Hace unos días todo un Premio Nobel como Krugman sacudía a
los sufridos nervios de los europeos con sus vaticinios de colapso del sistema
monetario y financiero de la zona Euro. Lo hacía como advertencia de lo que
puede llegar a pasar si las políticas de austeridad neoliberales no eran
sustituidas por otras basadas en el gasto público. De ahí que las críticas y
los elogios se suceden hacia un economista que sin duda habla desde presupuestos
que no excluyen la ideología, pero que en ningún caso están carentes de
sentido. Lejos de “matar al mensajero” no solo la lectura de ¡Acabad ya con
esta crisis! (Ed. Crítica) es recomendable, es que además es pedagógica.
Recurriendo a un compañero de poskeynesianismo (él
niega pertenecer a dicho grupo de economistas) como Hyman Minsky, Krugman
defiende la utilidad de la deuda como “manera en la que quienes ahora mismo no
pueden dar buen uso a su dinero pueden poner ese dinero a trabajar, a cambio de
un precio, al servicio de los que sí pueden darle buen uso.” Y no, la deuda no
empobrece al conjunto de la sociedad, muy al contrario la deuda de una persona
es el activo de otra. Sin embargo poseer una deuda elevada en relación a tus
ingresos (nivel alto de apalancamiento) te hace vulnerable en caso de
dificultades. Y el problema llega cuando son demasiados los actores económicos
que se encuentran apalancados porque generan una situación donde “los
deudores no pueden gastar y los acreedores no quieren gastar”. Es el caso de
Europa, donde varios gobiernos solo pueden conseguir dinero prestado a tasas de
interés de locura -¿nos suena a los españoles la prima de riesgo?- y solo han conseguido
los préstamos del Banco Central Europeo a cambio a aplicar “salvajes programas
de austeridad” sin que los países acreedores y el BCE lo compensen con
incrementos del gasto, si no que muy al contrario, también aplican programas de
austeridad aunque ya no tan brutales como los que exigen a los deudores. Y si
bien este comportamiento se está dando en los gobiernos europeos, el autor
advierte que también se da en el sector privado del Viejo Continente pero
también en EEUU. En suma:
“Nuestros ingresos son bajos precisamente porque estamos
gastando demasiado poco; y recortar aun más el gasto solo servirá para deprimir
todavía más nuestros futuros ingresos. Tenemos, en efecto, un problema de
exceso de deuda; pero esa deuda no es dinero que debamos a algún extraño, sino
dinero que nos debemos unos a otros, lo cual supone una diferencia enorme. Y en
cuanto a recortar los costes: recortarlos, ¿en comparación con quien? Porque si
todo el mundo intenta reducir sus costes, solo conseguiremos empeorar la
situación.”
Paul Krugman repasa el desarrollo de la banca para explicar
la diferencia entre la banca convencional, (la física, la que tiene ventanilla
para ingresar o retirar dinero) y la banca en la sombra, (la de mercados
secundarios) que sirve para lo mismo que la primera pero no está sometida a las
normativas y leyes que controlan a la convencional y que en treinta años ha
pasado de ser una parte menor del sistema bancario a superar en la actualidad
con claridad a la regulada. Así se llegó a un sistema cada vez menos regulado
donde los riesgos y la deuda se dispararon y se sentaban las bases de la
crisis. Y sobre ese relato una alternativa, lo que el autor llama el dogma
de la derecha, la gran mentira: “El crecimiento de la deuda se debió a que
entre ciertas gentes de ánimo benefactor y las empresas del gobierno obligaron
a los bancos a conceder préstamos hipotecarios a compradores de las minorías, y
subvencionaron hipotecas dudosas.”
