“No se podía vivir el 11-S al
lado del presidente y mirar las ruinas humeantes del Pentágono desde el Air
Force One, como yo hice, sin llegar a obsesionarse con el problema del
terrorismo o prometer hacer todo lo posible para evitar que una tragedia como
esta se repitiera(…)Lo que sigue a continuación es la historia de la lucha de
la CIA contra Al Qaeda contada desde la perspectiva de alguien que se encontró
a sí mismo en medio de acontecimientos que hicieron historia y que siempre ha
sido neutral, que ha buscado, e
informado, de la verdad sin importar lo que quisieran oír los políticos, sirviendo
a seis presidentes diferentes, tres republicanos y tres demócratas(…)una visión
desde dentro de cómo nosotros en la CIA hemos afrontado la mayor amenaza a
nuestra nación desde los días más oscuros de la guerra fría.”
Comienzo por la cita del
prólogo de este La gran guerra de nuestro
tiempo de Michael Morell (Ed. Crítica) porque el lector ya se habrá dado
cuenta que es un relato de parte, lo que tomado con la cautelas lógicas hacen
de él un relato de un gran interés, el autor ha sido director adjunto de la CIA
y ha vivido en primera persona y como actor acontecimientos decisivos de
nuestra historia reciente lo que le da un valor añadido.
Y es que además de recorrer
el rancho de George W. Bush en un carrito de golf con el servicio secreto a
remolque y comprobar que era “un tipo normal”, también nos cuenta que los
servicios de inteligencia norteamericanos (CIA, FBI, Agencia de Seguridad
Nacional) no estaban lo suficientemente infiltrados en Al Qaeda ni lo necesariamente
intercomunicados para evitar “el fallo
nacional” que fueron los ataques terroristas del 11 de Septiembre de 2001 que
causaron la muerte de cerca de tres mil personas y cambiaron la historia de la
última década y media. Y es que el autor le da una dimensión mayor al error,
“Una de las características
definitorias de Estados Unidos es que tendemos a ser reactivos a los
acontecimientos, no pro activos. Y el 11-S pagamos un importante precio por
este rasgo nacional.”
La experiencia personal y
vital de Michael Morrell es parte esencial del relato, y confesiones como la
invitación de la CIA a guionistas de Hollywood para que proporcionasen ideas sobre
posibles métodos de ataque terrorista que se presentaban al presidente como “Célula
Roja” que incluía la advertencia de su naturaleza especulativa también, lo que
le da además una espectacularidad a un libro escrito para todos los públicos de
una gran sencillez pero de un ritmo más propio de la narrativa que del ensayo,
muy divertido, a veces cinematográfico.
La CIA después del 11-S
triplicó el número de oficiales destinados a cuestiones relacionadas con el
terrorismo, asistió a la mayor y más repentina reorientación de su historia,
recibió carta de libertad “paramilitar” con capacidad de acción militar como no
había tenido desde la II Guerra Mundial y tampoco oculta al mismo tiempo
frustración:
“En los meses que siguieron a
los ataques del 11-S, a pesar del dolor por la enorme tragedia que había tenido
lugar en nuestra nación, los que trabajamos en la Agencia recibimos un tremendo
estímulo al ver la unidad de determinación y la voluntad del pueblo
estadounidense (…) No pasó mucho tiempo para que el sentimiento nacional se
evaporase. Lamentablemente, la actitud de “estamos en esto juntos” se erosionó
a favor de “vamos a encontrar a alguien a quien culpar” por permitir que sucedieran los ataques.”
A Michael Morrell le falta en
varias ocasiones una autocrítica previa, la actitud de EEUU, muchas veces
irresponsable en fomentar “enemigos de los enemigos” son parte esencial de esta
historia.
