Mientras el país parece conjurarse contra la lacra de la violencia de género, en las librerías -principalmente online- arrasa Juan Soto Ivars con Esto no existe (Ed. Debate), un libro que seguramente más tarde o más temprano se iba a escribir pero que tenía un público esperándolo. Un autor que ha hecho a imitación del fenómeno del “malismo reaccionario” toda un marca y que de forma, en este caso quizá burda, “traduce” para el público español a autores como Douglas Murray adaptándolos a la realidad del país. Soto Ivars incide en entrevistas y tertulias en una agresividad malintencionada camuflada de “incorrección gamberra” con frases del tipo “Hay mujeres que están utilizando al Estado como esbirro para maltratar a hombres”. Este caso es claro por al fin de cuentas, tratarse de una cuestión sujeta a la legislación en materia de violencia de género.
Hice
reseña en su día en EL
POLEMISTA: Hombres de Richard V. Reeves., y la masculinidad descontenta, un
libro de alto voltaje. en el que Soto Ivars hacía el prólogo, también
recientemente EL
POLEMISTA: Backlash. La reacción ultra contra el avance del feminismo de Susan
Faladi. La vuelta de un clásico más actual y necesario que nunca ante el
retroceso de la mujer. Visto lo visto ha sido una reedición más que
oportuna.
Soto
Ivars comienza en Esto no existe victimizándose, advierte del riesgo de
su “proeza” por la verdad y de las advertencias que ha recibido al respecto.
Hoy lo argumenta en los medios mostrando las lógicas reacciones de un libro que
hiere sensibilidades, el fondo la cuestión es de trazo grueso, la de género
como ideología de Estado plantea a los hombres como responsables de todo lo que
les pasa, mientras que las mujeres no tienen responsabilidad alguna de ninguno
de sus males. La explicación: estructura, patriarcado, opresión y deuda
histórica.
“No hablaré aquí de los feminismos, sino de la ideología bastarda que, nacida
de sus simplificaciones, se ha convertido en la voz institucional y mediática
más extendida en buena parte de Occidente. Con el feminismo, al menos, se puede
discutir; no con una ideología de género que defiende sus privilegios
económicos mediante el chantaje emocional, el desprecio por la lógica y la
negación de la realidad.”
En
estas la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de
Género (2004) si bien sería un escudo para mujeres maltratadas, también sería una
“espada” por quienes fingen ser víctimas. Un pacto en su día de
José Luis Rodríguez Zapatero con el feminismo radical.
La
clave del libro: un tercio de las denuncias por violencia de género son falsas.
Si oficialmente se sostiene que las denuncias falsas en violencia de género
representan apenas el 0,001% de los casos, según le han informado al autor jueces,
fiscales, juristas (casi siempre anónimos por miedo, en ello se escuda el autor)…
el porcentaje de estas puede oscilar entre el 20 y el 40 % del total. Advierte,
es imposible saberlo porque oficialmente se niegan a dar datos reales en un “fraude
de Estado”.
Entre
2006 y 2023 se presentaron 2,68 millones de denuncias por violencia de género ¡habría
en torno a los 900.000 varones falsamente denunciados! Con el coste que ello
implica por las ventajas civiles a la denunciante en forma de vivienda, ayudas,
custodia de los hijos, y sea cual sea el resultado final para el denunciado la
ruina, el desprestigio, la separación familiar, riesgo de suicidio y enfermedad…la
pena de banquillo. La Fiscalía muy pocas veces actúa de oficio contra las
denunciantes falsas, fomentando la reincidencia.
En
torno a la maldad de estas políticas no sólo habría ideología, la maquinaria
contra la violencia de género está financiando redes clientelares, el “dinero
violeta” que ha hace de ello un gran negocio.
“Dinero
para repartir entre las profesionales del activismo, a sumar al que reparten
los Fondos Europeos, el pacto de Estado, los gobiernos autonómicos, las
diputaciones, los observatorios e institutos de la mujer y las concejalías de
igualdad de todos los municipios, del más pequeño al más grande, entre
cualquier asociación, grupo o señora con cierta habilidad para ordeñar al
Estado.
Que
toda esta inversión no haga descender las violaciones, ni las muertes, ni el
maltrato es algo que no parece despertar dudas en la clase política (…) Esta
red produce estudios e informes manipulados, cuyos resultados concluyen que es
preciso más dinero. Son las factorías de la narrativa de género, cuyas
chimeneas vomitan toneladas de humo que contribuyen a emborronar la realidad.”
Esta
falacia generalizada en el relato tendría excusa en un relativismo similar al
que utilizarían terroristas como Boko Haram. Apunto esto porque si algo caracteriza
a Esto no existe es una forma de dirigirse al lector con una mezcla de
citas y apuntes de supuesta erudición con montones de ellas y ejemplos por la
vía de tertulianos, humoristas o circunstancias cotidianas que hacen de la
lectura algo fácil y directo para todos los públicos por la vía del
sensacionalismo y que sin duda es uno de los motivos de su éxito: llega y puede
convencer a cualquiera (evita entrar en explicaciones jurídicas y puede llegar
al ridículo con argumentos infantiles como el que las mujeres no van a la
guerra ni bajan a la mina para no ser iguales).
Soto
Ivars advierte, en absoluto criminaliza a la mujer, pero juicios como este contra
la ideología de género se repiten en el libro:
“… filicidios, es decir, por los asesinatos de niños a manos de sus
progenitores. En este terreno, la narrativa hizo lo mismo que con la violencia
de género: acuñar un concepto, «violencia vicaria», y dejar de contar todo lo
que se queda fuera. La violencia vicaria no refiere el daño que un progenitor
hace a los hijos para maltratar al otro, sino que se limita a un tipo de
violencia de género contra la mujer cuando el padre ataca a sus hijos para
destrozarla a ella.
Lo
apunto porque ayuda a entender la idea que rodea a un libro de denuncia, pero
con una vocación claramente polarizadora y estereotipada. Ejemplo de ello es el
abuso de casos extremos claramente excepcionales para dotarse de razón.
Ciertamente
Juan Soto Ivars deja algunas propuestas:
Tipificar
y perseguir las denuncias falsas como violencia de género, corregir el que la
Ley española de Violencia de Género es la única en Europa que reserva una pena
más alta para el hombre y que crea juzgados especiales donde solo pueden
ser juzgados ellos (violencia institucional de género). Se trataría de reformar
la Ley, no abolirla.
Estamos
ante un libro que va a marcar el debate respecto a la violencia de género, pero
sobre todo, va a ser un referente para el negacionismo y desde luego un
argumentario para una Derecha que se sume en plena ola Reaccionaria en posiciones
que tienen a la Mujer como elemento esencial de un ajuste de cuentas con el
progreso de las últimas décadas.
Y es una pena, en el feminismo de las últimas décadas ha habido excesos que merecen un análisis sosegado y sin intencionalidad negacionista.
Juan
Soto Ivars ha sabido mezclar la retórica del intelectual rebelde con la de
tertuliano de programas televisivos como Cuarto Milenio de Iker Jiménez, el
resultado a la vista está, ya lleva varias ediciones y será un referente para
un público necesitado de argumentarios como este.
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