Hace unos días trataba El Polemista Negociando con China de Henry M. Paulson http://elpolemista.blogspot.com.es/2016/03/negociando-con-china-de-henry-m-paulson.html
, el que fuera Secretario del Tesoro norteamericano y Presidente de
Goldman Sachs, un libro que analiza la evolución del gigante chino y conviene
recordar del mismo una frase: “A pesar de los éxitos de China y de los miedos
de muchos ciudadanos de Estados Unidos, el país asiático no es una máquina
imparable que ha inventado un modelo económico mejor que el nuestro y acabará
dominando pronto el mundo. Más bien al contrario. Su sistema económico necesita
una importante remodelación y tiene escasos imitadores. Su sistema político no
tiene ninguno. Exagerar la fortaleza de China es tan arriesgado como
infravalorar su potencial.”
China la nueva ruta
de la seda se sitúa en la reivindicación que el presidente chino Xi Jimping
hiciera en 2013 de la originaria del siglo II a.C que recorriera las regiones
de Asia Central refiriéndose a la nueva ruta que abarca 60 países y combina una
ruta terrestre y una vía marítima que conecta China con Europa a través de Asia
Sur-Oriental, Asia Central y Oriente Medio en la que se encuentran el 75% de
las reservas de energía conocidas, genera un 55% de la riqueza del mundo y
afecta al 70% de la población mundial. En realidad este monográfico de
Vanguardia Dossier extiende el análisis al lugar de China en el mundo y su
previsible expansión, no olvidemos que es la primera potencia comercial del
mundo.
Nicola Casarini apunta a las próximas tres décadas para
la realización del proyecto con fin en 2049 en el centenario de la fundación de
la República Popular China, pero apunta que supone el abandono del enfoque
tradicional sostenido por Deng Xiaoping que tenía por estrategia un perfil bajo
en la política exterior centrándose en la construcción de una economía
nacional.
La iniciativa de la que hablamos One Belt, One Road, OBOR
(Una Franja, Una Ruta), algunos analistas
dada su magnitud lo han visto como un plan Marshall del siglo XXI aunque
los chinos no aceptan la comparación por ver su plan como una “cooperación
abierta” sin condiciones políticas. Casarini apunta las diferentes posiciones
estratégicas del asunto, desde las imprescindibles para ello de Pakistán e
Irán, como las más complicadas de Rusia que ha estado promoviendo sus propios
planes para la Unión Económica Euroasiática (UEE) en lo que sigue considerando
su “patio trasero” y de momento el único proyecto que vincula a OBOR y UEE es
la construcción de la vía férrea de alta velocidad entre Moscú y Beijing.
“Mientras el crecimiento impulsado por infraestructuras
ha funcionado bien en China hasta ahora, dado el control ejercido por el
partido comunista, queda por ver si este será el caso en el extranjero, sobre
todo en algunas zonas de Eurasia, donde la inestabilidad, los conflictos y la
corrupción también podrán interferir en los planes chinos”, sin embargo, “ampliará
su influencia económica y política en Eurasia, además de quedar en gran medida
a salvo de la intromisión de Estados Unidos, cuyas fuerzas navales dominan las
rutas marítimas globales.”
Desde el golfo Pérsico y el golfo de Arabia están las
rutas marítimas por las que circula la seguridad energética de China, Arabia Saudí
es su primer proveedor de petróleo e Irán tiene a los chinos como mejor cliente
para el suyo; para ellos que el petróleo fluya sin conflictos es prioritario
como lo es también seguir siendo vista como potencia imparcial y llevarse bien
con todos.
Como pieza clave en el enlace entre los mercados de
Europa, Oriente Medio y los Balcanes además de un excelente puerto de entrada a
la Unión Europea China tiene los ojos puestos en el puerto griego de El Pireo.
Termina Casarini: “Si continúan las tendencias actuales,
no será una sorpresa que en el año 2049 –cuando se supone que la franja y la
ruta se realicen plenamente- todos los caminos conducirán a Beijing”: el autor
no oculta su entusiasmo.
