Entre tanto ruido y ante la celebración mientras escribo
estas líneas de un pseudo referéndum profundamente antidemocrático y propio de
un Procés que ha mutado claramente de movimiento totalista (homogeneización
forzada del discurso político unidireccional) a un sistema totalitario que se
rige abiertamente al margen de las normas democráticas, libros como este
resultan un aporte importante.
Sobre este Cataluña
escucha. España escucha (Ed. Península):“Este es un libro sin equívocos.
Los cuatro autores rechazamos cualquier decisión y procedimiento que no respete
la legalidad y se adopte violándola; es decir, no solamente no somos
independentistas sino que nos oponemos por ejemplo a un referéndum que no sea
legal. En definitiva, ninguno de los cuatro está a favor de saltarse de ningún
modo el orden constitucional.”
En Catalán,
español, europeo Josep Borrell demuestra, incluso con frases textuales como
la que en su día pronunciaba la imposible presidenta del Parlament Carme
Forcadell, “tensionar al Estado y ponerlo contra las cuerdas” que el problema
no es únicamente entre Cataluña y España, sino entre los propios catalanes.
Para el autor Cataluña es el resultado del trabajo de
españoles venidos de todas partes y la asimilación de España con el franquismo
junto al relato victimista y ahistórico son una falacia. Los diversos gobiernos
nacionalistas han aprovechado un alto nivel de autonomía para de forma preconcebida y sistemática
realizar un proceso identitario que desembocara en el actual intento de desconexión
en una completa deslealtad al punto de equilibrio que representaba la
Constitución de 1978. A ello han contribuido los gobiernos pirómanos del
Partido Popular que en ocasiones han generado un sentimiento de humillación que
han reforzado las emociones independentistas.
La cuestión de la manipulación y la mentira es clave para
entender dónde nos encontramos, las falacias económicas son parte esencial de
ello, recientemente Borrell con Joan Llorach los desmontaba en Las cuentas y los cuentos de la
independencia (Ed. Catarata). Volviendo a este Escucha Cataluña.Escucha España:
“Se debe denunciar que hemos llegado a una situación
límite, entre otras cosas porque Mas y Junqueras han ofrecido a los catalanes
la ficción de una independencia sin costes ni inconvenientes que, además,
liberaría a Cataluña del “expolio” de 16.000 millones de euros contantes y
sonantes al que España la somete. A eso se suma que la sociedad catalana ha
sido engañada con una inventada comparación con Alemania, la de las balanzas
fiscales y el límite del 4 % en el déficit fiscal de los länder con la Hacienda
federal, que nunca existieron. Pero pocos se esforzaron en desmentirlo.”
El derecho de autodeterminación solo está reconocido en
constituciones como la de Sudán, la de Etiopía (ambas con consecuencias
devastadoras), las islas de Saint Kitts, los municipios de Liechtenstein y una
pequeña república uzbeka, lo cual demuestra su incompatibilidad con sistemas
democráticos normalizados.
El que fuera ministro en los gobiernos de Felipe González
y presidente del Parlamento Europeo entre 2004 y 2007 cuando escribía este
texto pedía la suspensión del referéndum al cual hoy asistiremos aunque en
forma delirante y sin ninguna validez de ningún tipo.
“Defiendo que ya es hora de hablar con claridad y
responsabilidad. Ya está bien de engañar a la gente envolviendo sus propuestas
con demenciales referencias a la singularidad de los genes catalanes más
parecidos, según Junqueras, a los de franceses y suizos que a los del resto de
los españoles, o a la existencia de un superior ADN cultural carolingio en
Cataluña, según Mas, derivado de su pertenencia a la Marca Hispánica en el siglo
IX.”