Esa obsesión por que Al Qaeda
no pudiese utilizar Afganistán como rampa de lanzamiento para otro ataque acabó
por convertir una victoria militar fulminante en la guerra más larga de la
historia de EEUU. Solo les hubiera bastado con conocer mejor la historia del
país y experiencias anteriores en él como la soviética, añado yo. Y él: “Quizá
deberíamos haber salido de Afganistán tras forzar la salida de Al Qaeda del
país, y quizá tendríamos que haber dicho a todos los afganos, incluido los
talibanes: «Si dejas que Al Qaeda vuelva, volveremos también nosotros».” Y más
importante: “Para mí no existe ninguna duda de que el cambio en recursos y el
foco sobre el terrorismo fueron, en parte, responsables de nuestro fracaso a la
hora de prever más claramente algunos acontecimientos globales como la renovada
conducta agresiva de Rusia con sus vecinos.”
Irak es un episodio que
evidencia uno de los fracasos de mentalidades como la de Michael Morrell al
frente de la inteligencia de seguridad norteamericana más evidentes y no dice toda
la verdad cuando se expresa así:
“El miedo a Al Qaeda, y el
daño que se podía producir si un Estado rebelde como Irak alguna vez compartía
armas de destrucción masiva con el grupo, nos llevó a la guerra (…) En última
instancia, fue la amenaza de que las armas de destrucción masiva de Irak fuesen
utilizadas contra Estados Unidos lo que llevó al presidente a embarcarnos en
una guerra en Irak.”. Sin embargo sí acierta cuando añade: “La expansión de la ideología
el Al Qaeda, que empezó cuando algunos de sus operativos dejaron el sur de Asia
tras la caída de los talibanes a finales de 2001, obtuvo un nuevo impulso
gracias a una narrativa que sostenía que Estados Unidos intentaba traer la
guerra a tierras musulmanas.”
Confesiones como esta merecen
la pena, el lector disculpará mi abuso de la textualidad, pero lean: “Michael,
mi tarea más importante es proteger al pueblo estadounidense. Ahora entiendo
por qué los israelíes actúan del modo en que lo hacen cuando se trata de
terrorismo.”
Michael Morrell habla con sinceridad cuando reconoce su felicidad tras el
golpe de Estado de Abdul Fatah al-Sisi contra el primer presidente elegido democráticamente en Egipto en sus miles de años de historia, el integrista Mohamed
Morsi; y lo justifica con un mensaje sobre Hamas, aunque hubiera sido deseable
que ello se hubiera tenido en cuenta en otras intervenciones de la CIA bajo su
responsabilidad y por tanto de EEUU:
“No
todos los países están preparados para la democracia, y la democracia, para que funcione efectivamente, es
mucho más que elecciones libres y justas. Sin duda incluye esto, junto con la
libertad de formar partidos políticos, competir para lograr apoyo político y
votar, pero también incluye la libertad de expresión, la disponibilidad de
múltiples fuentes de información e instituciones que hagan y cumplan las
preferencias del electorado como ha sido expresado en las elecciones. Y forzar
la democracia en países que no tienen estas características, y no pueden
desarrollarlas rápidamente, es casi siempre una receta para la inestabilidad y
de resultados contraproducentes para los intereses de seguridad nacional de
Estados Unidos. El mejor ejemplo lo representa Gaza, donde en 2006 los votantes
eligieron a un grupo terrorista para que los dirigiera. Y Hamás ha llevado a
sus conciudadanos de Gaza exactamente a donde se pensaría que un grupo
terrorista los llevaría: a la ruina.”
Sobre Libia el autor
también define como “buena” la eliminación de Muamar el Gadafi por impedir la
matanza de sus propios ciudadanos, La
gran guerra de nuestro tiempo a veces oscila entre la razón de Estado, la
sentimentalidad y el cinismo como no podía ser de otra manera en un director
adjunto de la CIA.
