No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

miércoles, 19 de octubre de 2022

La era de los líderes autoritarios de Gideon Rachman y, populismos, decadencia de la Democracia en el contexto del apagado de la Globalización.

 

Vivimos un momento de claro cambio histórico, el populismo se abre paso y la velocidad de los cambios desborda toda previsión; estas líneas se escriben a pocos días de la formación de gobiernos de corte conservador con ramalazos autoritarios o nostálgicos de ellos en países hasta ahora imprevisibles de ello como Suecia o Italia, ya están implantados en Polonia o Hungría por seguir con Occidente, han pasado y son amenaza por EEUU o Brasil…

El populismo como fenómeno político ya ha sido tratado en otras ocasiones en El Polemista, lo podemos definir someramente como movimientos sin organización estable, de consignas vagas y emocionales que sustituyen a propuestas políticas bien articuladas, crean vínculos y lazos sentimentales con ellos que se suelen reflejar en liderazgos carismáticos, parten del antielitismo, el antitecnicismo y contrarios a toda forma intelectual de interpretación del mundo estando más cerca de mesianismo y paternalismo que de cualquier visión democrática de la acción política. Ejemplos históricos son múltiples, desde dictaduras sociales como la de Perón o nacionalismos basados en el pueblo llano como Gandhi o Nasser, los ha habido a Izquierda y a Derecha aunque hoy claramente predominan los conservadores pero de América Latina podemos extraer ejemplos de la Izquierda, en España lo hemos visto en ambos casos en Podemos de un lado o en Vox del otro, quizá los dos condenados a evaporarse en el momento en el que se materializan en poder real, pero desgraciadamente en otras latitudes no ha sido así.

 

Gideon Rachman en este La era de los líderes autoritarios (Ed. Crítica) hace una lectura más amplia que pueda hacer un politólogo como El Polemista, la suya es periodística y abarca más el elemento descriptivo, tiene en ello la ventaja de haber entrevistado a la mayor parte de ellos y supone un verdadero análisis global del fenómeno de enorme interés. Advierte sobre la novedad: “Los líderes fuertes de hoy en día se mueven en un entorno global muy distinto del de los dictadores de los años treinta. Las guerras entre grandes potencias ya no son habituales. La globalización ha transformado la economía mundial. La propagación del derecho internacional ha generado nuevas expectativas sobre el comportamiento de los líderes internacionales. Pero las tecnologías del siglo XXI también están brindando a los líderes fuertes nuevas maneras de comunicarse directamente con las masas…” Y es que en este avance internacional se hace más difícil trazar la línea diferenciadora entre el mundo democrático y el autoritario. Por ejemplo, la libertad de prensa es una de sus víctimas.

Vladimir Putin es el arquetipo, ya desde su inicio en el año 2000 mostraba claramente formas autoritarias que han ido, como estamos sufriendo, al paroxismo. Rachman analiza a los personajes además de sus trayectorias, Putin llega a donde está entre otras cosas por hacer gala en su juventud de energía y disciplina. Desde su primer puesto, la gestión de las propiedades presidenciales, su ascenso ha sido meteórico. Su resentimiento contra EEUU y su furia gélida contra Occidente es parte de ello y de su acción como dirigente, me permito añadir que desgraciadamente no lo entendimos así los occidentales. Curiosamente fue Ángela Merkel -quien cometería el error de hacerse energéticamente dependiente de él- quien lo definía como alguien del siglo XXI que resuelve los problemas como si fueran del siglo XIX. No obstante, Putin en sus errores ha ido acercándose peligrosamente a un posible futuro enemigo: “… otro hombre fuerte regional que también pretende restaurar la gloria del pasado imperial de Turquía: Recep Tayyip Erdogan”, un personaje que desde 2003 donde se presentaba como reformador liberal siendo hoy un fuerte líder autoritario. Y es que con Putin comparte el trato a los medios de comunicación y los tribunales entre otras cosas. Pero advierte el autor, “aunque Turquía es un miembro destacado del grupo G20, formado por las principales economías, no es y nunca será una superpotencia. Para que la política de los hombres fuertes cambiara el mundo, la tendencia tenía que ir más allá de Moscú y Estambul e instalarse en una de las grandes potencias incipientes. Y eso es lo que ocurrió en Pekín en 2012”.

