No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

miércoles, 17 de enero de 2018

Vidas a la intemperie. Nostalgias y prejuicios sobre el mundo campesino de Marc Badal, y, la identidad campesina.


Estamos ante un libro nostálgico de un mundo que da por perdido, lo idealiza aunque no oculta su realidad, cualquier interesado en el tema lo va a disfrutar mucho aunque se le quedará la sensación de ser un libro de emergencia y caótico, se quedará con ganas de más.
“El mundo campesino ha desaparecido. Ha dejado paso al mundo del que proceden los turistas.
Hemos cambiado un mundo sin paisajes por unos paisajes sin mundo.”

Recuperado por la editorial Pepitas de Calabaza, este Vidas a la intemperie aparecía en 2014 editado por Cuadernos de Campo. Marc Badal, un autor muy relacionado con la agroecología y el desarrollo rural no deja indiferente al lector.
El campesino nunca escribió su historia, lo hicieron otros por ellos, normalmente gentes de cultura muy diferente a los campesinos contaron lo que pensaban de ellos, no lo que eran.
Desde el Congreso Inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores (1866) se planteaba al campesinado como un vestigio del antiguo Régimen que debía ser erradicado por ellos mismos en bien de la revolución y el proletariado. En el segundo congreso (1867) Marx impuso la tesis de la colectivización de la tierra en manos del Estado frente a la utopía campesina de pequeños propietarios familiares que defendían Bakunin y Kropotkin. Estos, creían que el campesinado era revolucionario por naturaleza, ponían por ejemplo el caso ruso y los levantamientos de este en los siglos XVII y XVIII. Curiosamente las evidencias apuntaban históricamente en sentido contrario, la clase campesina había tenido tendencia a ponerse del lado de los viejos explotadores, en España tenían el ejemplo del carlismo.
Contra el dogma marxista del desarrollo de las fuerzas productivas que lleva a una sucesión de etapas diferenciadas que van desde el feudalismo al capitalismo como visión lineal de la historia, estos sostienen que en Rusia no es necesario pasar por el capitalismo, se puede directamente hacerlo de la realidad pre industrial al comunismo.
Los naródniki (populistas rusos) apoyaron a Bakunin y Kropotkin y el movimiento tuvo gran impacto, también su intento de “ida hacia el pueblo”, dejar la ciudad, instalarse en el medio rural para realizar un intercambio simétrico con él. Obviamente el campesinado no entendió nada y el experimento fue un fracaso con consecuencias: “Habían aprendido que la teoría de fundirse con el pueblo era válida. Que los ideales campesinos eran susceptibles de adaptarse a los nuevos tiempos. Ya no podían demorar más la confrontación con el Estado y las circunstancias pedían un nuevo tipo de organización (…) fundan el Partido Social Revolucionario de la Voluntad del Pueblo donde no había lugar para la espontaneidad ni para alegres salidas al campo. Estrictamente clandestina y con una táctica bien clara, el terrorismo.”
Llegó la revolución a Rusia, y en los primeros años Aleksandr Vasìlievic Chayánov fue nombrado para diseñar la política agrícola rusa. Lenin quería socializar la tierra y organizar la producción en grandes explotaciones, pero Vasílievic no compartía esta idea que provenía de Marx porque entendía que podía ser viable en Europa occidental, pero el caso de Rusia, como el de Asia y África eran muy diferentes. Así afirmó: “el modo campesino de producción tiene sus propias leyes económicas; es una tarea todavía no realizada por la teoría marxista descubrirlas y formularlas.”
Chayánov estaba convencido de que la nueva agricultura socialista tenía que sustentarse en la agricultura campesina. Defendía la creación de una red de cooperativas locales que se coordinarían de forma vertical sin perder su autonomía y sus peculiaridades. La comuna aldeana en una cooperativa moderna, sus miembros se adhieren de forma voluntaria manteniendo la individualidad económica y la dirigen ellos democráticamente. Por supuesto no contaba con el apoyo del Comité Central, y a la muerte de Lenin en 1924 se imponía el modelo agrícola fundamentado en la colectivización de la tierra y en la planificación centralizada. En 1929 las tierras colectivizadas eran un 7%, en 1936 el 90%. Las nuevas granjas gestionadas colectivamente por los campesinos o por el Estado (koljós y sovjós) esforzadas en cumplir los planes quinquenales.
Chayánov ya solo había dejado su obra para la historia, pero había sido derrotado y además había parecido mostrar su simpatía por los kulaks, la clase de pequeños burgueses rurales contrarrevolucionarios que intentaban minar la política agrícola de Stalin.
Aleksandr Vasìlievic Chayánov lo pagó caro, tras condena a trabajos forzados finalmente fue fusilado en 1937.
En Vidas a la intemperie, Marc Badal cita innumerables personajes, también literarios, Balzac, Zola, Chejov, Maupassant, Hardy, Fernando de Rojas… donde el campesino ha sufrido una generalización peyorativa cuando se convierten en personajes de sus obras o en tema de tertulia de clase alta. Son decenas los tópicos, las simplificaciones y el lenguaje que se usa para ello: paleto, palurdo, garrulo…
Walther Darré, tras estudiar agricultura en Inglaterra y combatir en la I Guerra Mundial vuelve a Alemania para terminar sus estudios. Posteriormente formará parte del Völkisch, movimiento que propugnaba el retorno al campo inspirado por un sentimiento que venía del romanticismo alemán de exaltación de lo popular y lo natural.
