La Democracia
no se encuentra en declive pero hay razones para pensar que hay sectores de la
población en numerosos Estados democráticos que parecen presentar muestras de
“aburrimiento” con las democracias liberales y es indiscutible el auge de
populismos de toda ralea que no encuentran en el marco de estas satisfacción a
sus anhelos dando paso a fundamentalismos ideológicos y morales y el bodrio
anti elitista, anti intelectual o anti técnicista gana cada día más espacios y
partidos de escasa calidad democrática tanto en su funcionamiento como en sus
programas y sus mensajes ganan protagonismo: desde Podemos en España al Frente
Popular francés (este es uno de los casos más preocupantes), pasando por el
grotesco Beppe Grillo (M5S), los griegos de Syriza, las extremas derechas del
Norte de Europa, los nacionalismos periféricos delirantes como el catalán… los
ejemplos son numerosos, fuera de Europa hay casos que van desde los gobiernos
bolivarianos de Sudamérica al Tea Party americano.
El tema de
los populismos se ha tratado en varias ocasiones en El Polemista, la última con
las reseñas de Populismos, una
defensa de lo indefendible de Chantal Delson o El Populismo de Loris Zanatta: http://elpolemista.blogspot.com.es/2015/11/populismos-una-defensa-de-lo.html
Pero el
fenómeno tiene además un alcance mucho mayor allí donde no se logran niveles
democráticos aceptables o donde ni se plantean, varios autores tratan en este ¿Está en declive la democracia liberal?
la cuestión.
En 88 Estados
del mundo de 195 los ciudadanos gozan de libertades civiles, lo que significa
que las disfruta el 40% de la población mundial, obviamente con diferentes
intensidades. Entre los Estados más libres según Freedom House los primeros son
Finlandia y Noruega, en el grupo de los parcialmente libres se encuentran
países como Serbia o Irán, y en el de no libres los hay como Zimbabue y
Somalia, este último el menos libre del mundo. Respecto a la evolución los más
libres han ido incrementándose tras el colapso soviético y si en 1984 eran el
32%, en 1994 ascendían al 40%, el 46% en 2004 y en idéntico porcentaje en 2014;
los menos libres sin embargo han pasado del 35% en 1984 al 26% en 2014.
Siempre se
agradecen los gráficos de Vanguardia Dossier.
¿Se halla en declive la democracia? se pregunta Marc F. Plattner: y apela
a Samuel P. Huntington como no puede ser de otra manera situando el inicio de
la democracia en 1828 cuando en EEUU se alcanza el 50% del sufragio del total
de la población adulta masculina; después vendrán las diferentes oleadas, la
primera de 1828 a 1926, la segunda de 1943 con retrocesos entre 1958 y 1975, y
la tercera en los años 80 y 90. Y es que siendo cierto que la tercera oleada ha
cesado, también lo es que no ha habido ninguna en sentido contrario según el
autor, lo que resulta muy discutible si consideramos el auge del autoritarismo
como un ciclo. Y es que aunque optimista respecto a la posibilidad de que la
democracia recupere impulso como en otros momentos de la historia, el autor
concluye: “El declive global de la democracia se halla en fase temprana y dista
de ser irreversible, pero presenta un serio peligro. La situación puede aún
modificarse (…) requiere la determinación y la convicción democrática
lamentablemente ausente en los últimos años entre los líderes de las
democracias del mundo.”
Larry Diamond
se plantea el Hacer frente a la regresión
democrática y para ello analiza diferentes casos concretos, y aunque
optimista, plantea como elemento clave trabajar para la consolidación de las
democracias que han emergido en las últimas décadas, aun así en su
pormenorizado análisis indica que el mundo ha experimentado una moderada pero
prolongada regresión desde alrededor de 2006. Además de la falta de mejoría o
de un moderado desgaste de los niveles de democracia y libertad ha habido otros
motivos de preocupación, como el índice de crisis democrática, un deterioro y
pérdida de calidad en los países de mercado emergente, un aumento de autoritarismo
en Estados grandes y estratégicamente importantes y el hecho de que en
democracias establecidas empezando por Estados Unidos, se comienza a carecer de
voluntad y autoconfianza para promover la democracia de forma efectiva en otros
países.
“Es esencial
que los demócratas en las democracias asentadas no pierdan la fe. Los
demócratas cuentan con la mejor gama de ideas. La democracia puede retroceder
de uno u otro modo en la práctica, pero sigue aumentando globalmente por lo que
respecta a los valores y las aspiraciones de los pueblos. Tal coyuntura
propicia importantes nuevas oportunidades para su crecimiento. Si su actual
regresión degenera en una crisis profunda, será porque quienes vivimos en
democracias asentadas nos hemos convertido en nuestros peores enemigos.”