Xi Jinping vive estos días el congreso del PCCh que debería dotarle de mayor poder a un dirigente chino desde Mao, desde 2012 no ha cesado de tomarlo y de vivir en el más absoluto culto a su personalidad. Si bien como explica Rachman en este “La era de los dictadores” su mandato ha servido en China como un espectacular aumento de influencia internacional, también ha arriesgado (añado yo) demasiado en una política de préstamos descontrolados en incontables millones de dólares en todo el mundo, incluida Rusia. Discrepo del autor parcialmente respecto al recorrido que le toca vivir a China en tiempo inmediato: una vez su crecimiento podría verse estancado y como sostiene el economista Michael Pettis perdida toda esperanza de tomar la delantera a EEUU, sus retos son múltiples, quizá hacia posiciones más autoritarias si cabe, de hecho, Pettis observa que los países en crecimiento cuando este se ve frenado tienden a ello. Y Xi hoy se encuentra con un escenario diferente en el cual el crecimiento de la Globalización cede, su aliado ruso es un paria, la visita de Nancy Pelossi a Taiwán ha dejado claro el “poco” temor de los norteamericanos a los chinos, y ahí sí, como dice Rachman otro peor: “(…) China y la India, las dos superpotencias emergentes del siglo XXI, se encaminan a un conflicto (…) un choque entre un Estado autoritario gigantesco y la mayor democracia del mundo. Y así era. Sin embargo, la situación era más complicada, ya que, desde un punto de partida muy distinto, la India democrática también ha avanzado hacia el modelo de hombre fuerte”. Respeto a las libertades, de momento India está muy lejos de China:
“Los acontecimientos más recientes en el uso de Internet en China son aún más siniestros en lo que a política se refiere. Ahora que la Red y los teléfonos móviles son esenciales para la vida en una sociedad moderna, las autoridades chinas pueden controlar las actividades de sus ciudadanos de maneras verdaderamente orwellianas (…)”

Modi ocupa el poder desde 2014. Su crecimiento también ha sido espectacular y está en condiciones de disputar puesto a China, de hecho, demográficamente lleva ese camino. E internacionalmente, el líder indio tiene la ventaja de aparecer como aliado imprescindible frente a Pekín como lo es para el Reino Unido en su necesidad de globalidad o la Unión Europea como posible aliado en un momento dado frente a la emigración musulmana.

Y es que en 2015 viviremos el auge de la Europa iliberal en la que todavía estamos, no hay más que ver lo que hemos visto hace semanas en Italia o Suecia o en otro sentido, pero también muy gráfico la quiebra política de Reino Unido o Francia, casos diferentes pero que ahondan en un profundo descontento. No es la única explicación, pero si sacan partido de ello hombres fuertes en el seno de la UE que comenzando como un “moderado” personajes como Viktor Orbán, el primer ministro húngaro, muta cada vez en más autoritario, héroe de la derecha populista occidental principalmente por supuestamente frenar la llegada de refugiados y migrantes de Oriente Próximo. También entonces, Ley y Justicia encabezado por Jaroslaw Kaczynski ganaba las elecciones presidenciales y parlamentarias en Polonia. La crisis migratoria en Europa también fue el telón de fondo para el referéndum británico del Brexit en junio de 2016. “La campaña Leave, liderada por Boris Johnson, aprovechó el miedo a la inmigración musulmana, asegurando falsamente que Turquía estaba a punto de entrar en la UE e inundaría el Reino Unido de nuevos emigrantes. «Recupera el control», el eslogan elegido por Vote Leave, fue una excelente manera de ganar votos que catapultó la campaña hacia una sorprendente victoria.” A esta hora Liz Truss vive su efímero paso por Downing Street en un país en el que es imposible prever su futuro inmediato.

