No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

domingo, 27 de febrero de 2011

El Planeta de los estúpidos de Juan López de Uralde, y el ecologismo que viene.

“Los políticos hablan, los líderes actúan”, es el mensaje que llevaban impresas las pancartas que Juan López de Uralde  y Nora Christians portaban en el palacio de Christiansborg en la cena de gala de los Jefes de Estado correspondiente a La Cumbre Climática de Copenhague de 2009 y que acabó dando con los huesos de ambos en la cárcel por tres semanas. Este es el punto de partida de El Planeta de los estúpidos (Ed. Temas de hoy). Y no deja de resultar curioso, porque este libro muestra muy claramente la conversión del activista en político, lo que a buen seguro le dará la oportunidad de cambiar el mensaje.
Después de contar sus inicios y sus primeras motivaciones en el movimiento ecologista  y como de Phoracantha llegará hasta Greenpeace y su emblemático Rainbow Warrior en unos tiempos en los que la defensa del Medio no era una prioridad para casi nadie, comienza el autor a desgranar uno a uno y sin mucha profundidad las cuestiones que considera fundamentales para explicar el porqué el comportamiento humano con su planeta merece el adjetivo de estúpido.  El cambio climático ocupa un lugar especial como no podía ser de otra manera para concluir con la evidente e inevitable condena a la falta de voluntad real de los dirigentes de los países occidentales para abordar seriamente el asunto. En la segunda parte del libro desgrana los problemas ecológicos más concretos. El petróleo y las consecuencias de su abuso y transporte, las amenazas a la biodiversidad, donde después de una introducción general pasa de puntillas por temas concretos (pero de seguro interés para el lector) como los derechos de los animales y dentro de este apartado la tauromaquia (ver en este blog la entrada dedicada a En defensa de los toros de Jesús Mosterín (Ed Laetori) http://elpolemista.blogspot.com/2011/01/favor-de-los-toros-de-jesus-mosterin-y.html  ) para oponerse a ella.
El agua es un personaje principal  en la obra. Los océanos, las presas, la pesca, donde critica la explotación que Occidente realiza en las costas africanas, y el uso que realizamos los españoles de un recurso tan escaso denunciando regadíos poco respetuosos con el Medio o más concretamente el paralizado Plan Hidrológico Nacional que iniciara el anterior gobierno conservador. Los bosques, el urbanismo, la basura y la alimentación cierran la segunda parte de El Planeta. Antes de pasar a la tercera no puedo dejar de mencionar en este último tema de la alimentación un magnífico e inquietante libro editado este último año por la editorial Los libros del lince de Gustavo Duch como es Lo que hay que tragar. (Una de las carencias de El Planeta de los estúpidos es la bibliografía empleada, tan parcial como escasa). En el libro de Duch las injusticias que están detrás de lo que ponemos en nuestros platos pueden provocar más de una indigestión.
La parte final del alegato de López de Uralde está dedicado a las energías en una encendida defensa de las renovables frente a la nuclear y como estas no se deben limitar a una sola sino que a través de la unión y mezcla de ellas pueden sustituir a la segunda.
Por último el autor llama a la participación política y a la necesidad de la unidad ecologista en esta tarea, que en realidad es el objetivo real del libro. Y quizá ahí este la debilidad de El Planeta de los estúpidos, porque planteando tantos temas complejos como si fueran un programa electoral los termina por simplificar hasta el punto de dejar una sensación de falta de sustancia real. Y es que es muy difícil sostener posiciones que desde el activismo permiten cierto maniqueísmo simplista donde la ideología que le mueve a uno es un exonerante de cualquier exceso frente a toda intención de lucro que deslegitima la acción sea cual sea, pero una vez que hay que trasladarlo al plano político plantea algunos problemas, máxime cuando lo que pretende es llevarlos a unas elecciones. Casi todos los temas que nos plantea el autor en clave de “no molestar a nadie” van a chocar más tarde o más temprano con la realidad incluso para aquellos que los defienden.
Muchos de los prejuicios ecologistas respecto a lo “autóctono”, lo “natural”, lo “experimentado”… no encajan con las necesidades humanas que buscan en el progreso y el descubrimiento soluciones. Pero aun más, los criterios de acción política buscan soluciones concretas a problemas inmediatos que a veces son inabarcables desde el “buenismo” ideológico.
El Planeta de los estúpidos está a medio camino entre lo que fue el Die Grunen (Los Verdes alemanes) de los ochenta, un “antipartido”, y lo que es ahora, un partido pragmático completamente alejado de sus postulados iniciales en cuestiones esenciales y capaz de llegar a acuerdos en materias que sonrojarían al activista ecologista. Esa es probablemente la mayor debilidad que plantea la propuesta del autor que tiende a simplificar para evitar definirse con claridad. Porque en efecto, temas como lo nuclear, los transgénicos (asunto que sin duda planteará especiales problemas llevar al plano concreto por lo débil de la argumentación), el agua… en España no son abarcables desde la sola ideología sino que la única forma de afrontarlos está mucho más cerca del pragmatismo y el acuerdo.
En fin, este libro puede ser una buena forma de promocionar los primeros pasos de Equo y a su líder, y en ese sentido además ayuda el estilo muy directo y fácil con el que está escrito, pero no pasará a la historia del ecologismo escrito ni aportará nada nuevo al lector medianamente informado. Aun así, merece la pena acercarse a él y conocer una propuesta que en muchas cosas llama a un sentido común que aunque debiera entrar en lo obvio, parece a veces no existir. Y es que ciertamente, es una deficiencia democrática del sistema de partidos español no contar con una opción verde consolidada como sucede en todos los países de nuestro entorno. Equo apunta en esa dirección y puede ser una buena noticia para el electorado español aunque esa es otra historia y las circunstancias electorales con las que se va a encontrar Juan López de Uralde no serán las mejores para lograrlo.

4 comentarios:

  1. También en El Polemista:
    Despilfarro de Tristram Stuart, Manual para una economía sostenible de Roberto Bermejo, Agua de Julian Caldecott, y la búsqueda de un planeta sostenible: http://elpolemista.blogspot.com/2011/09/despilfarro-de-tristram-stuart-manual.html

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  2. También en EL POLEMISTA:
    Alimentos bajo sospecha de Gustavo Duch y las alternativas al modelo alimentario: http://elpolemista.blogspot.com/2011/12/alimentos-bajo-sospecha-de-gustavo-duch.html

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  3. También en EL POLEMISTA:
    El arte de vivir ecológico de Wilhem Schmid, de la conciencia planetaria a la ecología inteligente:
    http://elpolemista.blogspot.com/2012/03/el-arte-de-vivir-ecologico-de-wilhem.html

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  4. También en EL POLEMISTA:
    La energía después de Fukushima de Cristina Narbona y Jordi Ortega, y, el debate que no se puede posponer:
    http://elpolemista.blogspot.com.es/2012/06/la-energia-despues-de-fukushima-de.html

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