Emmanuel Lincot analiza los desafíos de las rutas, donde
plantea que OBOR es un síntoma de la necesidad de competir con los EEUU y parte
de la respuesta a las presiones estratégicas y arancelarias de estos: “Beijing
desea conferir a Asia Central el papel de punto de encuentro entre China y la Unión
Europea, su primer socio comercial. Asia Central, de forma muy significativa,
sigue siendo para la diplomacia china uno de sus laboratorios privilegiados.”
También el terrorismo tiene su papel, no solo por la
influencia que los Estados del Golfo ejercen sobre los uigures del Xinjiang musulmán
–la mayor amenaza de esta naturaleza para China- sino porque la ayuda a
Pakistán y a Afganistán tiene un peso importante en esta estrategia.
Lincot alerta del desafío que para los proyectos de la
ruta de la seda supone India, situado geográfica y estratégicamente en el
centro de las vías marítimas chinas a Oriente Medio y África, donde los chinos
han establecido zonas económicas especiales enteramente financiadas y
protegidas, y ello demuestra su importancia, con la base militar de Yibuti
destinada a garantizar la seguridad de las vías de tránsito en la región del
Cuerno de África y las que a través de Bab el Mandeb conectan el golfo de Omán
a Suez y luego al Mediterráneo.
“A diferencia del caso de África, el gobierno chino añade
actuaciones de cooperación en tecnologías espaciales y aeronáuticas, sobre todo
en Brasil. En el sector agrícola, Beijing procura diversificar sus socios.
Brasil figura como primer punto en el terreno de la exportación de soja. Pero
se trata también de desarrollar su política de suministro de hidrocarburos en
relación con Venezuela, de recursos mineros en relación con Chile, de aumentar
su patrimonio agrícola con Argentina.” También en América Central se esfuerza
por atraer a sus élites, Rafael Correa, ya saliente, es un ejemplo de ello.
Y es que China quiere ser fuerte en el plano económico
tanto como seductora en lo cultural como armoniosa en lo social en lo que intentan
transmitir como un diálogo transfronterizo.
Hasta ahora el tono del monográfico es claramente
favorable a las pretensiones Chinas, así que al lector a estas alturas no le
sorprenderá encontrar textos como ¿El
nuevo Gran Juego? de Simon Shen desde la Universidad China de Hong Kong
(actualizado una y otra vez desde 2010); se refiere en el título a la batalla
librada entre el Reino Unido y Rusia en Asia Central en el siglo XIX y que hoy
librarían EEUU, Rusia, China y en menor medida India y Japón; y es que el texto
advierte de la utilización de la democracia liberal por parte de los
norteamericanos para defender sus intereses nacionales en otros países. Y a
ello el autor contrapone la “democracia soberana” de Rusia que no es más que un
remix –esto lo aporto yo- de nacionalismo ruso y control de su patio trasero, o
la “bondad” china del “Estado responsable” que evita confrontación y busca
subrayar la “búsqueda de un mundo armonioso”, y es que “Beijing enfatiza los
intereses económicos con un lenguaje dirigido a resaltar el bienestar universal
que se percibe como un gesto de no intervención en la política interna de los
países de Asia Central.” Este texto es de difícil aceptación sin advertencia
previa de su carácter propagandístico, máxime en un contexto preparado para
ello.
Más interesante es el artículo de Barthélémy Courmont que
analiza el auge de la capacidad naval china y que advierte de su actitud
contradictoria con su supuesta voluntad de poner fin a las disputas marítimas
territoriales con varios de sus vecinos, especialmente en el mar de China
Meridional con Taiwán, Filipinas, Malasia, Brunéi y Vietnam, aunque también
apunta a que EEUU señala como esenciales en la geopolítica naval china puertos
como Gwadar en Pakistán, Chittagong en Bangladesh y otros en Myanmar, Camboya o
Tailandia.
Y es que en efecto, la relación con sus vecinos es un
gran problema para los chinos.