“Por múltiples razones (…) la ruptura unilateral no es
posible ni conduce a ninguna parte. Y los catalanes de buena voluntad y de seny
deben comprenderlo y buscar alternativas realistas. Pero el inmovilismo tampoco
es una solución. Y los españoles que no quieren que España se rompa también
deben entenderlo. Y, en mi opinión, trabajar activamente a favor de una
propuesta ambiciosa y sensata de reforma constitucional, que permita completar
el diseño de una España unida en su diversidad.”
Borrell apela al diálogo, incluso a la reforma
constitucional, pero en este caso me atrevo a preguntar, ¿de verdad alguien
cree que al nacionalismo catalán se le puede satisfacer de alguna forma? Me
temo que no, el nacionalismo catalán se define más por lo que niega
–España- que por lo que afirma
–Cataluña- como buen nacionalismo periférico.
Francesc de Carreras en La defensa espiral del silencio se pregunta si el nacionalismo
fundacional catalán del siglo XIX se adapta al mundo de hoy.
“Ciertamente, aquella doctrina que nació como un intento
de regenerar una sociedad y un Estado de finales de siglo XIX, hoy se encuentra
con una sociedad y un Estado absolutamente transformados. En ocasiones se tiene
desde Cataluña una visión de España, o de Madrid, Andalucía o Castilla,
completamente irreal. Ha cambiado mucho Cataluña, también ha cambiado el resto
de España, afortunadamente para ambos. Por ahí, a menudo, el catalanismo
político anda errado y despistado. Es buena compañía el resto de España, en
conjunto somos un gran país de la Unión Europea.”
El autor apunta al aumento de la población en Cataluña
provocado por la industrialización durante el franquismo debido a las
migraciones del resto de España, en especial de la España pobre, como causa de
un profundo cambio cultural y lingüístico en la región.
Fue Jordi Pujol quien reconvirtió el anterior fer país de la época del antifranquismo
en otra consigna: el procés de
construcción nacional, había llegado el momento de edificar sobre ese
terreno una nación.
“…la construcción nacionalista va en un sentido muy
distinto, mucho más antiguo en las intenciones y mucho más europeo: se trata de
ocultar los conflictos económicos y sociales, estos sí realmente existentes,
mediante el nacionalismo, una ideología culturalmente uniformizadora y
contraria a la pluralidad. Para conseguir este objetivo, el proceso de
construcción nacionalista es una inteligente obra de ingeniería social cuyo fin
es transformar la mentalidad de la sociedad catalana para que sus ciudadanos se
convenzan de que debido a su forma de ser específica (sic) constituyen una
nación cultural, con una identidad colectiva muy distinta al resto de España,
que solo podrá sobrevivir como tal nación cultural si dispone de un Estado
independiente.(…) a pesar de llevarse a cabo de forma premeditada y
perseverante, una buena parte de los catalanes no se han dado cuenta de la
manipulación, sigilosa y astuta, a la que han sido sometidos. (…) El
nacionalismo ha dominado la escena y ha excluido, cuidando de que no se notase,
a las voces críticas.” Se trata de una espiral de silencio para haber llegado
hasta aquí.
Apunta Francesc de Carreras a la frase que Jordi Pujol le
dedicaba en 2003 a la candidata socialista María de Madre: “Ella lleva aquí
cincuenta años, yo, quinientos.”
Ello apunta a una creencia profunda: los catalanes de
origen son los auténticos propietarios del país y peor, las autoridades de la
Generalitat enseñaron a despreciar el derecho, a saltarse las normas, sin
ocultarlo, haciendo ostentación de ello.
El nacionalismo de raíz romántica está basado en la
unidad cultural y la lengua es su primer elemento, motivo por el cual el
nacionalismo catalán le ha prestado especial atención, pero el autor califica de
perversa y de lamentable que la cultura se haya reducido a la propaganda.
