No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

jueves, 20 de octubre de 2011

Raíces profundas editada M.Jesús Fuente y R.Morán, La trampa del velo de Ángeles Ramírez, La lujuria en la iconografía románica de Jesús Herrero Marcos, y la historia de la violencia de género.

Trato en el comentario de estos tres libros de acercarme a las raíces del maltrato a las mujeres y sus orígenes históricos y filosóficos:

Raíces profundas (Ed. Polifemo) es una selección de estudios de enorme calidad que tratan de abordar la cuestión de la violencia de género indagando en las fuentes religiosas, jurídicas, filosóficas y literarias. Y el resultado es realmente notable.
La primera parte de la obra está dedicada a la búsqueda de elementos en las tradiciones cristianas, islámicas y judías.
Juan José Tamayo analiza distintos textos bíblicos para concluir que si bien existe en el cristianismo una tradición igualitaria en la forma en la que se entiende la relación hombre y mujer que no se detendrá en la Iglesia primitiva, “Jesús de Nazaret defiende la igualdad de la mujer y pone en marcha un movimiento igualitario de hombres y mujeres en el que estas se ubican en espacios de responsabilidad al mismo nivel que los varones”, también existe una tradición discriminatoria que sanciona o legitima la inferioridad de la mujer bajo la autoridad de Dios. “Los textos bíblicos cristianos y los discursos teológicos tradicionales cristologizan el sufrimiento y legitiman la victimización patriarcal. Pero hay que subrayar que los sacrificios de la víctimas sustitutorias no interrumpen el ciclo de la violencia, sino que lo fomentan, ya que es una construcción del patriarcado.” De esta forma, la base de la autoinculpación y autorresponsabilidad de las mujeres maltratadas es la doctrina bíblica de que el pecado entró en el mundo a través de Eva. La responsabilidad pues, recae sobre las víctimas.
Soha Abboud-Haggar analiza la cuestión en la tradición musulmana. A través del Corán entenderemos que el hombre es más fuerte que la mujer y que debe por mandato divino ser el guardián tanto de sus bienes como de su persona. El castigo, incluido el físico, es parte de esa gestión y la prueba de la generosidad de Allah con la mujer es que este debe cesar en el momento en el que ella se someta al hombre. También pues en el Islam encontramos que si bien, a través de aleyas coránicas y las Tradiciones del profeta se confirma la igualdad del hombre y la mujer hay numerosas otras aleyas y hadices que lo contradicen.
Tampoco encontraremos igualitarismo en la tradición judía que es analizada por Asunción Blanco: La opinión que los rabinos, juristas y talmudistas  medievales tenían de la mujer está absolutamente vinculada por el hecho de haber sido creada a partir de la costilla de Adán y el que sucumbiese a la tentación de la serpiente en el Paraíso. “… las mujeres eran inferiores a los hombres tanto desde el punto de vista físico como intelectual, que debían respeto y obediencia a sus esposos, que éstos eran responsables de su educación y encauzamiento para que no se desviaran del buen camino, y que, como maestros que eran podían recurrir a los golpes si lo consideraban necesario…”
La segunda parte de este Raíces Profundas está dedicada a los textos jurídicos. A través de José María Coma Fort veremos como la organización romana se asienta sobre la figura de un único hombre que lidera la familia y la hacienda doméstica. Así la legislación girará en torno a la idea del paterfamilia, una figura jurídica que no es el padre de familia, sino el jefe supremo de la misma. De esta forma, la mujer, no podrá nunca desarrollar poderes personales sobre los miembros de la familia.