El riesgo del
terrorismo es el asunto que trata Mathieu Duchâtel: y es que aunque el
temido hundimiento de las estructuras estatales de algunos países de Asia
Central no se ha producido, la presencia del ISIS está latente, pero el centro
de gravedad de la política exterior china cabe recordar que “se encuentra en
Asia oriental, y se caracteriza por una rivalidad estratégica con EEUU. Todos
los principales socios comerciales de China se encuentran en su contorno
marítimo: Japón, Corea del Sur, Taiwan y la ASEAN, sin contar con Hong Kong,
que sigue siendo, a pesar de su relativo debilitamiento, una puerta de entrada
comercial a China continental. Rusia queda en la décima posición, en cuanto a
los países de Asia Central, son relegados a una división inferior. Por tanto,
los flujos de inversión directa en Asia oriental son los más densos. Por
último, también en Asia oriental se concentran todas las prioridades de
seguridad nacional de Beijing, entre ellos los tres temas principales de
soberanía territorial –Taiwan, el mar de China oriental, el mar de China
meridional- además de la península de Corea.”
Es en este contexto en el que el proyecto de integración
eurasiática pretende reducir la dependencia del conjunto de la política
exterior de China de la evolución de Asia oriental; pero para llevarlo a cabo
será necesario invertir en países como Pakistán donde a pesar de los grandes
riesgos Beijing sigue impulsando las inversiones o Afganistán donde la
presencia de chinos se ha reducido a la mínima expresión por problemas
derivados de la seguridad.
La perspectiva norteamericana la tratan en este China la nueva ruta de la seda de
Vanguardia Dossier David A. Parker y Daniel G. Sofio desde el más absoluto
escepticismo y desconfianza, no solo en su posible realización, también en la
capacidad de China de llevarlas a acabo incluido su falta de experiencia, y
alegan que aunque EEUU no necesita competir con este tipo de iniciativas que se
encontrarán con innumerables problemas, hay riesgos paralelos a ella que deben
ser tomados en cuenta por Washington.
No podía dejar de tratarse la visión rusa, lo hace
Alexander Gabuev, mucho más optimista, cree que será importante para la
competencia china en su área de influencia con la iniciativa estadounidense
además de contribuir a la necesidad de salida de capacidad de fuerza y trabajo
disponibles, se une a ello la capacidad económica del proyecto ahora que el modelo
anterior chino languidece, y para ello Rusia “desempeñaría un papel de
proveedor de seguridad utilizando bases militares existentes en Kirguistán y
Tayikistán, así como la Organización del Tratado Colectivo de Defensa, mientras
que China será el principal inversor y socio comercial de todos los stáns. Así Moscú y Beijing pueden
trabajar juntos para estabilizar sus vecinos comunes y defenderse de lo que se
percibe como la influencia occidental hostil.”
Vladimir Putin ha logrado que no haya análisis posible
sobre Rusia que no incluya la Defensa lo que en contra de lo que los suyos
creen, tiene caducidad y es un síntoma de evidente debilidad y decadencia.
Le toca a Europa de mano de Philippe Le Corre que pone el
énfasis en la coyuntura actual, quizá demasiado para un proyecto tan a largo
plazo, y no deja de recordar muy acertadamente que OBOR podría entrar en competencia
con proyectos estadounidenses como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica conocido como TTP y que sigue en fase de negociación con los europeos
con diversas polémicas.
Las inversiones de
la ruta en el mundo árabe de I-wei Jennifer Chang se centra en el interés
de los líderes de Oriente Medio en la ruta terrestre y la vía marítima de la
seda procurando intensificar los vínculos económicos. Los mayores proyectos
estratégicos que ha realizado China en la región se hallan en Iraq y Arabia
Saudí, como también aunque menos en Emiratos Árabes Unidos y Egipto, y aunque
fundamentalmente han sido en materia energética, el sector del transporte, el
inmobiliario y el metalúrgico tienen un peso importante.
“El One Belt, One Road chino llega para sintetizar la
visión global de China y ha definido su estrategia regional en Oriente Medio.
