Sánchez Cuenca realiza toda una traslación de lo que ha
sido la deriva política del populismo a la élite intelectual: desde la
“caducidad” de su legitimidad (con numerosas menciones a la Transición) a su
carácter de “casta”, lo curioso es que aquí no hay “anti tecnicismo” puesto que
él como politólogo se arroga la posesión de la cualificación para opinar; y no,
la actualidad política no es ciencia política, es también realidad que se puede
abordar desde diferentes puntos de vista, también los del literato, el
filósofo, el historiador… o cualquiera que crea tener opinión formada y
argumentada al respecto. Los politólogos, soy uno más, hemos perdido
últimamente cierto sentido de la orientación, y si bien es cierto que nuestro
campo de estudio es la Ciencia Política, fuera del ámbito puramente científico
queda una parte esencial de la acción política que no es patrimonio de nadie.
Ignacio Sánchez-Cuenca en este La desfachatez intelectual (Ed.Catarata) tira la piedra y esconde
la mano, ya se apresura a desmarcarse de otros ejercicios inquisitoriales como
el de Gregorio Morán en “El cura y los mandarines”, pero en realidad ha
seleccionado a quienes debía “desautorizar” intelectualmente y anteponiendo la
crítica ha buscado argumentos para exponerla, en algunos casos como el de Fernando
Savater llegando a contextualizar toda su obra con sus ciertamente impropios
del sentido común argumentos para la defensa de la tauromaquia.
Antonio Muñoz Molina, Jon Juaristi, Vargas Llosa,
Fernando Savater, Félix de Azúa, Javier Cercas, Arturo Pérez Reverte, Amando de
Miguel, los economistas César Molinas o Luis Garicano… serían según el autor
decadencia fruto de lo que en su día José Luis López Aranguren llamó “el
intelectual colectivo” del postfranquismo y ejercerían un “machismo discursivo”
utilizando el concepto de Diego Gambetta que les serviría para disfrazar
ocurrencias y argumentos poco informados y mal construidos; y es que estos
autores han interpretado el reconocimiento a su obra como una carta de
impunidad y la utilizan sin el menor recato, especialmente los que tomaron
relevancia en los años posteriores al franquismo, mientras la sociedad española
ha cambiado estos no lo han hecho nada y sus respectivas formaciones no serían
comparables a las de las nuevas generaciones. Constantemente Sánchez-Cuenca cae
en estos argumentos temerarios buscados ad hoc. Pero hay un fondo ideológico en la crítica muy
evidente que pone en cuestión la censura científica del autor:
“La llegada de la crisis en 2008 sirvió para hacer más
visible la decadencia de las “grandes firmas”. Sus temas favoritos suelen girar
siempre en torno al nacionalismo y el ser de España, verdaderas obsesiones patrias:
España como problema, el futuro de la nación española, un proyecto para España,
España ante sus desafíos territoriales, España ante Europa, los fantasmas del
pasado de España, el reto de España ante un mundo global y así sucesivamente.
Por eso, cuando la crisis comienza a hacer estragos y aumentan la desigualdad y
la injusticia social, apenas tienen nada que decir. No conectan con los
problemas cotidianos de la crisis: los desahucios, la emigración de los
jóvenes, la pobreza energética, los recortes sociales, la congelación de las
ayudas a la dependencia, el paro de larga duración, las ayudas a los bancos,
las políticas de austeridad…, nada de esto despierta su interés.”
Dividido en tres capítulos más conclusiones e índices, La desfachatez intelectual dedica el
primero a denunciar la incapacidad de estos intelectuales para analizar las relaciones
causales entre fenómenos sociales, políticos y económicos aunque lucen más que
ninguno a la hora de denunciar o defender ciertos valores gracias a su capacidad
dialéctica.
