Nicholas Stargardt en este La guerra alemana (Ed. Galaxia Gutenberg) presenta todo un ejemplo
de la exploración de las dimensiones subjetivas de la historia social
desarrollando mediante el uso de imágenes macro de las opiniones existentes de
todo tipo de personajes en la Alemania en guerra un cuadro muy revelador, las
colecciones de cartas han sido un elemento esencial para ello.
¿Cómo es posible que siendo enormemente impopular la guerra
en 1939 los alemanes aguantaron en ella seis años?
“La Segunda Guerra Mundial fue, más que ninguna otra, una
guerra alemana”. Y es que este libro narra como el pueblo alemán la experimentó
y la apoyó, por ello me centraré en la tesis central, sin perder de vista que
hoy los alemanes siguen manteniendo las dos narrativas que paralelamente han
llegado hasta nuestros días, la del pueblo alemán como verdugo y la de los
alemanes como víctimas. Pero una de las aportaciones de este libro es demostrar
que ya en 1943 los alemanes hablaban abiertamente en público sobre las masacres
de los judíos, relacionándolas con los
bombardeos aliados sobre civiles y documenta numerosas cartas y comunicaciones
que lo demuestran.
“La visión de la guerra de los judíos alemanes estuvo
inevitablemente marcada por el Holocausto. Pero otros alemanes percibían el
asunto desde el lugar opuesto: la guerra era su principal preocupación, y en
torno a ella desarrollaron su visión del genocidio. Eran diferentes
perspectivas de los mismos sucesos,
condicionadas por profundas desigualdades de poder y de capacidad de elección y
reflejadas en esperanzas y temores profundamente distintos.”
La percepción de la guerra no fue la misma dependiendo del
periodo: y si las ideas similares a las de Hitler que antes habían sido
propaganda esencial durante la I Guerra Mundial que reducían la historia
alemana desde 1918 a la metáfora maniquea (todo o nada, ser o no ser, o lo uno
o lo otro…) cayeron en desuso en la década de 1930 e incluso al comienzo de la
II GM, aunque era una creencia, también entre los no nazis, que la “salvación
nacional” pasaba por el arrepentimiento por la derrota de 1918 y al llegar al
poder los nazis decidieron anteponer una revolución de los sentimientos a
iniciar una ingeniería social a gran escala.
Por poner un ejemplo, antes del conflicto, el 94% de los
alemanes pertenecían al mismo tiempo a una iglesia cristiana y a una
organización del Partido Nazi, las iglesias eran las instituciones ciudadanas
independientes más importantes de Alemania y ello explica el gran número de
sacerdotes y pastores enviados a los campos de concentración en los años 30.
Cuando estalló el conflicto en 1939, mientras que británicos
o franceses tenían claro que Hitler con su ataque a Polonia hacía una guerra de
conquista sin que mediase provocación alguna, para la mayoría de los alemanes,
aunque no querían una guerra, era evidente que sucedía en favor de la defensa
nacional contra las maquinaciones de los Aliados y lo que para ellos era una
agresión polaca.
Fue en la segunda
mitad de la guerra cuando la población alemana se mostró más receptiva a esta
manera tan extremista de pensar y ello fue avivado por la sensación de crisis
en el verano de 1943 cuando es generalizado el miedo entre los alemanes a no
poder escapar de las consecuencias de una guerra racial que ellos habían
iniciado. Para ello además de despojarse de sus expectativas sobre la guerra
tuvieron que dejar sus tradicionales inhibiciones morales y superar sus
nociones preexistentes de moral y vergüenza. “Los alemanes no necesitaban ser
nazis para luchar por Hitler, pero descubrirían que era imposible permanecer
ajenos a la crueldad de la guerra y la mentalidad apocalíptica que ella creó.”
Es esa capacidad que tiene la crisis en tiempo de guerra
la que permite entender la radicalización de los valores sociales y es esencial
para comprender la relación entre el régimen nazi y la sociedad alemana. Tras
la tormenta de fuego de Hamburgo y la derrota en Rusia caló el derrotismo en
ella y cada vez estuvo más alejada de lo que representaba el nazismo que
intensificaba el terror. Pero no fue el terror solamente lo que les hizo seguir
adelante, también fue el hecho de que los alemanes contemplaban su derrota en términos
existenciales, y por eso no podían rechazar ni el nazismo ni la propia guerra. Y
así cuanto más evidente era la derrota se tornaba en más defensiva para ellos,
y en lugar de colapsar cuanto peor iba más efecto catalizador y de transformación
radical, Stalingrado y Hamburgo provocaron, en efecto, una catastrófica caída
de la popularidad del régimen, pero no causaron ningún cuestionamiento del
compromiso patriótico. La guerra así, por impopular y dolorosa que resultara, siguió
siendo legítima, más incluso que el propio nazismo, se endurecieron conductas
sociales superando el derrotismo, y Nicholas Stargardt pone el énfasis en esos
elementos de la respuesta alemana a la guerra, más complejos, dinámicos y
perturbadores, aquellos por los cuales lo que unía a padres e hijos no era sólo
la experiencia común , era un sentimiento de responsabilidad intergeneracional
en el que los hijos debían lograr aquello que los padres no habían conseguido y
romper el ciclo repetitivo que condenaba a cada generación a luchar en Rusia.
“Mientras que los pensadores de izquierdas y liberales
veían la historia en términos lineales y progresivos, muchos conservadores
creían que era circular y repetitiva, como el ciclo de la vida (…) A los niños
alemanes se les había enseñado durante generaciones en la escuela que Francia
era el «enemigo hereditario», aunque en el sentido emocional y visceral era
Rusia quien más importaba (…)Desde los veteranos del frente del Este de
1914-1917 hasta los jóvenes soldados recién salidos de la escuela y los
adolescentes que aún vivían en casa, las familias identificaban la guerra no
con el régimen nazi, sino con sus propias responsabilidades familiares entre
generaciones. Ésa era la base más firme de su patriotismo.”
Ha pasado mucho tiempo sin que la experiencia subjetiva
de la historia ocupe un lugar central en su análisis; es arriesgado, pero
también es necesario para comprenderla, este libro es por ello excepcional.
Por este La guerra
alemana pasan muchos personajes y sus vivencias, estamos ante un libro que
pasará a ser esencial en el estudio de la materia, y en la edición española la
riqueza de notas, bibliografía, índices, mapas… lo hace aún más atractivo.
En El Polemista encontraran numerosas reseñas sobre
libros relacionados con el tema, http://elpolemista.blogspot.com.es/2016/12/indice-de-el-polemista-hasta-2017.html
, no puedo evitar señalar especialmente Tierra negra de Timothy Snyder, http://elpolemista.blogspot.com.es/2016/01/tierra-negra-de-timothy-snyder-y-el.html
, un tratamiento imprescindible del Holocausto que en mi reseña comienza así:
-Adolf Hitler: “La naturaleza no conoce fronteras
políticas: sitúa formas de vida sobre el globo terrestre y las libera para que
jueguen por hacerse con el poder.”
-Timothy Snider (autor): “Dado que la política era
naturaleza, y la naturaleza es lucha, el pensamiento político era imposible”.
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