No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

viernes, 28 de enero de 2011

La nación inventada de Arsenio e Ignacio Escolar, y los mitos nacionales.


La nación inventada de Arsenio e Ignacio Escolar (Península) es ligero y fácil  pero un mal libro de historia. Dicen los autores que al volver a leer los escritos de Indro Montanelli, Historia de Roma e Historia de los griegos (ambos en Planeta entre otras editoriales) decidieron escribir en clave divulgativa la historia de Castilla. Para ello, y en torno a la idea central de que la gran parte de los mitos que la sostienen son falsos, dedican 31 capítulos de manera rápida, amena, a veces divertida y siempre en clave periodística a repasar episodios históricos que narran sin mucho análisis la existencia castellana desde sus inicios hasta el siglo XIII. Los jueces de Castilla como figuras inexistentes, Fernán González como actor absolutamente secundario del devenir histórico castellano sin ningún papel en la independencia del futuro reino, el Cid como mercenario antihéroe, son algunos de los mitos creados por élites determinadas (sí, puro instrumentalismo probablemente basado en la explicación de nación de E.J Hobsbawn y que tanto ha influido en la izquierda) que pretende esclarecer y que permiten entender el objeto de la obra. Si por esto fuera estaría bien, pero la obra además de su limitada documentación (como demuestra la bibliografía utilizada, importante en su calidad, Sánchez Albornoz, J. Pérez, Valdeón… toda ella orientada en una misma dirección, aunque tampoco requiere mucho más al tener un carácter puramente de resumen histórico) parte de una premisa errónea que echa a perder el conjunto: Qué los mitos castellanos estaban dirigido a crear una nación. Utiliza conceptos políticos del XIX para analizar hechos de la edad media que no tienen nada que ver en absoluto y los juzga en claves que no son aplicables a ellos. Por poner un ejemplo:
“Desde finales del siglo XII y hasta mediados del siglo XIII, un puñado de historiadores y poetas se inventan una patria, una nación, que en realidad nunca habían sido exactamente así”.
 ¿Una patria y una nación en el XIII? Pero peor aún, en busca de un lenguaje que resulte atractivo al lector utilizan otros conceptos como “machista” o “limpieza étnica” en contextos en los que no son aplicables. Para colmo, la conclusión final del libro es un llamamiento al mito (esta vez sí) victimista : “También eran Castilla sus mitos, sus leyendas; esa nación inventada que, al final, acabaría siendo la nación derrotada y expoliada” por supuesto sin aclarar esto último aunque parece ser que lo reservan para una segunda parte que estaría ya en preparación con el nombre de La nación expoliada. Quizá los autores caigan en la cuenta de que reivindican en nombre de una “nación”, lo que implica que hacen suyos los elementos míticos, psicológicos y sentimentales que la dotan de identidad. Toda una contradicción, y es que en efecto, la existencia de una identidad nacional no es separable de su psicología y sentimentalidad, al fin y al cabo estas son motores de la acción humana y por tanto de historia.
En fin, el libro como obra de divertimento y divulgación puede dar resultado, de ahí que no me sorprende el éxito inicial que ha tenido y que ya haya disfrutado de su tercera edición, entre otras cosas porque como libro de iniciación a la historia de Castilla puede valer y además no requiere su lectura ni tiempo ni esfuerzo. No obstante si alguien está interesado realmente en los mitos nacionales siempre recurrirá a nuestros imprescindibles Álvarez Junco (su Mater Dolorosa editado en Taurus parece insuperable), Juan Pablo Fusi, Carlos Seco Serrano o Miguel Artola entre otros. España para bien o para mal es rica en imaginarios pero afortunadamente no carece de buenos especialistas en ellos.


