Son muchas las menciones a la obra de José Álvarez Junco en
El Polemista donde hay numerosas entradas relacionadas con nacionalismo y
populismo, como también el lector encontrará reseña de Historia mínima de España de Juan Pablo Fusi: http://elpolemista.blogspot.com.es/2013/01/historia-minima-de-espana-de-juan-pablo.html
Dos libros de divulgación, Dioses útiles, naciones y nacionalismos (Ed. Galaxia Gutenberg) de
Álvarez Junco no es una obra de investigación, el autor expone y contextualiza
su trabajo anterior, pero aun no siendo un texto para el mundo académico
cualquier lector lo va a disfrutar independientemente del nivel de conocimiento
del tema porque una vez más el autor de Mater
Dolorosa hace una verdadera demostración de la nitidez con la que trata la
cuestión de la identidad nacional en un ensayo a medio camino entre la historia
y la ciencia política con dos ideas esenciales:
“La identidad española, como cualquier otra, es una
construcción histórica, producto de múltiples acontecimientos y factores,
algunos estructurales pero en su mayoría contingentes. Es decir, que no hay
nada atribuible a designios providenciales o misteriosos, ni tampoco a un espíritu
colectivo que habite en los nativos del país desde hace milenios. Dicho de otra
manera, no hay parecido a un “genio nacional” español. Y no hay tampoco ninguna
excepcionalidad, anormalidad o rareza (…) Ningún proceso de construcción
nacional en el mundo es idéntico al español. En este sentido, si, es
excepcional o anormal. Pero es que todos los demás lo son también. Las naciones,
los países, las sociedades, al igual que los individuos, son únicos (…) Pero
todos estamos compuestos de los mismos ingredientes y somos explicables
recurriendo a los mismos conceptos. En el caso de las naciones, el surgimiento
y evolución de todas ellas se ancla en factores políticos, económicos o
culturales que, en mayor o menor grado, se encuentran también en todas las demás
(…) Es el error casi cómico del excepcionalismo: que no somos diferentes a los
demás ni siquiera en el hecho de pensar
que somos diferentes. Todos somos iguales, entre otras cosas, porque todos nos
creemos diferentes.”
La segunda idea esencial del libro es casi metodológica,
José Álvarez Junco intenta evitar toda explicación vinculada a la esencia, a
mentalidades, caracteres colectivos o “formas de ser” de los pueblos que son
completamente inútiles en la racionalidad del planteamiento; y advierte el autor,
entre modernistas y esencialistas se queda con los primeros, los humanos no han
nacido y vivido siempre insertos en naciones, pero tampoco cree que la
vinculación emocional de los individuos con las naciones sea un fenómeno
exclusivo de los dos últimos siglos, antes existieron “naciones” pero no eran
identidades colectivas que se atribuían soberanía sobre un territorio. Y añade
respecto a su posición que es esencial para entender este Dioses útiles: la creación de naciones beneficia a ciertas élites
(nacionalistas), pero el autor también rechaza la visión instrumentalista que
le resulta casi conspiratoria.
Tras una larga disquisición sobre “el nombre de la cosa” o
¿cómo definir nacionalismo?:
“Si los grupos no son naturales ni estables, en contra de lo
que creen los nacionalistas, sino difíciles de definir y dependientes de la
voluntad de sus miembros, es inevitable concluir que no pueden fijarse de
manera inmutable, sino prever la posibilidad de que evolucionen, desaparezcan,
surjan otros nuevos, cambien de nombre o de categoría. Negarse a aceptar la
existencia o el rango político de una identidad colectiva, aunque la mayoría de
los directamente afectados insistan en defender su vinculación con ella, parece
una actitud poco realista y, sobre todo, inútil. Porque estas discusiones no se
deciden en el terreno de la discusión racional.”
José Álvarez Junco tras abordar la cuestión teórica pasa a
desarrollar distintos casos de creación de identidades nacionales, desde
Inglaterra a Francia, de Alemania como entidad étnica temprana pero Estado
tardío a Italia también como entidad cultural temprana pero construcción
política tardía. Rusia, de tercera Roma a paraíso del proletariado, Turquía
tras el imperio otomano la nación turca, Estados Unidos con su identidad más
individualista-libertaria y menos colectivista-autoritaria que la francesa o
alemana (prototipos europeos).
Y por supuesto el caso español al que el autor dedica la
mitad de este Dioses útiles; así, en
nuestra formación tendríamos una monarquía prenacional como Inglaterra,
Francia, Austria-Hungría, Rusia o Turquía. Varios reinos sometidos a una misma
corona pero sin homogeneidad administrativa como Gran Bretaña, Rusia o Turquía.