Tras plasmar sus planteamientos es invitado a ingresar en el partido nazi y así convertirse pocos años después en nuevo ministro de Agricultura y Alimentación de Alemania iniciando la reforma agraria más ambiciosa de la Alemania moderna.
“La ley creaba la figura del Bauer (campesino), cuyo Erbhof (bien hereditario) era indivisible, inalienable, inembargable, no hipotecable, y estaba exento de impuestos. Su objetivo era proteger a los campesinos de los atropellos del mercado capitalista. Asegurar la permanencia del campesinado en su territorio como base de un sistema agrario vertebrado por la economía familiar. Entre todas las disposiciones de la nueva ley destaca la que establecía que tanto el patrimonio como la cosecha de una familia campesina no podían ser embargados a causa de una deuda con el banco o con el Estado. Darré también logró convencer a varios terratenientes para que cedieran parte de sus tierras y así poder crear nuevas granjas para los campesinos que no disponían de ellas.” Así fue el führer de los campesinos pero también es recordado por su labor científica como experto en genética ganadera.
Defensor de la recuperación de los territorios pertenecientes por derecho a la raza nórdica fue el creador de la doctrina  Blut und Boden, la sangre y el suelo inspiradora de la de política de Hitler Rasse und Raum, raza y espacio.
Dimitió en 1942, después eludió las acusaciones más graves en Nuremberg, fue juzgado por el caso Wilhelmstrasse por lo que estuvo unos meses en prisión y murió alcoholizado en 1953.
Toda la extrema derecha del siglo XX ha exaltado al campesinado como baluarte de la pureza de sangre y de los valores patrios, si lo hemos visto en los nazis, Mussolini defendía la autonomía campesina y Franco proclamaba en 1951 a la agricultura como “una forma superior de existencia que custodiaba la esencia y las virtudes étnicas y nacionales de España (...) la simiente de la raza permanece más pura y la gente vive sus problemas y no está contaminada por la depravación de la ciudad”
José Antonio Primo de Rivera lo había dejado mucho antes más claro: “España es casi toda campo. El campo es España. El que en el campo español se impongan unas condiciones de vida intolerable a la humanidad labradora en su contorno español no es sólo un problema económico. Es un problema entero, religioso y moral (…) El hombre en la ciudad casi no se ve. Está siempre escondido  detrás de su cargo, detrás de su traje. En la ciudad se ve al comerciante, al electricista, al abogado, etc. En el campo se ve siempre al hombre.”
Surgen más personajes en esta primera parte de Vidas a la intemperie, el último no podía ser otro que el turista rural que como aquellos pintores y poetas de lo campestre ignora lo que hay más allá de la imagen inocente y agradable que contempla. Es la contradicción que subyace al turismo.
La segunda parte del libro ya no trata de cómo se ha visto al campesinado, sino de cómo se ve él a sí mismo.
Los campesinos se veían inferiores, siempre alguien ha estado por encima de ellos, también diferentes, conscientes de su territorialidad particular, no sólo con la ciudad, también con el “pueblo” vecino y dentro del propio pueblo la diferencia social es importantísima. Tanto por la ocupación como por la renta; el pastor, agricultor, ganadero, panadero… cada ocupación es absolutamente distintiva y sus jerarquías en cada ocupación también.
El romanticismo veía el campo como la calma donde no ocurre nada, pero el campesino sabía que cualquier cambio en el paisaje es un acontecimiento, la consecuencia entre el territorio y su mirada donde entra la distancia cultural con el urbanita de manera esencial.
Este no ve naturaleza a su alrededor, ve espacio íntimo, el suyo, citando Marc Badal a Josep Pla, “los campesinos vivían en una geografía bautizada”, todo, hasta el último rincón, tenía su nombre. La toponimia es la base del entendimiento mutuo y seña de identidad. Son vidas a la intemperie, pero no solo física, la comunidad aldeana sobrevivió a la etapa histórica que le tocó.
El trabajo campesino es un cúmulo de tareas distintas y siempre cambiantes en contra de la visión que desde fuera se tiene de él, y es uno de los motivos del apego al trabajo en el campo tan diferente al que genera el sistema productivo industrial.
No ha desaparecido un mundo, han desparecido muchos pequeños mundo campesinos.
Y remarco esta frase, sintetiza el espíritu de este Vidas a la intemperie de Marc Badal.
“La comunidad aldeana era una institución que ejercía su soberanía tan sólo hacia dentro. Nunca hubiera tenido la capacidad para desafiar la hegemonía de los centros de poder superiores.
Pero su mera presencia suponía un cuestionamiento irritante para los que detentaban el mando de la casta militar, eclesiástica o social. Aunque en raras ocasiones se enfrentaron abiertamente al Estado fueron su eterno enemigo. Fortines que podían ser conquistados pero nunca llegaban a someterse del todo. Por este motivo, el triunfo histórico del Estado moderno no podía completarse mientras permanecieran las comunidades aldeanas.
Y su táctica no fue otra que la defensa a ultranza de las libertades y los derechos individuales. Defensa que implicaba, necesariamente, la negación de las libertades y los derechos de los grupos naturales.”