Pero ya  completamente al margen de La nación inventada, el motivo de haberla comentado en esta entrada es la reflexión que me genera la creciente producción literaria y periodística en torno a las identidades nacionales (no solo en España).Relacionado con ello aunque no necesariamente unido, es curioso que en un momento en el que las ideologías se encuentran en sus horas más bajas el nacionalismo no parece haber sufrido la misma suerte que estas. En el caso español asistimos a una muy preocupante reafirmación de sus nacionalismos que se traduce de momento y fundamentalmente en un crecimiento espectacular del sentimiento antiautonómico de un lado y del independentismo catalán de otro, y aunque en ambos casos se camuflan en reflexiones o propuestas económicas, en realidad esconden un revisionismo crítico sobre el modelo de Estado por parte de unos (que dudo que algún día llegaran a aceptarlo), y un particularismo cada vez más excluyente en el otro. Dado como avanza la situación política española me pregunto como pueden desarrollarse los acontecimientos ante una hipotética coincidencia de nacionalismos español, catalán y vasco gobernando en sus respectivos ámbitos territoriales. Parece que podría ser un potencial conflicto por lo que no me resisto a comentar el artículo que Jordi Pujol ha publicado esta semana en el boletín de su Centri D’Estudis J. Pujol (http://www.jordipujol.cat/es/cejp/butlleti/239) en el que introduce sin el más mínimo complejo el independentismo puro y duro en el catalanismo heredero de la Lliga Regionalista de principios del XX. Viendo como el ideario de estos siempre se ha basado en una diferencia catalana “pragmática”, no deja de ser un salto de mucha importancia el cambio, máxime cuando sabemos el peso del pujolismo en el catalanismo y muy especialmente en el sector dominante convergente.
El President Pujol en su escrito le da la vuelta al argumento comparativo entre Cataluña y el Québec que siempre ha defendido para esta vez centrarlo en el Estado canadiense que sí supo evitar el ahora denostado “café para todos” y darle a la provincia francófona un estatus diferente al resto de divisiones del país. Hubo un tiempo (según el articulista) donde la permanencia en España era posible pero el Tribunal Constitucional ha finiquitado esa opción al impedir un régimen diferente para Cataluña a través de su Estatut. Sin embargo evita mencionar Don Jordi que el universo quebequés continúa encallado en un rechazo completo a la constitución canadiense y se siente (igualmente al catalán con el Constitucional) perseguido y acosado por el Tribunal Supremo de aquel país. Curiosamente el poder político real de Québec reside en el mismo punto que el de Cataluña en el conjunto del estado español al poder decidir las mayorías de gobierno con sus representaciones parlamentarias. No obstante y visto lo escrito, “mientras esperamos el día de un hipotético referéndum oficial y vinculante”, parece que el modelo escocés mucho más “inmediatista” hasta ahora defendido por ERC va ganando posiciones aunque Alex Salmond continúa sin decidirse a convocar su tan anunciado referéndum. De cualquier modo sospecho que la clave de la supervivencia de los sentimientos nacionalistas en la crisis de las ideologías reside en su capacidad de adaptación, y si el proceso de descomposición belga siguiera adelante tendríamos un nuevo modelo a seguir por ellos basado en la extinción de relación entre comunidades y el Estado central a través del reparto total de competencias. Después de todo, el conflicto belga al margen de indudables elementos sentimentales o psicológicos  se produce porque las dos competencias principales no cedidas a las regiones, la militar y la económica, hoy están en manos de instituciones superiores (OTAN y UE) que hacen innecesario un gobierno central y en lo demás es imposible el acuerdo. En España debemos seguir con atención aquel proceso, nos puede afectar mucho, aunque cierto es que en Bélgica no existe un nacionalismo propiamente belga y en España sí convivimos con uno propiamente español. Lo que compartimos son instituciones que de momento encarnan la unidad nacional más allá del sistema competencial.

5 comentarios:

  1. Hola Jorge, tienes razón en decir que los belgas carecen identidad nacional.De hecho, el pasado histórico de Balonia y Flandes es muy diferente y con ello la herencia cultural de ambas regiones, reflejada en idioma,instituciones,etc... es, en algunos sentidHola Jorge,
    tienes razón en decir que los belgas carecen de unaos, diametralmente opuesta, aunque eso no significa que no puedan vivir juntos.Dices que el conflicto belga se produce porque las competencias militar y económica están en manos de OTAN y UE y que por ello es innecesario un gobierno central.Es verdad que al ser un sistema federal, los gobiernos regionales pueden gobernar, auque hay decisiones que nunca podrían tomar.Creo que la razón principal del punto extremo al que han llegado es que desde el 2007, debido a la crisis institucional, los balones se han cerrado totalmente al diálogo y esto ha conllevado una radicalización de la opinión flamenca y como consecuencia la corriente nacionalista e independentista. Y se han cerrado al diálogo en parte porque sabían que la minoría francófona en Flandes iba a perder irremediablemente sus derechos linguïsticos y políticos en un debate donde tenían las de perder. Creo que la falta de compromiso de los ciudadanos, hasta ahora, a contribuido a agravar el problema, como lo define muy bien una frase de Mark Eyskens, ministro belga:"en Bélgica no corre la sangre, sino la saliva".Ya veremos que pasa.