Steven
Levitsky y Lucan Way apuntan a El mito de
la regresión de la democracia; si en los noventa los analistas
mayoritariamente erraron calificándola de década democrática sin precedentes no
viendo un periodo de crisis autoritaria donde la mejoría económica permitió un
contexto menos hostil para la estabilización de regímenes autoritarios antes
débiles, y señalan que la democracia en
la última década presenta más bien su resistencia y tenacidad frente a un
ensombrecido panorama geopolítico, pero antes una perla:
“… factores
estructurales como el nivel de desarrollo, la desigualdad, el rendimiento
económico, la abundancia de recursos naturales, la capacidad del Estado, la
fuerza de la sociedad civil y los vínculos con Occidente siguen afectando
notablemente el grado de probabilidad de alcanzar y mantener la democracia. No
es una casualidad que la mayoría de las no democracias que quedan en el mundo
se hallen arracimadas en Oriente Medio, el áfrica subsahariana y la antigua
Unión Soviética (…) Camboya, Etiopía, Kazajistán, Libia o Iraq, pero las
esperanzas de que la democracia se haga realidad en estos casos carece de
fundamento teórico o empírico. Y la frustración de las expectativas infundadas
no debería ser confundida con la regresión democrática.”
Richard
Youngs se pregunta si a un Nuevo orden
global, ¿nueva democracia?, y plantea la llegada de la democracia a Estados
que a diferencia de Occidente la conocen sin la experiencia previa del
liberalismo; y siendo un llamamiento a la defensa de la diversidad plantea
serias dudas, la experiencia demuestra que sin libertad económica no hay
libertad política, ningún modelo ha logrado cambiar esa ecuación en sus
distintas formas.
Manuel
Castells tiene dificultades para disimular su fascinación por grupúsculos tan
poco democráticos como Podemos o CUP en referencia a España y plantea un
análisis incompatible con la base democrática y de un sesgo que incluye incluso
un ataque a otro partido emergente en España como Ciudadanos en una
demostración de la falta absoluta de rigor científico en el análisis, realmente
lamentable, todo un ejemplo del bodrio populista en su máxima pretenciosidad:
“En la crisis política actual se mezclan la crítica a los partidos
tradicionales, la crítica a formas obsoletas de representación ciudadana, la
crítica a la dominación de las políticas públicas por los intereses privados y
la defensa de la soberanía popular frente a las imposiciones unilaterales de la
Europa alemana. Todas estas críticas fueron formuladas y difundidas por movimientos
sociales, tanto el 15M como el independentismo catalán. Y por tanto no son
fácilmente negociables ni adaptables a los marcos institucionales.” ¡Por eso no
son democráticas, señor Castells!
Factores económicos y sociales del
declive de la democracia es el análisis que realiza Joshua Kurtlantzick, uno de los
especialistas en temas asiáticos. El autor evidencia la mayor propensión a la
vecindad pacífica de los Estados democráticos respecto a los autoritarios,
constata casos de “democracias fallidas” como las que líderes emanados de las
urnas como Erdogán, Orban, Hun sen, Correa, Maduro, o Vladimir Putin pero
también reivindica como bases más firmes las democracias del mundo actual que
las que se presentaron entre 1945 y 1988. Su análisis de Tailandia como ejemplo
de Estado que retrocede democráticamente en favor del ya familiar autoritarismo
militar es ilustrativo de su muy matizado optimismo.
Y llega el
análisis estrictamente territorial:
Cristopher
Hare y Keith T. Poole tratan el caso de los Estados Unidos desde La polarización partidista y su efecto sobre
la democracia: y es que advierten que la coyuntura política y económica
podría deparar un conflicto entre demócratas y republicanos en el Congreso así
como entre sus partidarios en la sociedad estadounidense pero no como para ser
una amenaza para las instituciones democráticas. La evolución histórica del
partidismo norteamericano y con matices apuntan a una dimensión
liberal-conservadora en las élites políticas no así entre la ciudadanía
políticamente informada y comprometida.
“No creemos
que los derechos democráticos esenciales en EEUU corran riesgo, pero existe una
posibilidad real de un retorno a la violencia y los disturbios que marcaron la
política durante la década de 1960 en tiempos de la guerra de Vietnam. Este
riesgo aumenta por el hecho de que, como la mayoría de otros países
desarrollados, EEUU está sumido en un régimen de crecimiento bajo con un
elevado nivel de desigualdad en los ámbitos de los ingresos y la riqueza. Eso
cambiará.”