Por lo que a El Polemista respecta, el mundo rural ha perdido todas las revoluciones tecnológicas a lo largo de la historia, un simple progreso en sus herramientas genera grandes diferencias sociales entre quien puede adquirirlas y quien no, y desde luego la Revolución Industrial supuso un golpe muy duro.
Sin embargo, Marc Badal se deja llevar por la nostalgia y niega al campo su capacidad de evolución y adaptación. Discrepo en la desaparición del mundo rural, e incluso desde una visión de la historia no lineal ni progresista, si la Antigüedad fue una era de la urbe, la Edad Media lo fue del campo.
Está reciente el éxito de La España vacía de Sergio Molino (Ed. Turner), otro ejercicio nostálgico que ignora elementos de la realidad en función de la idea que intenta transmitir a pesar del buen resultado final. No hace mucho, en una gran revista de libros leía una crítica con buen criterio que tenía un final surrealista y lamentable por el desconocimiento referente a Donde Las Hurdes se llaman Cabrera de Ramón Carnicer, un libro sencillamente inexcusable en la cuestión rural, la real la de aquel 1962 español,  del que tienen reseña en El Polemista entre otros sobre la cuestión del campo profundo y el campesinado sin paliativos de entonces http://elpolemista.blogspot.com.es/2012/07/donde-las-hurdes-se-llaman-cabrera-de.html

Excelente la edición de Pepitas de Calabaza que añade a la edición original el texto Mundo clausurado. Monocultivo y artificialización muy ligado a la actividad del autor y toda una defensa de la insurrección agroecológica aunque realista respecto a su derrota frente a lo ecológico-industrial, cuando menos curioso.


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