniendo en duda la sinceridad de esa tolerancia en un claro ejercicio de contradicción.
Sin duda, el apartado dedicado a La Política contiene algunas de las afirmaciones más controvertidas de este Los españoles ante el cambio. Partiendo de la desafección política y constatando el grave deterioro de las bases de sustentación de la conformidad democrática, y tras un buen análisis estadístico de la valoración institucional que tiene la ciudadanía llega a una interesante conclusión: “el eje de auto-identificación ideológica parece haber perdido relevancia como factor explicativo y predictivo del comportamiento electoral”. Y esto a pesar de que el autoposicionamiento ideológico de los españoles en los últimos 15 años no ha cambiado apenas. Y en este punto llegamos a la valoración que el Ministro hace del 15M y los movimientos de indignados:
“(…), cada vez que se desciende a una mínima concreción, asoma la patita una idea o bien estatista (…)o, incluso un puntito soviético:” Hombre don José Ignacio, en este blog he sido muy crítico con el Movimiento 15M por lo que considero una absoluta carencia de sustrato ideológico en muchos de sus planteamientos, pero convendrá el Sr Ministro que llamarles “soviéticos” por sus tendencias más o menos izquierdistas radicales sería tan injusto como definirle a usted como franquista por sus nuevos ímpetus conservadores. Sin duda esta parte del libro merecía una revisión por mucho que pueda generar adhesiones en los sectores más reaccionarios de la derecha española.
Las Conclusiones de este libro giran en torno a la refundación del vínculo nacional y el social que el autor achaca a errores políticos con una llamada más o menos tópica al esfuerzo, la pedagogía… y como si de una premonición se tratara al tema educativo. Tras arremeter contra el gobierno anterior por sus políticas al respecto y denuncia nuestro retraso educativo, y lo que es mejor, advierte de “más importantes que los recursos es la organización del sistema y los valores educativos que prevalecen”.
La llamada a la racionalización del Estado multinivel o a la reforma de la Administración de Justicia cierran el texto propiamente dicho al que el editor ha añadido un post-scriptum al que solo le ha faltado que en vez de llevar el nombre Las elecciones generales 2011, un análisis preliminar, podía perfectamente haber sido titulado, oe, oe, oeee....
En fin, más allá de la ironía, este texto deja un sabor amargo a los que hemos podido disfrutar durante estos años de un analista que ha hecho de la lógica y la mesura una fuente de opinión, que aunque siempre conservadora también capaz de crear consensos más allá de posiciones ideológicas. Desgraciadamente José Ignacio Wert abandona esa línea para convertirse en uno de los puntales de la llamada contrarreforma Popular y que a algunos que continuamos viendo el mundo desde una visión –ahora sí- orteguiana nos llena de preocupación al percibir que el populismo neoconservador ocupa cada vez más importantes cotas de poder.
Sospecho que el propio Ministro no tardará en sentirse muy incómodo al notar el precio en prestigio y credibilidad que tendrá que pagar por estas veleidades.
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