Las comparaciones con la Gran Depresión a lo largo del libro
son constantes, lo que hace que la sencillez con la que está escrito no
requiera nivel previo ninguno de conocimiento económico y cumpla magníficamente
con su voluntad pedagógica para comprender la génesis de la situación que
estamos sufriendo. Pero también apunta hacia la anterior revolución
ultraliberal de los años ochenta para justificar males de hoy como la brutal
desigualdad que ha disparado las diferencias entre los más ricos y las clases
medias además de la desregulaciones bancarias, fundamentalmente por la
escandalosa reducción de los tipos impositivos máximos. Y esa desigualdad es
para Krugman una causa más de la actual depresión, porque el dinero compra
influencia y las políticas neoliberales aunque han hundido nuestras economías
han resultado muy beneficiosas para las élites económicas que crearon un clima
político en el que era imposible percibir las señales de alarma y actuar en
respuesta a ellas.
Uno de los fenómenos más asombrosos de estos últimos años es
la ferocidad con la que se ha atacado toda idea o concepto que pudiera oler a
John Maynard Keynes. Hace pocos años cuando alguien se definía como keynesiano
parecía una liberal moderado, ahora simplemente se juega arder en la hoguera
reservada a la disidencia más peligrosa, Krugman lo trata advirtiendo que en
contra de lo que normalmente se cree esta hostilidad no viene de Paul Samuelson
sino que este no hizo más que seguir a Lorie Tarshis.
También recibe Obama del Premio Nobel: por cobarde y no
atreverse a llevar las políticas en las que realmente creía y quedarse corto.
Si bien a la Ley de Reconstrucción y Recuperación le reconoce ser el mayor
programa de creación de empleo de la historia estadounidense le achaca ser
parte de una política basada en entregar dinero barato a los bancos para
impedir su hundimiento pero a costa de crear una crisis de crédito posterior.
El miedo al déficit y a la inflación motiva la exposición de muy interesantes
gráficos para demostrar la falacia que se encierra detrás de esos temores,
porque Krugman defiende la combinación de fuertes estímulos fiscales con
políticas de apoyo tanto de la Reserva Federal como de las entidades similares
de otros países. En suma, el déficit y la deuda no pueden seguir siendo un tabú
y hay que asumir la necesidad de utilizarlos como instrumentos de política
económica.
Con el título de Eurodämmerun, el crepúsculo del euro,
el economista pasa a tratar la pesadilla europea y lo que considera un error
fatídico: “Las élites europeas estaban tan embelesadas con la idea de crear un
poderoso símbolo de unidad que exageraron los beneficios de una moneda única e
hicieron caso omiso de las advertencias al respecto…” Y es que el Euro empezó
bien, de hecho hizo que los inversores se sintieran seguros, lo que supuso un
fuerte descenso en el coste de dinero prestado para los países más débiles de
la eurozona, lo que provocó enormes explosiones inmobiliarias y sus
consiguientes burbujas. Esa afluencia de capital también generó un aumento de
salarios en estos países y se disparó el coste unitario de la mano de obra en
comparación con Alemania. La industria del sur de Europa dejó de ser
competitiva y así los déficits comerciales de estas naciones se dispararon. Y
si bien la crisis financiera en Estados Unidos fue el desencadenante del
derrumbe europeo este se hubiera producido de todas maneras. ¡Y llegamos al
Gran engaño europeo!: “la creencia de que la crisis europea se debe ante todo a
la irresponsabilidad fiscal. Los países incurren en déficits presupuestarios
excesivos -nos dice el cuento- y se
endeudan en exceso: por lo que ahora, lo importante es establecer unas normas
que impidan que la historia se vuelva a repetir.” Y según esta tesis tan
merkeliana, España tiene que ajustar los costes por medio de la deflación, o
sea, una devaluación interna, más claro, bajar masivamente los salarios
entre otras cosas. Cuando Krugman escribía su libro sin duda no se había
aprobado la actual Reforma Laboral del Gobierno Rajoy. Si lo hubiera hecho, el
Nobel pondría el ejemplo de como se hace una devaluación interna
encubierta.
En ¡Acabad ya con esta crisis! se hace una llamada a
salvar el Euro, aunque me temo que ya sea demasiado tarde, entre otras cosas se
describe el caos bancario que tendría para cualquiera de los países europeos
una salida de la moneda única, y al escribir estas líneas el proceso está en
marcha como si fuera un guión, de momento en Grecia.