“La red clientelar que la Generalitat ha creado en el
ámbito de la cultura, más allá de la lengua, es claramente discriminatoria para
aquellos que no son adictos al nacionalismo cultural; con frecuencia, tras
tantos años de marginación, estos ya ni se molestan en dirigirse a las
autoridades autonómicas. Todo ello, aparte de ser discriminatorio para las
personas, provoca que la cultura en Cataluña haya perdido la fuerza y calidad de
otros tiempos, incluidos los últimos años del franquismo (…)
Desde hace muchos años, la historia desempeña un
importante papel ideológico en la construcción nacional (…) para dar paso de
nuevo a una historia romántica de Cataluña más basada en el sentimiento
nacional que en datos empíricos comprobables. El reciente espectáculo de un
1714 imaginario, considerando esta fecha como el final de un inexistente Estado
catalán independiente, es bien revelador.”
El Estatuto catalán como no podía ser de otra forma en un
catedrático de Derecho Constitucional como Francesc de Carreras y tiene también
su estudio para concluir que se improvisó por razones tácticas cuando el Estado
de las autonomías estaba razonablemente asentado y rozaba el Estado federal
pleno. Así, el estatuto fue un error capital que dio lugar a una absurda pugna
entre los nacionalistas por cuál era el partido más nacionalista, de ahí
aparecieron más tarde los eslogan como España nos roba o España no nos sirve.
Ya estamos en el supuesto del autor para después del 1-O
que prevé será de frustración: “Hay que reinventar el catalanismo político,
pero creo que ello sería introducir confusión. El catalanismo es un término que
debe reservarse a quien se lo ha apropiado, el nacionalismo identitario, que
siempre cometerá el error, entre otros, de pretender crear un Estado nuevo en
la Europa del siglo XXI. Probablemente, lo mejor es que Cataluña sea
simplemente una comunidad autónoma de España que, a su vez, debe transformarse
en un Estado integrado de una Europa federal.”
En El Polemista de Francesc de Carreras tienen reseña de Paciencia e independencia http://elpolemista.blogspot.com.es/2014/04/paciencia-e-independencia-de-francesc.html
El problema español
de Juan-José López Burniol, ex magistrado del Tribunal Superior y del
Constitucional define el problema como propio de la estructura territorial del
Estado, de la distribución y reparto del poder y de cómo se resuelve. Actitud y
herramienta, la primera la voluntad de pacto y la predisposición transaccional, y la única herramienta el
diálogo marcado por recíprocas concesiones que si bien inicialmente dejarán insatisfechas
a ambas partes pueden llegar a asentarse y permitir una convivencia en paz y
potenciadora.
-El Gobierno central según el autor debería:
-Reconocimiento de la singularidad catalana.
-Dotarle de competencias identitarias exclusivas.
-Fijación de un tope en la aportación al fondo de
solidaridad y agencia tributaria compartida.
-Consulta a los catalanes sobre si aceptan o no estas
normas.
“Cataluña está desconcertada: cree percibir que su vieja
preeminencia se erosiona y que es vista con crecientes reservas por el resto de
España, por lo que se replantea de raíz su futuro. ¿Cuál es el motivo? Porque
ha cambiado la naturaleza del desafío que la propia Cataluña ha lanzado. Ya no
se plantea cuestiones esencialistas —ser o no ser—, sino un reto más prosaico
pero no por ello menos importante: decidir dónde quiere estar y, en su caso,
cómo quiere estar. Es decir, ganada la batalla del “ser”, Cataluña se enfrenta
ahora a la del “estar”. Tiene que decidir si quiere o no preservar su vínculo
con España y, de mantenerlo, cómo quiere que se articule esa relación, teniendo
además muy en cuenta —no hay que olvidar nunca este punto— que el tipo de
vínculo que Cataluña desea no tiene por qué ser aceptado por el resto de España
(…) Muchos catalanes se consideran agraviados y, también con toda certeza,
muchos españoles se sienten hastiados.”
Solo habría una salida lógica, la convocatoria electoral
que López Burniol aventura como una victoria de Esquerra Republicana de
Catalunya (ERC) que podría formar gobierno en Oriol Junqueras con los podemitas
de los Comuns o los socialistas del PSC y que apunta a una lectura social más
que nacional.