Los recursos energéticos de la región seguirán siendo cruciales para el
desarrollo industrial de China. Además, la elevada demanda en materia de
infraestructuras proporciona un segmento de mercado para que China exporte su
exceso de capacidad en acero, aluminio y otros productos…”
Y termina poniendo el acento en el papel que podría
cumplir en países pobres como Egipto en su reactivación económica.
África en la
estrategia de la nueva ruta de Yun Sun confirma la buena acogida por parte
de los líderes africanos del proyecto a pesar de la falta de importancia
oficial que los chinos le han dado, el autor lo vincula a la imagen negativa asociada
al gran papel desempeñado por los recursos naturales africanos en las relaciones
económicas entre China y África. No obstante, los chinos tratarían que su
dinamismo en tecnologías y capitales enlazaran con los recursos naturales y
mano de obra africanas, transfiriendo sus industrias de trabajo intensivo y
exportaciones en declive desarrollarían sistemas industriales propios en el
continente africano, y aunque menos de lo que el tema merece, Yun Sun después
de afirmar los esfuerzos chinos para la paz, recuerda que la presencia militar
china es una inevitable consecuencia.
A estas alturas el lector ya habrá disfrutado de un sinfín
de mapas, gráficos y secciones que aportan un extra de información, en
ocasiones y en temas como este imprescindibles y que son marca de Vanguardia
Dossier.
Xu Shicheng respecto a América Latina y Caribe reclama la
extensión del OBOR a la región y pone el énfasis en la declaración de
cooperación que durante la gira sudamericana de Xi Jimping se emitió con Brasil
y Perú para la construcción de una línea
de ferrocarril para conectar la costa del Pacífico con la del Atlántico entre
otros, aunque el autor no cita los cambios políticos de enorme trascendencia
que se están produciendo en la región y que no benefician en absoluto las expectativas
chinas al contrario de lo que sucede con las norteamericanas.
Necesariamente Xulio Ríos trata la relación de España con
la ruta de la seda: más allá de proyectos experimentales como la red
ferroviaria Madrid-Yiwu ensayada en 2014 que es la más larga del mundo (13.000
kilómetros) de más que dudosa viabilidad, España habría pedido una revisión de
los mapas históricos de la ruta para que acabaran más allá de Venecia en
Valencia como apuesta turística, pero otros aspectos como la conexión que la situación
geográfica española ofrece entre países europeos, de Oriente Medio y de África
podrían tener mayor repercusión. El autor en su devoción habitual por China
reclama potenciar vínculos y recuerda que China es el primer país asiático para
las exportaciones españolas, además del tercer proveedor de España.
En un mundo en plena transición un proyecto tan a largo
plazo como One Belt, One Road, OBOR (Una Franja, Una Ruta), realizado por una
potencia de la que hay tantas dudas lógicas sobre su capacidad real y con una
trascendencia a nivel mundial tan importante, creerlo viable sería tan absurdo
como no ver que en realidad hablamos de un cambio histórico en una China que se
proyecta hacia fuera y sale de un ensimismamiento que es más una norma en su
historia que una práctica habitual.
En la reseña de Negociando
con China de Henry M. Paulson http://elpolemista.blogspot.com.es/2016/03/negociando-con-china-de-henry-m-paulson.html
con afán provocador preguntaba si “el gigante se tambalea” para expresar que la
posición de China en el mundo está sobredimensionada y pienso que sus intentos
de expansión no tardarán en encontrarse con su papel de potencia regional y su
necesidad de centrarse en Asia Meridional y Oriental no impedirán que
proyectos incluidos en OBOR se lleven a cabo, pero no como un todo, sino como
acciones determinadas marcadas por intereses concretos.
China ha aparecido numerosas veces en diferentes reseñas
en El Polemista, también Vanguardia Dossier (incluidos sus números dedicados a
China en 2011 (http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/07/china-poder-y-fragilidad-en-vanguardia_01.html
) o a Corea (http://elpolemista.blogspot.com.es/2012/03/corea-del-sur-el-pequeno-gigante-en.html
), otras en el índice hasta el
inicio de 2016 : http://elpolemista.blogspot.com.es/2015/12/indice-completo-de-el-polemista-hasta.html
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