¿Y por qué no lo solucionan? ¡Por que nos gobiernan los Austeríacos,
una peligrosa mezcla de austeridad y fanatismo en el seguimiento de la escuela
austriaca económica! La tenaz insistencia de estos maniacos de la austeridad
“en convertir la crisis económica en una obra moral, un cuento en el que la
depresión es una consecuencia necesaria de los pecados precedentes, que no se
debe aliviar.”
En fin, ¡Acabad ya con esta crisis! no aportará
excesivamente a quien siga regularmente
a Paul Krugman, pero este libro además de ser un texto ameno para todos los
públicos, -el lector documentado disfrutará de los constantes ajustes de
cuentas entre economistas y quien no tenga grandes conocimientos de economía no
tendrá ningún problema en seguir el relato por la capacidad pedagógica de su
autor- es un verdadero grito de rebeldía contra mensajes puramente ideológicos
que han calado en las opiniones públicas y que han sumido a nuestras sociedades
en la más absoluta apatía y aburrimiento mientras ven perderse avances que han costado
décadas lograr. Además la edición de Critica cuenta con un índice
alfabético en una obra llamada a ser uno de los textos más representativos de
estos años cuando lo veamos con cierta perspectiva histórica.
El mensaje de Krugman deja algunas cuestiones por resolver,
la más clara la de explicar como se expande el gasto si los inversores niegan
el crédito, y si bien es cierto que la deriva inflacionista plantea problemas,
tengo claro que no mayores que los que la austeridad como dogma está creando. Y
la cuestión es esa, si la obsesión ideológica de lo que el Nobel llama austeríacos
puede, ocultándose en la emergencia antidéficit acabar impunemente con derechos
adquiridos incluidos los más básicos como son los sistemas sanitarios o
educativos.
Otro premio Nobel de economía como Joseph E. Stiglitz
advertía el 13 de mayo de 2012 en un artículo publicado en el diario El País
titulado Después de la austeridad:
“La ignorancia voluntaria de las lecciones del pasado por
los líderes europeos es criminal”(…)Las consecuencias de la fiebre europea por
la austeridad serán de largo plazo y probablemente graves. Si el euro
sobrevive, lo hará al precio de alto desempleo y enorme sufrimiento,
particularmente en los países en crisis. Y la propia crisis casi seguramente se
extenderá. Las medidas antiincendios no funcionarán si simultáneamente se tira
combustible sobre las llamas, una tarea con la que Europa parece comprometida.
No hay ejemplos de grandes economías —y Europa es la mayor en el mundo— que se
hayan recuperado con austeridad.”
Libros y actualidad por JORGE NAVARRO CAÑADA - DISPONIBLE COMO ANALISTA O ARTICULISTA EN CUALQUIER MEDIO.
No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
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Si la política de reducción de deuda y costes no está logrando ni tan siquiera una inflación relajada (supera el 2% a nivel europeo, con repunte claro el último año) la desviación que supone a nivel individual en la renta personal es tan elevada que es imposible no acabar con una situación insostenible a nivel social. Lamentablemente no hay perspectivas de mejoras a corto plazo salvo un gran plan de choque, un famoso plan "real" y no estético sobre el CRECIMIENTO que se está empujando desde Francia pero que no se ha traducido, al menos hasta ahora, en algo con la suficiente entidad para invertir la situación. Al menos la corriente pensadora de evitar los ajustes "por que sí" está cada vez con más cuerpo, pero tal vez sea tarde.
ResponderEliminarÁngel Gómez
También en EL POLEMISTA:
ResponderEliminarEN DEUDA de David Graeber, KEYNES, SU TIEMPO Y EL NUESTRO de Luis Ángel Rojo, y, otra forma de entender la realidad económica:
http://elpolemista.blogspot.com.es/2012/09/en-deuda-de-david-graeber-keynes-su.html