Pues bien, si aquella obra tan irreverente como divertida era un grito desesperado frente a lo que ya había comenzado pero aun no había alcanzado las proporciones que hoy estamos sufriendo, no se pierdan este Posteconomía (ambos editados por Los libros de el lince), van a comprobar como hay libros capaces de inducir severas depresiones a sus lectores aun manteniendo la sonrisa en la boca. Y el mérito es aun mayor si al espíritu “gamberro” con el que está escrito se le suma la erudición, les aseguro que al argumento no le falta el soporte intelectual de los ejemplos tanto prácticos como ideológicos.
Dividido en tres partes, la primera incidirá en la idea de la inutilidad de la economía para explicar lo que nos está pasando (que por otra parte, según el autor, es cíclico en el capitalismo):
“… seguimos sometidos a la teología econócrata. Un discurso que no creemos, y que nos resulta además incomprensible, pero que nos vemos obligados a obedecer. Es el momento de la posteconomía, cuando la economía ya no es ciencia y se convierte solo en doctrina, cuando los economistas y su brazo armado (financieros y políticos) dictan sus instrucciones sobre la manera de vivir, amar o incluso morir, sin tomarse la molestia de justificar racionalmente esas órdenes. Es el instante en que lo económico se transforma en una dictadura teocrática. Éste es el tiempo de la posteconomía.”
Y es que el capitalismo burgués liberal democrático está mutando en una Nueva Edad Media dominada como la original por la fé, lo subjetivo y simbólico frente a la modernidad que se sustenta en la convicción y la objetividad. Así llegamos a la posteconomía, un sistema basado en el miedo y la deuda que ha abandonado toda intención científica para someter a la mayoría a un nuevo estamento señorial por encima de todo Estado o ley: “Es un poder escolástico, no dialéctico. Es postcientífica y no racionalista. Funciona por exaltación e imitación. No tiene discurso y se explica con símbolos, metáforas y gestos. Recupera la analogía y la semejanza.” .Si el lector de estas líneas es economista que haga un descanso, todavía no ha visto nada.
Y es que si la economía se basaba en el ciclo, la posteconomía lo hace en la crisis donde la deuda nos convierte en vasallos de un nuevo señor feudal.
Y no me resisto a ya que Antonio Baños cita al Paul Krugman (autor que precede en El Polemista a este artículo) a aprovechar la frase del Nobel sobre las investigaciones en macroeconomía de las últimas tres décadas: “En el mejor de los casos, inútiles, y el mejor, decididamente perjudiciales.” (Eso sí, falta saber si Krugman opina lo mismo de su trabajo).
Los economistas inicialmente se guiaron por el materialismo y el racionalismo ilustrado donde rige lo perceptible y lo empírico, pero esos tiempos pasaron y hoy la economía de la complejidad se basa en la causalidad y queda expuesta al cálculo de riesgos donde manda “el circuito de riesgo-y-deuda”. Además esta economía hace de las consecuencias sus causas dependiendo de políticas sociales o tecnológicas pero dejando a un lado toda virtud, y su velocidad e instantaneidad impide toda previsión. La derrota absoluta del pensamiento positivista de August Comte, “saber para prever y prever para proveer” que, si bien posteriormente evolucionó en autores como Smith y Ricardo volcados en conocer los rudimentos del comportamiento económico y después daría paso a escuelas como la neoclásica o el marxismo desarrolladoras de leyes y modelos reguladores y más tarde al keynesianismo creador de la economía del desarrollo fundamentada en el “prever para proveer”. Hoy, la economía no es una disciplina para comprender el mundo, muy al contrario, la comprensión del mismo se realiza a través de la doctrina económica. Cita Baños a Yves Smith: “Los economistas han terminado alcanzando una posición que resulta peligrosa para cualquier democracia. Mediante la utilización que hacen de procedimientos para-científicos, han conseguido una autoridad que a menudo resulta injustificada.” Así la economía es prescriptiva, obligatoria, una imposición totalizadora que marca lo útil y valioso y lo que no lo es: “Como ocurre en cualquier religión, la voz del sacerdote convierte la enunciación en verdad”, dice el autor para argumentar la feudalización a la que nos precipitamos.
La posteconomía es figural, sus recurso explicativo se manifiesta a través de la estadística, el gráfico, el dato en tiempo real absolutamente fugaz, imagen que siguiendo con la metáfora medieval se compara la vidriera o el capitel y que choca con la modernidad discursiva que tendría como recurso transmisor al Libro.
La segunda parte de Posteconomía profundiza en la idea de la Nueva Edad Media donde las élites han creado nuevas esferas de poder y legitimidades al margen de las leyes comunes como se hiciera en la etapa feudal. Y no le falta detalle, porque el lector asiste a una exposición donde se denuncia una cultura hecha a retazos y revisiones del pasado, un pesimismo generalizado milenarista, la “castillificación” del hogar y la privatización de la seguridad, el control señorial de las materias primas ahora enfundadas en armaduras llamadas fondos de inversión, el abandono de las clases medias y altas de las calles y plazas para sustituirlas por el club y la urbanización de lujo.