Igualmente Esperanza Osaba encuentra raíces violentas en elementos de la legislación visigótica como la relación de la naturaleza y el derecho a la sumisión de la mujer dentro del matrimonio. La evolución histórica no mejoró mucho la visión que el Derecho tenía de la mujer, así lo demuestra Remedios Morán cuando en los Fueros medievales encuentra la total desprotección de la mujer, especialmente la casada, ya que al marido se le otorga un derecho de fuerza y represión que por si solas legitiman la violencia contra ellas. Quedan así las mujeres como objeto de Derecho, nunca como sujeto del mismo.
La filosofía y la literatura de la Antigüedad y Edad Media también presenta muchos elementos de análisis al respecto:
Carmen González Marín nos presenta a Platón y Aristóteles como incapaces del reconocimiento de la diferencia sexual que permitiera a las mujeres ocupar puestos en simetría y reciprocidad con los varones, y concluye que la más elemental violencia de género es justamente esa, la negación a las mujeres de ser lo que son para así someter a un control riguroso a quien desestabiliza una imagen unívoca de ambos sexos, y ficticia por ello, del sujeto humano.
A través de María Jesús Fuente y Yolanda Beteta veremos como las fuentes anteriores sería recogidas por tratadistas y literatos y la importancia que en ello tuvo el teatro. Si bien los textos escritos solo llegaban a quienes sabían leer las representaciones y los cantares que reproducían los juglares tenían mucha más difusión. La retórica de la pasividad y bondad femenina que acepta sin respuesta la violencia conyugal, o más claro aun en el teatro y novela de los siglos XVI y XVII: “El ideal de la masculinidad animaba a una conducta sexual agresiva sobre las mujeres propiedad de otros, al tiempo que exigía control absoluto sobre la mujer de su propiedad. La idea de posesión de una mujer se sobreentendía, hasta el punto de considerarla parte de la hacienda del marido.”
Esta parte del libro dedicada a la literatura es de un interés y una erudición extraordinarias y podría perfectamente ser incorporada en sus conclusiones en la enseñanza de la literatura clásica española. Obras como el Cantar de Mío Cid, El Amadís de Gaula, El Conde Lucanor… o autores barrocos como Calderón de la Barca o Lope de Vega entre otros, aparecen desde un punto de vista claramente esclarecedor de cómo “… el pensamiento simbólico, codificado a través de la literatura, adquiere un papel clave en la somatización de las relaciones de dominio legitimando unas identidades impuestas por y desde la cultura.”
La cuarta y quinta parte de la obra está dedicada a seis estudios sobre mujeres que padecieron violencia en la Edad Media hispana hasta el siglo XVI. En ella encontramos la materialización práctica de mucho de lo visto anteriormente para concluir que la violencia física y psicológica quedaba perfectamente ajustada a la “normalidad” que había en que un hombre maltratara a la mujer que no cumplía con sus deseos o incluso en algunos casos como el adulterio, matarla.
El epílogo, a cargo de José Manuel Pérez Prendes, gira en torno a Génesis:
“No cayó en vano el símbolo elegido por Génesis, la desnudez, para desenvolver sus reglas acerca de la relación entre mujeres y hombres. Desde entonces, la potestad de aplicar el yugo de ser desnudadas, de modo público o involuntario, sería la culminación simbólico-dialéctica decisiva en la toma de “ellas” como sujetos subordinados por naturaleza”.
Raíces profundas es un libro necesario, sólo la comprensión de un fenómeno desde su origen y pasado no permitirá combatirlo en el presente y en el futuro.   