No tuvimos una fuerte revolución antiabsolutista como Inglaterra, EEUU o
Francia ni la oleada nacionalista del siglo XIX que caracterizó a Italia,
Alemania o Polonia. Si bien estados como Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia o
Austria-Hungría desempeñaron un gran papel internacional los españoles
renunciamos a ello aunque a cambio no sufrimos vecinos que fomentaran
nacionalismos disgregadores como si los tuvieron otomanos y Habsburgo
austriacos que les llevaron a conflictos internacionales que acabarían con su
desintegración. La monarquía española perdió su imperio de ultramar pero se
mantuvo intacta en Europa e intentó pasar de imperio a Estado-nación moderno
como Turquía en circunstancias económicas y políticas muy hostiles llegando a
un siglo XX español desolador “con lo que sobrevivió, pero seriamente
cuestionada por segmentos de la población periférica, quizá no mayoritario,
pero suficientemente amplios como para crear serios problemas que siguen sin
resolverse.”
Interesantísimo el cuarto y último capítulo dedicado a las
identidades alternativas a la española en la península ibérica:
Portugal como identidad compacta muy favorecida por su
heterogeneidad cultural especialmente la lingüística desde la alta Edad Media
en cuya formación tienen peso los elementos primordialistas, Cataluña como
nación sin Estado: “Alrededor de la lengua hay toda una identidad étnica,
ligada a una serie de marcas de catalanidad que está asumida por el conjunto de
la población, como demuestra el hecho de que los representantes políticos
elegidos democráticamente sean en mayor proporción nativos de Cataluña, catalanoparlantes
y con más apellidos catalanes que el conjunto de la población que les ha
elegido.” Desde un punto de vista geográfico la rivalidad entre Madrid y
Barcelona desde finales del siglo XIX excepcional en Europa y un factor
internacional crucial como a diferencia de Portugal es la ausencia de apoyos
internacionales al independentismo.
La identidad vasca como triunfo de una leyenda con el papel
central del Partido Nacionalista Vasco (PNV) que ha oscilado entre el
fundamentalismo doctrinal y el autonomismo pragmático capaz de crear una
comunión o comunidad identificándose con la sociedad en la que vive creando una
trama asociativa que va desde los batzokis a las ikastolas en la que participa
desde la familia a las cuadrillas, desde la propia iglesia católica a las
sociedades folclóricas, deportivas, sindicatos… aunque carece de aportaciones y
apoyos intelectuales de importancia.
Galicia, de débil nacionalismo pero fuerte primordialismo, y
Andalucía y su regionalismo sin nacionalismo cierran antes de llegar a los
apartados para notas, bibliografía y el imprescindible en estos casos índice
onomástico en una edición impecable.
Dioses útiles,
Naciones y nacionalismos es un libro excepcional que condensa
magistralmente una parte esencial de la obra de José Álvarez Junco y que
justamente en tiempos en los que el nacionalismo más zafio repunta en toda
Europa y vuelven a ser una amenaza de la mano de populismos a izquierda y
derecha es más necesaria que nunca.
Desde una posición ideológica muy
diferente otro referente entre nuestros historiadores como Juan Pablo Fusi
continúa con su faceta divulgativa y nos trae este Breve historia del mundo. De la Edad Media hasta hoy (Ed. Galaxia
Gutenberg) que es todo un ejemplo de cómo divulgación y erudición pueden ir de
la mano y este tipo de obra puede llegar a todos los públicos.
Si un pero se le puede poner a este
libro es la ausencia de una introducción que hile los temas que trata en 70
capítulos muy cortos que además convierten a esta Breve historia del mundo en además de una apasionante lectura en un
libro de consulta, pero sospecho que es intencionado y que el autor ha querido
que sea el propio lector el que saque sus conclusiones.
Los dos primeros capítulos son toda
una declaración de intenciones: El
triunfo del cristianismo y el apogeo de la cristiandad: y es que estamos
ante una visión claramente eurocéntrica del mundo, toda una reivindicación de
la civilización occidental, tanto que otras civilizaciones decisivas en el
devenir del mundo como la islámica u otras asiáticas son prácticamente
ignoradas como tales y los fenómenos no Occidentales no tienen presencia
trascendente hasta la parte del libro que llega al siglo XX; y podría ser
también criticable, pero el propio relato histórico que pretende el autor lo
justifica.
Aquí la Edad Media no aparece como
una etapa oscura, muy al contrario es presentada como el principio de la
concepción humana que ha evolucionado hasta nuestros días.
“La cultura grecorromana y el
cristianismo fueron dos pilares fundamentales (no los únicos) de lo que se
acabaría por llamar civilización europea.
Lo que propiamente vino a ser
Europa fue, en efecto, cristalizando a
partir de los siglos IV-VIII de la era cristiana, al hilo, por tanto, de la
interacción de la transformación del Imperio romano tardío, las migraciones de
los pueblos germánicos, el desarrollo de Bizancio, la expansión del
cristianismo, la experiencia de las comunidades judías, la aparición del islam
y el nacimiento de estados y naciones occidentales.”
Naciones y estados nacieron en los
siglos XI a XIV como estados en construcción y se convirtieron en estados
soberanos en los siglos XIV y XV.
