Un presidente de Goldman Sachs desde 1999 a 2006 y
Secretario del Tesoro de Estados Unidos (2006-2009) bajo el mandato de George
Bush hijo como Henry Paulson que ha estado tanto en su calidad de banquero como
de político negociando con China durante dos décadas y media mientras esta
evolucionaba a lo que hoy es, tiene muchas cosas que contar, aunque es probable
que este libro escrito hoy tuviera elementos diferentes.
Negociando con China
(Ed. Deusto) comienza situándose en la China de 1997 una semana después de la
muerte de Deng Xiaoping: “Deng había sido el arquitecto de los extraordinarios
cambios que vivía China. Con sentido común, fuerza de voluntad e implacable
pragmatismo, había liberado el país de sus cadenas ideológicas y concebido una
marca única de «socialismo con características chinas», introducido los
principios del mercado y fomentado la empresa individual en la economía,
empezando con la agricultura y continuando con la industria y el sector
financiero. Los resultados de sus iniciativas de “Reforma y Apertura” iniciadas
en 1978, habían sido espectaculares como mínimo. Después del caos político y
económico de los últimos años de Mao, el producto interior bruto de China había
ascendido con incrementos anuales medios de casi dos dígitos durante dos décadas,
sacando de la pobreza a centenares de millones de personas. Abundaban los
alimentos básicos, antes escasos.”
Mientras Jiang Zemin tranquilizaba anunciando continuidad en
esa línea también había elementos ortodoxos del Partido Comunista Chino que se
oponían a que el país abandonara el marxismo o que los trastornos causados por
los cambios pudieran desestabilizar la nación, ello a punto de la devolución de
Hong Kong para lo que Deng había concebido la fórmula de “un país, dos
sistemas”.
Es importante el contexto que señala el autor porque Deng
Xiaoping había liderado el periodo histórico conocido como “segunda generación”
y que además de la introducción del capitalismo había supuesto la conservación
del mando político-militar unido con episodios de gran represión como en 1989
en la plaza de Tiananmen y la “tercera generación” liderada por Jiang Zemin
separarán claramente el mando político del militar avanzando en las reformas.
Después vendría el periodo por ellos llamado del “desarrollo
científico” liderado por Hu Jintao en que China adelantará a Japón como segunda
economía mundial y ahora estamos en el tiempo de Xi Jimping en un momento clave
que alcanzará su punto álgido en 2017 cuando cinco delos siete miembros del
Comité Permanente del Buró Político deban retirarse debido a su edad en un
contexto de incertidumbre económica lo que garantiza una nueva época.
Me permito de momento, aviso al lector, hacer más incidencia
en la cuestión política y de actualidad China interpretada por mí que en el ámbito de
los negocios en lo que más incide Henry Paulson, máxime porque aunque el autor
avisa, la posición del gigante asiático hoy parece mucho más desfavorable que el
año pasado cuando se edita el libro “A pesar de los éxitos de China y de los
miedos de muchos ciudadanos de Estados Unidos, el país asiático no es una
máquina imparable que ha inventado un modelo económico mejor que el nuestro y
acabará dominando pronto el mundo. Más bien al contrario. Su sistema económico
necesita una importante remodelación y tiene escasos imitadores. Su sistema
político no tiene ninguno. Exagerar la fortaleza de China es tan arriesgado
como infravalorar su potencial”
Y es que la evolución del yuan, la fuga de capitales y una
deuda que empieza a recordar lo que hemos vivido en Occidente estos años atrás que
sufre China comienzan a ser elementos
que plantean serias dudas sobre si se pudiera estar a puertas de una
crisis de gran importancia que frenara la que parecía una imparable evolución y
parece evidente que del éxito de su imprescindible reconversión industrial dependerá
la futura prosperidad.
