Vuelve una vez más Vanguardia
Dossier a El Polemista, y es que es cierto que la elección de los temas lo han
convertido en un monográfico importante en la profundización de la actualidad.
Temas relacionados con el Islam, el yihadismo y la religión en general se han
tratado en muchas ocasiones en El Polemista (http://elpolemista.blogspot.com.es/2015/12/indice-completo-de-el-polemista-hasta.html)
Y es que Arabia Saudí, tras la
caída de los ingresos de petróleo (15,7% de las reservas del planeta y primer
exportador del mundo) se ha encontrado con sus problemas más graves que, además
de la dependencia del crudo, pasan por la corrupción, la represión, una población
extremadamente joven desempleada y subsidiada, sin capacidad de recaudación
fiscal y en plena revisión del sistema además de una posición geopolítica nada
envidiable ahora que EEUU ya reconoce el papel de potencia regional de Irán, su
mayor competidor y también su gran amenaza.
Paul Aarts augura agitación
social, y aunque apunta que no ha habido movimientos de rebeldía comparables o
inspirados en las mal llamadas (añado yo) “primaveras árabes” (En El Polemista
el VD dedicado al tema en su día http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/03/2011-la-revuelta-arabe-en-vanguardia.html) y el país no ha experimentado el fenómeno de
la acción colectiva moderna, las reivindicaciones de la minoría chií en la
Provincia Oriental, el continuo e imparable incremento del consumo interno de
petróleo (el doble per cápita de EEUU) incompatible con las posibilidades
económicas del país a medio plazo, y el extraordinario crecimiento de las redes
sociales y su repercusión en cuestiones como la discriminación de la mujer, son
algunos de los problemas más graves con los que se puede encontrar el régimen
saudí, aun así Paul Aarts ve muy poco probable una implosión total aunque no
descarta nada: “La caída de la casa de Saud no es desde luego una conclusión
evidente, pero sin duda se dan hoy los ingredientes para una gran agitación
social.”
W. Lippman analiza a los
miembro de la casa de los Saud ampliamente aceptados como legítimos gobernantes
por los saudíes, principalmente por su asociación con los ulemas, los líderes
religiosos pero advierte: “Una abierta escisión entre la docena de príncipes de
mayor raigambre, todos ellos hijos o nietos del fundador de la dinastía
moderna, podría dividir al país y minar la legitimidad de la familia.”
Hoy, Salman bin Abdulaziz al
Saud preside la actual estructura de poder, la comparte con su hijo Mohamed Bin
Nayef y su sobrino Mohamed Bin Salman que con tan solo treinta años preside el
Consejo de Asuntos Económicos y de Desarrollo desde el que anunció la puesta en
marcha de un plan colosal para diversificación de la economía del país. Los
tres citados son descendientes directos de Ibn Saud, el primer reinado de la
familia entre 1932 y 1953. Le seguiría su segundo hijo Saud (1953-1964), Faisal
(1964-1975), Jaled (1975-1982), Fahd (1982-2005), Abdalah (2005-2015) y
actualmente Salman.
El peso y la influencia de los fundamentalistas es el texto de un
especialista en la cuestión como Andrew Hammond , y es importante porque en el
corazón de la política del Estado saudí se encuentra la relación entre la
cúpula wahabí y los Saud; y antes también, dicha relación es el rasgo
definitorio de lo que los historiadores definen como los tres estados saudíes
(1744-1818, 1824-1891, y 1902 hasta hoy); salvo en Irán, el stablishment wahabí
tiene más influencia que ninguna otra clase comparable en Oriente Medio y su
poder se ha extendido a la calle a través de la educación, de los medios de
comunicación, la judicatura y la fuerza coercitiva. Y no olvidemos que las
fuentes constitucionales del Estado son el Corán y la sunna del Profeta.
“Las fetuas de condena por las
revueltas de la primavera árabe (2011) y la que autoriza la presencia de
militares americanos en suelo saudí (1990) son dos ejemplos clásicos del apoyo
de los ulemas a la casa real (…) El Estado se mantiene firme en su tradicional
pacto con el wahabismo mientras que un segmento considerable de la población,
sin ninguna posibilidad de participación en la gobernanza del país, evoluciona
en una dirección diferente. Los planes económicos proponen una relajación de
las restricciones que tienden a mantener la segregación de géneros. Sin
embargo, esa cuestión se sitúa en el corazón del sentir wahabí de un orden
moral de la sociedad.”
“Las mujeres de las épocas
iniciales del Islam tuvieron en ocasiones más libertades que las actuales en
Arabia Saudí; la esposa de Mahoma era una mujer de negocios y sus coetáneas
compartían tareas con los hombres.”, apunta Caroline Montagu.
La complejidad religiosa más
allá del wahabismo la trata David Commins: “Los chiíes son considerados
infieles idólatras por el discurso wahabí, y pocos de ellos trabajan en
empresas del sector público o lo hacen en puestos de bajo nivel de organismos
del gobierno.” Además de los chiíes en sus diferentes ramas los sufíes también
sufren privaciones y discriminación. Otro grupo es el de los musulmanes
liberales emanados de los cambios culturales que en la segunda mitad del siglo
XX llegaron con la industria petrolera y se basan en la herencia de la
modernidad islámica aparecida en El Cairo, Beirut y Estambul a finales siglo
XIX reivindicando que la razón y la justicia son principios fundamentales del
Islam. El autor cree que los cambios actuales pueden suponer una mayor libertad
política que podrán mejorar la situación de las minorías musulmanas en Arabia
Saudí.