“Lo más frecuente es que el académico metido en los
medios evolucione hacia la nada intelectual : un estilo pulido y sugerente, una
exposición organizada, una defensa de lugares comunes y tesis que no desentonen
ni chirríen en el establishment, en fin, el mejor método para garantizar que no
dejen de llegar invitaciones a los más variados actos y proyectos.”
Y así denuncia como el moralismo del escritor en estos
casos se construye sobre la desesperación que sufre ante su país y sus conciudadanos,
hasta aquí nada nuevo bajo la mirada del intelectual a lo largo de la historia,
pero Ignacio Sánchez-Cuenca necesita añadirle su dosis de “populismo” anti
intelectual: “ y sus conciudadanos que viven aborregados e imposibilitan con
sus actitudes y vicios el progreso de la nación”: tiene su parte de razón
obviamente el autor, pero quizá una vez pasado el ruido que está generando La desfachatez intelectual se dé cuenta
de que él, en dirección contraria, ha realizado un ejercicio similar al que
denuncia.
El resto del libro es un trabajo de disección de las
barbaridades y exabruptos de sus víctimas: ensayistas, pensadores, periodistas
y académicos, ahora tratados de manera más general y con especial acento en
temas como el terrorismo y nacionalismo sufren la lupa del autor; sorprende
casos como el de Fernando Savater, quizá se trate de alguna fobia no
diagnosticada del autor: “¿Para llegar a un rancio españolismo era preciso
pasar por todos los colores posibles del espectro ideológico?”
Siendo politólogo Sánchez-Cuenca debería entender mejor
la diferencia entre un jacobino que otorga al Estado la potestad de garantizar
el marco en el que se desenvuelven ciudadanos libres e iguales y el
nacionalista que atribuye a un hecho casual como la procedencia cualidades
sobrenaturales o espirituales, justo de ello fundamentalmente trata ¡No te prives! Defensa de la ciudadanía
en su día tratado aquí en El Polemista: http://elpolemista.blogspot.com.es/2014/12/no-te-prives-defensa-de-la-ciudadania.html
En su feroz ataque a los argumentos contra ETA y el
nacionalismo de estos intelectuales el autor, consciente del exceso, necesita a
lo largo del texto justificar su postura democrática, tanto, que sorprenderá al
lector, entre otras cosas porque las reflexiones políticas que realiza en
ocasiones tienen un alto interés y hubieran sido mucho más útiles como
afirmaciones y no como objetos arrojadizos buscados para la ocasión.
“…la descarada derechización de tantos y tantos
intelectuales que en su juventud defendieron consignas revolucionarias y
anticapitalistas y hoy han recalado en un conservadurismo escéptico y
refunfuñador. Sin entrar a realizar juicios de valor sobre dicha evolución, sí
parece legítimo plantear algunas dudas sobre el tipo de coherencia intelectual
que demuestra que quien en los setenta era todavía revolucionario, o partidario
de la violencia, en los ochenta se hizo socialdemócrata, en los noventa,
liberal, y más recientemente, conservador. Teniendo en cuenta que dichos
cambios se producen siempre de acuerdo con el espíritu de los tiempos, a favor
de la corriente dominante y en manada, cabe preguntarse por la seriedad y
consistencia de los posicionamientos políticos de nuestras figuras públicas.”
El tercer capítulo, La
crisis: merecíamos algo mejor, comienza con escritores y acaba con los
economistas antes citados, pero sin duda lo que más sorprenderá al lector es el
ataque furibundo contra Antonio Múñoz Molina y su Todo lo que era sólido; de estilo negro, moralismo, sermón laico, victimismo,
autoconmiseración, doliente, prosa quejumbrosa… ya lo había dicho en el prólogo
en un tono un poco más sensato: “El autor defiende tesis que, despojadas de su
buen estilo literario, no pueden ser tomadas seriamente(...)Por muy bien que
escriba el autor referido, algo muy profundo falla en nuestra esfera pública
cuando se lanzan elogios sin fin a un libro que defiende una tesis tan
extravagante."