¡Sorprendente la reivindicación de Baños de la vieja escolástica tomista contraria al cobro del interés en la deuda por ser esta “cobro del tiempo” y este ser propiedad de Dios y no de los hombres!
Así los ciudadanos tendrán que ir aceptando que por encima de los poderes estatales y parlamentarios hay un poder tecnocrático superior que destaca eficiencia y control sobre la función productiva.
Nos encontramos según el autor en manos de la plutocracia “por la que los riquísimos se vuelven cada vez más ricos, y en el contexto de una economía finanzoadicta, devienen también en los más poderosos.” Se crean mitos justificadores de la inhibición ética como el de la profesionalidad, donde el individuo en función de ella actúa de eslabón social y la eficacia elimina toda libertad de elección.
Siguiendo en la metáfora medieval, el emprendedor representa a la baja nobleza. Bajo la única sanción moral del éxito su espíritu de conquista le pone bajo la protección de una aura social bendecida por el crecimiento frente a al viejo funcionario que tan solo sirve o mantiene. Y en la misma línea, el empleador se dota de una distinción moral respecto al empleado, donde el primero a través de su virtud visionaria y emprendedora logra la razón.
“La nueva sociedad señorial, no requiere consumidores, sino deudores, y estos, cuanta menos movilidad jurídica y social tengan, mucho mejor.” Pero peor aun, también la posteconomía invade el ecosistema personal imponiendo una combinación de darwinismo social y maltusianismo donde el más débil, el que no pueda mantener una forma de vida sana se verá abocado a ecosistemas pobres donde prime la contaminación, el desánimo y el autoodio.
La verdadera mística de todo esta filosofía es el pensamiento positivo, una constante que gira en torno a la desgracia como oportunidad, verdadera vía para lograr el voto de pobreza que unido al de obediencia crea un solo cuerpo: la producción en estado puro. Para ello, la falsa educación, un simulacro de formación técnica que no amenazará a la élite y que formará en el absurdo y en el infantilismo social frente al conocimiento sólido capaz de poner en cuestión al sistema. Formar individuos para por ejemplo una nueva cultura organizacional donde se dota a la empresa de una personalidad humana, que transmite valores y que hace a sus empleados olvidar su personalidad humana en favor de la corporativa. Y su publicidad ya no trabaja sobre el poder de elección, sino sobre la necesidad de adhesión que genera algo tan aberrante como el fanático de marca, verdadera expresión suprema del memo posteconómico: “El cliente/evangelizador que dedica su tiempo para trabajar por la marca.”
Y en esta locura, hemos inventado el concepto marca-país, una aberración donde la soberanía ya no reside en sus naturales sino en la marca unánime e inmutable que deja fuera a toda minoría diferenciada. Un entramado que supone todo un castigo a la disidencia vital, que productiviza absolutamente todo, incluido el ocio, la intimidad o la obediencia laboral intelectual, y es que como dice la tercera y última parte del libro, “el proceso revolucionario neofeudal actúa en todos los frentes posibles: creación de un lenguaje y un imaginario, toma del poder y modificaciones legislativas.”
En fin, todo un triunfo de Friedich Hayek y de los que los neokeynesianos llaman austeriacos (mezcla de escuela austriaca y maniacos de la austeridad).
La propuesta de Antonio Baños se basa en la exaltación del no, lo que él llama las cuatro D: Desertar, Desobedecer, Disolver y Descansar. El crear un espacio ajeno a la lógica del valor y la propiedad:
“Si dejamos que avance la posteconomía y la nueva sociedad feudal, nuestras conciencias se adaptarán a la servidumbre e irán olvidando lo que era la libertad. No es la lucha por los servicios públicos o los puestos de trabajo. Esta vez la pelea es por mantener en nuestros espíritus la integridad de nuestra autonomía como individuos y de nuestra dignidad como comunidad.”
Difícil no copiar la cita de Chateaubriand con la que cierra el autor este Posteconomía:
“Se vive, con corazón pleno, un mundo vacío; y, sin haber agotado nada, nos sentimos decepcionados de todo.”
Y de la edición dos comentarios. Uno positivo, para la cubierta (portada, la pueden ver al final de la reseña) de Miguel Brieva, no puede ser más ilustrativa. Y otro negativo, a pesar de que el libro no tiene pretensión académica alguna es una verdadera lástima que no disponga de índice alfabético ni bibliografía, la erudición de la obra lo merecía.