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  2. He leído esta entrada de tu blog y me ha parecido que aporta información y pensamientos muy interesantes. Reconozco que me iba a quedar ahí, pero después de un rato he pensado que si me decidía a incluir un comentario tendría la excusa perfecta para ponerme a reflexionar sobre este tema, algo que reconozco que no hago muy a menudo.
    Pues bien, lo primero que se me viene a la cabeza es intentar trasladar los conceptos a nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, cuando alguien saca de contexto una frase nuestra y la malinterpreta nos enfadamos...y me pregunto ¿porqué no ocurre lo mismo cuando alguien saca de contexto la historia?
    Otra pregunta que me hago es si realmente es necesario escribir muchos libros sobre nación, nacionalismo, identidad nacional, etc. para saber realmente lo que significan y a lo que nos pueden llevar. Reconozco que es importante tener los conceptos claros, pero no es lo único.
    También leo que mientras que los nacionalismos cobran cada vez más importancia, las ideologías no están es su mejor momento, ¿por qué? Será porque es más “fácil” ser nacionalista que formarse una ideología. En cualquiera de los dos casos, nunca he entendido porque hay que ser “anti” o hay que ser excluyente.
    Ya se que son muchas preguntas y pocas respuestas pero todavía me quedan muchas más, aunque de momento, lo voy a dejar aquí: ¿por qué “nuestros” nacionalismos son lícitos y los de los demás no?
    Estaré encantada si alguien se anima a responderme….o a plantear más preguntas, ¿por qué no?

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  3. Gracias por tu texto, Jorge.
    La verdad es que los que hemos vivido desde 1977 con uso de razón, hemos sido testigos de una evolución inédita de la historia de España. Ya me contaban los curas conservadores del colegio donde estudiaba lo que es ahora Primaria y ESO, que España era una nación con muchas identidades culturales plasmadas en costumbres, culturas y sobre todo lenguas. Y eso lo decían los textos basados en la LGE (ley General de Educación) de 1970. No se lo que dicen los textos de ahora, pero sí se lo que dicen las generaciones que se han educado con posterioridad. ¿decía.. se han educado?...¿conocen los ciudadanos su país? ¿o simplemente construyen un modelo de nación haciendo suyas las barbaridades que vierten algunos políticos con el fin de cosechar votos para lograr el poder? Lo primero que debemos hacer es conocer el terreno que pisamos, el país que somos y quienes lo integramos.
    El nacionalismo de cualquier colectivo entendido como el sentido de pertenencia a una nación no tiene nada de malo, incluso aunque incorpore doctrina política. El problema de los nacionalismos en España aparece cuando éstos persiguen los conceptos anteriores en el sentido más territorial, lingüístico y cultural. ¿Y que hay de la coherencia entre las personas? ¿por qué no buscamos la unión entre las personas? ¿Es un tabú para nuestra nación que un conciudadano tenga el derecho a expresarse en otra lengua que no sea la oficial en todo el territorio? ¿Me separo yo de este ciudadano porque los textos que estudio en la ESO tiene contenido diferente en determinadas materias?
    Que es lo que cohexiona una familia.... ¿el libro de familia, que todos los hijos estudien la carrera del padre, los bienes gananciales o su verdadera unión sentimental?
    Hagamos este planteamiento para el modelo de estado. Busquemos lo que nos une, pero por favor, que no sea el DNI como proponía en su campaña electoral en 2008 Rosa Díez :-)
    Saludos
    PEPE

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  4. También en El Polemista: Residuals o indepndents de Jordi Pujol: http://elpolemista.blogspot.com/2011/09/residuals-o-independents-de-jordi-pujol_08.html

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  5. También en EL POLEMISTA:
    Cataluña ante España de Albert Balcells, y la necesidad de diálogo entre Cataluña y el resto de España: http://www.elpolemista.blogspot.com/2012/02/cataluna-ante-espana-de-albert-balcells.html

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