El análisis de los economistas Garicano, Molinas, incluso
algún bofetón perdido cae a otros como José Carlos Díez el lector se hará una
idea de en qué consiste que los rebate posicionándolos en el “provincianismo
intelectual”, todo ello, una vez más, en una enmienda a la totalidad del
ideario ajeno basado en la meticulosa aportación de “pruebas” que hacen la
culpabilidad indiscutible.
“Anticuado resulta el estilo de nuestras élites
intelectuales, que sigue siendo retórico y alambicado; su enfoque, castizo y
literario; y sus opiniones, demasiado personalistas e insuficientemente
analíticas. Aunque sea forzar un poco la analogía, padecemos una cierta
“cultura de amiguetes”, en la que unos figurones con egos inflados se han
convertido, con la complicidad inestimable de los medios de comunicación, en
“referentes” de nuestro debate colectivo (…)Frente al individualismo extremo del
literato y ensayista que participa en el debate público con una voz propia y fácilmente
reconocible, cabe oponer la visión “comunitaria” del conocimiento y la verdad
propia de la ciencia(…) Frente a los figurones de siempre, con su ego hinchado
y su opinión tajante e idiosincrásica, van surgiendo aquí y allá autores mejor
preparados y más especializados…”
Ahora quizá entiendan mi inicio de reseña, anti-elitismo,
anti-intelectualismo inverso, apelación a una mayoría científica inconclusa y
sin delimitación… puro populismo intelectual.
La edición de Catarata, discreta, incluye el
imprescindible índice onomástico.
La desfachatez
intelectual podía haber sido una denuncia de nuestra intelectualidad mucho
más eficaz y certera si no hubiera sido la motivación ideológica su finalidad,
el propio Ignacio Sánchez-Cuenca desvirtúa su trabajo convirtiéndolo en un arma
arrojadiza y pierde una excelente oportunidad, porque por otra parte el lector
se va a encontrar con una lógica interna en el texto y en el planteamiento que
hubieran dado para mucho más; quizá, esa virulencia innecesaria, inexplicable
en algunos casos, tenga también su explicación en quien no ha cumplido
expectativas.
Como era de esperar La
desfachatez intelectual ya ha recibido alguna respuesta de los afectados y
habrá más, desgraciadamente este libro además de dañar el prestigio científico
de Ignacio Sánchez-Cuenca va a servir para generar mayor crispación y debates
estériles, la respuesta de Jon Juaristi en ABC da buena prueba de ello: http://www.abc.es/opinion/abci-escudos-201603140333_noticia.html
Por cierto, de este último podrán encontrar en El
Polemista Historia mínima del País Vasco
http://elpolemista.blogspot.com.es/2014/04/historia-minima-del-pais-vasco-de-jon.html
y otros libros relacionados con los temas con esta reseña en el índice http://elpolemista.blogspot.com.es/2015/12/indice-completo-de-el-polemista-hasta.html
La verdad es que tengo mucha curiosidad por leerlo. Siempre me han llamado la atención dos capacidades de algunos intelectuales: una, la de estar en posesión absoluta de la verdad tanto si dicen una cosa como si dicen la contraria y otra, como bien señala el autor, la de saber localizar siempre, por muy nublado que esté el cielo, el sol que más calienta.
ResponderEliminarSí que es cierto que autores como Savater o Pérez-Reverte hablan mucho y de muchas cosas, por lo que es fácil pillarles contradicciones y sofismas, y es una pena, porque así los motivos que haya para admirarles quedan disminuidos.
En fin, ya veremos qué dice de ellos el señor Sánchez Cuenca.
Populismo. El veto de los pueblos de Jorge Verstrynge, y, otra defensa del populismo en EL POLEMISTA: http://elpolemista.blogspot.com.es/2017/02/populismo-el-veto-de-los-pueblos-de.html
ResponderEliminarExcelente análisis de este decepcionante libro, le felicito.
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