Muy revelador a continuación
Toby Matthiesen al explicar que la estigmatización de los chiíes cumple una
importante función en el nacionalismo religioso; en momentos de crisis se hace
uso de la amenaza chií para agrupar a la población en torno a la familia real.
Y advierte respecto a los ataques del ISIS que reciben los chiíes: “ han
empezado a organizar grupos vecinales de protección para proteger las mezquitas
y las husainiyas de posibles ataques del Estado Islámico. Esos grupos han
frustrado varios ataques que obligaban a
varios suicidas con explosivos a provocar su estallido, salvando así
incontables vidas. Y aunque estos grupos defienden actualmente a las
comunidades chiíes de ataques de terroristas yihadistas pueden, dado el caso,
formar parte de un movimiento de resistencia más amplio.”
El fundamentalismo islámico
aumenta en el país, Mansor Moaddel apunta, desde un punto de vista de la
sociología de la religión, a la persistencia de la espiritualidad monolítica
como la causa.
La complejidad saudí no es solo
religiosa, si el país cuenta con 30.700.000 habitantes, el 32,7% de la
población es extranjera; indios, pakistaníes e indonesios son las comunidades
más numerosas, aunque entre los árabes destacan los egipcios, sirios, yemeníes
y sudaneses.
Entre 2015 y 2016 ha habido más
de seis ataques terroristas en tierra saudí, todos ellos reivindicados por el
ISIS con destino a la minoría chií de la Provincia Oriental: “Mientras esta
nueva oleada de terrorismo sectario permanezca confinado a áreas chiíes dentro
de Arabia Saudí y no se desborde al plano general de la sociedad y las
instituciones, parece que el régimen saudí podrá seguir conviviendo con este
grado de conflicto de baja intensidad, tal como sólo se percibe entre la
minoría chií. Por supuesto que tales ataques socavan la credibilidad del
régimen y su capacidad de proteger a sus propias minorías, pero puede que el
régimen se avenga a aceptar esta realidad mientras se considere a salvo. Ello
nos lleva a pensar de Arabia Saudí y terrorismo como enemigos renuentes.”
Concluye Madawi al Rasheed.
J.F Seznec profundiza en la
necesidad de modernizar y diversificar una economía tan dependiente del
petróleo, cambios que se están dando forzadamente por la caída del precio de
los hidrocarburos, y de hecho las nuevas reformas anunciadas incluyen novedades
tan importantes como la creación de un impuesto sobre el valor añadido o la
minimización de muchos subsidios destinados a convertir un Estado rentista en
uno moderno, o lo que es lo mismo, que el Estado dependa de los ciudadanos y no
al revés.
De los seis miembros del
Consejo de Cooperación del Golfo, los saudíes son los más poderosos, de hecho
para evitar el desequilibrio de su hegemonía, el CCG se presenta como una
entidad que aspira a proteger a sus miembros de las amenazas de los conflictos
regionales; pero lo cierto es que países como Bahréin depende por completo del
apoyo saudí, con los Emiratos Árabes Unidos son estrechas, con Qatar van
mejorando y con Kuwait y Omán son distantes como apunta Kristian Coates.
Irán y los conflictos
regionales de Siria y Yemen los trata Rodger Shanahan que muy interesante
apunta hacia más elementos geopolíticos que sectarios como diferencia con lo
que sucediera después de la revolución jomeinista de 1979.
“En los dos escenarios en que
los países despliegan su guerra por poderes, Yemen y Siria, los resultados
servirán poco para modificar el statu quo. En Yemen, Irán no ha sido nunca más
que un aliado silencioso del movimiento huti sin ninguna esperanza realista de
influencia verdadera, y el resultado del conflicto yemení no supondrá nada para
cambiar esto. La importancia estratégica de Siria para Irán, en cambio, ha sido
evidente en la sangre y el dinero invertidos en el país, y es improbable que
cualquier consecuencia política en el área sea opuesta a los intereses de
Teherán.”
Más pesimista es Rami G.Khouri
que ve verdaderas amenazas internas y externas para el Estado saudí que apunta
a la política exterior regional del reino como prioridad en lugar de confiar en
los EEUU para esta tarea y cree que la confrontación Riad-Teherán mantendrá
durante los próximos años la inestabilidad en la región, lo cual se complementa
con los mínimos en la relación de EEUU y los saudíes que marca K.Weisbrode,
“Arabia Saudí no solo compra armas y otros productos a Estados Unidos, sino que
goza de la garantía de que el petróleo transitará libremente a través del Golfo
Pérsico.” La relación es tibia pero estable.
Como es habitual este
Vanguardia Dossier añade las secciones de libros, viajes, literatura y los
gráficos y añadidos que lo hacen tan agradable además de interesante.
Parece poco probable que un
plan tan ambicioso como el que se ha anunciado desde Arabia Saudí se pueda
llevar a cabo, pero cambios y reformas habrá porque en ello va la supervivencia
del reino saudí tal y como lo conocemos; desde que EEUU priorizó
geopolíticamente al Pacífico frente a Oriente Medio la región juega sus propios
juegos y potencias regionales como
Turquía y Rusia entran en ellos con fuerza.
La región es un polvorín pero su efecto sobre el resto del mundo es
ahora mucho menor, y ahí está la diferencia con el tiempo anterior y la
incertidumbre para el futuro.
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