Los últimos capítulos del
libro el autor los reserva para cuestiones sobre tortura, funcionamiento
interno de la CIA y ojo a la advertencia sobre Edward Joseph Snowden:
“Creo que las revelaciones
de Snowden pasarán a la historia como la mayor puesta en peligro de información
clasificada jamás realizada (…) Semanas después de las filtraciones,
organizaciones terroristas de todo el mundo empezaron a modificar sus acciones
a la luz de lo que Snowden había revelado (…) El Estado Islámico de Irak y la
Gran Siria (ISIS) fue uno de los grupos terroristas que aprendió de Snowden, y
está claro que sus acciones ayudaron al auge de ISIS. En resumen, Snowden ha
hecho de Estados Unidos y nuestros aliados lugares considerablemente menos
seguros. No digo esto a la ligera: es probable que ciudadanos estadounidenses
mueran en manos de terroristas por acciones de Edward Snowden.” Se puede decir
más alto pero no más claro, porque Michael Morell atribuye el comportamiento
del revelador de secretos al ego y lo define como una persona que se siente subestimada
e insuficientemente reconocida, un comportamiento clásico que los oficiales de
inteligencia explotan en el enemigo, no estaríamos ante el caso de un soplón o
de un defensor de las libertades civiles de los norteamericanos, Snowden queda
aquí plasmado como un imbécil, despojado del más mínimo glamour de espía.
El lector va a encontrar
también la génesis y explicación del ISIS al que le otorga cuatro amenazas
importantes para EEUU:
Lo sería para la
estabilidad de Oriente Medio, una zona crítica para la seguridad de los
norteamericanos, supone un campo de entrenamiento cada vez mayor para el
enemigo, encuentra seguidores en otros grupos extremistas y son una inspiración
para personas radicalizadas en todo el mundo.
También grupos como
Khorasán, Al-Nusra, Boko Haram, Al-Sharab… tienen su espacio de análisis en
este La gran guerra de nuestro tiempo
además de Al Qaeda o ISIS.
Irán, augura, será un
problema para EEUU durante mucho tiempo, le atribuye con notable simpleza la
intención de restablecer el Imperio Persa y de practicar el terrorismo como
herramienta de Estado además de apoyar a grupos insurgentes, especialmente
Hezbollah y Hamas.
¿Y China?: “la relación
Estados Unidos-China es la relación bilateral más importante en el mundo. Hay
dos caras de esta relación, una positiva y otra negativa. La positiva incluye
la relación económica entre China y EEUU, que es vital para el futuro de ambos
países (…) El lado negativo incluye el hecho de que China es un poder emergente
en relación con EEUU que quiere tener un mayor poder de decisión y una mayor
influencia en Asia Oriental, donde EEUU actualmente ocupa el asiento de
conductor; también se incluye la circunstancia de que cada país necesita
prepararse para la guerra contra el otro…”
No es de extrañar que el
autor sostenga: “Este es un buen momento para ser oficial de inteligencia.” Y
el libro termina con un auto reconocimiento a su trayectoria personal y
agradecimientos.
La edición de Crítica
impecable, no falta el imprescindible índice analítico que ayuda a convertir
este libro en un texto necesario en cualquier biblioteca destinada a la
geopolítica de nuestros días además de penetrar en la mentalidad de todo un
referente de la inteligencia y la seguridad norteamericana y lo que ello conlleva,
también en lo personal aunque el lector no pasará por alto que la actualidad, y
desde luego el tiempo, juega en contra de una visión de los EEUU y la Pax
Americana extensiva y globalizada que cede a la actual, la de renuncia a la
conducción del mundo y una mayor concentración en los problemas internos,
dejando a La gran guerra de nuestro
tiempo como un libro de historia, unas valiosas memorias de Michael Morell.
El lector encontrará numerosas reseñas de libro relacionados sobre geopolítica, terrorismo... en EL POLEMISTA: índice completo hasta 2016: http://elpolemista.blogspot.com.es/2015/12/indice-completo-de-el-polemista-hasta.html
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