El deterioro que ha sufrido la democracia española en la última década y media es palpable; si a populismos a Derecha e Izquierda que la deslegitimaban en forma de movimientos con intención de superarla como el 15M, el Procés catalán o la aparición de la mal llamada “nueva política” de la mano de partidos “flash” como Podemos, C’s o Vox, destinados a superar a la “viejos” partidos y que aparecían dotados de una dialéctica populista de discurso fácil y general, de hiperliderazgos y programas irrealizables de gusto para todos, se le ha sumado el contagio que domina la totalidad del discurso político en España y que simple y llanamente cae en la deslegitimación y negación de la democracia misma.
Sin
pudor el actual líder la Derecha española en el Partido Popular, Alberto
Núñez Feijóo, en competición con la extrema Derecha de Vox afirma: "para
devolver a las Cortes Generales el protagonismo de la vida política
parlamentaria y una vez que hemos visto que el Gobierno ha entregado el
Congreso de los Diputados a las minorías, y que se ha convertido en un foro de
inestabilidad y chantaje, vamos a asumir la responsabilidad de realizar tres
plenos al mes en el Senado para devolver a las Cortes Generales el protagonismo
de la vida política parlamentaria en nuestro país". Pero esta asombrosa deslegitimación
del Parlamento Español viene con la ocurrencia de prohibición de
partidos políticos amagando con el registro en el Congreso una propuesta de
reforma del Código Penal para tipificar los delitos de "deslealtad institucional" proponiendo
la "disolución" de las organizaciones y "personas
jurídicas", incluidos partidos políticos, que impulsen
referéndums de autodeterminación…
Pero
es que no se acaba ahí, además de haber impedido su obligación
constitucional de renovación del CGPJ descalifica el Poder Judicial negando al
Tribunal Constitucional (por no controlarlo): "El Tribunal Supremo está siendo corregido y
suplantado por el Tribunal Constitucional" o “No sabemos si el
Gobierno va a indultar a terroristas de ETA condenados por delitos de sangre”.
Sirva
como muestra del nivel, (y Feijóo no es lo más radical del PP donde hay
personajes inclasificables), ello sazonado con los disparates ya estructurales
de un partido como Vox que ya en su programa fundacional se declara incompatible
con el actual ordenamiento constitucional (prohibición de CCAA, censura y
control de la libertad de expresión…) o con sus líderes amenazando de muerte a rivales
políticos, ocupando la calle violentamente o agrediendo a representantes de otros
partidos). Paradójicamente esta extrema Derecha se ha convertido en el garante
de la victoria electoral del bloque que apoya a Pedro Sánchez y por el que
gobierna.
Y
la Izquierda,
dirigida por un presidente del gobierno que presume de gobernar con maneras
propias de un sistema Presidencialista, no de uno Parlamentario como el
español, que sin reparo sitúa al país al borde del ordenamiento legal
aprobando -con el fin de su propio nombramiento- leyes casi constituyentes como
la Amnistía que requerirían consensos más generales. A ello se suma una
indisimulada utilización de la lógica negociación parlamentaria como un
mercadeo sin ni tan siquiera el reparo competencial, como el que hemos
visto en la cesión a Junts de supuestas competencias en Migración cuando ni tan
siquiera gobierna la Generalitat para la que serían. Todo ello sin pasar por
alto que el receptor de esta anomalía es un partido abiertamente xenófobo como
el que dirige Carles Puigdemont desde su refugio en Waterloo todavía fugado
de la Justicia española.
Y
no se admitirán quejas o críticas, en ambos casos, el de la Derecha o la
Izquierda, (aquí
tratada a trazo largo por no extenderse) el desacuerdo sitúa inmediatamente
a quien lo proclama en el marco ideológico del contrario.
Sin
rubor el argumentario pro Pedro Sánchez proclama que políticas como las citadas,
incluidas cesiones de naturaleza xenófoba, son necesarias para poder llevar a
cabo políticas sociales y es un precio necesario.
Por
su parte la Derecha coloca a cualquiera que se sume a la deslegitimación del
Gobierno elegido democráticamente en la anti-España y comparado con
espantajos históricos como ETA o el “comunismo” renombrado como
mantra con eslóganes reservados a deficientes democráticos como “me gusta la
fruta” o “que te vote Txapote”.
Y
así el español de a pie no necesariamente politizado se debe conformar con posicionarse
en lo que menos rechazo le produzca o aceptar una dinámica delirante que no
pasa a mayores simplemente porque la Democracia española todavía muestra y mantiene
un “musculo” institucional a prueba de la peor clase política desde su llegada
en 1978 y el prestigio y reconocimiento español que la sitúa entre las mejores
del mundo.
Este
artículo podría alargarse sin fin, pero no es necesario.
En
el Polemista todos estos aspectos, ya desde 2011 antes de la aparición de todos
estos fenómenos y en la actualidad con profundidad y detalle http://elpolemista.blogspot.com/2023/12/indice-completo-de-el-polemista.html
Foto
del diputado González Pons en sede parlamentaria como ejemplo del clima
político de España en 2023.
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