En fin, nada más saludable y refrescante que enfrentarse a
una enmienda a la totalidad de los propios valores. Este libro en mi caso lo ha
sido, y aunque parte de la debilidad de que Antonio Baños hace previa la tesis
a su explicación y para ello retuerce los argumentos a su antojo no exentos de
demagogia y medias verdades, Posteconomía es una delicia que aúna irreverencia
con conocimiento y no tengo la más mínima duda que se convertirá en un texto de
referencia en la actual bibliografía antisistema. Y aunque se enmarca en
la inevitable y frecuente -en tiempos de crisis- crítica al paradigma
neoclásico de la economía en favor de los mercados, lo hace de forma original y
divertida.
TEMAS RELACIONADOS EN EL POLEMISTA:
¡Acabad ya con
esta crisis! de Paul Krugman, y, una propuesta para ello:
Europa al
borde el abismo de Economistas Aterrados, Más allá del Crash de Santiago Niño-Becerra,
y la crisis insondable:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2012_03_01_archive.html
Despilfarro de
Tristram Stuart, Manual para una economía sostenible de Roberto Bermejo, Agua
de Julian Caldecott, y la búsqueda de un planeta sostenible:
También en EL POLEMISTA:
ResponderEliminarEN DEUDA de David Graeber, KEYNES, SU TIEMPO Y EL NUESTRO de Luis Ángel Rojo, y, otra forma de entender la realidad económica:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2012/09/en-deuda-de-david-graeber-keynes-su.html
También en EL POLEMISTA:
ResponderEliminar¿Cataluña en la encrucijada? No lo creo. Por Jorge Navarro Cañada.
http://elpolemista.blogspot.com.es/2015/09/cataluna-en-la-encrucijada-no-lo-creo_1.html
LA CUP ENTRE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA O DESARMADO Y CAUTIVO SU CÚPULA
ResponderEliminarLas declaraciones de la Cup después de las elecciones catalanas, van unidas a las declaraciones que emiten los medios de comunicación, que pertenecen al inmovilismo y a la reacción. Y que van contra los DD.HH de la autodeterminación de los pueblos y por tanto al derecho a decidir del pueblo catalán a la independencia.
La referencia al plebiscito a la independencia es falsa. Mas no lo ha determinado como un plebiscito de independencia. Lo ha clasificado como plebiscito al derecho a la consulta, a un referéndum vinculante, dejando la independencia para una hoja de ruta.
Y como plebiscito a referéndum vinculante, sí suma los votos de los partidarios del derecho a decidir de los pueblos y en este caso concreto del pueblo catalán, al unirse a esta alternativa, Catalunya Si que es Pot. Por tanto Mas queda legitimado para su inicio de hoja de ruta.
Si la Cup no apoya a Mas y a Convergencia, por corruptos. Está apoyando de facto a los reaccionarios corruptos, PP-PSOE.
Y si se oponen al calendario y hoja de ruta independentista, se vincula de facto al nuevo partido ciudadanos, que de hecho es aún más reaccionario, que PP-PSOE, ya que aboga por un centralismo constitucionalista cerrado, eliminando los estatutos del País Vasco y Navarro.
Si Mas y Convergencia han hecho recortes sociales y la Cup está a favor de los no recortes, lo tiene claro. Que en el nuevo gobierno que forme la coalición Convergencia Esquerra, exijan los ministerios sociales y den su quehacer real sin contradicciones y ante todo a sus propios votantes. Porque de lo contrario, ante sus votantes, y demás opinión analista, pueden quedar como unos Tsipras o quintocolumna.
Nuevo añadido. Después de los últimos acontecimientos, se demuestra que Mas tiene poder de convocatoria de masas aparte de demostrar que es un buen táctico, la Cup, ni por asomo tiene tal poder. Así de ser honrados, digan a sus bases, que se han equivocado y que necesitan a Mas para el logro de la independencia. De lo contrario, Mas puede hacer nuevas elecciones y la Cup serían sus escaños bajados a la mitad y esos escaños pasarían a Mas. Esto ya le ocurrió a HB. Por confundir estrategia con táctica o estar su cúpula de quintocolumnas y pasando sus escaños a PNV.
En España y hay ejemplos, los servicios secretos, son creadores de organizaciones de apariencia de izquierdosos extremistas y antisistema. Por la sencilla razón, de que esas organizaciones controlen, esa corriente cultural para su manipulación y extorsión. Los hechos prácticos y no las palabras nos dirán en donde se halla la Cup: Si con la praxis de la independencia o, a robarle diez diputados al independentismo.
Estamos en una encrucijada, en que se está ventilando: Entre un gobierno de pensamiento único mundial, -un gobierno autocrático a semejanza a la curia vaticana- en el que el voto ciudadano no tiene ningún valor. O su opuesto, un municipalismo global democrático de base.
Francisco Fenoy
También en El Polemista ante el 1-O
ResponderEliminarEspaña contra Cataluña: la falacia del nacionalismo catalán, de Jorge Navarro Cañada:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2017/09/espana-contra-cataluna-la-falacia-del.html