La trampa del velo (Ed Catarata) trata un tema que se encuentra siempre en el debate sobre los derechos de la mujer e indirectamente en el de si su uso es una imposición machista o un acto de libre elección.
Ángeles Ramírez plantea su tesis sobre el uso del velo desde dos claves:
“La primera es la regulación del cuerpo, básicamente del cuerpo de las mujeres, como parte fundamental de las políticas de asimilación de las minorías. La segunda es que este proceso llevado a cabo sobre las mujeres afecta de modo humillante a toda la comunidad, que además habla en nombre de estas. El asunto del velamiento y desvelamiento es convertido, ya desde el siglo XVI, en una cuestión política, tanto en las relaciones inter como intraculturales: se trata de la dominación de las mujeres. Las regulaciones sobre el pañuelo añaden a todo esto una vuelta de tuerca, porque tanto las que obligan a él se aplican sobre unos cuerpos construidos como inferiores, subalternos, que legítimamente pueden ser reglamentados”. La cita es larga pero no puede ser mejor resumen del planteamiento de la autora. Y es que en efecto, ella sostiene que con las legislaciones sobre el velo (o prenda similar) la mujer sufre una doble subordinación, la que afecta a la regulación de su cuerpo en buena parte de los contextos musulmanes, y la que en contextos europeos que regulan su uso crea sujetos coloniales, poblaciones inferiorizadas por medio del control otra vez del cuerpo de las mujeres de otras culturas no occidentales.
La trampa del velo se divide en cuatro capítulos. Y es una verdadera delicia deslizarse por el rigor y la información de una realidad tan mitificada.
En la hiyabización del mundo musulmán nos explica como en las últimas décadas se ha producido en aquellos países un aumento de la importancia de la religión en la vida social y política. La norma vestimentaria, que sólo se aplica sobre las mujeres, es la más visible de las políticas de género. El análisis profundo de los diferentes casos da paso a la segunda parte del libro: “La hiyabización entre las musulmanas no tiene que ver tanto con la militancia islamista o con la imposición del Estado, como con un amplio proceso de reislamización que, si bien es producto del islamismo, rebasa el alcance de aquel.” “La reislamización actual no se conecta con ambiciones políticas inmediatas de ganar el poder e instaurar un Estado musulmán, que sería el caso del islamismo. Pretende, eso sí, imponer un código para las relaciones sociales, una moral pública…” Posteriormente citará los casos de algunos de estos predicadores, como son los casos del egipcio residente en Birmingham Amr Khaled, del también egipcio aunque esta vez residente en Omán, Yusuf Al Qaradawi, o el mucho más conocido clérigo europeo Tariq Ramadan que basa su proyecto en la mezcla de la idea de integración con la de religiosidad en un pastiche que denomina “religiosidad ciudadana o ciudadanía creyente”.
Los dos últimos capítulos tratan de las normativas sobre la vestimenta femenina musulmana en Europa y España, revisando en el primero de ellos los diferentes modelos que se han impuesto en Europa y en el segundo tratando incluso casos concretos. “La persistencia de esta subalternidad de estas mujeres y la pretensión de liberarlas del yugo masculino-musulmán se ha convertido en la base discursiva más comúnmente utilizada para la prohibición del atavío islámico.”
En fin, un libro valiente que plantea una posición muy alejada de la corriente ahora dominante basado en la ridiculización del concepto relativista  que sostiene que la verdad no es universal además del menosprecio a la tolerancia cultural y que termina con una afirmación como esta:
“Como sucede en el caso de las otras mujeres del mundo, la lucha contra la dominación de las musulmanas no puede llevarse a cabo desde la imposición – incluso jurídica- de un modelo emancipatorio liberal del que y en el que nunca han participado. Esta suerte de despotismo ilustrado feminista es efectivamente despótico, pero nunca podría ser feminista.”
Para mayor interés del libro decir que su magnífica edición además de incluir una buena bibliografía añade un breve glosario que facilita enormemente la comprensión de la lectura.