Y llegamos en 2016 a Donald Trump, una pesadilla para el mundo libre que aun podría no haber terminado y que tiene repercusiones globales. Gideon Racchman lo sintetiza muy bien:

“La crisis que ha provocado Trump en la democracia más importante del mundo supone un enorme empujón para China, Rusia y los líderes fuertes. Al fin y al cabo, ¿cómo puede liderar EEUU una ofensiva contra el autoritarismo de los hombres fuertes cuando su democracia está tan gravemente herida? Teniendo en cuenta el poder militar, político y cultural de Estados Unidos, lo que sucede allí marca el tono de la política global en todo el mundo. EEUU no fue en modo alguno el primer país en ceder a los encantos de la política del hombre fuerte. Como hemos visto, Rusia, Turquía, China, la India y algunas regiones de Europa lo hicieron antes. Pero la elección de un hombre fuerte estadounidense en 2016 representó un incentivo para el autoritarismo populista en todo el planeta. Desde Brasilia hasta Riad y Manila, los aspirantes a Trump se animaron y aprendieron lecciones.”

Se trata en este La era de los líderes autoritarios la batalla por las ideas donde Steve Bannon, uno de los ideólogos y estratega de Trump, como “una urraca intelectual que recoge y utiliza ideas beneficiosas para sus fines personales y políticos”. No quiero dejar de tratar el fenómeno de la Alt-Right como heredero “sucio” del Tea Party, Donald Trump sin ser parte de ello si ha encontrado en ello apoyo mutuo y es importante para comprenderlo, está vinculado con Bannon y este es el ideario del asalto al Capitolio en 2021 y la negación del resultado electoral. En unas semanas tenemos elecciones en Brasil y Bolsonaro probablemente imite esta reacción. La democracia norteamericana lo ha sobrevivido. ¿Podrá hacerlo la brasileña? Esta parte la es de El Polemista, la hago al margen del libro que tratamos.

 

En 1997 Jim Goad en su Manifiesto Redneck, todo un ejemplo de la indigestión de lo que él – y este supremacista blanco se suma a ellos- llama White-trash, redneck y hillbilly, un caso claro de lo que sustituiría de lo más llano al más clasista Tea Party advertía: “La religión siempre ha sido una fregona de esponja para absorber las tensiones de clase. Es una válvula de escape. Sin ella los asuntos de clase se revelarían de un modo más abrupto. Quienes menosprecian a los rednecks estúpidos de cara de cerdo y sus primitivas religiones de hombres de las cavernas deberían ALEGRARSE de que la basura haya sido aplacada con falsos credos y promesas. Porque si estos creyentes acérrimos centrasen alguna vez la mirada sobre la tierra, podrían darse cuenta de lo mucho que les han engañado y pasaría de la religión reaccionaria a la política radical.” (Increíblemente este ensayo era años después ensalzado por Pablo Iglesias en España) ¿Es aplicable pasado el tiempo a lo que ha sucedido? ¿Podemos, salvando las distancias, extraerlo a Brasil? No me resisto a brevemente entender lo que es la Alt-Right que sigue presente incluso para quienes se preguntan si es posible una guerra civil en EEUU y que yo respondo: no lo es, pero sí pueden darse episodios violentos por grupos organizados y facciones organizadas en torno a identidades.

Son definibles por su definición y antagonismo de su enemigo, una concepción del patriotismo excluyente, lenguaje incorrecto y directo que incluye la provocación y la ridiculización del “otro” hasta el punto de polarizar negándolo, organización en comunidades incontrolables por el Estado y sus instituciones, gran presencia en redes sociales, su comunicación es online en contenido divertido, de vanguardia y original donde predomina el ataque a personajes por los que sufren verdadera obsesión como George Soros o Bill Gates como máxima expresión de esa élite a la que odian e identifican como el sumun del mal culpable de sus desgracias. Predomina el nacionalismo étnico y las guerras culturales sobre la migración, los modelos de sexualidad y familia incluido el papel de la mujer en la sociedad, la revisión histórica respecto a la esclavitud y los negros, negacionismos varios, fundamentalmente del cambio climático… como ven comparables a muchos grupos de la Extrema Derecha europea más dura.