Henry Paulson en este Negociando
con China aborda otra cuestión importante, siempre desde una visión
estadounidense de la que ya indica “Una encuesta llevada a cabo por Pew
Research Global Attitudes Project publicada a mediados de 2013 mostraba que la
aprobación de los norteamericanos con respecto a China había caído catorce
puntos en dos años, quedando en un 37 por ciento. La actitud negativa de los
chinos respecto a Estados Unidos había aumentado, en cambio, hasta el 53 por
ciento, un incremento de siete puntos. Los políticos de ambos países jugaron
con estos sentimientos negativos. Las andanadas contra China se convirtieron en
una herramienta popular de campaña en Estados Unidos. Los nacionalistas chinos
instaron a Pekín a desafiar el orden regional asiático dominado por Estados
Unidos. La necesidad de cooperar se transformó en ambos bandos en confrontación(…)China
desconfía de las bases militares y las alianzas que Estados Unidos mantiene en
su periferia, y no le gusta en absoluto el hecho de que barcos y aviones operen
y lleven a cabo labores de vigilancia en la zona. Teniendo todo esto en cuenta,
los norteamericanos no deberían llevarse a engaño y pensar que en la próxima
década no sólo nos enfrentaremos a una China más asertiva y nacionalista, sino
también más potente y capaz, con una armada mucho mayor y más moderna, con
armamento avanzado, con una sofisticada capacidad para la guerra cibernética y
con la intención de hacer sentir su presencia en Asia y más allá.”
Introduzco esta cita larga porque en la actualidad China
realiza la mayor reorganización de sus fuerzas armadas desde 1950 para “ganar
guerras” en palabras del propio Xi Jimping, lo cual no solo es un motivo y
consecuencia de la intensificación de las demandas territoriales y la escalada
armamentística que sufre la región Asia-Pacífico, la presencia de intereses
chinos a proteger en todo el mundo o la amenaza terrorista proveniente del
oeste chino, también es un intento de Xi Jimping de centralizar más todas las
estructuras, también la militar, bajo su tutela.
Ahora sí, el aspecto de los negocios es esencial en este
libro, las indicaciones van desde lo puramente práctico, “en China, los
mensajes se emiten de maneras que no son siempre directas, ni mucho menos; y,
por lo tanto, es imprescindible saber leer e interpretar los signos”, o lo
económico “llevan tiempo ansiosos por incrementar su participación e influencia
en los bancos tradicionales de desarrollo, pero los actuales accionistas se han
mostrado reacios a disminuir su participación. Estados Unidos debería liderar
la ayuda para que las instituciones del sistema internacional se adapten a la
llegada de nuevos actores como China y conservar la estabilidad que el mundo da
por supuesta”, y dos cuestiones a las que el autor da mucha importancia, la
preocupación a nivel de seguridad nacional por su capacidad para llevar a cabo
la guerra cibernética y el del robo de secretos de empresas norteamericanas
afirmando que absolutamente todos los consejeros delegados de empresas
estadounidenses que conoce le han hablado de algún que otro intento —a veces
exitoso— de origen chino de entrar en el sistema informático de sus firmas. “¿Y
qué pasa con las quejas que los norteamericanos tienen con respecto a China?
Algunas, como las acusaciones de robo de propiedad intelectual, son legítimas,
y deberíamos mostrarnos firmes y decididos en cuanto a buscar una solución.
Otros temas, como la pérdida de puestos de trabajo y la gran cantidad de
nuestra deuda que está en manos chinas, son complicados, a menudo están
distorsionados y se basan, en parte, en cálculos erróneos o en conceptos básicos
de economía malentendidos.”
Una advertencia final:
“Pekín ha funcionado muy bien en un sistema económico y de
gobernanza global que en gran parte configuró Estados Unidos después de la
Segunda Guerra Mundial. Pero no deberíamos hacernos ilusiones y pensar que
China se limitará a aceptar eternamente este sistema con la forma que
actualmente tiene. De hecho, China ha estado probando alternativas. Un ejemplo
de ello es el notorio lanzamiento del New Development Bank por parte de China y
los cuatro restantes países del grupo conocido como BRICS, Brasil, Rusia, India
y Sudáfrica.”
En fin, China es evidentemente un foco de atención a todos
los niveles, en los últimos años oscila ello entre la admiración y el temor y
en mi opinión este segundo unido a la preocupación por la evolución de uno de
los países claves en las exportaciones mundiales serán determinantes; y habrá
momentos de grave tensión militar, especialmente con sus vecinos, y ello que al
mismo tiempo que China necesita sacar músculo militar también requiere un contexto
favorable para continuar con su preponderancia asiática.
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