Del preámbulo de Gitanas:
“A las mujeres del pueblo, de las clases peligrosas, de los estratos plebeyos, de los grupos desfavorecidos, y a las mujeres discriminadas, se les impone un plus de silencio. Esta enorme discriminación y el confinamiento en el mutismo van de la mano con la etnicidad de los roms, o sea, con la ausencia de un Estado y de las construcciones que conlleva, como la civilidad etnocéntrica que comúnmente llamamos ciudadanía.”
Claire Auzias ha pintado en este Gitanas (Ed. Pepitas de calabaza) un impresionante retrato de lo que es ser romaní y mujer, y lo ha hecho a través de catorce entrevistas personales y sin cuestionario previo a quince mujeres que a través de su experiencia van a tirar del hilo de la historia, la tradición y el día a día de su etnia en Europa.
Aquí hay españolas, francesas, portuguesas, kosovares, rumanas…, artistas, rebeldes, sumisas, ancianas, universitarias…, cristianas, musulmanas o evangelistas, y todas ellas con un discurso atípico que huye con éxito de todo tópico. Es asombrosa la diversidad y la riqueza del mundo gitano observado a través de las vivencias de estas mujeres.
Gitanas que comían cerillas durante la II Guerra Mundial “para que se le hicieran manchas en los pulmones y de esta manera no la llevaran a un campo de concentración. Porque teníamos a toda la familia de mi padre en el Campo de Saliers”, mujeres con treinta abortos en cuarenta años, o sorprendentes historias que el lector probablemente no espera: como la de Iréne, una hija de gitanos catalanes que habla de los gitanos andaluces: “Nosotros éramos la escoria de los gitanos. No nos consideraban verdaderos gitanos. Ellos, los andaluces, se creían los auténticos. Pero nosotros, como no éramos sino catalanes, no éramos… Pero ahora nos aceptan más.”
O Cheida, una kosovar de setenta años que sacó ella sola adelante a sus diez hijos y que explica las consecuencias de no respetar algunas tradiciones como sería la de “arreglar” falsas virginidades: “¡No! ¡No! Si lo haces organizas una pelea de muerte, con pistolas y cuchillos; se exige sangre. En seguida se presenta la familia para preguntarte dónde lo has hecho y como.”
No obstante este libro es esperanzador, porque la mayoría de las historias están marcadas por la superación y por el esfuerzo de integración sin pretender ser una obra de denuncia de los ultrajes y maltratos sufridos por el pueblo gitano si no de dar la palabra a las mujeres.
Dice Claire Auzias en la conclusión:
“Estas gitanas tan presentes en el imaginario medio, así como en el repertorio popular, y que se hallan completamente abandonadas por las feministas (…). El mismo feminismo ha perdido ya su carácter incisivo para civilizarse y devenir vulgar”. Viniendo de una feminista es relevante.
Nos advierte la autora de la importancia en estos colectivos de la religión si esta es modernizadora y favorece la integración por la repercusión que tiene en el ámbito de la intimidad, tomando en cuenta que la tasa de fecundidad es determinante. Se trata de un espacio privado nuclear y plurinuclear, donde familias nucleares unidas por una alianza forman una familia extensa. Aun así considera Auzias de sus numerosos estudios al respecto en Europa -Oriental y Central fundamentalmente- que la modernización se había instalado en la vida de las gitanas, “las madres solteras eran multitud, las familias monoparentales legión, las familias mixtas una proporción respetable y que las clases medias formaban, junto con el lumpen y las capas rurales miserables, el resto de la población rom.”
Termina la autora:
“Que las mujeres rommia, gitanas, manuches, yeniches, sinti, itinerantes y otras valoren finalmente su contribución creadora al mundo, poniendo en evidencia el rostro de la mezquindad dominante, que las pinta con los colores de la infamia. Nada nos permite afirmar que el patriarcado sea más virulento en este pueblo que en los demás. Lo realmente seguro es que lo es igual.”
Gitanas además cuenta con un pequeño aunque muy útil glosario y todo un apartado del libro magníficamente editado dedicado a las sesenta y dos fotografías de Éric Roset que servirán para ilustrar aun más las historias que contiene la obra.
El pueblo gitano ha sido estudiado desde distintos puntos de vista, pero Claire Auzias hace un ejercicio de exposición tan original como eficaz, fundamentalmente porque queda fuera de todo estereotipo y pone el foco en aquello que una mirada con los habituales prejuicios ante la realidad romaní no ve o pasa por alto.
Como todo ejercicio combativo desde la sociología, y este lo es, plantea discrepancias y dudas, pero es indiscutible que toda integración se ha de hacer desde la aceptación y el conocimiento del otro, previos a la comprensión y aceptación de que el precio de esa normalización social no puede ser la renuncia a la propia identidad, porque, como dice la gitana e historiadora Sarah Carmona en el prólogo de este libro, “la historiografía romaní no es otra que la de los miedos y obsesiones de la sociedad mayoritaria.”
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