 

Siguiendo con Rachman objeto de esta reseña, llegamos a Rodrigo Duterte y la erosión de la democracia en el sueste asiático en los mismos años para satisfacción del Donald Trump que en 2017 celebraba y se congraciaba con los líderes autoritarios del mundo, incluido un delirio como Kim Jong a quien definía como “abierto y estupendo”, a Xi Jinping como “hombre fuerte” o a Duterte fascinado por su política de ejecución sumaria y masiva de delincuentes, especialmente los relacionados con el narcotráfico. Para ello obviamente se incluía la anulación del poder judicial y en materia internacional se priorizaba a Putin, a Xi, a Trump y a Mohamed bin Salman (MSB, como quiere ser conocido) que aquí aparece de la mano comparativa con Netanyahu, ambos en 2017. El saudí es un caso curioso, rompía con la tradición de liderazgo monárquico colectivo basado en la longevidad, consenso y división de carteras entre príncipes priorizando la identificación entre líder y nación. Para ello ha realizado una despiadada campaña de centralización del poder, del culto a la personalidad sin que el asesinato sea un inconveniente (ejemplo el periodista disidente Jamal Jashogyi). Con Netanyahu comparte al enemigo común Irán, personaje aferrado a las elecciones, lleva tres y podría estar cerca de la cuarta, en plena amenaza de juicios por corrupción y fraude.
“(…)¿realmente es posible comparar a líderes elegidos democráticamente como Trump o Modi con autócratas no electos como Xi o MBS? Debemos abordar esas comparaciones con cautela y un sentido de la proporción, pero creo que son válidas y, de hecho, vitales. Los líderes fuertes comentados en este libro forman parte de un continuo. En un extremo hay autócratas indiscutidos como los líderes de China y Arabia Saudí. Luego hay figuras en medio como Putin y Erdogan, que están sometidas a ciertas restricciones democráticas, como las elecciones y una libertad de prensa limitada, pero también son capaces de encarcelar a oponentes y gobernar durante décadas. Luego están los políticos que viven en democracia, pero muestran desprecio por las normas democráticas y parecen decididos a erosionarlas. Trump, Orbán, Modi y Bolsonaro pertenecen a esa categoría”

El brasileño aparece con Andrés Manuel López obrador (AMLO) en 2018, dos ejemplos de populismo a Derecha e Izquierda aparentemente muy diferentes, pero con rasgos comunes. El primero un liderazgo de armas, biblia y autoritarismo, el segundo mucho más centrado en la idea de la “voz del pueblo”. En ambos casos en claro intento de neutralización del sistema judicial y reparto de contratos más que dudosos, y en los dos su gestión de la pandemia fue similar “no es más que un catarro”. Y repito una reflexión anterior; ¿la imitación de Bolsonaro de las estrategias de Donald Trump va a resultar explosiva tras la segunda vuelta electoral en Brasil? Pero el problema en Latinoamérica de crecimiento del populismo aumenta.

Diferente pero también tendente a los peligros y tentaciones de gobiernos de hombre fuerte está África, aquí se cita el caso de Abiy Ahmed en Etiopía, pero, añado yo, la disputa entre Rusia y China por ocupar el espacio de las ex colonias francesas promete acontecimientos, la disputa por el Sahel y sus minerales es importante en un contexto de pobreza, hambrunas aseguradas con la crisis del cereal ucranio, cambio, climático, huida de jóvenes en grandes movimientos migratorios… todo ello como fuerza para el nacionalismo populista.

Rachman pone como ejemplo de la batalla europea contra los hombres fuertes en 2020, hoy esto después de la salida bélica de Putin deja grandes dudas en el caso de Merkel, también habría que ver con más perspectiva si la negativa de Macron al MidCat que fomenta la dependencia de Europa de los hombres fuertes de la energía ayuda, pero a la velocidad que transcurren los acontecimientos podríamos estar al borde de dar al francés como amortizado. Esta es quizá la única paga inevitable de este La era de los líderes autoritarios, escrito en 2021 han pasado muchas cosas, pero la virtud también está en que no pretende ser una guía de dictadores y es un trabajo periodístico de gran magnitud.

Sintetiza el autor:

Hay cuatro características comunes en estos personajes: el culto a la personalidad; el desprecio por el Estado de derecho; la afirmación de que representan al pueblo real contra las élites y una política basada por el miedo y el nacionalismo. Pretender ser indispensables y salvadores de la nación. “Solo yo puedo arreglarlo», decía Trump a los estadounidenses.

 

Libro más que recomendable en este tiempo, la edición de Crítica como siempre impecable y la facilidad y ordenamiento del texto lo hace apto para todos los públicos.

 

Pueden encontrar numerosas reseñas sobre tema relacionados en el índice de EL POLEMISTA.


No hay comentarios:

Publicar un comentario