Termino esta entrada más larga de lo habitual con La lujuria en la iconografía románica. (Ed Cálamo). El motivo de incluirlo aquí es doble. Primero y ante todo por la calidad y la belleza del libro, pero la segunda razón y más relacionada con el tema que nos trae, es por lo que afecta inevitablemente a un episodio clave en el papel que en nuestras sociedades ha ocupado la mujer y que quizá cubra un hueco en este artículo: su imagen en el arte. En este caso en el medieval. Llegados al capítulo en el que el autor, Jesús Herrero Marcos trata la cuestión del pecado en el siglo XI a través de las Glosas Silenses, cito (pido disculpas por la extensión) respecto a De sacrilegii observationibus y la costumbre femenina de hacer acopio de yerbas curativas por parte de las mujeres y a las que se las obliga a hacerlo de manera cristiana y no con encantamientos paganos.
“Es evidente que aquí se plantea un problema de competencias entre el mundo clerical, que era quien ejercía la medicina oficial (…), y las mujeres locales que, tuvieran o no sus huertos, seguían recolectando sus yerbas desde tiempos remotos, y conocían perfectamente sus efectos, ya fueran positivos o negativos, y por lo tanto estaban, en la mayor parte de los casos, más capacitadas para aplicar remedios con eficacia. Como telón de fondo sigue latente la lucha, que no me importa recordar cuantas veces sea necesario, de las sociedades patriarcales (dioses masculinos solares) contra las matriarcales (diosas femeninas lunares), tratando estas últimas de pasar lo más desapercibidas posible ante la presión ejercida por las primeras, por no hablar de la inducida percepción negativa que tenían de si mismas las propias mujeres debido a este acoso que las demonizaba como origen del pecado. Todo este conjunto de causas terminó llevando a muchas de ellas a las hogueras de la Inquisición, en toda Europa, acusadas de brujería.” Creo que la lectura merecía la pena, ¿no?
La lujuria en la iconografía románica es toda una invitación al conocimiento de la aparente contradicción que existe entre el arte entregado a la causa religiosa con la muestra más procaz y descarnada del sexo. Y lo más interesante de este libro está justamente en lo que su título esconde, porque su autor hace un recorrido que va desde Egipto a Roma pasando por la India y Grecia. Una excelente propuesta posterior sobre los elementos fundamentales del arte en el cristianismo y el repaso al pecado y su plasmación artística sin dejar de lado el caso práctico de la maravillosa y cántabra colegiata de San Pedro de Cervatos donde podremos recrearnos en el pecado de la lujuria.
La belleza antes mencionada del libro no sólo se encuentra en su edición rica en imágenes, el texto lo mejora y concluye:
“No es difícil sacar conclusiones con respecto a toda la iconografía, directa o indirecta, que se movió alrededor del asunto del sexo, básicamente porque sobre todas las representaciones flotaba, en mayor o menor medida, una experiencia vital de vida, muerte y resurrección o renovación periódica del mundo vegetal o animal. Una experiencia que matizó de forma naturalista las relaciones entre la divinidad y el hombre, que ante la imposibilidad de controlar eficazmente el mundo que le rodeaba, materializó iconográficamente la imagen de la divinidad, tal como él la entendía para, teniéndola físicamente presente, poderle pedir protección y abundancia (de agua, de vegetales, de animales, de hijos y de todo aquello que pudiera facilitarle la supervivencia) a cambio de un culto cada vez más sofisticado y regulado.”

Tres libros excelentes y tres miradas diferentes pero convergentes en la necesidad de conocer nuestro pasado para mejorar el futuro.



Temas relacionados tratados en El Polemista:

Yo maté a Sherezade de Joumana Haddad, Las tradiciones que no amaban a las mujeres de Mª. Teresa Gómez-Limón.- La Mujer en mundo árabe y el feminismo que viene.



La república islámica de España de Pilar Rahola, Nómada de Ayaan Iris Ali, y el Islam en Occidente.






2 comentarios:

  1. También en EL POLEMISTA:
    Juan Pablo II y Benedicto XVI de Juan José Tamaño, y el rumbo de la Iglesia católica:
    http://elpolemista.blogspot.com/2011/11/juan-pablo-ii-y-benedicto-xvi-de-juan.html

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  2. También en EL POLEMISTA:
    Gitanas de Claire Auzias, y la sociología de la integración.
    http://elpolemista.blogspot.com/2012/02/gitanas-de-claire-auzias-y-la.html

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