Igualmente sentencia, Cataluña al igual que España deben
reconocerse en lo que son y no en lo que podrían haber sido. Cataluña está integrada
histórica, política y jurídicamente en el Estado español y como parte de él
debe aplicar todo su potencial aspirando a ser determinante. Pero, añade,
España debe aceptar que su realidad no es única, invariable y monolítica.
El Polemista no quiere dejar de mostrar su sorpresa por
esta necesidad de tantos intelectuales, que cada vez que critica una posición
sencillamente incompatible con la democracia como la que ha adoptado el
nacionalismo catalán a través del Govern catalán, tenga que compensarlo criticando
a un país como España que con todas sus fallas que son muchas, es el Estado,
con mucho, más descentralizado de Europa, en el caso catalán con decenas de
competencias más que la siguiente comunidad autónoma en tenerlas (Galicia y
País Vasco en ese orden), y que por ejemplo, es la única que posee las
penitenciarias desde 1983.
En busca de la
política perdida de Josep Piqué, ex ministro en los gobiernos de José María
Aznar lo tiene claro:
“Veo muchísimo más sectarismo y cerrazón en Barcelona
—para ser precisos, en el mundo nacionalista— que en Madrid. No ha sido siempre
así: hubo un tiempo en el que Barcelona fue paradigma de ciudad abierta,
tolerante, cosmopolita e integradora. Sigue siéndolo, pero cada vez está más
ahogada por todos aquellos que quieren circunscribirla a ser la capital de una
quimérica Cataluña independiente (…) No hay mucho espacio para las teorías
conspirativas, aunque, en Cataluña, existe todavía gente que cree que, todas
las mañanas, hay una reunión en “Madrid”, para ver qué puede hacerse para
“fastidiar” a Cataluña. Es más, que casi no piensan en otra cosa. La
frustración sería enorme si supieran la verdad, que es que la atención se
centra en otros asuntos de mucha mayor envergadura.”
El hasta el año pasado consejero delegado y vicepresidente de la constructora OHL
defiende la POLÍTICA, así con mayúsculas, basada en el diálogo con el límite infranqueable de la ley, está
condición necesaria.
Piqué encuentra un complejo de inferioridad y necesidad
de redimirse del pasado en el nacionalismo catalán que se mostraría con
claridad en la frase de Companys tras la proclamación del “Estat català en la República
federal española” en 1934: “¡A ver si ahora diréis también que no soy
catalanista!” (En el original aparece modificada y situada en “tras la
proclamación de la república”).
Contrapone a Tarradellas que solía decir que los
políticos catalanes nacionalistas suelen estar convencidos de tener siempre la
razón y que, por lo tanto, resultaría inevitable tener que dársela.
Y es que la izquierda catalana y la del resto de España
han visto en el nacionalismo un componente de progreso frente a la derecha
cuando el nacionalismo es absolutamente incompatible con el credo
internacionalista y de solidaridad.
El independentismo catalán no ha pasado de su fase
adolescente y ello le aboca a una grave crisis de frustración.
Y más allá del acuerdo o no con la afirmación, no deja de
hacerla el que fuera Ministro de Asuntos Exteriores y también presidente y
candidato del Partido Popular en Cataluña:
“…el independentismo catalán no solo no ha recabado
ningún apoyo internacional, a pesar de los patéticos y esperpénticos intentos
en ese sentido, sino que, en general, ha suscitado una clara animadversión en
un mundo inestable e incierto y ocupado en las consecuencias mucho más serias
de los profundos cambios en el escenario geoestratégico global, difíciles de
entender para los que no ven más allá de sus propios ombligos y que creen que
los demás no hablan de otra cosa”.
La necesidad de negociación de un nuevo sistema que
garantice la suficiencia financiera y la responsabilidad fiscal de las
comunidades autónomas, la distribución de impuestos con la lógica de un Estado
federal, la reivindicación, en este caso sí creo oportuna, “Nadie paga más o
menos impuestos por el hecho de ser catalán o extremeño. Es puro sentido común.