Y por seguir con el tema de los
nacionalismos antes tratado pero que no es más que una parada en un libro como Breve historia del mundo no me resisto a
poner una muestra de cuánto y tan bien se puede contar en tan poco espacio, en
este caso del capítulo 52, Laboratorio de
destrucción:
“En las últimas décadas del siglo
XIX y los primeros veinte años del siglo XX, el nacionalismo cristalizó como
principal factor de desestabilización de la política europea. Desde los últimos
años del siglo XIX, con Maurras, Barrès y Acción Francesa, en Francia; con
D’Annunzio, Marinetti y el futurismo, Corradini y la Asociación Nacionalista
Italiana, en Italia; y con Treitschke, H.S Chamberlain, la Liga Pangermánica,
la Sociedad Colonial Alemana, la Liga Naval y grupos y organizaciones
similares, en Alemania (y Austria), el nacionalismo se definió como la
principal alternativa ideológica al liberalismo. Bajo su inspiración y
liderazgo, el nacionalismo devino una doctrina autoritaria, antidemocrática,
antiparlamentaria, un nacionalismo de la derecha, que cifraba la política de la
exaltación del Estado y de la nación, y que, en el caso alemán, incorporaba,
además, ideas de superioridad racial y antisemitas, y una especie de
irracionalismo mesiánico y biológico sobre el destino singular de las razas
germánicas.
En Francia, el nacionalismo mantuvo
vivo el revanchismo antialemán –tras la derrota francesa en la guerra
franco-prusiana de 1870– y erosionó la legitimidad de la Tercera República, el
régimen político del país de 1870 a 1940, en Italia, abanderó el irredentismo
contra Austria, que aún retenía importantes territorios italianos, debilitó el
sistema liberal y preparó el clima para la entrada del país en la Primera
Guerra Mundial y para el fascismo de la posguerra (1919-1922). En Alemania,
glorificó el prusianismo y el militarismo, la disciplina, el orden, el
conformismo colectivo y la obediencia al poder que marcaron al Segundo Reich
(1870-1918), y dio cobertura al giro alemán desde 1897 hacia una política
mundial.”
Una vez más la edición que cuenta
con cronología, bibliografía e índice onomástico contribuyen a que el libro sea
más que un libro de divulgación.
Me permito añadir citas de ambos
autores aparecidas estos días en prensa:
José Alvarez Junco en El País: http://cultura.elpais.com/cultura/2016/04/06/actualidad/1459969980_828192.html
“El Estado es una estructura
político administrativa que controla un territorio y a sus habitantes y que da
unas normas de convivencia y que tiene la capacidad coercitiva para hacerlas
cumplir. La nación, en cambio, es un sujeto etéreo que justifica la existencia
del Estado. Es algo imaginario que está en nuestras mentes, al que se supone
que pertenecemos porque somos una comunidad cultural (compartimos una lengua
común o lo que sea) y el hecho de pertenecer a ese sujeto imaginario permite
que se legitime la existencia del Estado.”
Juan Pablo Fusi en El Confidencial:
http://www.elconfidencial.com/cultura/2016-04-06/juan-pablo-fusi-ningun-estado-puede-soportar-un-nacionalismo-independentista_1178962/
“Una cosa es lo nacional y otra el
nacionalismo, igual que una cosa es tener apéndice y otra apendicitis. Lo
primero lo tenemos todos, lo segundo es una enfermedad. La idea de pertenencia
y de identidad a un ámbito de soberanía territorial con una serie de leyes, lo
que es una sociedad, parece bastante natural, aunque no es imposible que en el
futuro vayamos hacia formas supranacionales de sociedad. Esos sentimientos de
identidad y pertenencia empiezan a identificarse como naciones y estados nacionales
con sentimientos crecientemente emocionales probablemente a lo largo del siglo
XIX y el XX. La exacerbación de lo nacional, la conversión de lo nacional, y no
del individuo, en sujeto histórico de la política, que es lo que es el
nacionalismo, es harina de otro costal. Eso sí es una ideología, no una
necesidad ideológica más o menos natural (…) Si los nacionalismos finalmente no
aceptan ningún modelo de Estado, es porque solo quieren la soberanía, no porque
este sea fallido. Ningún Estado federal sobrevive si hay nacionalismos en sus
estados federados. En Estados Unidos hay federalismo porque no hay
nacionalismos y no al revés. Ningún Estado puede soportar un nacionalismo
independentista (…) Ya lo dijo Ortega hace mucho tiempo, estos problemas no se
resuelven, estos problemas se conllevan. Vamos a verlo. El nacionalismo también
tiene momentos, en Cataluña puede haber fracasos, decepciones, su propia
sociedad puede no estar dispuesta a ir tan lejos, nunca podemos saber qué es lo
que puede pasar. Pero tenemos que tener las ideas claras sobre qué es la
Constitución, cuál es el grado de poder que tiene Cataluña y que el modelo
español reconoce el derecho pleno al autogobierno de determinadas
nacionalidades y regiones con un poder real.”
Lo dicho, dos excelentes libros
desde puntos de vista tan diferentes, algo inaccesible al nacionalismo.
Sobre la cuestión numerosas reseñas
en el índice de El Polemista hasta enero 2016: http://elpolemista.blogspot.com.es/2015/12/indice-completo-de-el-polemista-hasta.html
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