Michel
Wieviorka es una de las mejores aportaciones que este número ¿Está en declive la democracia liberal? de
Vanguardia Dossier presenta; desmontando el triunfalismo de Francis Fukuyama
que tras la caída del Muro de Berlín anunciaba el fin de la historia y la
entrada de la humanidad en lo sucesivo en la era de la democracia liberal; hoy,
los regímenes autoritarios apenas cuentan con apoyos en los países democráticos
como en los años setenta pero más de tres décadas después de la caída del
comunismo la democracia presenta una realidad problemática. Y hoy ya no es una
cuestión de oponerla a otros tipos de regímenes en otros lugares o tiempos pero
requiere soluciones y el autor pone algunos ejemplos: el paro, y cita el caso
ruso, donde la carencia democrática es acuciante desde 2008 y se evidencia una
nostalgia a la época soviética en la que se accedía directamente al empleo, a
la educación o a otros servicios y al no verse satisfechas las expectativas
económicas aparecen pulsiones nacionalistas y de odio a minorías.
La democracia
liberal reconoce con más facilidad a ciudadanos dotados de derechos y deberes
que a identidades colectivas: el desafío que se plantea a la democracia
consiste en asumir las demandas culturales o religiosas evitando dos escollos:
el comunitarismo negador del vínculo social y cívico y el universalismo
abstracto negador de las raíces y los anclajes colectivos.” Este aspecto
Wieviorka lo contextualiza citando ejemplos tan diferentes como las
particulares “crisis” de nacionalismos periféricos en Estados democráticos o el
multiculturalismo, quizá con más espacio hubiera podido explicarlo mejor.
Los límites
de la representación política y su conflicto con visiones de democracia
deliberativa o participativa y el papel de internet, los dilemas de la
soberanía popular cuando está lleva al poder a posiciones que topan con los
propios valores democráticos, la separación de poderes que, por ejemplo, en
casos como el terrorismo, depara situaciones de choque entre el poder
ejecutivo, legislativo y judicial incluidas leyes que podrían restringir
libertades individuales.
“La crisis de
la democracia liberal, actualmente, en numerosos países, mantiene un estrecho
nexo con la crisis o la falta de movimientos y conflictos, ya sean sociales o culturales.”
Daniel
Zovatto constata que la democracia es la forma mayoritaria de gobierno en
América Latina a diferencia de hace solo tres décadas y media y que esta
convive con altas tasas de pobreza, desigualdad, corrupción y criminalidad, es
una pena que este artículo no haya sido escrito tras los cambios decisivos de
estos días en los gobiernos de Argentina y Venezuela porque el autor apunta a
una encrucijada histórica que marcará el rumbo para las próximas décadas; sin
duda este asunto merecía más atención por su trascendencia.
África es
abordada por Richard Joseph que culpa a factores externos como el auge chino,
el autoritarismo ruso o los conflictos en Oriente Medio, el yihadismo o la
consolidación de los sistemas liberales como elementos de freno de la
democracia liberal en África. Hay algunos casos subsaharianos que el autor ve
con mayor esperanza.
Y China con
una atrevida presentación: ¿un modelo
político alternativo para las democracias occidentales? Ivan Krastev
sostiene que el nuevo siglo está marcado por la aceptación del lenguaje de los
derechos humanos aunque ello no implique democracia, constata el descontento en
esta y en todo un salto al vacío afirmando al sistema chino como basado en un
principio de liderazgo colectivo que impide el autoritarismo personalista explica
por qué China es más democrática que Rusia:
1-Hay mayor
rotación de poder.
2-El gobierno
chino no penaliza la protesta laboral, la represión sobreviene si hay un
intento de auto organización.
3- China aun
siendo más autoritaria y comunista que Rusia posee un sistema de decisión más
integrador y de mejor calidad y su liderazgo colectivo acepta como legítima la
discrepancia.
4-Mientras
que en Rusia la élite lo es por cercanía con el poder en China es meritocrática.
5- China
realiza sus políticas a través de la experimentación de diferentes modelos en
diferentes regiones al contrario que en Rusia.
Un artículo
este de Ivan Krastev que elude por completo la realidad de un régimen como el
chino que hoy continúa siendo un modelo totalitario sencillamente impresentable
como una alternativa a los regímenes democráticos, ni tan siquiera a modelos
autoritarios tan poco deseables como el ruso y que a buen seguro el lector
mínimamente crítico va a quedarse sorprendido tras su lectura.
La sección
libros, viajes, historia amenizan este último número de Vanguardia Dossier una
vez más.
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