Se pagan impuestos directos en función de la renta, se esté donde se esté, e
impuestos indirectos en función de las transacciones…”, y la reclamación que
Piqué considera coherente de infraestructuras, aunque si advierte, quien afirma
que las carencias se explican por una voluntad premeditada responde a una
“ignorancia supina, a la manifiesta mala fe o, lo que es más probable, a ambas
cosas.”
El Polemista comenzó su andadura a principios de 2011, el
primero sobre el asunto, ya son decenas de reseñas sobre libros respecto a
temas relacionados con Cataluña, las tienen incluso de libros en catalán, pueden
verlo en el índice http://elpolemista.blogspot.com.es/2016/12/indice-de-el-polemista-hasta-2017.html la última hace unos días en un texto mío España contra Cataluña: la falacia del
nacionalismo catalán http://elpolemista.blogspot.com.es/2017/09/espana-contra-cataluna-la-falacia-del.html y
creo que ya está todo dicho aunque sigue provocando inquietud la actualidad de
las palabras de José Ortega y Gasset en el Congreso de los Diputados en mayo de
1932 del proyecto de Estatuto catalán que había presentado la Generalitat de
Francesc Macià:
“¿Qué diríamos de quien nos obligase sin remisión a
resolver de golpe el problema de la cuadratura del círculo? El problema catalán
no se puede resolver, sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que
significo con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos
con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con
los españoles (...) “Es un problema perpetuo, que ha sido siempre, y seguirá
siendo mientras España subsista. Este es el caso doloroso de Cataluña; es algo
de lo que nadie es responsable; es el carácter mismo de ese pueblo; es su
terrible destino, que arrastra angustioso a lo largo de toda su historia”.
SOBRE CATALUÑA EN EL POLEMISTA:
Micronacionalismos,
de varios autores, y, siete causas que subyacen: Valle de Arán, el Bierzo,
Olivenza, La Moraleja, Cartagena, Petilla de Aragón y la Isla de los Faisanes.
Dioses útiles, naciones
y nacionalismos de José Álvarez Junco, Breve historia del mundo de Juan Pablo
Fusi, y, necesitados de análisis racional.
¿Cataluña en la
encrucijada? No lo creo. Por Jorge Navarro Cañada
La gran vergüenza
(La gran vergonya), ascenso y caída del mito Jordi Pujol de Lluis Bassets,
Espías de Franco, Josep Pla y Francesc Cambó de Josep Guixà, y, presente y
pasado de un proyecto extractivo.
1714 Cataluña en la España del siglo XVIII de
VVAA, y, la Diada de la frustración.
Paciencia e
Independencia de Francesc de Carreras, y, “avui paciencia, demà independencia”.
Anatomía de un
desencuentro o Anatomia d’un desengany de Germà Bel, y los números de Artur
Mas.
Burgesos
imperfectes de Jordi Gràcia, y, la defensa de la disidencia intelectual.
El nacionalismo ¡vaya timo! de Roberto Augusto,
y la trampa nacionalista.
Cataluña ante
España de Albert Balcells, y la necesidad de diálogo entre Cataluña y el resto
de España.
La Catalunya
Soviètica de Ramon Breu y la fascinación revolucionaria de 1917.
Residuals o
independents? de Jordi Pujol, y la desafección calculada.
Noves glòries a
Espanya de Vicent Flor, y, ¿es anticatalana la identidad valenciana?
La mort de Bèlgica
de Marc Gafarot, y en busca de Cataluñistán
Catalunya, España. Encuentros y desencuentros
de José Enrique Ruiz-Domènec, y la desafección creciente.
La España de los
otros españoles de Carles Bonet y el encaje de Cataluña en España.
España, capital
París de Germá Bel y el debate autonómico
http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/01/espana-capital-paris-de-germa-bel-y-el.html
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